⠀ Prefacio: Jk

Dos años y tres meses después.

Taehyung notó una furia inmensa cuando Jungkook empujó en el interior de su cuerpo. Si no estuviera tan excitado, podría haberlo abofeteado por el inmenso dolor que le había causado, en cambio, se mordió el labio inferior y cerró los ojos con fuerza, agarrándose de la espalda de Jungkook como si quisiera rasgarle la piel. Por supuesto, se le mojaron las comisuras de los ojos.

Jungkook se movía con tanta intensidad que le provocaba escalofríos y un miedo inmaculado en el vientre. La forma posesiva en la que Jungkook estaba mordisqueándole la piel terminó de encharcarle los ojos y las mejillas sonrojadas.

—Jungkook... —gimoteó, enterrando sus uñas más profundo. El menor gruñó, sacó su virilidad del interior de Taehyung, y volvió a entrar con fuerza—. ¡Jungkook, detente! ¡Basta!

—¡Joder! —Vociferó el menor, alejándose de golpe. El frío invadió las piernas de Taehyung—. Si no quieres esto entonces me voy.

El menor tomó el bóxer del suelo y comenzó a vestirse con furia. Taehyung se sentó sobre el escritorio y lo miró con atención. Ambos respiraban frenéticamente, más Jungkook, que parecía desesperado.

—¿Qué te sucede? —Intentó conciliar Taehyung, comenzando a vestirse también. La hinchazón de su miembro se había desvanecido con la actitud del menor, actitud que llevaba el último mes.

—No me pasa nada.

—Te conozco, te pasa algo. Has estado tenso las últimas semanas, es como si quisieras matar a alguien. ¿Quieres eso?, ¿quieres matarme?

—Oh, vamos. —Jungkook agitó los zapatos en el aire, mostrando una actitud envarada—. Deja de quejarte como si fueras mi mujer. No eres más que un polvo, Taehyung. Deja tu maldita preocupación de lado. —Dicho eso, se acuchilló y metió sus pies en los zapatos.

—¿Un polvo? —gruñó Taehyung, en un susurro. El corazón se le desbocó. Terminó de abotonarse la camisa y dio un paso adelante—. ¿Quieres decir que en el último año solo he sido un polvo para ti? Maldita sea, Jungkook. No puedes estar hablando en serio.

—¿Por qué quieres formalizar esto? ¿No te das cuenta que no es lo que quiero? —alegó el menor, poniéndose en pie y organizándose la corbata del uniforme. Lo miró desafiante, sus ojos destellando en cólera—. Estoy tan cansado de ti. Quería divertirme contigo, kim, por eso fingí corresponder tus sentimientos de la misma forma, porque-

Un golpe en seco paralizó el tiempo, especialmente el rostro del menor, quien quedó aturdido por unos breves segundos antes de devolver el golpe, sin embargo, reaccionó y se detuvo a un centímetro del rostro de Taehyung.

—No. Vuelvas. A golpearme —ordenó entre dientes, con la vena del cuello hinchándose. Taehyung se quedó inmóvil, con los ojos hundidos a causa del miedo. Jungkook escupió a un lado antes de tomar la mochila del suelo y salir del salón.

Taehyung no respiró por un breve instante, sintiéndose ahogado en cuanto pudo hacerlo. Tuvo que apoyarse en el escritorio detrás de él para no caer. El pecho le dolía cada vez que intentaba tomar o expulsar el aire, sin saber si era por el miedo o las ganas de llorar.

¿Qué había hecho mal?

Simplemente se enamoró, ¿era eso tan malo?

En el instante en que cerró los ojos, dos lágrimas bajaron por sus mejillas. Fue maquinal, solo el principio de un mar de sufrimiento.

Por otro lado, Jungkook se escabulló con rapidez en los pasillos, buscando desesperadamente la salida del instituto. Una película de sudor bajó por su cien mientras sus ojos ardían. Había un calor electrizando cada parte de su cuerpo como si quisiera calcinarlo.

Hacía un mes se había enterado de que su padre le debía una gran cantidad de dinero a unos hombres peligrosos. Hasta entonces, había ignorado que el dinero que su madre solía darle a esos tipos era parte de la deuda. Jay, Soobin, Aron, y muchos otros nombres eran los recaudadores. Ellos habían pasado por su vida, pensando de forma inocente que eran personas que necesitaban ayuda o que le hacían recados a su madre.

