⠀⠀Capitulo 3
El uniforme que usan en el club es formal y me gusta, excepto por la corbata, que no tengo idea de como atarla. Mamá me enseñó a usarla esta mañana, pero ya se me ha olvidado la fórmula para crear el nudo perfecto.
—¿Quieres que te ayude? —escucho a mi costado.
Me he estado absteniendo de ver al chico recién llegado. Es tan jodidamente atractivo que me intimida al mismo tiempo. Exhalo lento y me doy media vuelta, encontrándome con sus ojos color chocolate. Es unas pulgadas más alto que yo y tiene una complexión delgada, con músculos tonificados.
Parece un modelo.
—Te lo agradecería —suelto, aliviado de no tartamudear.
En medio del vestidor hay una banca metálica y el chico se lo pasa en un salto, apareciendo ante mí en un segundo. Su olor me inunda la nariz e inhalo sutilmente. Huele jodidamente bien, es un olor amaderado. Toma mi corbata y comienza a atarla con agilidad. Cuida sus manos, es lo que observo, y me gusta.
—Soy Hyunjin. ¿Cómo te llamas?
—Jungkook.
Asiente y sonríe cuando termina, dejando el nudo no muy apretado.
—Si tienes problemas con la corbata te recomiendo no desatar el nudo —dice, alejándose poquito—. Creo que te irá mejor con los hombres que con las mujeres.
—¿Por qué lo dices? —curioseo, echándome una mirada.
—Por tu cintura —observa y frunzo el ceño—. A los hombres les gusta, pero a las mujeres no tanto. Me parece que les desbloquearás una nueva inseguridad —agrega con una risa ahogada, volviendo al otro lado de los casilleros.
—Es un alivio, entonces.
Ríe, comenzando a quitarse la camisa. En su espalda desnuda hay un tatuaje enorme que llama mi atención, con formas sinuosas y unos ojos azules resaltando allí. Tal vez es un zorro, uno de ocho colas.
De repente la puerta se abre y pego un pequeño brinco, sintiendo las mejillas calientes. Me aclaro la garganta y me doy media vuelta, observando a Yugyeom.
—Jefe —menciona Hyunjin.
—Hwang —responde Yugyeom, mirándome a mi—. Quise venir a saludar y saber cómo te sientes.
—Supongo que es normal sentirse un poco nervioso.
—Es normal —asiente con una sonrisa y mira de reojo a Hyunjin—. También quería informarte sobre algunas cosas que se hacen aquí, particularmente...
Una segunda persona entra a los vestidores e interrumpe a Yugyeom. Es un hombre que, al igual que él, viste formalmente. Luce molesto y me intimida, pues me mira fijamente.
—Jinyoung, ¿pasa algo?
—¿Podemos hablar en privado?
—¿No puede ser más tarde?
—No.
Yugyeom se gira, lanzándome una mirada de disculpa.
—Está bien, puede ser después —le digo, sintiéndome incómodo.
Lo sobre piensa un momento, meneando la cabeza.
—Hyunjin, ¿podrías informarle a Jungkook sobre "ese" trabajo particular?
El chico se voltea, luciendo sorprendido, pero asiente y me sonríe con gentileza. En serio tiene una preciosa sonrisa.
Yugyeom se despide, mientras que el otro hombre sale sin mirar atrás. O algo realmente malo enturbió su estado de ánimo, o sencillamente es así.
—Me pregunto que habrá pasado, el señor Jinyoung ni siquiera notó que estaba aquí —señala Hyunjin, terminando de calzarse.
—¿No es así siempre?
—No, para nada. Es decir, siempre luce serio, pero es gentil la mayor parte del tiempo. —Se gira sobre la banca, echando su cabello negro y sedoso hacia atrás—. ¿No quieres sentarte un momento?
Palmea a su lado y aflojo un poquito la corbata antes de tomar asiento. Me hace sentir como un chiquillo perdido en este mundo. Desearía que Jia estuviera aquí acompañándome, pero en este club solamente laboran chicos.
