⠀⠀Capitulo 20 (2)

Observo con detalle el pequeño pasillo por el que se desborda una fila de personas para entrar al baño, seguido del mostrador que está vacío y la multitud que hay afuera del restaurante, esperando que el tráfico —el cual se ha formado en los últimos seis minutos— comience a descongestionarse. Taehyung y yo hemos terminado nuestra comida hace poco y nos hemos dedicado a hablar sobre trivialidades mientras reposamos.

No es que mi vejiga esté a punto de explotar, pero si no me apuro ahora en conseguir un baño libre, comenzaré a desesperarme. Y por eso, aprovechando un corto silencio, me levanto de la mesa.

—Iré a pagar —le aviso, apurando mis piernas al mostrador.

Una chica de cabello rubio, recogido en un chongo y de aspecto cansino, fuerza una sonrisa y me atiende.

—¿No tienen otro baño de casualidad? —pregunto con una risa nerviosa. La chica menea la cabeza, sus mejillas sonrojándose.

—Solo para empleados, lo siento.

Pago con tarjeta, esperando que efectúe el pago para salir y buscar un lugar para vaciar mi vejiga. Fui al baño una vez, y esta será la segunda. Yo nunca he necesitado ir dos veces al baño mientras bebo, pero es culpa de Taehyung. Me hizo beber un vaso de agua por cada vaso de cerveza, que en total fueron tres. ¡Voy a enloquecer!

—Aquí tiene —dice, devolviéndome la tarjeta—. ¿Quiere un dulce?

Me acerca una cajetilla con mentas dentro, echo la mano y tomo dos.

—Gracias.

Al darme la vuelta me doy cuenta de que Taehyung no está en la mesa y, en cambio, hay otras personas. Miro alrededor, finalmente echando un vistazo afuera. Taehyung está de espaldas no muy lejos de la puerta y exhalo aliviado antes de salir.

Siseo y luego aprieto los dientes. El frío tira de la piel de mi rostro como si intentara hacerla diez años más joven. La siento tiesa y congelada al instante. No traje siquiera algo para cubrirme las orejas y el viento gélido, más el alcohol, hace que los huesos de mi cabeza duelan.

Entre el invierno de diciembre y enero, prefiero el de diciembre, porque enero siempre será más frío y seco, violento como un huracán.

Deteniéndome junto a Taehyung, que mira con atención la calle, me encorvo poquito y cruzo mi pie derecho por detrás del izquierdo, mordisqueándome el labio inferior. Si no pienso demasiado en que necesito ir a un baño, tal vez las ganas se vayan. Si cierro los ojos y respiro hondo...

—Necesitas ir al baño, ¿cierto? —pregunta con un deje de diversión y volteo a verlo, el calor golpeándome de pronto.

—No —miento y él ladea la cabeza, posteriormente poniendo los ojos en blanco.

—Busquemos un baño —dictamina, comenzando a bajar por la acera. Lo sigo a trompicones, intentando no perderlo entre la multitud.

¿Soy tan obvio?

La vergüenza me hace sentir demasiado calor y me bajo un poco la cremallera para airarme. Los puestos ambulantes están atestados de personas, sobre todo de aquellas que ya han descendido de sus vehículos al notar que no van a avanzar. Taehyung se detiene frente a una tienda pequeña y de ambiente rústico, donde huele a chocolate y pan recién horneado. Me mira por sobre el hombro, como para indicarme que pruebe mi suerte ahí, y lo hago.

—Lo siento, ya no estamos dejando entrar a más personas.

—¿Ni pagando?

El chico niega con la cabeza, mirando a uno de sus compañeros.

—Hay cuatro personas allá atrás esperando turno y nos han dicho que no dejemos pasar a nadie más, lo siento ­—explica, ignorándome y volviendo la mirada a la pantalla de una tableta.

Chasqueo la lengua y salgo de allí. Se veían muy amables.

—¿No tienen baño? —inquiere Taehyung, mirando adentro del local.

—Por la cantidad de gente que está entrando, me parece que no.