Al salir a la calle principal golpeó una piedra que le dejó ardiendo la punta de los dedos del pie y, aun así, siguió su camino, malhumorado y con la mirada baja. Su aspecto dejaba mucho en que pensar.

Llegando al edificio se dio cuenta de que su hermana menor, Taeha, de tan solo siete años, jugaba en el parque, supervisada por su otra hermana dos años menor que él, Ahin. Se acercó con los hombros tensos y sorprendió a su hermana por detrás.

—¡Mierda, Jungkook!

—¿Mierda? —cuestionó el mencionado, enarcando una ceja.

—Perdón, se me salió del susto.

—¡Oppa! —La pequeña Taeha se acercó a Jungkook, rodeándole las piernas con sus delgados brazos. Tenía el cabello negro y largo alborotado sobre su espalda. Parecía que apenas y le habían pasado la peinilla—. Vamos a jugar, vamos.

Jungkook clavó los pies en la tierra, impidiendo que Taeha pudiera moverlo. Ahin miró la escena con ternura y cierta tristeza, aún tenía el uniforme puesto y la mochila estaba en una banca.

—Jugaré más tarde, Taeha, necesito hablar con Ahin primero, ¿de acuerdo? —Flexionó sus rodillas para estar a la misma altura de su pequeña hermana—. Si te portas bien te compraré un vasito de helado más tarde. Ve y sigue jugando.

Taeha formó un gracioso mohín y asintió, volviendo con dos niños que caminaban en círculos, pensando que eran piratas a punto de caer al agua imaginaria.

—¿Y bien? —preguntó Jungkook, dirigiéndose a su hermana.

Ahin, quien lucía melancólica, se abrazó a sí misma y evitó mirar a su hermano mayor, observando en cambio a la pequeña Taeha, quien jugaba libre, sin preocuparse por nada. Y deseó ser ella en su inocente burbuja.

—Cuando llegué a casa, mamá me dijo que fuera con Taeha al parque, ni siquiera alcancé a entrar a la casa. Tenía los ojos rojos y estaba algo afónica, quizás por gritar. La señora Bongsoon me preguntó si todo estaba bien porque había escuchado a ella y a nuestro papá discutir muy fuerte. —Se enterró las uñas en la piel, mirando por primera vez a su hermano. Estaba a punto de llorar. Jungkook pasó saliva y le acarició los brazos, luego le dio un beso en la frente, esperando que eso ayudara un poco a su atormentado corazón—. Debes ir primero y hablar con mamá.

—Iré —afirmó, dando un paso atrás—. ¿Me llevo tu mochila?

Ahin miró el banco solitario y desgastado atrás de ella.

—Está bien, llévatela.

Jungkook movió su cabeza para asentir, aunque también quería decirle que se mantuviera fuerte, que todo estaría bien. Tomó la mochila, miró por última vez a Taeha, y caminó rápidamente hacia su edificio. La señora Bongsoon, su vecina, estaba asomada en el balcón. En cuanto se miraron, ella le sonrió y agitó su mano para saludarlo, Jungkook le correspondió el gesto antes de adentrarse al edificio. Subió las escaleras a zancadas, atacado por la respiración, y tocó a la puerta de su apartamento.

Yoona se tardó en abrir y ambos se quedaron mirándose por un instante, como si no existiera nada más que ellos dos. Jungkook fue el primero en romper el silencio.

—Mamá, ¿está todo bien? —Sabía que la pregunta era estúpida considerando lo que le había contado su hermana, pero una parte de él quería fingir y pensar que nada anormal había pasado. Yoona apretujó los labios y la mano que aún estaba en la manija de la puerta le tembló sutilmente—. Ahin me contó algo.

Yoona cerró los ojos un momento, sintiéndolos escocer de nuevo.

—Entra —pidió, haciéndose a un lado.

Jungkook se descalzó los pies con rapidez en el vestíbulo y caminó hasta la sala, donde dejó las mochilas en un sillón viejo, recién limpiado. Yoona cerró la puerta y respiró hondo antes de caminar hacia su hijo.

—Siéntate, debo decirte algo importante.

—No, dímelo ya. —La señora Yoona tensó la mandíbula y lo miró con displicencia. Jungkook exhaló, bajando la mirada, avergonzado— Perdón, estoy nervioso.

—Por eso mismo, siéntate.