—Seré breve para que no entremos tarde —advierte y asiento—. Hay clientes que piden servicios especiales. Los servicios consisten en... bueno, ellos alquilan una habitación y pasa lo que tenga que pasar. ¿Comprendes?
—¿Hablas de sexo?
Apretuja los labios, intentando no soltar una risotada.
—Estaba intentando no ser demasiado directo, pero veo que tú no te quedas atrás. Sí, hablo de sexo —afirma, casi orgullosos de eso—. Créeme, esos servicios dan la mejor propina. Por supuesto, a veces solo nos usan para hablar, o para algo corto como un oral, pero sigue habiendo una buena paga.
Siento el cuerpo caliente y desvío la mirada. Eso sí que es nuevo. Creí que solamente hablaríamos y los convenceríamos de comprar alguno de alcohol, pero es claro que, para ganar una propina de al menos mil dólares, tienes que dar algo que realmente merezca la pena.
—Déjame darte unos consejos. La primera vez, obviamente vas a sentirte muy nervioso. Puede que ni lo hagas y no pasa nada. Debes saber que ellos no pueden obligarte a hacer algo que no quieras y, si lo hacen, debes correr y avisarle al jefe, de esa forma le prohibieran al cliente la entrada y estarás más tranquilo. ¿Lo entiendes?
—¿Ha pasado antes? —curioseo y él frunce el entrecejo, pensativo.
—Creo que dos veces, pero hace mucho tiempo. Esos clientes firman cláusulas y otras cosas. También pasa que toda esa gente es "de bien", así que no les gusta meterse en líos.
—Entiendo.
—¿Qué otra cosa...? Ah, bueno, siempre que vayas a salir con un cliente, este deberá estar dispuesto a esperar hasta tu hora de salida. Es importante que lo menciones incluso si es un antiguo cliente, aunque eso tampoco es que lo sepas ya que eres nuevo, por eso avísales, así te evitas problemas.
—¿Problemas?
—Sí, algunos, por no decir todos los ricos, son algo sensibles. Si no les dices que no puedes hasta tu salida, esperaran muy impacientes y terminaran enojándose. Que sea decisión de ellos esperarte o no, es lo indicado.
—De acuerdo.
—También intenta no irte con la misma persona más de una vez; si son dos, bueno, pasa, pero de ahí es mejor que lo dejes. Algunos pueden obsesionarse, o uno de los dos puede enamorarse y sería un problema.
Estoy seguro de que estoy torciendo el gesto ahora mismo, pero me es imposible no hacerlo. Es tanta la información que me hace sentir ansioso, haciéndome olvidar todo en un segundo.
—Recuerda que es tu decisión ir o no con esos clientes —agrega, poniéndose en pie—. Por cierto, ¿no quieres darme tu número? Podemos salir un día de descanso y hablar más. Si te gusta la idea, claro.
Como si fuera automático, se me pone una sonrisa enorme en el rostro y asiento. Un amigo en este lugar realmente no me vendría mal.
Al cabo de un rato, el barman me pide llevar una botella de whisky a la mesa seis. Supongo que es ahora cuando debo vencer mis miedos, pero... Estoy nervioso, malditamente nervioso. ¿Y si me piden un servicio especial? Ni siquiera he tenido tiempo para digerirlo. ¿Es algo que quiero? Es posible que no, pero si es un hecho que lo necesito, más que el sexo, el dinero.
Me llevo la botella junto a una cubeta pequeña de hielo, más tres vasos. Uno de los desafíos más grandes es pasar entre la multitud sin que te empujen. Las mesas están juntas y me esfuerzo por recordar el lugar donde debo llevar el pedido.
Allí hay dos hombres sentados, parece que recién han entrado porque no tienen mayor cosa sobre la mesa. Al acercarme, saludo tal y como me han dicho que lo haga. También abro la botella y les sirvo respectivamente. Uno de los hombres, de cabello claro, me sonríe y habla con seducción. El segundo, permanece estoico, pero no deja de mirarme.
