Capítulo 4: Fuera de control.

Halsey - Gasoline.

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Como siempre, soy la primera en reaccionar en cuanto veo como el cuerpo de mi amiga se estrella contra el suelo. Alex y Evan, al adivinar mi próximo movimiento, intentan tomarme de la cintura y detenerme, pero termino ganando la batalla.
Mientras la persona que se niega a revelar su identidad guarda su arma con total impunidad, corro hasta lograr empujarla y caigo al suelo, aplastando su cuerpo en el acto. Llevo mis manos hacia su cuello para poder quitarle la máscara, todo intento fue inútil porque la tenía unida al traje, a diferencia de los nuestros. Y me cuesta admitir que es más precavido e inteligente que yo.

Sumida en el desconcierto, siento como unos brazos logran apartarme del cuerpo de mi enemigo de una vez por todas. Al tomar distancia, el acosador levanta su arma nuevamente, apuntándome directo al pecho, pero Evan se coloca frente a mí antes de que la bala se aloje en mi cuerpo.
Él cae al suelo sosteniendo su brazo con dolor y me agacho para comprobar que no ha logrado tocar ningún nervio o ninguna zona importante. Poco me importa si me pegan un tiro sin poder preverlo.

—¡Vámonos, Amy! O terminaremos muertos —advierte mi hermano mientras me ayuda a levantar a Evan.

Una vez que se encuentra de pie, rodeando nuestros cuellos con sus brazos, damos media vuelta, caminando lo más rápido posible hacia la salida. Me agacho un segundo para colgar la mochila en mi hombro libre y volvemos al pasillo, escuchando una risa escalofriante a nuestras espaldas. Bajamos las escaleras hasta llegar a la salida de emergencia nuevamente, sin quitarnos las máscaras, y casi corremos hasta la calle en donde estacionamos el auto.
Una vez allí, Evan se apoya contra la puerta y continúa presionando la herida, claramente impactado y adolorido. No es nada grave, pero solo cuando esto sucedió comprendí que jamás se tuvo que haber involucrado en esta locura.

No lo protegí lo suficiente y eso es algo que me mata porque no quiero que termine como Ivonne. No quiero llegar tarde otra vez.

—Sabía que sería peligroso, maldita sea —le grito a pocos centímetros de la cara.

—Está bien, sino te hubiera disparado a ti —contesta bastante más calmado y me lanza una sonrisa que no logra tranquilizarme, aunque lo intente.

—¿Y si te morías? Esa bala llevaba mi nombre y el de nadie más —protesto, pasando una mano por mi pelo, mi nivel de enojo comenzaba a aumentar cada vez más.

—Ya, cállense los dos —intervino mi hermano en un tono pacífico, abriendo la puerta trasera para ayudar a Evan a sentarse.

—Basta, Alex. Nada de esto habría pasado si hubiera venido sola.

—Eso no es cierto y lo sabes.

—Cierra la boca, Plox.

—Tú primero, Plox.

Mi hermano deja caer el cuerpo de mi esposo para poder ponerse frente a mí, quedando cara a cara y enarco una ceja ante su contestación. Una guerra de dos estaba a punto de comenzar.

—¡Ambos, dejen de discutir! —Evan intenta abandonar el vehículo, descartando esa idea en cuanto hace un movimiento brusco con su brazo herido.

—¡Cállate y quédate en donde estás, Sotelo! —exclamamos al mismo tiempo.

Dejando los enojos de lado, mi hermano conduce de regreso mientras yo observo como mi esposo se queda dormido en la mitad del camino. Su traje no paraba de mancharse de sangre, a pesar de haberle hecho un torniquete improvisado con un pañuelo que Alex guardaba aquí. Me concentro en su pecho, aliviándome cada vez que noto que inhala y exhala con normalidad.
Recién cuando el auto frena logra abrir los ojos y, sin importar que alguien pueda vernos con aquellos trajes rojos, lo ayudamos a descender para ingresar a la casa de Alex de una vez por todas. Yo no contaba con sus recursos o algún botiquín médico así que era una opción justa.
Ya en el interior, Kate casi deja caer su taza de té al vernos. Desocupa sus manos y subimos las escaleras hasta llegar a su cuarto, recostando a Evan en la cama.

