⠀ Prefacio: th & jp

»TAEHYUNG

Jungkook se agazapó detrás de un bote de basura a la vez que respiraba con dificultad. Se llevó la mano al pecho y sintió el propio latir de su corazón, fuerte y descontrolado. Sus pulmones se hincharon de tanto aire que le dolió al dejarlo salir. Se encogió tembloroso y se abrazó a sí mismo mientras escuchaba pasos acercándose. Se movían rápido, como si quisieran ir detrás de una presa.

En ese caso, la presa era él y la idea casi le provocó arcadas.

—¿Creíste que podías escapar? —preguntó alguien con una voz ronca, pateando el bote de basura que, supuestamente, lo haría invisible a los ojos de sus verdugos.

—N-No hice nada —gimoteó Jungkook en cuanto se sintió vulnerable.

Uno de los cinco chicos le dio una patada en el hombro, con tanta fuerza, que logró mandarlo al suelo. Jungkook se abrazó a sí mismo, agarrándose del brazo con desesperación mientras se mordía el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Luego, llegó un golpe directo al estómago y otro al pecho que, por suerte, no lo mató, pero lo dejó sin aire por largos segundos.

—Tienes la lengua suelta, ¿no es así? Como un buen pobre deberías de reservarte estas cosas. ¡¿No te lo enseñaron?! —gritó Seungri, lanzado una patada a la pierna de Jungkook. Este gruñó, intentando tocar la zona—. Vuelves a-

—¡Seungri! —desgañitó otra voz, muy diferente a las que estaba acostumbrado Jungkook. No obstante, al reconocerlo se sintió aliviado. Era Taehyung, el representante estudiantil que estaba en su misma clase—. Ya es suficiente, de nuevo los reportaré a ti y a tu grupo.

—Oh, vamos, Taehyung —alegó Taeyang, elevando sus brazos—. Solo estamos dándole una lección. No lo molestaremos más.

—No, si se va —agregó Daesung a modo de burla, recostándose en una fría y desgastada pared—. Ese maldito pobre no debería de estar aquí, encima intenta relacionarse con nosotros como si fuéramos lo mismo. Es un perdedor.

—¡Suficiente! —vociferó Taehyung, hinchándosele la vena del cuello. Se acercó hasta estar a unos pasos de Jungkook y lanzó una mirada fulminante a Seungri, especialmente—. Llévatelos. —Seungri puso los ojos en blanco y se dio la vuelta, echando un último vistazo al cuerpo desvalido de Jungkook. Una media sonrisa apareció en su rostro y Taehyung temió enloquecer—. ¡Y ustedes son los perdedores!

—Ah, cállate —recriminó seunghyun, con las manos en los bolsillos de su chaqueta mientras caminaba despreocupadamente hasta la puerta del cuarto de aseo.

Jungkook sintió que el alma volvía a su cuerpo en cuanto sus verdugos desaparecieron.

—Ni para qué pregunto cómo estás. —Taehyung se puso en cuclillas y tocó el brazo de Jungkook—. Vamos, levántate. Te llevaré a la enfermería.

—No es buena idea —murmuró Jungkook, apenas sentándose. Fue ahí cuando sus ojos se encontraron con los de Taehyung, un dulce color miel. Taehyung lo miró con horror en cuanto detalló su rostro.

—¡Santo cielo! —exclamó Taehyung, pasando los nudillos por las mejillas de Jungkook. Este se sorprendió, más no se apartó, aún cuando temblaba un poco—. Son unos idiotas. No, ¡más que eso! Definitivamente tienes que ir a la enfermería. Tienes un aspecto deplorable, Jungkook.

—¿Deplorable?

—Ya sabes, desastroso —simplificó, alejándose un poco.

—Sé lo que significa —bufó el menor, levantándose con dificultad. Taehyung lo tomó por la cintura, dándose cuenta de la delgadez de su cuerpo. A pesar de eso, no hizo ningún comentario al respecto—. Que no tenga tanto dinero como ustedes, no significa que carezca de conocimiento.

—Lo lamento, no era mi intensión.

—No importa.

Jungkook cojeó, aun siendo sostenido por Taehyung hasta la salida.