—Suelo ser egoísta con el trago, pero no me importaría compartirlo contigo —expresa el rubio antes de que yo pueda marcharme. Tiene un traje ajustado y una sonrisa que, lejos de atraerme, me atemoriza. Tiene un aire de superioridad que me molesta a la misma vez, sin embargo, es el tipo de personas que más suele haber aquí, o es lo que me ha dicho el tipo que me instruyó ayer—. Ven, siéntate.
Palpando un espacio a su lado, lo tomo como una invitación y me siento. El hombre se aleja un poco para verme completamente, lo que agradezco en cierta parte.
—¿Eres mayor de edad? —pregunta el de cabello negro, inspeccionándome con la mirada.
El rubio le da un golpe en la pierna con diversión.
—Claro que es mayor de edad, dudo que nuestros amigos quieran meterse en problemas legales.
—Tengo veintidós años —intervengo con una sonrisa nerviosa.
—Oh, bueno, si sigues siendo un niño para nosotros.
—¿Un niño? —cuestiono.
—Yo tengo treinta y cinco, el treinta y siete —puntualiza, señalando a su amigo pelinegro, quien asiente con desaire—. Por cierto, puedes decirme Bambam y él... Bueno, él se llama Mark.
—No eres de aquí, ¿verdad?
Bambam se acomoda en el sillón y desajusta su corbata. Me parece que comienza a sentirse más cómodo, no sé si por la bebida, o en efecto, es por mí.
—Lo descubriste. Llevo cinco... siete años en Corea y no logro tomar el acento, además mi rostro también me delata. Ya ni me esfuerzo.
—¿No vas a tomar con nosotros? —pregunta Mark, inclinándose sobre la mesa.
—Ah, sí, por supuesto.
Hubiera querido seguir la conversación sin tener que beber, pero es de esta forma en como las propinas suben más y, en especial, las ganancias del club.
Me sirvo poco y ellos observan meticulosamente cada uno de mis movimientos. Exhalo lento, dejando que los nervios se vayan poco a poco.
—Y tú... tampoco eres aquí, ¿verdad? —pregunto para tomar más confianza.
Mark sonríe por primera vez. Sus dientes son pequeños y alineados. El sonido es bajo, pero increíblemente melodioso. Intento que él se una a la conversación sin dejar de lado a Bambam.
—Eres bueno en eso. Yo soy...
A partir de ahí la conversación se vuelve más amena. La primera impresión que me llevé se disuelve a medida que hablo con ellos. Ambos son abogados y me cuentan sobre sus casos más peculiares, sin entrar en muchos detalles por la confidencialidad, por supuesto.
Terminando el segundo trago y quedándome unos minutos más con ellos, me excuso y me retiro. Los han coincidido en algo: les gustaría volver a verme.
Me dirijo de nuevo a la barra y llevo otro pedido, esta vez a la mesa tres.
Y así sigue fluyendo la noche hasta llegada la madrugada, cerca de las cuatro, cuando tengo que sentarme a causa de un mareo. ¿Estoy ebrio? Tal vez, he atendido... seis, o siete mesas, tomando dos tragos en cada uno. ¿Cuántos han sido en total? Ni siquiera puedo concentrarme o quedarme con la mirada fija en mi mano para hacer la cuenta.
Estoy en los vestidores, sentado en un sillón al fondo de la habitación. Solo estoy tomándome un vaso de agua y esforzándome por no vomitar. La puerta se abre y reconozco a la persona que ha entrado. Yugyeom parece cansado, pero me mira con diversión; al parecer aún tiene energía para burlarse de mi estado.
—¿Cómo te sientes?
Suspiro y echo la cabeza hacia atrás, sintiendo el mueble rígido.
—No ha sido tan difícil, excepto por los tragos.
—Lo supuse. Normalmente se atiende cinco mesas por mesero, pero te has excedido y lo has hecho bien, me sorprende.
Abro mis ojos, atónito.
—¿En serio? —Yugyeom asiente, metiéndose las manos a los bolsillos, totalmente despreocupado—. Eso explica por qué estoy un poquitín ebrio ahora.