—¿Qué ha pasado? —pregunta la rubia con preocupación.

Mi hermano corre hacia el cuarto de baño y comienza a desordenar todo hasta encontrar lo que busca, volviendo para quitarle la bala del brazo a la persona que más amo en este mundo.

—Alguien quiere matarnos... otra vez —respondo como si fuera lo más normal del mundo, bueno, al menos para mí lo es. Procedo a quitarme el traje y arrojo la máscara de una vez por todas.

—Pero... estaremos bien, ¿verdad?

Alex dirige su mirada hacia mí, pensando exactamente lo mismo: no hay forma de asegurarlo. Aunque jamás le diría a Kate que debe salir corriendo de Nakara Hills si es posible, así que me limito a asentir en silencio y la abrazo para tranquilizarla.
Un quejido proveniente de Evan hace que nos sobresaltemos, la bala por fin había abandonado su cuerpo y no corría riesgos de infección. Solo debía tener una venda por un par de días e intentar hacer el menor esfuerzo posible.
Los dueños de la casa se retiran de la habitación, dejándonos solos y decido aflojar mi expresión en cuanto comienzo a caminar para sentarme en el borde de la cama. Su espalda está pegada contra el respaldo y sus ojos se clavan en los míos.
Subo y bajo una mano por sus muslos, aún cubiertos por ese maldito traje, ganándome una sonrisa de su parte.

—Esto me hace acordar a la última vez que vi a mi hermanastra.

—Esa fue la peor noche de mi vida.

Y la mía, casi termino tras las rejas y perdiendo a las personas más importantes de mi vida. Pero debo admitir que gracias a ese hecho estamos en donde estamos, para bien o para mal.
Me acerco a él y planto un suave beso en sus labios, sintiendo como posa su mano derecha sobre mi mejilla al separarnos.

—JAMÁS te vuelvas a poner en riesgo, yo puedo lidiar con esto sola —aseguro y él rueda los ojos con molestia—. No volverás a ir con nosotros a ninguna parte y no se discute. No pienso perderte.

Termina asintiendo y luego me levanto para buscar una sábana. Lo ayudo a acomodarse mejor, cubriéndolo para que no sienta frío y bajo a la sala, en donde se encuentra mi hermano sentado en el sillón con un vaso de —lo que parece ser— whisky en la mano.
Ocupo el lugar vacío a su lado, recargando mi espalda y llevándome las manos al rostro con cansancio.

—Quiero que esto termine, Alex.

Él da un largo trago y decido arrebatárselo para tomarme lo poco que queda de aquel líquido, luego dejo caer el vaso contra la mesa frente a nosotros.

—Esta será la última vez que pasaremos por esto, estoy seguro. Aunque no sé qué tienen contra nosotros.

—Es una maldición.

Ambos soltamos una carcajada luego de tanta seriedad. No sé si se trate de una maldición o simplemente tenemos enemigos y recién nos estamos enterando, pero tiene que parar.
Dos horas después abandonamos la casa para que Evan pudiera descansar mejor, bueno, y todos nosotros porque no todos los días te enfrentas con un loco con un arma en mano.





Apenas encendí el televisor todos los canales de noticias mostraban a sus corresponsales haciendo notas frente al edificio de Kristal. Ya lo sabían, otra mujer había muerto en menos de 78 horas, otra mujer que se conectaba conmigo. Me pregunto quién será el más inteligente del departamento de policías que vendrá a tacharme como sospechosa.
Mi móvil estaba inundado de mensajes de mis amigas para comentar lo horrible de la situación y sacar teorías erradas de porqué otra amiga había muerto. No tengo ánimos de contestar a los más de cincuenta textos por segundo que mandan, pero marco en favoritos la dirección del funeral.
Desde la mesada ubicada en la cocina observo como Evan baja las escaleras de forma lenta, me sonríe al conectar nuestras miradas y le devuelvo el gesto mientras tomo una de las tazas y camino hasta quedar frente a él.

—¿Cómo dormiste? —digo, entregándole el café que preparé hace minutos antes.

—Perfectamente, te dije que estaría bien —rodea mi cuerpo con su brazo sano y me relajo al apoyar mi cabeza contra su pecho, sintiendo como deja un beso sobre ella.