Miro alrededor, de repente sintiéndome demasiado ansioso. Los susurros, el frío, el sonido de los llantos de algunos bebés, mi vejiga llena. Exhalo lento, controlado, siguiendo a Taehyung más adelante.

Pruebo en otra tienda.

—¿Sabe dónde puede encontrar un baño? —dice la anciana tras el mostrador, inclinándose poquito para hablarme—. En "Rose". El motel que queda ahí al frente. Debe de estar vacío.

—¿Eso cree?

—¡Por supuesto! Escuché que hubo un accidente más adelante y podrían tardarse un rato en abrir el camino. Mire ese tráfico, es mejor que vaya allí en lugar de seguir aguantándose. —Me muerdo el labio interno, meditabundo—. Dicen que los hombres no tardan en el baño, pero se lo presté a uno y ya lleva un rato ahí dentro. Los demás siguen esperando —comenta, haciendo un ademán con la mano para mostrarme la fila de personas que esperan para entrar—. Sé que no está muerto porque grita que le tengan paciencia.

La anciana ríe a carcajadas mientras yo rio incómodo. La vejiga sigue presionando.

—¿Y bien? —cuestiona Taehyung, pareciendo más preocupado que molesto.

—Iré... —¿Debería de sonar extraño?—. Iré al motel de allí al frente.

Frunce el ceño, asintiendo.

—De acuerdo. Compraré algo aquí primero, así que ve —informa, inmediatamente entrado al local de donde he salido.

Mientras cruzo la calle y bajo por una cera interna, cruzo los dedos, deseando que tengan un baño libre. Un jodido baño. Y mientras más me acerco, más tranquilo se siente, porque esto es como un callejón y no hay personas amontonándose aquí.

Las luces neones del lobby me ciegan un poco, pero me acostumbro rápido. Hay una chica sentada en un amplio sofá y una mujer con una pequeña en brazos, pidiendo, al igual que yo, un baño.

—Es una niña, por favor —exclama la madre—. No he podido conseguir un baño libre en ninguna parte. No tardaremos.

La mujer que las atiende inspira hondo, mira alrededor y finalmente asiente, dejándola pasar. Algo me dice que no tengo chance en este lugar, más la idea de ir a una habitación se me cruza por la mente de forma rápida. Estoy tan desesperado que podría pagar por un cuarto solo para usar el váter.

—¿Buenas noches? —dice la chica, volviendo a su lugar.

Lo pienso un microsegundo, no quiero ser rechazado de nuevo. O tener que salir y buscar otro maldito lugar.

—¿Tienes habitaciones libres? —le pregunto, acercándome.

La chica mira la pantalla de su computador.

—Hay dos habitaciones. Tercer y último piso.

—Que sé el último —le digo, sacando mi billetera. Mientras eso, ella me mira con curiosidad.

—¿Una hora?

—Si —asiento, entregándole mi tarjeta para efectuar el pago.

—¿Espera a alguien o...?

Dirijo mis ojos a la entrada, tal vez por si Taehyung viene en camino. Pero eso no pasa y la chica me entrega la llave.

—Tal vez venga más tarde —le menciono, yendo directamente al ascensor.

Cuando las puertas se cierran, mis músculos descansan un poco, porque sé que la tortura terminará pronto. Desciendo en el último piso y me meto a la habitación. No doy tiempo a reparar en nada, más que en el baño: dos cubículos trasparentes gigantes. Al menos el del váter, que está pintado hasta la mitad, te da la certeza y comodidad de que no te verán desde afuera.

Apuro el paso, deteniéndome frente al retrete para, finalmente, descargar mi vejiga, que queda resentida después de terminar.

Es tan satisfactorio que sonrío.

Cuán liviano me siento.

Tiro la cadena, me abrocho el pantalón y me acerco al lavamanos. El agua está terriblemente fría, pero me gusta porque me despierta. El jabón es de olor a avena, más no opaca el olor dulce del baño. Abro la puerta atrás de mí y me meto al cubículo de la tina. Es como si nada la separara del resto de la habitación y, sin ningún motivo, me pone nervioso. Me devuelvo, saliendo afuera y sentándome en el borde de la cama, luego voy al sillón frente a esta y me desparramo, mirando el techo.