—En ese caso toma un taxi y ve a casa.
—¿De verdad puedo hacer eso?
—Tú mismo lo has dicho, estás ebrio. No es del todo prudente que atiendas las mesas así. Ve y descansa, Jungkook, hiciste un buen trabajo hoy.
Sonríe, dando media vuelta y saliendo de los vestidores. Quiero detenerlo para que me explique más de esos servicios y me guie mejor, pero estoy exhausto. La excitación de las horas está pasando factura a mi cuerpo y necesito ir a la cama.
La idea de poder dormir por más tiempo me hace feliz y me levanta poquito el ánimo.
─────꒰↺꒱
Han pasado cosas extraordinarias en mi vida.
Hace una semana salí con Hyunjin a tomar un café. Hablamos por más de una hora de diferentes cosas. Le conté un poco —lo necesario— de mi vida y él me contó la suya. Descubrí que, al igual que yo, solía tener un trabajo demandante para cubrir las necesidades de su familia y vive solo. ¡Desearía vivir solo!
Hyunjin tiene algo que te atrae al instante y me gusta, te hace sentir cómodo e importante. Y es tal vez por eso que no puedo dejar de verlo.
Aprendo de Hyunjin todos los días y él intenta enseñarme a desenvolverme mejor con los clientes, sobre todo, a hacerme entender que tengo derecho a divertirme y disfrutar como cualquier otra persona.
Estos días he intentado aceptar dos propuestas, pero mi inseguridad no me ha dejado dar el siguiente paso. No tengo problemas con el sexo en sí, pero hace mucho que no tenga esa clase de interacción y me preocupa no ser suficiente para ellos. ¿Y si por un mal comentario no vuelven a invitarme? Me preocupa terriblemente, así como aceptar, porque vamos, fuera de divertirse y ganar dinero, también está tu conciencia picándote y diciéndote que está mal. ¿De qué forma? No estoy seguro, pero está mal.
—¿Sigues pensando si hacerlo o no? —pregunta Hyunjin cerca de mi oído. Estamos en la barra, yo porque espero una orden y él porque ya terminó su quinta mesa y se irá a casa. Él ha aprendido a conocerme, sabe cuándo deseo algo y cuando me frena la inseguridad. Bajo la mirada, respirando profundo—. Solo hazlo, Jungkook. Y cuando estés con él, déjate llevar. Disfruta el momento y tu juventud.
Me aprieta el hombro y me sonríe con beatitud. Luce cansado y, aun así, es capaz de cambiar su semblante solo para animarme.
—Puedo intentarlo esta vez.
—Si no estás seguro, no pasa nada.
—Jungkook, mesa siete —avisa el barman, agitado mientras vuelve a hacer otros tragos.
Tomo la charola entre mis manos, temiendo que se resbale las margaritas por estar tan pensativo.
—Deséame suerte —le digo y una sonrisa más grande le ilumina todo el rostro, haciéndome soltar una risotada mientras camino.
—¡Buena suerte!
Respiró profundo, intentando ahogar mis emociones. Es mi última mesa y he decidido que, si no me ofrecen llevarme a la cama, es una señal para no hacerlo... aunque una parte de mí, la más atrevida, espera que me hagan esa invitación.
Me detengo frente a la mesa, notando que se me ha quedado atrapado el aire y olvido hablar. Mark está sentado allí, luciendo tan elegante e intimidante como siempre. Solo hace unos días él vino sin su amigo y me propuso ir a una habitación. Por supuesto, no lo acepté, sin embargo, no convencido de mi decisión, le dije que lo pensaría.
Entonces, ¿es esta la señal?
—¿Jungkook?
Parpadeo, sacudiendo levemente mi cabeza.
—Perdón. —Dejo la charola sobre la mesa y lo miro de reojo—. Me sorprendió verlo aquí de nuevo.
Mark muestra una sonrisa social y le doy toda mi atención.
—Bueno, si lo dices así parece que te molesto. ¿Estoy incomodándote con mis visitas?
