CAPÍTULO 25- "Misión"
CAPÍTULO 25- "Misión"
Mi corazón dio un vuelco. Casi tan rápido como los segundos que tardé en darme vuelta para ver quién nos había descubierto. Me quedé callada pero al instante me recuperé.
-Sally, Theo. ¿Qué hacen aquí? -pregunté con la incomodidad brotándome por los poros.
-Emm, podría preguntarte lo mismo, ¿no crees? ─contestó Sally.
Bien pensado. Había dado vuelta la situación a su favor.
-Creo que será mejor que hablemos de esto en casa -dije zanjando la situación.
-Coincido totalmente -respondió ella.
Tomé a Nick de la mano y él me siguió fuera del curso. Quise correr pero me di cuenta de que hubiese sido demasiado notorio que algo raro estaba pasando. Lo solté de la mano y comencé a caminar sin mirar atrás.
Ya en la casa, me refugié en mi cuarto. No pasó mucho hasta que alguien tocó a mi puerta. No pregunté quién era, ya lo sabía. Simplemente dije que pasara y así lo hizo. Le hice seña para que se sentara en mi cama.
-Bueno, al parecer las dos guardamos secretos -espetó Sally.
-Al parecer -contesté secamente.
-Escucha, dejemos de lado el hecho de que ninguna de las dos le contó a la otra sobre lo que vimos hoy. Somos amigas y ningún gran o pequeño secreto puede intemponerse entre eso.
Tenía razón. No servía de nada hacerse la dura. Sobre todo cuando las dos éramos mejores amigas.
-Perdón -repuse-. Me puse a la defensiva contigo cuando no tienes la culpa de nada.
Ella tomó mi mano y la entrelazó con la suya.
-Creo que las dos exageramos. Nos vimos en una situación sumamente incómoda porque ambas estábamos escondiendo algo de la otra.
-La verdad es que no sé por qué lo oculté. Quizás porque me siento avergonzada.
Sally me abrazó y empecé a llorar como una niña. Estaba sintiendo cosas por mi profesor. ¿En qué me había metido?
-No te pongas así Gal. No tienes por qué sentirte mal. Yo tampoco les conté nada de lo que pasa con Theo...
-Hablando de eso -interrumpí-... ¿Qué es lo que pasa con Theo? -pregunté con una intriga que me carcomía.
-Pues... he estado viéndolo. En secreto claro está -repuso Sally. También estaba avergonzada, pero rápidamente intenté continuar con el tema para que no tuviese tiempo de sentirse mal.
-Entonces... ¿se ven en la escuela? -pregunté todavía intrigada.
-Sé que es super raro, lo sé. Pero creí que sería el lugar menos pensado en el que podría vernos alguien que nos conozca. Él no asiste a la escuela, es más grande que yo, y seamos realistas, yo no podría pasar más desapercibida aunque lo quisiera. Nadie me conoce.
En eso tenía razón. Además de Lenny y de mí, Sally no tenía otros amigos en la ciudad, lo cual hacía que su círculo fuese ínfimo. Guardar un secreto no suponía un esfuerzo para ella. Y ahora que lo pensaba, tampoco para mí. No tenía tantos amigos. Lenny era la sociable del grupo.
Íbamos a continuar con la conversación cuando tocaron a la puerta.
-¡Chicas! ¿Están ahí? ¿Puedo pasar?
Era Lenny. La sensación de culpa había vuelto y ahora me debatía en si debía contarle todo o esperar un poco más. Nos miramos con Sally y rápidamente acordamos en que esperaríamos hasta que ambas aclarásemos nuestras situaciones antes de decirle algo a Lenny. Aunque conociéndola seguro ya sospechaba algo, a Lenny no se le escapaba nada.
-¿Qué está pasando?
Vaya, eso fue rápido. Ni siquiera dijo hola cuando preguntó eso. Lenny olfateaba las cosas a millas.
-
¿Por qué habría de pasar algo? -respondí claramente evasiva.
-Porque algo está pasando. -Contra atacó Lenny-. No es común que se encierren en la habitación sin decirme nada al respecto, y no es que me ponga celosa ni nada por el estilo pero sé que algo pasa. Lo presiento.
Sally miró para abajo inmediatamente, intimidada.
-Te prometo que cuando estemos listas vamos decírtelo todo pero ahora es muy pronto Len.
-Está bien, lo entiendo. ¿Saben que cuentan conmigo verdad?
-Por supueto Lenny. Eso nunca estuvo en duda para nosotras -continuó Sally.
Las tres nos abrazamos y quedamos conversando sobre otros temas mucho menos importantes, pero al menos sirvieron para que mi mente se callara un rato.
Theo
Sally había llamado para decir que estaba enferma y que esa tarde no vendría a trabajar a The lovely rose. Me sentía mal por lo que había pasado. Nuestros encuentros en la escuela habían sido en parte idea mía y temía que ahora estuviese en problemas por ello. Sabía que no debía encariñarme con ella ni con nadie, pero algo había cambiado en mí. Estar con ella no era parte del plan y ahora podría estar a punto de pagar el precio por ello.
Le dije al señor Jenkins que yo me encargaría de cubrir a Sally por ese día. El viejo cascarrabias gruñó al principio pero luego cedió. Jenkins era bastante intestable y temía que quisiera echar a Sally por faltar. Sin embargo, él me respetaba, a pesar de todo lo hacía, y me escuchaba. No molestaría a Sally mientras yo estuviese allí, eso estaba descontado.
Alterné mis actividades entre la cocina y atender a los clientes. A decir verdad todo fue mucho más sencillo, ya que era yo el que tomaba el pedido, lo preparaba y servía; pero muchas veces subestimé el trabajo de Sally. Algunos clientes te ponían los nervios de punta: "tomaré un capuccino con extra vainilla y un poco de chocolate encima, pero solo unas pizcas, no quiero que llenes la taza de chocolate". Esos pedidos tan específicos hacían que mi cerebro se encongiera de solo escucharlos.
Eran las nueve de la noche y ya deseaba que no llegara nadie más para cerrar. Esa tarea también estaba a mi cargo. Debía pedir un aumento, sin duda.
Había empezado a acomodar algunas cosas cuando la campana de la puerta anunció la llegada de alguien. Miré por la ventana que comunica a la cocina con el salón y vi que se trataba de un cliente. Le hice seña para decirle que esperara un instante, él asintió, y un instante después salí a atenderlo.
-Buenas noches. ¿Puedo tomar su orden?
-Buenas noches, quiero un café negro.
─¿Algo más? ─pregunté con la esperanza de que dijese que no─. No, eso es todo.
-Muy bien. Enseguida vuelvo con su orden.
-Gracias -respondió amablemente.
Estaba llegando a la cocina cuando su voz me detuvo.
-Espera un momento. ¿Nosotros nos conocemos? -preguntó serio.
-No. No lo creo -respondí cortante.
-Es extraño -siguió el hombre-. Estoy casi seguro que te recuerdo de algún lado.
-Pues no, no tengo idea.
-Está bien. Discúlpame. No tuve un buen día y creo que mi mente está empezando a jugarme trucos.
-Oye, no pasa nada. Tranquilo.
Volví a la cocina para preparar el café. Él había empezado a recordar, eso estaba claro. Lo único de lo que estaba seguro era que ya no me quedaba mucho tiempo para cumplir con mi objetivo.
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