Tanto silencio. Tanta soledad. Tanta comodidad.

Y aun así mi corazón está desembocado.

Me termino de bajar la cremallera de la chaqueta para sentir los latidos de mi corazón contra la palma de mi mano. Late muy rápido y no sé por qué. Cierro los ojos, respirando lento, esperando que las pulsaciones disminuyan.

Quiero quedarme aquí conmigo mismo.

De hecho, esto es algo que debería de volver a hacer, pero no en un motel. Quizás debería de reservar alguna habitación en algún hotel y pasar una noche allí. Alejarme de todos por un momento. Y la idea me gusta, al tiempo que me hace sentir terriblemente culpable.

A veces sueño con tener mi propio lugar, pero veo a mi familia y tengo temor de marcharme. ¿Me odiarían? Es definitivo que rompería sus corazones, y lo que menos quiero es que vuelvan a sufrir.

Un toque en la puerta me hace sobresaltar poquito y me muevo lento, consternado. El segundo golpe me saca de la estupefacción y camino hacia la puerta. Cuando la abro, ancho los ojos y mi cuerpo se enfría en segundos.

—Creí que solo prestarías un baño —menciona Taehyung, mirándome fijamente con el entrecejo arrugado y los labios fruncidos—. ¿O querías estar solo y...?

—No, solo necesitaba un baño —niego, haciéndome a un lado para que él pase. Cuando lo hace, trago saliva y cierro la puerta—. Iba a bajar en un momento.

—¿Por qué? Está cálido aquí dentro. —Deja una bolsa sobre el sofá, quitándose su chaqueta para dejarla a un lado mientras le da un vistazo al lugar—. No conocía este motel.

Por un momento me pregunto a cuantos moteles ha ido, pero me reservo el pensamiento, observándolo ir al baño para lavarse las manos antes de volver. Debe haber estado con muchas chicas en lugares como este...

—Traje hoppang, ¿quieres? —dice, tomando la bolsa y colocándola en el suelo, al tiempo que se sienta allí—. No es el mejor lugar para comer, pero no está tan mal.

Desde que abre la bolsa y deja a la vista los hoppangs, mis ojos brillan y mi estómago gruñe. Me siento frente a él y, antes de meter mi mano a la bolsa, él se adelanta, entregándome un bollo cocido.

—Este es de alubias rojas —avisa como algo natural cuando esperaba que olvidara mis gustos—. No sé por qué te gusta ese... Si es que aún te gusta.

—Aún me gusta —confirmo, recibiendo el hoppang y soplando un poco antes de morder, haciendo que la masa dance en mi boca porque está demasiado caliente—. ¿Alguna vez lo has probado al menos?

—Una vez. Pero es demasiado dulce.

Sonrío poquito y nos dedicamos a comer en silencio, mirándonos de cuando en cuando. La incomodidad es palpable ahora que estamos solos y encerrados. Me hace sentir tantas cosas que el calor se vuelve insoportable, hasta el punto de obligarme a quitarme la chaqueta de encima. No sé por qué no lo había hecho antes.

Al finalizar, me giro para que mi espalda quede contra el sofá, un poco más cerca de Taehyung. Ha quedado un hoppang de alubias, pero ya no cabe en mi estómago y Taehyung se ha negado a comérselo.

—¿Crees que ya hayan abierto el paso? —pregunto para romper el silencio, evitando mirarlo fijamente porque me hace picar la piel.

Me mira de soslayo, humedeciéndose los labios.

—No creo.

—Entonces... ¿Crees que vaya a tomar más tiempo?

Sus ojos se fijan en los míos por segunda vez, mirándome de forma intensa. Mis pulsaciones aumentan y no puedo evitar ver sus labios entreabiertos a punto de replicar, y cuando vuelvo la mirada arriba, descubro que él ve los míos. Por impulso me lamo los labios.

—Es... —suelta, su voz sonando ronca, como si se le dificultara encontrarla—. Es probable.

Cuando nuestras miradas vuelven a ser una, pasan alrededor de tres segundos, un instante en que toda cordura, incluso preocupación, se desvanece.