Jungkook se encorvó un poco y se sentó en el sillón, aplastando las mochilas tras su espalda. Miró atentamente a su madre, quien se sentó en otro sillón frente a él. Podía sentir el espacio-tiempo cortar cada parte de su cuerpo.

La señora Yoona se pasó la lengua por los labios secos y empuñó las manos sobre sus rodillas. Miró a su alrededor, intentando enfocarse en otra cosa que no fuera el rostro de su hijo.

—Mamá...

—Tu padre se fue —susurró, sintiendo algo apretar en su garganta, como una mano invisible.

Jungkook calló un instante, frunciendo el ceño.

—¿A qué te refieres?

Yoona tomó aire y elevó el mentón, cerrando los ojos.

—Digo que tu padre nos abandonó, Jungkook.

La mujer casi rompe en llanto, pero se mantuvo firme. Tal vez su garganta estaba desgajándose, pero no permitiría que la vieran en un estado de debilidad cuando debía de ser más fuerte que nunca, por sus hijos y por sí misma.

Jungkook abrió y cerró la boca, sin saber qué decir. Estaba paralizado.

—Desde hace una semana no hemos tenido dinero para seguir pagando la cuota de la deuda. Esta mañana llegó y discutimos sobre eso, también del porqué estaba aquí cuando debía de estar en el trabajo. —Hizo una pausa, aclarándose la voz. Miró a su hijo finalmente—. Resultó que lo despidieron hace más de ocho días. Solo había estado fingiendo que se iba al trabajo cuando en realidad se quedaba deambulando en las calles.

—No... No puede ser cierto. Él no puede irse... Eso es imposible.

—Jungkook —llamó con severidad, notando que su hijo comenzaba a respirar muy rápido—. Necesito que te tomes esto con tranquilidad, ¿bien?

—¿Tranquilidad? Por Dios mío, mamá, me estás diciendo que papá se fue. También podrían matarnos si no pagamos. ¡No quiero que te maten! No quiero que maten a Ahin o Taeha, pueden matarme a mí, pero eso no ayudará-

—¡Jungkook! —La señora Yoona se levantó de golpe, sintiendo que le sangraba la garganta—. ¡No digas esas cosas! Ninguno va a morir. Trabajaré duro hasta que puedas graduarte y conseguir un trabajo, entonces podremos ayudarnos.

—¿Y cuándo creaste ese plan? —Jungkook se levantó, sintiendo que las lágrimas se asomaban a sus ojos—. ¡Podrían matarnos aquí, ahora! ¡¿Y qué trabajo conseguirás con tu edad y sin saber nada?! ¡¿Qué se supone que harás?!

La señora Yoona apenas y retuvo el llanto por un segundo ante de ahogar un jadeo y ponerse a llorar.

—Ellos van a matarnos —repitió Jungkook en susurro, sintiendo que le faltaba el aire. Yoona se limpió las lágrimas de los ojos y alargó una mano para tomar del brazo a su hijo—. No tenemos dinero, no tenemos papá, no tenemos...

—Cálmate, por favor —suplicó Yoona, apenas cargando con el cuerpo de su hijo que iba a desvaneciéndose en el suelo, respirando rápido, costándole enormemente tranquilizarse—. Jungkook, vamos, cariño, respira. Saldremos de esto. Sé coser, limpiar muy bien la casa, puedo conseguir un trabajo. Sé que lo crees imposible, pero vamos a salir de esto. Lo pensé bien y no necesitamos a tu padre, nos tenemos a nosotros. Eso es suficiente. Vamos, respira, por favor.

Yoona abrazó a su hijo, sobándole la espalda. Jungkook se aferró a ella, cerrando los ojos mientras pensaba en cosas buenas. Su madre columpiándolo en el parque cercano, ensuciándole la nariz con un poco de helado, enseñándole como debía de plantar una semilla. Por supuesto, pensar en su padre solo dificultaría la situación, así que se centró en Yoona, en Ahin y en Taeha, especialmente en la última cuando le hacía coletas deformes y lo obligaba a comportarse como una princesa.

—Iré por el medicamento —sugirió su madre, haciendo el amago de levantarse, pero Jungkook se aferró más a ella, con la cabeza en su pecho, escuchando los latidos desembocados de Yoona que, poco a poco, también comenzaban a regularse—. Santo cielo. Lamento tanto causarte esto. Estabas tan bien y ahora-

—Estoy bien —murmuró, dejándose llevar por las caricias de su madre. Tiempo después las costillas ya no le dolían tanto, sentía que podía respirar con un poco más de normalidad. La señora Yoona le dio besos en el cabello y siguió palmeando la espalda de su hijo—. Perdóname por ponerme así.