El timbre suena y mi cuerpo se paraliza, al escuchar ese ruido solo puedo pensar en más malas noticias. Aunque también puede que sea Alex confundiendo la hora en la que debía pasar a recogernos para ir directo al funeral.
Me aparto y camino hacia la puerta, abriéndola de forma lenta, llevándome la sorpresa de no encontrar a alguien de carne y hueso del otro lado.
Pero sí algo más, un sobre rojo con mi nombre grabado en él descansaba sobre la alfombra. Por inercia miro hacia todos lados, no hay señales ni movimientos raros.
Lo agarro con furia y cierro la puerta de un golpe, haciendo que mi esposo se sobresalte al instante.

—¿Y esa carta?

—No lo sé, algo me dice que será mejor no leerla.

—Pero tu curiosidad gana la batalla, ¿verdad?

Sonrío levemente mientras saco aquella carta y comienzo a leerla en voz alta:

"El juego no será sencillo esta vez, no tienes ni la menor idea de quién soy. Hoy es el cumpleaños de Kate y el funeral de Kristal, puede que me presente en ambos eventos, puede que no...
Piensen muy bien en lo que hacen, esta vez terminaré el trabajo de Rachel.
PD: Cuiden a Emma, solo es un consejo".

—Solo para estar seguro, ¿a qué se refiere con "terminar el trabajo de Rachel"?

—Planea matarme, pero antes matará a todos los que amo delante de mis ojos —observo como su rostro palidece y coloco una mano sobre su hombro para tranquilizarlo—. No te preocupes, ninguno de ustedes morirá antes que yo.

—Fingiré que no escuché esa última frase —contesta, aún preso de la tensión— ¿Sabes qué? Iremos a la fiesta de Kate y la pasaremos bien, ella ha estado meses preparando esto y, tranquila, yo me encargaré de cuidar a Emma.

—Un funeral y una fiesta, vaya día de mierda —bromeo y asiento, aceptando su plan— No quiero que Alex sepa nada de esto, al menos por hoy.

—Será nuestro secreto, Plox.





Observo mi reflejo en el espejo y suspiro, ¿en qué momento mi vida se convirtió nuevamente en un infierno? Siendo sincera, me importa poco si un inocente muere en medio de esta nueva batalla, ya aprendí que no tengo el control sobre todo, pero si Evan, o Kate, o Alex, o Emma salen lastimados no me lo perdonaré jamás.
Cierro los ojos, alejando esos pensamientos, y acomodo mejor mi bléiser negro para comenzar a caminar hacia la puerta y volver a la sala. Mi esposo me espera en la entrada, luciendo un traje demasiado bonito para esta lamentable situación.

—Alex está afuera, acaba de enviarme un mensaje —me informa y asiento en silencio porque las ganas de hablar se me fueron luego de leer esa carta de mierda.

Un día soleado nos recibe apenas pisamos la vereda, al menos el clima se destaca a pesar de toda la miseria.
Kate abre la puerta del auto, caminando de la mano con Emma, y pongo mi mejor sonrisa cuando se acerca para saludarme.

—¡Feliz cumpleaños, Kate! —exclamo, envolviéndola en un corto abrazo—. Lamento que tu día deba comenzar de esta forma.

—¡Gracias, Amy! Lo sé, pero no podemos permitir que la vida se detenga sino estaríamos haciendo exactamente lo que ese anónimo quiere.

—No puedo creer que la primera vez que vea a Emma de negro sea por esta razón —cambio rápidamente de tema para aligerar el ambiente.

—La primera y la última, hermanita —interrumpe el dueño del vehículo, bajando la ventanilla hasta la mitad.

—Creo que no estaba hablando contigo.

Me lanza una mirada seria y camino hacia el vehículo con calma. Le doy un pequeño golpe en la cabeza, sacándole una carcajada a Evan, quien abre la puerta para ubicarnos en los asientos de atrás. El viaje fue completamente silencioso, creo que ninguno se animaba a hablar de otra cosa, pero tampoco de lo que está sucediendo a nuestro alrededor.