Nos besamos con un deseo reprimido, como si hubiéramos esperado años para esta ocasión y fuera el momento justo para liberarnos. Él abre su boca y yo la exploro con ansias, mientras mis manos buscan la piel de su cintura bajo la ropa. Me muerde el labio superior, luego el inferior, antes lamer mi lengua. Taehyung es jodidamente bueno cuando se trata de los besos y me vuelve loco.

Hago que Taehyung se incline sobre mí y aprovecho para quitarle la camisa que tanto me estorba. Él no quiere quedarse atrás y, tirando del dobladillo de mi camisa, la saca rápido por sobre mi cabeza. Hago el amago de levantarme, sujetando su cuello al tiempo que beso sus labios, mordisqueando la línea de su mandíbula y descendiendo por su cuello.

Su olor me excita, y creo por un segundo, que me convierte en un animal. Mis manos jalan sus pezones, los pellizca y luego los chupo. Quiero tenerlo todo en mi boca, sin perder un centímetro de su hermosa piel.

Por primera vez lo escucho gemir, exhalar con fuerza, y cuando vuelvo la cabeza, puedo notar que tiene sus ojos cerrados y la boca abierta, sus labios rojos, hinchados. Tan perfecto.

Su mano, que se agarra de mi cabello, me empuja de vuelta a su piel desnuda y, mientras desciendo por su pecho, busco el botón de su pantalón. No obstante, después de abrir la cremallera, Taehyung me empuja al suelo, colocándose sobre mí para besarme el cuello, chupeteando al tiempo que sus manos me acarician las tetillas y delinea mi cintura. Me desabrocha el pantalón y, cuando me los baja hasta medio muslo, lo hago rodar para ponerme sobre él.

Esto es una lucha, y él lo entiende. Más cuando intenta empujarme de vuelta, nuestras caderas chocan con fuerza y nuestros miembros duros, enardecidos, sienten placer por el golpe. Y como la tela de su ropa me lastima, de un tirón se la quito, no sin antes enviar a alguna parte de la habitación sus zapatos sin cordones, que ha facilitado la salida.

Manoseo sus pantorrillas, sus piernas y sus muslos, observando como enarca la espalda y alza la pelvis.

En lugar de hacerle sexo oral, lo tomo con mi mano, y me pongo sobre él. Estamos desenfrenados, en busca de más contacto. Queremos, como sea, llegar al orgasmo.

Él me toma de las caderas y me empuja, haciendo que yo simule embestidas. Ahora no solo intento darle placer a su miembro, sino al mío, con mi pulgar en el glande mientras le beso el cuello y él me agarra las nalgas.

Escuchándolo gemir —similar a un jadeo de satisfacción—, con su simiente ensuciando mi mano, llego al éxtasis en un instante. Tengo algunos espasmos, al igual que él, hasta que me dejo caer sobre su hombro, respirando frenético contra su cuello. Puedo sentir su corazón latiendo con fuerza contra mi pecho, algo que siente extraño.

Corazón contra corazón.

En el momento en que me suelta, me hago a un lado. Me quito los zapatos, ayudándome entre mis pies, más no estoy seguro de si quitarme o, al contrario, terminar de ponerme el pantalón.

—¿Podemos olvidar lo que pasó? —pregunta dubitativo, volteando la cabeza hacia el otro lado para ocultar su expresión. Tal vez está avergonzado, o enojado por dejarse llevar.

—¿Eh?

Ante mi confusión voltea a verme. Su rostro está cubierto por una capa de sudor y su piel se ve roja.

—Creo que no duramos ni tres minutos —menciona y caigo en la cuenta de que ha sido en un abrir y cerrar de ojos. Es probable que nos hayamos tardado más en quitarnos la ropa que en llegar al orgasmo. Y ante esa idea, apretujo los labios en un vano intento de no reírme—. La cama está a menos de dos pasos y terminamos en el suelo.

No puedo aguantarlo, rio un poco y él también, aunque intenta no hacerlo.

"Fueron las ganas", quiero decirle, pero no lo hago. En cambio, lo observo sentarse y alargar la mano para tomar su bolso y sacar un clínex, dándome dos para limpiarme la mano y parte del pecho donde ha salpicado.