Yoona casi se rio, ahogando tal risa en el cabello de su hijo.

—No tienes por qué disculparte. Me asusté tanto. ¿En serio estás mejor ahora?

Jungkook tomó aire, temblándole el cuerpo en el acto.

—Estoy mejor.

Y se quedaron de esa forma por un largo tiempo, hasta que escucharon que tocaban a la puerta. Entonces, tuvieron que levantarse y mirarse con complicidad para fingir que nada de eso había pasado...

A la mañana siguiente, Jungkook no fue a la escuela y tampoco lo hizo su hermana Ahin. Debieron explicarle la situación. Al principio, Yoona y Jungkook se empeñaron en no contarle nada a Ahin por el momento, pero ante la insistencia de esta por saber que pasaba, en especial cuando no vio señales de su padre, tuvieron que contarle todo. Primero se quedó muda, y temiendo su madre que se quedara de esa forma, Jungkook tuvo que intervenir para sacarle alguna palabra.

Ahin, en realidad, no lloró, dijo que estarían bien sorpresivamente, luego cuando se encerró en la habitación que compartía con su pequeña hermana, comenzó a llorar mientras ahogaba maldiciones y gritos en la almohada.

La señora Yoona llegó a la ocho de la mañana luego de dejar a la pequeña Taeha en la escuela, Jungkook había preparado el desayuno y esperó a que su madre regresara para que los tres pudieran compartir un espacio juntos.

—Siempre he dicho que cocinas bien.

—Solo son huevos revueltos, mamá —exhaló Jungkook, llevándose un trozo de pan a la boca.

No hablaron por un tiempo, hasta que estaban a punto de acabarse el desayuno. Fue entonces que Ahin, desesperada y enfurecida, decidió romper el silencio.

—¿Hablaremos sobre aquello o seguiremos fingiendo que no pasó nada? —preguntó sin ninguna delicadeza.

—No es como que pudiéramos ignorarlo, Ahin. En cualquier momento ellos-

—Jungkook —sentenció su madre con voz autoritaria, dejando la taza en la mesa con firmeza—. No traigas esos malos pensamientos a la mesa. Deja de ser tan pesimista, santo cielo.

—¿Y cómo quieres que reaccione? ¡Es motivo para enloquecer! —debatió el pelinegro, dándole un puño a la mesa. Ahin se encogió en su silla, a punto de llorar mientras veía a su hermano desafiar a su madre—. No podemos hacer la vista gorda. Seamos sinceros, Minho nos dejó con una deuda que no podemos pagar, y mientras él escapa, nosotros somos quienes tenemos que responsabilizarnos de su inmadurez. Esos tipos deben estar furiosos por no haberles pagado a tiempo, y se enfurecerán más cuando sepan que él se fue. ¡Van a matarnos!

—¡Jungkook! ­—exclamó Ahin y su madre al mismo tiempo.

El pelinegro exhaló con resignación y se levantó de la mesa, llevándose consigo los platos sucios al lavaplatos. Al cabo de un rato, su hermana se acercó para ayudarlo a secar los trastes y guardarlos en su lugar.

—Estás siendo muy cruel, Jungkook —regañó Ahin, pasando una toalla seca por uno de los tantos platos que debía secar. Jungkook se dio cuenta de que su hermana tenía la voz rota y no se atrevió a mirarla, puesto que terminaría llorando junto a ella—. Mamá solo quiere lo mejor para nosotros. No la culpes por lo que hizo papá.

—No estoy culpándola.

—Es justo como suena. Para ella esto es todavía más duro de lo que es para ti o para mí. Intenta ponerte en su zapato. No la hagas sentirse culpable ni mucho menos miserable al darle una imagen de sus hijos muertos, no sabes el dolor que le causas.

Aquellas palabras provocaron en Jungkook una vergüenza que lo hizo estremecer, y casi sonrió, si no fuera porque la situación no daba para tanto.

—Pareces la hermana mayor.

Ahin soltó un bufido.

—Y es una desgracia, suficiente tengo con Taeha.

Ambos rieron, una risa triste y vacía. Jungkook miró de soslayo a su hermana, notando como sus mejillas sonrojadas se mojaban por las lágrimas silenciosas. Y llevado por el pensamiento de que las lágrimas silenciosas eran las más letales, palmeó la espalda de su hermana, aun cuando tenía la mano mojada.

