Un truco sencillo (3)

Saturado con los trabajos que debía preparar para la facultad y sin poder llamar a Ruth porque ninguno de los dos había caído en la cuenta de intercambiar sus números de teléfono, la semana pasó de manera lenta y tediosa para Kanon, hasta que el jueves recibió una petición de la agencia para animar una fiesta infantil aquel sábado. Accedió, con un entusiasmo mucho mayor de lo habitual, pensando en volver a ver a la "Princesa Vanessa", y preparó sus mejores trucos de magia para impresionarla como había hecho en el pub, tras la tormenta.

Por fin, llegó el sábado y Kanon hizo su aparición en la casa de los anfitriones con escrupulosa puntualidad, dispuesto a demostrar, a despecho de sus encuentros anteriores, que podía ser el más agradable de los compañeros de trabajo. Abrió su maleta para ordenar los materiales y comenzó a seleccionar los que necesitaría, a la espera de la llegada de Ruth.

- Hola, ¿eres el mago? Me han enviado para animar la fiesta contigo, yo soy Telmo el payaso...

Kanon se giró, perplejo y decepcionado, contemplando con indisimulado desprecio la colorida peluca y los zapatos gigantes del chico que le sonreía afablemente: ¿de qué iba aquel mamarracho? ¿Ahora iban a emparejarle con un flipado cuyo talento residía en hacer formas fálicas con globitos alargados?

- Sí, yo soy Arkanon, el mago. Y he venido a trabajar y no a hacer amigos, así que déjame a mi aire, no me des conversación, no me entorpezcas y, si es posible, no me mires.

- Vale, vale, tranquilo... -respondió el payaso, levantando ambos brazos en un gesto pacífico- Menuda mala hostia te gastas... Con razón se dice en la agencia que eres un tío rancio y solo te aguanta Vanessa...

El mago le miró de reojo, ignorando su comentario, y salió al jardín con sus instrumentos, preparado para inaugurar su actuación y maldiciendo mentalmente al iluminado que había decidido asociarle con aquel idiota en vez de con la preciosa Princesa Vanessa... Pues vaya mierda de fiesta iba a ser...

A la semana siguiente, Kanon tenía preparada la réplica cuando la responsable de la agencia le escribió para preguntarle si estaría disponible para amenizar otro cumpleaños: solo iría si le asignaban a su compañera habitual. Nada de payasos, funambulistas, mimos ni bailarines de claqué. Su interlocutora parecía extrañada ante su insistencia, pero finalmente cedió y reorganizó los eventos de aquel fin de semana para que Arkanon y Vanessa coincidiesen. El mago se guardó el teléfono en el bolsillo interior de la chaqueta, orgulloso de sus dotes de persuasión, y se dispuso a ir a clase, imaginando cómo sería el siguiente encuentro con la princesa.

El sábado volvió a preparar su maleta y su ropa, listo para presentarse en la dirección indicada, no sin cierto resquemor: como se les ocurriese juntarle con Telmo de nuevo, metería fuego a la casa con niños, padres y tarta dentro y gritaría como un orate celebrando el gol vencedor de su equipo de fútbol.

Por suerte, no hizo falta recurrir a la piromanía: al entrar en la estancia destinada para sus accesorios, encontró a Ruth, de espaldas a él, ya caracterizada de princesa, dando los últimos toques a la purpurina de sus mejillas.

- Hola, princesa pringada.... -la saludó con una amplia sonrisa.

- Hola, mago mamón -correspondió ella, girándose hacia él.

A pesar de la peluca, los brillos y los adornos, ahora Kanon era capaz de ver a la chica detrás del personaje y la mezcla de sensaciones que le invadía era exactamente la misma que la noche del pub: nerviosismo, alegría, morbo, aleteo en el estómago... Y era absurdo negar que le encantaba.

- Bueno, te dejo para que te pongas guapo -dijo Ruth, ahuecando los tirabuzones de su elaborada peluca rubia-, voy al jardín con los niños. ¡Te veo allí!

Kanon la observó mientras salía envuelta en su voluminosa falda rosa, llevando en la mano su cesta de pinturas y la horrible corona llena de "brilli-brilli" con la que agasajaría al cumpleañero o cumpleañera: ya no le parecía una rival ni una niñata odiosa que le robaba la atención de su público, sino una chica inteligente y divertida a la que quería seguir conociendo, preferentemente sin disfraz... e incluso sin ropa, si se daba la ocasión.

- ¡Hola, chicos! ¡Soy la Princesa Vanessa y he venido a convertiros a todos en las criaturas que más os gusten! ¿Quién quiere ser un tigre? ¿Y Spiderman? ¿Hay algún fan de Spidey por aquí?