—Cuando pase esto, búscame. No vengas a estos lugares.

—¿Quieres decir que no debería de defenderme?

—¿Y te defendiste?

El menor guardó silencio, poniendo sus labios rectos. Entrecerró los ojos cuando la luz del sol lo cegó y detuvo sus pasos.

—Soy un cobarde —masculló, sintiendo dolor en cada músculo.

—En primer lugar, esto no debería de pasarte —explicó Taehyung, mirando a ambos lados para asegurarse de que nadie los estuviera viendo—. En segundo lugar, no eres cobarde. Fuiste con la profesora y le contaste la situación, si ella no hizo nada... Me parece que la cobarde es ella.

Jungkook observó a Taehyung, tenía un rostro hermoso, es lo primero que pensó: juvenil, fresco, perfecto. Sus mejillas se sonrojaron en cuanto Taehyung conectó con él, lo miraba con amabilidad y una ligera sonrisa.

—¿Escuchaste lo que dije?

—Sí... —Mintió, solo recordaba el principio. Frunció el ceño e interrumpió la línea de sus pensamientos. Miró hacia ambos lados como estaba haciendo Taehyung y luego avanzó hacia la izquierda. Taehyung lo siguió a regañadientes—. Me iré a casa, no puedo quedarme más tiempo.

—No puedes, debes ir a la enfermería —razonó, deteniendo sus pies de vez en cuando ya que Jungkook seguía avanzando—. Espera, no quiero soltarte.

—Tampoco puedes detenerme.

Taehyung respiró hondo y decidió seguirle el paso

—¿Con cuántas personas vives?

—¿Qué? —Taehyung lo miró expectante, sobre todo con inocencia. Jungkook pasó saliva y resopló—. Mi madre, mi padre, y mis dos hermanas.

—Oh.

—Si, los pobres son quienes más hijos traen al mundo.

—No, no me refería a eso. Solo me sorprendí, debe ser agradable tener hermanas.

—¿No tienes?

—No, soy hijo único.

—Ya...

—Entonces, ¿quieres asustar a tu madre y a tus hermanas en ese estado? —Jungkook se detuvo en seco y arrugó la nariz. Le dolía todo, no podía disimularlo, aunque se lavara el rostro o intentara maquillar sus hematomas sería imposible no darse cuenta—. Si quieres puedo llevarte a mi casa. Sé que es extraño considerando que ambos somos unos desconocidos, o bueno, casi desconocidos, pero me parece la única opción viable.

—¿Y qué diría tu familia? —murmuró el menor.

—No te preocupes, nunca están en casa. —Jungkook abrió y cerró la boca, no sabía que decir, tampoco estaba seguro de si debería de hacerlo—. Ya estoy acostumbrado. Las únicas personas que me esperan en casa son Sunny y su hermana Yuri.

—¿Tus tías? —cuestionó, reanudando el paso.

Taehyung mostró sus dientes en una perfecta sonrisa cuadrada, logrando que Jungkook se perdiera en su boca y el sonido de su risa cálida y contagiosa.

—No, para nada. De hecho, si mi madre te escuchara, me castigaría y las echaría de la casa. —Dejó de sonreír poco a poco, como si la idea de que eso sucediera fuera a hacerse realidad. Jungkook percibió que le temía a ese solo pensamiento—. Son quienes han cuidado de mí desde que era pequeño, cuando me parecía a un extraterrestre, dicen. También cuidan de nuestra casa.

—Muchacho. —Un hombre alto, de tez morena, estaba al otro lado de la calle cuando salían del instituto. Taehyung alzó la mano para saludar y avanzó hacia él—. Salió un poco tarde, estaba a punto de llamarlo. ¿Es su amigo?, ¿conduzco al hospital?

Jungkook se contrajo, sintiendo un retorcijón en su estómago a causa de los nervios.

—Lamento la tardanza, Sungmin. Y sí, es mi amigo. Eh... —Miró a Jungkook y este le devolvió la mirada, atemorizado—. No es necesario llevarlo al hospital, lo llevaré a mi casa. ¿Hay algún problema con eso?

—No, claro que no, solo me preocupé. Entonces vámonos.