—No, por supuesto que no.
—¿Entonces aceptarías sentarte conmigo?
—Claro.
A diferencia de la primera vez que lo vi, él se muestra más sonriente y complacido ahora que hemos hablado más. Lo cierto es que espero y en el futuro esto no se convierta en un problema. Recuerdo que Hyunjin mencionó que algunos pueden desencadenar un enamoramiento u obsesión por quien está prestando el servicio, o al revés, pero estoy convencido de que no será mi caso... no por mi parte.
Mark me extiende una margarita e imito sus movimientos, también la forma en como sostiene la copa.
—¿Cómo has estado?
La conversación más común y trivial se extiende por unos minutos hasta que ambos nos quedamos en silencio, aun con dos margaritas intactas sobre la charola. Planeó cada cosa, por lo que, seguramente, debe ser un cliente VIP.
—¿Y qué has pensado sobre mi propuesta?
Me quedo mudo y quieto, evitando mirarlo. De repente hace demasiado calor. Dejo la copa en la charola para ganarme algo de tiempo y me recuerdo respirar.
"Solo déjate llevar", recuerdo vagamente las palabras de Hyunjin.
Si lo rechazo ahora, estoy seguro de que me arrepentiré un segundo después de hacerlo. Me conozco, si no lo hago ahora, sufriré al rato.
—Pienso que hacerlo estaría bien, hyung.
Mark intenta no sonreír y mantenerse sereno.
—De acuerdo. Entonces terminemos esto antes de irnos. Pediremos un vino en el motel —suelta con desdén.
Espero no intente embriagarme para estar conmigo. La idea me provoca escalofríos y me asusta. O solamente soy yo y mi paranoia. Él, además de ser un cliente, es amigo de Yugyeom, y estoy seguro de que, si hubiera algo malo con él, Yugyeom ya me lo hubiera dicho.
Mierda. Debo dejar de pensar tanto.
Mark sigue una conversación fluida, sin mencionar nada más hasta terminar la copa. Como es usual en estos casos, me llevo la charola devuelta al minibar y me dirijo al casillero para sacar mi maleta. Le escribo a Hyunjin antes de salir como si fuera mi salvavidas. Él me contesta casi al instante, dándome ánimos.
Minutos más tarde, que en realidad parecieron horas, llegamos a un edificio alto y luminoso. Mark se desvía para entrar al parqueadero y entramos a una oscuridad que apenas es penetrada por la luz blanca de las lámparas. Apaga el motor y enciende la luz interna del auto, haciéndome parpadear con pesadez.
—¿Todo bien?
—Perfectamente —suspiro.
—¿Y aún estás seguro?
—Si —contesto, irrebatible y con el corazón desbocado.
Mark se quita el cinturón e inhala profundo.
—Lamento si soy indiscreto, pero ¿es la primera vez que haces esto?
Siento mis mejillas calentarse como si mi rostro estuviera cerca del fuego. Joder, qué vergüenza.
—¿Es tan obvio? —Con un poco de torpeza me deshago del cinturón y me giro para verlo mejor—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve con alguien, así que he olvidado muchas cosas. ¿Es... eso un problema?
Mark me observa con detenimiento, como si estuviera memorizando cada parte de mi rostro.
—No es un problema, Jungkook —dice, estirando la mano para acariciarme un costado del rostro, estremeciéndome—. Y para que te sientas más seguro, te prometo que daré mi mayor esfuerzo para ir a tu ritmo.
Cuando dice "intentar" me hace sentir más nervioso que tranquilo, pero solo puedo sonreír y convencerme de que estaré bien.
—Gracias, es bueno saberlo.
Mark asiente con la cabeza, sin dejar de mirarme. Y es tal el silencio y poco espacio entre nosotros, que por impulso termino cerrando esta brecha con un beso. Mark parece sorprendido y me sigue el ritmo unos segundos después cuando se deja llevar. Su boca se siente diferente, inexplorada y un poco ausente para mí. Sus manos me aprisionan la cabeza y entreabro los labios para dejar entrar su lengua en mi boca, entonces me aferro a su camisa en un acto desesperado por sentir más. ¡Hace años que no besaba y se siente tan bien! Poco a poco, comenzamos a encajar y me pierdo completamente.