—Estaremos bien, cuidaré de ustedes.

Ahin se quedó quieta por un breve instante, Jungkook se giró para verla en su totalidad. Su hermana respiró profundo y entrecortado, dejó el plato y la tela sobre la encimera y fue de lleno contra el pecho de su hermano, devolviéndolo un paso atrás. Entonces, comenzó a desahogarse y Jungkook también, era inevitable.

El día trascurrió con una normalidad espantosa. Al otro día, Ahin fue obligada a ir a la escuela por Jungkook y su madre. A pesar de que Yoona quería que su hijo también fuera, este se negó a la idea de dejar la casa, así que ayudó a su madre con los deberes y se mantuvo al margen. Incluso vieron una película antigua y se rieron de lo malo que era, intentando, más que todo, desvanecer la penumbra en la que se encontraban.

Ahin regresó al medio día y más tarde volvió a salir para ir por su pequeña hermana. Al final de la tarde, cuando comenzaba a anochecer, Yoona se acercó a la habitación de su hijo con un misterio que hizo reír a Jungkook después de tanto tiempo sumergido en sus pensamientos.

—Deberías salir a caminar un poco, llevas dos días aquí encerrado —pidió su madre, recostándose en la puerta—. La señora Bongsoon me ayudará a conseguir un trabajo.

—¿De verdad?

—Sí, está mañana hablé con ella antes de llevar a Taeha a la escuela. Me dijo que le hablaría a la señora Hwasa, su jefa, para ver si podrían contratar a otra persona.

—¿Y qué tendrías que hacer?

La señora Yoona se peinó el cabello hacia atrás, hablando suave y segura para que su hijo pudiera comenzar a tener un poco de paz.

—Ayudar en la cocina, también a limpiar la casa. No pagan mucho, pero ayudará para la comida y los servicios. —Se ató una coleta baja y suelta, evadiendo la mirada de su hijo—. Con respecto a la deuda, hay que ver que podemos hacer para que nos bajen la cuota, al menos por un tiempo.

Jungkook la escuchó con atención, sonriendo hasta la mención de la deuda. Respiró hondo y dejó sus prejuicios a un lado con respecto a la forma en que su madre comenzarían a ganarse el dinero, no tenía nada de malo el empleo, pero se imaginaba la fatiga de su madre con el pasar del tiempo.

—Eso suena bien. Mañana saldré a buscar trabajo, así podré ayudarte.

—Déjame todo a mí hasta que te gradúes.

—Mamá, faltan cinco meses para que eso suceda, es mucho tiempo.

Yoona se escandalizó y se sentó junto a su hijo.

—¿Me estas diciendo que piensas dejar la escuela?

—No veo otra solución.

—No, eso sí que no. Si vas a trabajar, procura que sea de medio tiempo, pero bajo ninguna circunstancia puedes dejar la escuela. —Yoona se levantó, con las manos en jarra—. Es que no puedes. En esa deuda que tenemos también está tu educación, sería como haberlo pagado en vano.

—¿De qué hablas? —espetó Jungkook, levantándose también.

Yoona abrió la boca para responderle, pero un golpe en la puerta, seguido de un grito reprimido de Ahin cambió sus planes. Jungkook y su madre salieron como una bola de fuego. Ahin estaba frente a ellos con la desesperación producto del miedo lacerando sus ojos.

—Son ellos, están a fuera. Mamá, tengo mucho miedo. Hay como cuatro hombres.

—¡Chisss!, cálmate —tranquilizó Yoona, abrazándola con fuerza mientras le peinaba le cabello—. Todo va a estar bien.

Jungkook notó que la mano de su madre, la que se encargaba de quitar los nudos del cabello de Ahin, estaba temblorosa al igual que sus labios.

—Quédense aquí.

Yoona jaló el brazo de su hijo con desesperación.

—¡¿Perdiste la cabeza?! Quédate aquí, yo hablaré con ellos —exigió, a punto de perder la cordura.

—¡Iré yo! —exclamó, deshaciéndose del agarre de su madre.

—¡Basta! —gritó Ahin, arañándose la cabeza.

Jungkook la abrazó con vehemencia, mirando a la señora Yoona con los ojos perdidos, esperando que ella dijera algo.

—Quédate aquí con ella, Jungkook. Cuando tienes miedo tiendes a complicar las cosas, por favor, hazme caso.