Jungkook presionó el hombro de Taehyung, deteniéndolo antes de que abriera la puerta del auto.

—Espera, nunca he dicho que iré contigo.

—¿De qué hablas? —replicó Taehyung, inquieto—. No te preocupes por nada, solamente serán unas horas. Al menos mientras te baja un poco la hinchazón y te limpias. Luego te llevaremos de vuelta a tu casa, lo prometo.

—No, es...

—Vamos, Jungkook.

Los ojos suplicantes de Taehyung parecieron sufrir más que él mismo. Jungkook asintió sin emitir sonido y luego entró al auto cuando Taehyung se lo permitió. Después, la puerta se cerró y el auto comenzó a moverse. El camino era sinuoso, así como su relación con Taehyung... Una gran incógnita para ambos.

Lo que, si intuían, es que sería solo el comienzo.

» JAY

Jungkook terminaba de vestirse cuando el timbre de la casa resonó en sus oídos. Salió a tropezones de la habitación para abrir la puerta y se detuvo en cuanto vio a su madre en la sala.

—Yo abro —avisó Yoona.

Un rostro familiar se mostró en el momento en que se abrió la puerta. Los nervios de Jungkook comenzaron a florecer, echando raíces desde los pies hasta la cabeza. Exhaló lento, intentando disminuir o controlar los latidos de su corazón.

—Hola, señora Jeon. ¿Qué tal su día? —soltó entre dientes el chico.

La mujer bufó, contrayendo los dedos en la puerta de madera. Deseaba cerrarle la puerta en la cara y fingir que no había pasado nada.

—¿Qué se te ofrece?

El chico la miró divertido, como siempre. Se quitó el cigarrillo de la boca y ladeó la cabeza para expulsar el humo hacia otro lado, pero aun así, la señora Jeon aspiró gran parte, arrugando la nariz.

—Lo de siempre —contestó con obviedad.

Jungkook se acercó un poco más, notando como su madre dudaba y se quedaba quieta un tiempo más. Luego se alejó con pisadas fuertes, mirando a Jungkook con dureza mientras pasaba por su lado. Jungkook lo sabía, era una advertencia, le estaba diciendo que no se atreviera a acercarse a la puerta.

—¿Volvieron a golpearte? —Jungkook pegó un salto y lo miró aterrorizado, sacándole una sonrisa burlona—. Oh, mierda, es bastante obvio. —Volvió a ponerse el cigarrillo entre los labios y aspiró divertido—. ¿Quieres salir?

—No puedo.

—No veo porque no puedas. —Jungkook abrió la boca para responder, pero su madre salió del fondo del corto pasillo. Entonces, Jay se acercó un poco más, recargándose en el umbral de la puerta para susurrar—: Te espero abajo.

Yoona miró a su hijo y luego al rubio sin gracia en su mirada.

—Aquí tiene, ahora váyase. —Entregó un sobre y retrocedió.

—Me parece que es una mujer muy hermosa como para... —La señora Yoona le cerró la puerta en la cara, generando una vergüenza extrema en Jungkook. Jay arremetió un puño contra la madera—. ¡Váyase a la mierda!

Jungkook aguantó la respiración en cuanto su madre pasó por su lado para ir a la cocina. Desearía que hubiera un muro para evitar ver su rostro enfurecido, incluso escuchar sus quejas, pero no existía.

—¿Cuántas veces te he dicho que no hables con él? —alegó Yoona, lavándose las manos. Jungkook cerró los ojos y suspiró antes de asomarse detrás de una barra de cemento, donde solía sentarse a cenar—. No me gusta para nada. Es un matón seguramente.

—No sabes eso —recriminó el menor, cansado de la misma conversación.

—Claro que lo sé. Además, su aspecto es de por sí de lo más tenebroso. Esos aretes, la ropa negra, el cabello, los tatuajes, sobre todo. ¿Has visto la calavera que tiene en la mano? Es horroroso.

—Mamá... —La señora Yoona se giró para verlo, teniendo un cuchillo en su diestra mientras en la otra tenía un pedazo de carne cruda—. Lo estás haciendo de nuevo, discriminando a alguien por cómo se ve. Sacas conclusiones a la ligera. Tal vez quiera hacerme un tatuaje en el futuro, ¿dirás que tu hijo es un asesino solo por poner un poco de tinta en mi piel?