Ella tenía razón: disfrutaba de lo que hacía y eso la convertía en una buena animadora; se miró a sí mismo, alisando los pliegues de su chaleco y ajustándose la capa negra con forro de satén rojo. Sonrió al chico del espejo, cogió su maletín y se acercó, dispuesto a disfrutar de una tarde más rodeado de niños escandalosos, solo porque ella estaba junto a él.

- ¡Mierda! ¡Joder, joder! ¡No es un truco, me he cortado de verdad!

Los pequeños pasaron de gritar de júbilo a aullar de horror cuando advirtieron que lo que brotaba del dedo corazón del Gran Arkanon era sangre real y no algún tipo de sucedáneo. El chico extrajo de la herida el cuchillo lleno de restos de pastel que la niñera había olvidado sobre su mesa y que él había aplastado accidentalmente al dejar la baraja con un fuerte golpe y levantó la mano, quejándose en voz alta.

- ¡Tiritas! ¡Necesito tiritas!


En menos de dos segundos, Ruth estaba a su lado, enrollándole en el dedo uno de los pañuelos que él usaba en su espectáculo para tratar de contener la hemorragia.

- Tranquilo, Kanon, no es nada, voy a lavar bien la herida para ver si hay que ponerte puntos de aproximación... Cálmate...

La cuidadora del anfitrión y responsable del accidente, que era la única que conocía bien la casa en ausencia de los padres, les indicó en qué cuarto de baño encontrarían el botiquín, ya que no podía dejar a los niños sin supervisión. El mago y la princesa se apresuraron a volver al interior de la casa, recorriendo el pasillo hasta dar con la pequeña estancia, y Ruth abrió la puerta de un rodillazo, precipitándose con Kanon sujeto por el codo.

- No te agobies, Kanon, es poca cosa -aseguró, abriendo el armario y sacando una caja blanca marcada con una cruz.

- No... no me agobio... es que yo... la sangre... -balbuceó el chico, con el semblante pálido y los ojos cerrados.

- ¿Te da miedo la sangre? No te preocupes, yo te ayudo.

Con firmeza, Ruth tiró de la muñeca de Kanon y sumergió la herida bajo el agua para ver su profundidad. Terminado su examen, la secó con un pedazo de gasa, aplicó un antiséptico y la envolvió con un apósito, dándole un besito en la yema del dedo con aire burlón.

- Ya está, es poca cosa; ni siquiera necesitas puntos...

Él la miró, sonriendo un tanto avergonzado por el espectáculo que acababa de dar, y ella le devolvió la sonrisa, rodeándole el cuello con los brazos.

- Ahora en serio, gran Arkanon, ¿crees que era necesario armar un espectáculo de tal calibre solo para quedarte a solas conmigo?

- ¿Qué? ¿No estarás insinuando que me he cortado a propósito para escaquearme de la fiesta? -inquirió él, con las cejas levantadas.

- ¡Oh, no! Ya sé que no, pero déjame fantasear... -pidió ella al acercarse para besarle.

Kanon se entregó al contacto de aquellos labios cálidos que se le ofrecían, presionándolos con los suyos y mordisqueándolos, al tiempo que ella se juntaba más a él, haciéndole notar el calor de su cuerpo a través de las elaboradas telas que los cubrían a ambos.

- Deberíamos volver antes de que nos echen en falta, Ruth... -comentó él, deslizando las manos por su cintura hasta apoyarlas en la curva de su trasero.

- Sí, volvamos... -accedió la chica, sin dejar de besarle.

- ...o vendrán a buscarnos... -con un jadeo ahogado, se recostó en la pared, con ella todavía abrazada.

- Uf, eso sería "un corte" tremendo... -Ruth le desabrochó el chaleco y acarició su pecho por encima de la camisa, mordiéndose el labio mientras le dedicaba una sonrisa perversa.

- ¿Vas a seguir riéndote de mí mucho más rato por lo de la herida ...?

La boca de Ruth se entreabrió en un gemido cuando Kanon le subió la falda hasta la cintura, buscando torpemente sus muslos entre las varias capas de tul, el cancán y la combinación que conformaban su uniforme de trabajo y desgarrando alguna puntilla en el proceso. Los acarició con firmeza, dejando tenues marcas rojizas con las uñas al tiempo que ella le besaba el cuello y le desabotonaba la camisa.

- Nos estamos embalando, princesa fresa...

- ¿Y...?

- Nada, nada...

- ¿Aún te duele el dedo?

- ¿Qué dedo?

Ella esbozó una mueca maliciosa, dispuesta a continuar con aquella sesión de provocación mutua, y comenzó a acariciarle el torso, con especial atención a sus pezones, con los cuales jugó hasta que él se retorció y suspiró, tan excitado que la realidad a su alrededor iba perdiendo relieve.

- Necesito...

- Lo sé, nene -asintió ella, abriendo los corchetes de su vestido y dejando al descubierto un sujetador de encaje negro decorado con dibujos de telarañas que contrastaba con los doscientos diferentes tonos de rosa del disfraz.