El pelinegro asintió, escuchando los golpes en la puerta principal. La señora Yoona se restregó los ojos y respiró hondo antes de acercarse a la puerta. Apenas abrió, un puño se alzó en lo alto, sin embargo, se mantuvo estático. Yoona cerró los ojos por un segundo, atemorizada.

—Hasta que nos abre —soltó con amargura un hombre, bajando el puño.

La señora Yoona se aferró a la puerta y a su camisa de lana; no sé movió. Contó que había cinco hombres afuera, mirándolo con una seriedad espeluznante.

—¿Nos permite entrar? —preguntó un segundo hombre. Kibum, tenía unas gafas de un negro claro que le dejaban ver sus ojos grandes y desafiantes—. Se lo estoy pidiendo con amabilidad, señora Jeon.

Yoona palideció y, temblorosa, se hizo a un lado. Los hombres, al percatarse de su lentitud, empujaron la puerta con desdén, haciendo que la mujer se golpeara la cabeza con la pared y ahogara un grito.

Jungkook quiso salir, pero Ahin lo agarró de la muñeca, suplicándole en voz baja que no se metiera. Su hermano no tuvo más remedio que seguir abrazado a ella.

—¿Y su marido? El jefe está muy ofendido, ¿sabe? —expulsó un tercer hombre: Siwon. Llevaba un abrigo espeso, con un dragón en la espalda. Tenía el cabello rubio recogido en una coleta y un tatuaje de una estrella de cinco picos bajó el ojo. Yoona se adelantó a cerrar la puerta y se quedó pegada a ella para sostenerse—. Quedamos en que pagarían cada mes, pero ya van ocho semanas sin darnos ni un peso. El jefe quiere una explicación y el dinero también.

Yoona cerró los ojos un momento, imaginando que estaría en el mar con los pies zambullidos en el agua. No importaba si al abrirlos se iba a encontrar con el infierno, pero quería sentirse tranquila; cosa que logró a duras penas cuando volvió la vista a Siwon.

—Lo lamento, sé que debimos de pagarles hace dos semanas, pero no estamos pasando por una buena situación y...

—Qué curioso, nosotros tampoco —Interfirió con un tono amenazador el cuarto hombre: Eunhyuk, de cabello rubio, muy corto—. Gracias a que se ha negado a pagarnos hemos tenido desacuerdos con nuestro jefe. Créame, no podría saberse quien está más molesto.

Yoona se sintió como un pequeño animal, indefenso y muy pequeño. Miró de reojo a su hijo quien tenía la ira contenida y se repuso de inmediato como si se le hubieran dado medicina para el miedo.

—Escuche: mi esposo... fue despedido hace dos semanas y yo no lo sabía. También nos ha abandonado, se fue y no sabemos a dónde. Soy yo, quien imagino, deberá hacerse cargo de la deuda. No tengo trabajo, pero estoy consiguiendo uno, mi hijo también. Solo les pido un poco más de tiempo, por favor.

Un denso y asfixiante silencio compenetró la sala. El quinto hombre: Donghae sacó una navaja del bolsillo de su pantalón y la puso de golpe sobre le barra que había en la cocina. Jungkook sintió tanto miedo que se le revolvieron las tripas. Asustado, se volvió hacia su hermana y la obligó a soltarlo.

—Ve con Taeha, tal vez ya se despertó.

—Pero no quiero.

—¡Ve! —ordenó en voz baja.

La muchacha estaba a punto de soltarse a llorar escandalosamente, pero se metió a su habitación antes de que pudiera hacerlo. Jungkook exhaló y se acercó a la sala. Yoona dejó de sentir miedo por sí misma, sintiéndolo ahora por su hijo.

—Jungkook, ve a tu habitación.

Uno de los hombros estaba gritando muy cerca de Yoona y Jungkook se puso delante de su madre, importando poco su orden.

—Pagaremos lo que debemos, solo necesitamos tiempo. ¿Qué se supone que hagamos si no tenemos nada?

—¿Nada? —masculló, como si quisiera escupir sobre Jungkook. Estaba rapado y tenía un tatuaje de un pulpo en el cuello, donde sus tentáculos apresaban su cráneo. Aquella imagen solamente causó desagrado en el menor, que, dadas las circunstancias, a la vez se convertía en miedo—. Escucha niño, somos nosotros los que tenemos que pagar sus deudas cuando no lo hacen. No me importaría darte una maldita lección ahora mismo. Hemos estado furiosos y-

—Hazlo —amenazó Jungkook, con los ojos echo furia—. Si así pueden darnos tiempo, entonces hazlo. Aunque no ayudará en nada.