Yoona se mordisqueó el carrillo y volvió la vista a la tabla, donde puso la carne con notable molestia.

—Él es la excepción. Ni siquiera tiene respeto por sus mayores.

Eso tampoco podía refutarlo, Jungkook era consciente de eso.

—¿Necesitas que vaya a la tienda?

—Sí, compra una libra de azúcar.

—¿Segura?, compré una bolsa hace... —Miró hacia arriba, como si un calendario estuviera pegado al techo—. Tres, cuatro días —corrigió.

Yoona se alzó de hombros y arremetió de nuevo el cuchillo contra la carne dura.

—A tu hermana y a tu padre le gustan los jugos dulces, ahí está.

Jungkook puso los ojos en blanco y se metió a la cocina, rebuscando en un cajón una pequeña caja donde guardaban dinero para alguna emergencia.

—Ya vuelvo —avisó el menor, saliendo del apartamento.

Vivían en el edificio conrad city, un edificio algo pobre y abandonado. Las paredes que antes eran blancas ahora eran grises o amarillentas, y siempre olían a humedad. Debía de bajar tres pisos, que, por suerte, no era mucho.

Al llegar abajo, notó en la acera a un rubio aplastando, con la zuela de su zapato, un cigarrillo.

—Jay. —El mencionado se giró, mostrando una sonrisa en cuanto notó a Jungkook. El menor se sonrojó y bajó la mirada, esperando que su nerviosismo no fuera muy notorio—. Mi familia no sabe lo que me pasa en la escuela, así que agradecería que no mencionaras nada.

—¿En serio se preocupan por ti? —La pregunta descolocó a Jungkook, quien lo miró de inmediato, abandonando cualquier vergüenza—. Joder, Jungkook, tienes el labio partido y tu pómulo tiene un moretón.

—Moretón que no se ve.

—Tal vez no lo vean ellos, pero yo sí. —Dio pasos hacia adelante, quedando a una corta distancia de Jungkook—. Es un poco claro, pero se ve.

Jungkook pasó saliva con dificultad, apenas recordando que debía respirar si no quería morir. El aliento de Jay lo sentía sobre su boca, olía a cigarrillo, débilmente a menta. Por supuesto, sus ojos estaban tan fijos en los labios de Jay, que no notó que el mayor lo miraba a profundidad, como si quisiera desvestirle el pensamiento.

—Hyung...

—¿Y si vamos a mi casa?

—N-No puedo.

—¿Y quieres?

El menor miró a los ojos de Jay, tenía una mirada dura, a la vez divertida. Estaba excitado y eso le asustó. Era virgen, también muy joven. ¿Qué diría su mamá? Aunque tampoco es como si tuviera que saberlo, pero ese pensamiento le hizo sentir sucio, más porque en serio deseaba que Jay lo poseyera.

—Sí, quiero.

—Entonces vamos. —Jay se apartó, metiendo las manos en su chaqueta de ante color negra—. Te prometo que no vas a arrepentirte.

—Tal vez, pero... Se supone que solo iría a la tienda.

­—... ¿Cuántos años es que tienes?

—Qui-Quince.

—Bueno, bueno. ¿Qué te parece si mañana paso por ti a la escuela? Y también me puedes mostrar a los chicos que te hicieron eso.

—No, no tienes que hacer eso.

—¿Qué cosa?

—¿Por qué quieres verlos?

—Para dejarlos sin huevos, por supuesto —contestó, riéndose de la inocencia de Jungkook en cuando lo miró con horror.

—No, no quiero que hagas eso.

Jay se cruzó de brazos.

—Siento que te falta un poco de rudeza. —Se pasó la punta de la lengua por los labios, pensativo—. Jungkook, si comienzas a salir conmigo, ellos no van a volver a molestarte. Te convertiré en un león, ya verás.

—¿De qué hablas, hyung?

Jay negó con la cabeza, recordándose que hablaba con un niño ocho años menor que él, solo debía de ser paciente.

—Nada, cosas mías. Vamos, te acompañaré a la tienda.


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