—Espera. —Mark toma aire, con su frente recargada en la mía, nuestros labios aun permaneciendo cerca—. No podemos hacerlo aquí, no así.
Solo nos toma unos segundos volver a besarnos, con tanta pasión que mi virilidad comienza a buscar la salida de mi pantalón con notable urgencia. Y cuando estoy a punto de sentarme sobre él, Mark me detiene otra vez.
—Hay que subir.
No es una pregunta, es una orden. Él sale del auto y lo imito, llevándome consigo la maleta. Los labios me cosquillean y siento que el corazón se me va a salir del pecho. Hace un rato no estaba siendo consciente de nada, realmente dejé de pensar y eso me llevó a la locura. Soy impulsivo en momentos de estrés.
Caminamos apresurados al ascensor y me dice que vaya al piso ocho, mientras él se baja en el primero para pedir las llaves. Recuerdo que me dijo hace un rato que había hecho una reservación en cuanto yo acepté. Espero no haya mentido al respecto.
No me tardo nada y espero a Mark en el pasillo.
Esto no es tan malo, me convenzo.
Puede volver a vivir, sentirme amado y apasionado. Puedo volver a divertirme.
Mark aparece un instante después, sorprendiéndome. Me guía al final del pasillo, diciendo que es la suite presidencial y, por ende, la mejor habitación de todo el motel. Me sorprende que estuviera disponible.
Me invita a pasar y me quedo maravillado. Tiene un ventanal enorme donde se ven las escasas luces de la ciudad, ya que algunas han comenzado a apagarse. Mientras entro, noto armarios a mi derecha y una puerta a mi izquierda. La sala está amueblada y hay un plasma ocupando casi toda la pared. Frente a este, hay una cama King rodeada por dos muebles pequeños, y justo al lado hay otra puerta, más grande.
—¿Qué te parece la vista? —pregunta, siguiéndome el paso frente al ventanal. Mis ojos brillan ante la luz.
—Es hermoso.
—Como comienza a esclarecerse ya no se ve igual que en la noche —suelta con un tono decepcionante.
Me quedo en silencio, ensimismado por el paisaje, luego noto de reojo que él está mirándome.
—Yo... iré al baño.
Mark asiente y me señala la puerta que está justo al lado de la entrada, dejo la maleta en un mueble y me adentro al baño. La habitación es grande, con una tina en el fondo. Las paredes son lisas y blancas, con adornos color oro. Noto que hay una toalla limpia cerca de la tina y comienzo a desnudarme para ducharme, queriendo deshacerme del sudor de la noche.
Después de, aproximadamente diez minutos, me pongo una bata que cuelga en un perchero atrás de la puerta. Mi ropa la he dejado doblada dentro de un mueble y me miro frente al espejo. Debido al trasnocho he comenzado a tener ojeras nuevamente, también tengo la piel un poco pálida y los labios rojos y un poco hinchados por mi culpa.
Me sostengo del cuello de la bata y cierro los ojos, intentando vaciar mi mente.
No pienses en nada.
Inhalo y exhalo lentamente antes de salir del baño.
Mark se sobresalta en cuanto me ve, sorprendido por verme casi desnudo, pues la bata deja a la vista un poco de mis muslos.
—Mientras estabas adentro llegó el vino, así que decidí adelantarme —expone, dejando su copa en la mesa para servirme a mí en otra—. Vas a beber un poco, ¿cierto?
—Sí, por favor.
En realidad, hubiera querido algo que me quemara la garganta y acallara mis nervios con un solo trago, pero el vino tampoco está mal después de unos cuantos sorbos, claro.
Ambos intentamos mantener una conversación, y digo "intentamos" porque sabemos que la tensión entre ambos es casi palpable. Ahora más cuando Mark pasa de estar en la otra punta del sofá, a mi lado, rosándome el cuerpo con su traje.