Son contadas las veces que he pisado una iglesia, jamás por voluntad propia, y la capilla que se encontraba frente a mí me parecía de lo más espantosa por demasiados motivos. Evito hacer un gesto de molestia en cuanto veo que los familiares de Kristal se encuentran rezando mientras rodean el cajón; mi piel se eriza y me gustaría tener la oportunidad de salir corriendo.
Evan coloca una mano alrededor de mi cintura al ver que me quedo paralizada en la entrada y me anima a avanzar. Observamos a los presentes mientras caminamos, el llanto, la angustia y la tristeza eran los protagonistas de la escena.

Mi hermano y su novia toman asiento en las bancas y yo decido abandonar a mi esposo para ir hacia donde se encontraban mis amigas. Jennifer es la primera en notar mi presencia, regalándome una débil sonrisa y haciendo un gesto para que me acerque.
Saludo a todas con un rápido abrazo, conteniendo las lágrimas porque alguien debe mantener la entereza entre tanto desastre y ese suele ser mi rol.

—Primero Brittany, ahora Kristal... —Camille suelta en un suspiro, cruzándose de brazos, sin preocuparse por limpiar las lágrimas que caen por sus mejillas— ¿Cuál es el maldito problema en Nakara Hills?

—No lo sé, pero dicen que se trata de los caballeros rojos una vez más. Ojalá el autor de todo esto termine muerto como esa mujer el año pasado —comenta Elena con frustración, dándole una rápida mirada a la familia de Kristal ubicada a pocos metros de donde estábamos— ¿Cuál era el nombre de esa loca?

—Rachel Plox —respondo en un tono seco, recordando con exactitud a esa hija de puta.

Todas posan sus ojos en mí, casi mirándome con pena al recordar que mi hermanastra tuvo que ver con esos asesinatos. O al menos eso es lo que Nakara Hills cree, una venganza familiar que terminó involucrando a mis supuestos amigos e intereses amorosos; aunque cada persona que murió el año pasado me tiene sin cuidado y están mucho mejor así. A esas escorias no se las puede calificar como amigos, era preferible tenerlos diez metros bajo tierra para que no tuvieran la oportunidad de dañar a nadie más.

Muy pocas personas recuerdan con exactitud el rostro de los sobrevivientes de esa masacre, por eso a veces me rehusaba a decir mi apellido en voz alta, porque cualquiera puede dejar atrás a un rostro desconocido, pero mi apellido no era tan fácil de olvidar. Y sigo luchando por despegarme de la figura de Rachel.
Luego de asegurarles que ese suceso no me afectaba en lo más mínimo, Elena habla por primera vez en la mañana y agradezco que haya cambiado de tema.

—¿Alguien sabe en dónde está Nica? —sus ojos parecen no querer despegarse del móvil, tecleando a la velocidad de la luz— No le llegan los mensajes.

—Seguro se quedó dormida, la mataré en cuanto se despierte —la tranquiliza Jennifer, y de reojo observo como busca el chat de la mujer e intenta comunicarse.

No quiero ser paranoica, pero, ¿cómo no serlo luego de haber presenciado todo lo que ocurrió anoche? Decido dejar de darle vueltas al asunto y me despido para tomar asiento junto a mi familia. Emma estaba bastante tranquila, ajena a todo lo que pasa a nuestro alrededor y juro que desearía estar en su lugar.

Los padres de mi difunta amiga comienzan a subir las escaleras hasta ubicarse en un pequeño escenario, alzando la voz para dar un pequeño discurso mientras un sacerdote se mantiene a pocos metros, dándoles ánimos a juzgar por sus expresiones.
Admito que dejo de prestar atención para tomar mi móvil, buscar mi última conversación con Nica y enviarle un mensaje. Fueron tres en total, ninguno de ellos le llegó y bloqueo la pantalla con fastidio. 

¿Qué está pasando ahora?

—Estoy segura de que a mi hija le habría encantado escuchar hablar a sus amigas en este momento —la voz de Susan hace que vuelva a estar presente, sus ojos se encuentran con los míos y maldigo internamente porque sé lo próximo que dirá y no puedo oponerme— Amy, ¿quieres ser la primera?

Me pongo de pie, atravieso el pasillo bajo la atenta mirada de todos los presentes y llego hasta el escenario. Los padres de Kristal me envuelven en un abrazo bastante incómodo para mi persona porque puedo sentirlos sollozar y nunca he sido buena consolando a nadie, ni siquiera a mis familiares. En cuanto se separan y bajan, acomodo el micrófono frente a mí, preparándome mentalmente para lo que vendrá.