Kibum soltó una sutil risilla.

—Eres un niño muy valiente o muy estúpido.

Yoona abrazó a su hijo por la cintura antes de que diera un paso adelante, cerró los ojos con fuerza y también consideró la idea de llegar a morder a su hijo si no se quedaba quieto.

—Queremos el dinero —exigió el señor del pulpo, sin moverse.

—No tenemos.

—Busquen el dinero —ordenó a sus hombres. Todos comenzaron a moverse y Jungkook miró con temor la escena, en especial cuando se introducían al pasillo.

La señora Yoona aflojó el agarre de la impresión y Jungkook aprovechó para salir corriendo hacia allí, su madre le gritó, pero se quedó inmóvil.

—No puede pasar —le habló al segundo hombre.

Kibum se quitó las gafas y las guardó en un pequeño bolsillo que tenía su camisa, sobresaliendo, aun así.

—Niño, será mejor que te quites.

—Primero tendrá que quitarme.

—Soy muy paciente, créeme, pero no soporto estas pataletas.

—No lo dejaré pasar —continuó Jungkook, reacio.

El hombre exhaló con desagrado y miró por un instante hacia atrás, el quinto hombre asintió. Jungkook apenas y tuvo tiempo de pensar en que significaba aquella señal cuando un golpe lo mandó al suelo, reventándole el labio.

Yoona gritó desesperada, y hubiera corrido hacia su hijo si no fuera porque Donghae la sujetó de los brazos. La mujer comenzó a patear y arañar el pecho del hombre, este la empujó contra la puerta y la mantuvo quieta, mientras le cubría la boca con la mano. Yoona intentó morderlo, pero cada vez que lo intentaba él la empujaba de nuevo.

Jungkook se levantó enseguida cuando Kibum pasó a su lado, con intenciones de meterse a la habitación de sus hermanas. Se le trepó encima como un animal, el hombre soltó un gruñido parecido al de una bestia y lo empujó contra la pared, haciéndole daño al menor. Yoona se removió desesperada, pero no pudo salir de la prisión del hombre.

—¡Quítate! —exigió Kibum, empujándolo de vuelta a la pared. Jungkook no se dejó doblegar y mordió con todas sus fuerzas el cuello del hombre, sacándole un grito desesperado que llamó la atención de Eunhyuk. Este le arrancó a Jungkook como si se tratara de un koala que no quiere dejar el árbol. Otro golpe inundó a Jungkook, esta vez en su vientre. Enojado y culpa de la adrenalina, se compuso rápido y golpeó al hombre en la mandíbula, con tanta fuerza, que cayó al suelo casi desorientado.

Yoona se sintió en una pesadilla, en donde ya no sentía ni oía nada. Allí, mirando a su hijo —quien tenía tanta furia en los ojos y en cada golpe—, comprendió que él tenía un demonio dentro. Y se sintió culpable por eso.

Jungkook terminó cerca de la entrada, a unos pies de distancia de su madre.

—No sirve de nada, él insiste. Si lo matamos ahora... —Yoona se congeló. Ahin salió de la habitación, pero no se acercó a la sala.

—Déjenlo —ordenó Donghae, soltando a Yoona con desdén como si no hubiera pasado nada—. Señora, volveremos en dos semanas.

Los hombres escupieron cerca de Jungkook y salieron, dejando la puerta abierta. Su vecina estaba afuera, consternada. También había otras personas desde sus ventanas, observando atentos. Jungkook se compuso con dificultad, Ahin salió a su encuentro y Yoona siguió petrificada.

—Ayuda a mamá —pidió a su hermana menor.

La señora Bongsoon entró a la casa con pasos incrédulos. En eso, Taeha se acercó a la sala, pero la señora Bongsoon corrió a su encuentro y la tomó en sus brazos antes de que pudiera mirar algo, llevándola de vuelta a la habitación.

Con algo de dificultad Jungkook se acercó a la entrada y, estando a punto de cerrar, sintió que el mundo se le venía abajo cuando se encontró con dos hermosos ojos color miel mirándolo con sorpresa y miedo a la vez.

Ahí estaba Taehyung, a solo unos pasos de distancia.




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