Debo admitir que la situación me tiene nervioso y excitado, más por él, que me mira con tantas ansias, pero no se atreve a tocarme, quizás para prolongar el momento. Aquello comienza a inquietarme y cegarme. El dolor que crece en mi entrepierna no se calmará con una mirada.
Necesito sentirlo.
Necesito besarlo.
Necesito perderme en el placer de sus brazos.
Aprovechando su cercanía, de nuevo soy yo quien toma iniciativa y lo besa desesperadamente. La mano libre de Mark acaricia mi cintura y siento que la bata comienza a molestarme. Su lengua está dentro de mi boca y la mía dentro de la suya, saboreando con premura.
No estoy seguro de donde deja la copa Mark, pero se inclina sobre mí y me acaricia la mejilla, mientras su otra mano acaricia mi pecho bajo la tela. Las yemas de sus dedos se sienten como fuego sobre mi piel. Ahueco mi copa en el sofá y, al igual que él, me inclino, quedando ambos prácticamente arrodillados. Siento su muslo rozando mi pene desnudo y no puedo evitar gruñir dentro de su boca.
Nos separamos poquito y nos miramos por unos segundos, recuperando el aliento. De repente, me empuja y su mano presiona alrededor de mi cuello, no con fuerza, sino para sostenerse mientras me besa de nuevo. Abro mis piernas, cruzándolas atrás de su espalda. Cuando lo atraigo hacia mí y nuestros miembros hacen fricción, él jadea.
Me besa el mentón y desciende, ahora sosteniéndome de la cintura. Chupa mi cuello y desata mi bata, dejando todo mi cuerpo a su merced. Me siento avergonzado, excitado y vulnerable, pero, aun así, le permito explorar mi cuerpo. Si bien me cuesta mantener las piernas abiertas cuando su boca atrapa mi miembro, casi como un reflejo, sus largas manos acariciándome las piernas, su mirada haciéndome entender que puedo confiar en él, es suficiente para hacerme entregar al placer.
Cuando acabo, él lleva eróticamente mi mano a su falo gordo y erecto. El miedo a hacerlo me invade, más no me permito entrar en pánico. Debo complacerlo.
Me arrodillo en el suelo y con torpeza intento imitar todos aquellos movimientos que me hicieron llegar al éxtasis, sin embargo, él me detiene al rato y me pide acostarme de nuevo en el sofá. ¿Lo he hecho mal? ¿Tan terrible?
Cuando me echo sobre el sofá, me toma de la cintura y me baja a la altura de su pelvis. Ríe un poco, y estoy seguro de que es por mi expresión de temor. Si me penetra ahora, me hará daño. Pero antes de que pueda exclamar, él me junta las piernas, pasándolas por sobre su hombro, luego se saca el miembro y se abre paso entre mis muslos, simulando embestidas. Se siente extraño, pero tan jodidamente caliente que vuelvo a excitarme y me masturbo al tiempo que él se mueve. Es lento al principio, yendo cada vez más rápido, hasta perder el control.
Ambos llegamos al orgasmo casi al mismo tiempo, él embarrándome la mano y parte del vientre con su simiente.
—Dejémoslo aquí —exhala.
Me quedo mudo y quieto como un roble.
—¿Tal vez hay algo que no hice que...? —le pregunto al fin, en un hilo de voz cuando se aleja, vistiéndose después de medio recobrar el aliento—. No creo que tengas suficiente.
—Tal vez no —admite y me estremezco—. Pero si quiero dejarlo aquí no es por ti, créeme. Fuiste increíble, Jungkook.
—¿Entonces?
Se acerca, besándome la frente con gentileza.
—Debes estar agotado. Te pagaré y podrás irte a descansar.
No llego a comprender deltodo lo que ha pasado, incluso cuando él se marcha, dejando más de ochocientosmil wones sobre la mesa... Dinero que está lejos de hacerme sentir feliz luegode haberlo jodido todo. No sirvo para esto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top