—Es duro pensar que ya no verás a una amiga, que se ha ido tan repentinamente que no soy capaz de procesarlo aún. Kristal fue una gran amiga, y no dudo en que haya sido una maravillosa hija, sobrina, nieta... en fin —mi voz comienza a temblar y deseo salir corriendo de aquí, pero me mantengo firme y continúo—. No merecía nada de esto.










Alex

Mientras Amy habla, no puedo evitar recordar todo lo que sucedió hace pocas horas. Noto sus nervios y soy capaz de sentirlos en menor medida, pero sentirlos al fin.
Cada cosa que tocábamos se destruía, es como si la suerte jamás estuviera de nuestro lado. Las personas a nuestro alrededor morían constantemente, esta vez pegándole específicamente a ella al aniquilar a cada una de sus amigas.
En toda la noche no pude dormir, dando vueltas en la cama, pensando mil y un planes para sacarnos de esta mierda y no tuve éxito. Parece que el futuro se volvió nulo, como si fuera una puerta con candado y no hay forma de encontrar la llave capaz de liberarnos de esta prisión.
Escuchaba sus palabras con atención, su rostro se vuelve pálido y puedo ver como sus manos comienzan a temblar. Le sonrío a la distancia para darle ánimos, aunque no sé si servirá de mucho.
Mi móvil comienza a vibrar en el bolsillo de mis jeans, en medio del discurso, y me levanto para caminar hacia un rincón y atender antes de que corten la llamada. Podría ser algo importante, podría tratarse del empleo que tanto he esperado.

—¿Hola? —murmuro pegando los labios al micrófono.

—Que bueno es saber que no marqué el número equivocado, Alex —responde esa voz que tanto me eriza la piel y aprieto mi sien con enojo.

—¿Qué mierda quieres ahora? ¿No te alcanzó con el show que montaste anoche?

—Tranquilo, todavía queda mucho por vivir, Plox —su risa suena como la de un psicótico, volviendo más tétrico todo—. Por cierto, dile a tu hermana que tenga cuidado con lo que cuelga encima de su cabeza en estos momentos.

En ese mismo instante finaliza la llamada. Miro hacia donde se ubica Amy y no dudo en salir corriendo.
















Amy

—Solo quiero que recuerden que quien sea que haya cometido esto...

Detengo mi discurso en cuanto escucho un ruido extraño proveniente del techo. Levanto la mirada lentamente, encontrándome con una persona vestida de rojo, sosteniéndose de las viejas vigas de la capilla. Hay un balde apoyado débilmente a pocos metros de él y carga con algo que parece ser un cuerpo humano.
Es probable que todos estén desconcertados por la interrupción porque me quedo inmóvil ante la situación, sin lograr analizar todo con claridad porque el grito de Alex resuena en todo el lugar. Veo como corre con desesperación hacia mí, envolviendo sus brazos en mi cintura para alejarme hasta que chocamos contra una pared a nuestra izquierda.
Mientras todo esto ocurría, el balde había sido soltado, además del cuerpo envuelto en una tela que se despliega en cuanto todo toca el suelo con un golpe seco.

—¿Qué está pasando? —lo miro asustada.

—Me llamó, por eso te quité de ahí —suelta, aun agitado, y mira hacia donde me encontraba hace unos segundos— Pero qué...

Regreso la atención hacia el desastre a nuestras espaldas, encontrándome con el cadáver de Nica Harris cubierto de sangre, bajo él yacía una bandera roja con una frase gravada:

"Los asesinatos vuelven a Nakara Hills, los caballeros rojos controlan el pueblo".

Mientras los presentes lanzan gritos de terror y corren en dirección a la salida, Kate, Evan, Alex y yo compartimos una mirada cómplice. Esto es mucho más grande que el plan de Rachel y escapar de la policía nos iba a costar el doble.

¿Cómo escaparíamos de los problemas? Todo apuntaba hacia nosotros, no hay ningún tipo de pruebas, pero alguien pronto dará con la verdad detrás de la familia Plox y no sé si hay una salida de emergencia.

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