Kanon no hizo siquiera un amago de contenerse: lleno de deseo, le sacó los pechos de las copas del sujetador y se lanzó a besarlos, replicando en sus pezones el tratamiento que ella le había dedicado apenas unos minutos antes, sin escatimar en pellizcos y suaves tirones con los dientes. Entre gemidos, Ruth le bajó el cierre del pantalón y extrajo su miembro para empezar a masturbarlo con pulso firme, haciendo que el chico se uniese al coro de sonidos obscenos que invadía el cuarto de baño.

- La cuidadora psicópata esa vendrá enseguida... -vaticinó él, que vocalizaba con dificultad a causa de los besos de Ruth, cuya lengua le invadía la boca sin descanso.

- Pues tendremos que darnos prisa... -sugirió ella, acelerando el ritmo de sus caricias.

- ¿En serio quieres...?

- No, era solo una broma, vamos con los niños -la princesa se separó de él con una sonrisa burlona y tiró de su brazo en dirección a la salida.

- ¡Qué coño...! ¡Vuelve aquí!

Entre risas, Kanon la abrazó de nuevo y continuó besándola, deslizándole las manos por las nalgas y mirándose en sus ojos oscuros.

- Quiero verte disfrutar para mí... -aseguró en un murmullo.

- Y yo quiero que me hagas disfrutar... -concordó ella.

Sin romper el contacto visual, Kanon apretó la palma sobre el monte de Venus de la chica, entornando los párpados apenas un momento al sentir el calor casi abrasador que su piel desprendía. Pasó un dedo entre los labios al tiempo que su boca se deslizaba por aquel cuello mármoreo que desprendía un sensual aroma a té verde e inició un movimiento de adelante hacia atrás que le humedeció la yema y arrancó a la chica un suspiro encantador.

- Joder, Ruth, tu voz... me vuelve loco que gimas así... -confesó al lamerse el dedo para jugar con él sobre su clítoris.

Por toda respuesta, ella se recostó en la pared y separó algo más las piernas, con la garganta expuesta y la boca presta a emitir un nuevo jadeo. Dispuesto a demostrar su pericia con los dedos, Kanon introdujo con delicadeza el corazón, deslizándolo dentro y fuera sin dejar de prestar atención al pequeño botón con el pulgar. Sus manos, hábiles en los juegos de prestidigitación, podían afrontar este desafío sin titubear, pensó, dejando que su izquierda subiese por el vientre de Ruth hasta adueñarse de sus pezones para desquiciarla definitivamente.

- Ah, sí, así es como me gusta...

Una de sus palmas se apoyaba con fuerza en la pared; la otra se unió a la de Kanon entre sus piernas, guiándole hasta conseguir el ritmo y la presión exactos que la harían llegar al clímax. Los dos jóvenes se miraron a los ojos y ella asintió antes de unir sus labios en un beso cargado de saliva que aceleró aún más sus respiraciones.

- Kanon... ahora... no pares...

- No voy a parar, fresita...

La mano libre de la chica se cerró en torno a su erección una vez más, apretándola sin medida en el momento del orgasmo.

- ¡Kanon... sí...!

Sin variar el ritmo, él continuó acariciándola, ahogando con besos los gemidos de ambos mientras ella se estremecía de placer, con el vestido arrugado en torno a la cintura.

- Joder, qué bien... Ahora tú, venga... -

Decidida a retribuirle, se lamió la palma y envolvió en ella el miembro del chico, moviéndola de arriba abajo, tensando el frenillo al máximo y pasando sobre él el pulgar húmedo al tiempo que le devoraba el cuello con besos dignos de una vampira. Kanon jadeó broncamente, necesitado de atenciones e incapaz de pensar en nada que no fuese esa chica que le estaba haciendo gozar sin medida en mitad de una fiesta infantil. Joder, la situación era demasiado... excitante... sus manos... y el contraste entre el vestido de merengue y ese sujetador negro... desde luego, sabía lo que se hacía... apenas dos o tres sacudidas más y...

- ¡Ah, Vanessa...! ¡Me corro...!

Ella le miró a los ojos, con las pupilas dilatadas de deseo y lista para besarle una vez más, pero en ese mismo instante la cuidadora abrió la puerta del baño, sorprendiéndoles justo cuando el miembro de Kanon escupía con fuerza tres chorros que fueron a parar directos al corpiño del vestido de Ruth.

- ¡Princesa...! ¡...Mago! ¿Qué se supone que estáis...? ¡Oh, dios mío! ¡Tengo que llamar a los señores!

La chica desapareció a toda prisa, dejando a la pareja congelada en la misma posición en que los había encontrado, con Vanessa sosteniendo todavía el pene de Kanon entre sus manos.

- Vale, ahora sí que la hemos cagado pero bien...

- Sí, será mejor que actualicemos el currículo... 

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