Mientras me limpio y lo observo aún desnudo, no puedo evitar excitarme de nuevo, con pensamientos pecaminosos yendo a todas direcciones. Sin embargo, saltar sobre él, sin saber si lo quiere, me impide hacer cualquier movimiento. Desearía tener alguna señal. Y justo cuando lo pienso, él voltea un poco, aún sentado en el suelo, su miembro duro y enhiesto quedando a la vista.

Él sabe que lo veo, y por un segundo eso me avergüenza.

Lo que pasa a continuación me toma por sorpresa, más lo recibo con gusto. Pone su mano detrás de mi cuello y me empuja a directo a su boca, me muerde y luego me empuja contra el suelo, pero no de forma violenta. Me quita el pantalón y, cuando su boca queda cerca de mi entrepierna, echo la cabeza hacia atrás para recibir su lengua en mi miembro, haciéndome estremecer.

Suspiro, luego obligándome a cerrar las piernas. Es un movimiento involuntario, tal vez empujado por el miedo a lo desconocido o, al contrario, por lo que ya conozco y sé que me hará delirar.

—No, espera —dice de repente, alejándose poquito—. Hay que ir a la cama.

Sonrío débilmente, levantándome con parsimonia al tiempo que él busca algo en su bolso. Finalmente, chasquea la lengua y lo veo sacar un sobre de condón, notándose molesto y decepcionado cuando voltea a verme.

—No tengo lubricante y hay un solo condón.

Frunzo el ceño, encogiéndome un poco mientras apoyo las manos atrás de mi cuerpo.

—Está bien, ¿no?

Hace un movimiento en el que el condón salta de su mano para volver allí, encerrándolo en su puño mientras se acerca a la cama. Por un segundo quiero retroceder, pero no hay nada de peligroso allí, solo él sentándose frente a mí.

—¿Siempre usas condón?

—¿Qué? —preguntó sorprendido, ladeando la cabeza. De repente el calor me sofoca.

—Necesito saberlo. —Antes mi silencio, toma aire—. Yo siempre uso condón, y me hice exámenes hace poco. Estoy limpio, ¿y tú?

Intento analizar la situación, aunque la sinceridad de esta conversación me pone tan inquieto que me esfuerzo por ocultar una risa nerviosa.

—¿Quieres hacerlo sin condón? ¿Es eso? —Asiente con la cabeza, haciendo fruncir el ceño—. Pero hay un condón.

—No hay lubricante. Es mejor prepararte con esto —dice, jugando con el sobre del condón entres sus dedos—. ¿Entonces?

Botó el aire retenido en mis pulmones de manera lenta, sintiéndome, por alguna razón, más excitado que nunca, quizás porque él me mira con demasiada determinación.

—Siempre uso condón, y estoy limpio.

Es irónico, cuando estábamos en la secundaria lo hacíamos sin condón, sin preocuparnos mucho por usarlo. Lo que nunca olvidábamos era el lubricante. Pero, independiente de eso, cuando Jia se hizo sus exámenes, decidí hacérmelos con ella para aprovechar el momento. Además, después de eso no he vuelto a estar con nadie. Estoy saludable, de alguna manera.

Taehyung vuelve contra mí y me besa, descendiendo luego por mi mentón mientras sus manos me tocan por todos los lugares posibles.

—Date la vuelta —susurra en mi oído, su voz sonando ahogada.

—¿Por qué tengo que recibirlo? —inquiero, indignado, y él se aleja poquito para verme, mostrándose divertido.

—Dijiste que estabas en vacaciones. Yo debo trabajar mañana.

Quiero replicar, sin embargo, considero que eso tiene mucho sentido.

—Entonces sé amable —dictamino y su expresión se suaviza, casi sintiendo culpa.

Evado su mirada y me giro, con los ojos fijos en las sábanas blancas. Comienza por besarme la parte de atrás del cuello, el hombro, luego siguiendo la espina dorsal hasta detenerse a la mitad. Las yemas de sus dedos terminar de trazar el camino hasta mis glúteos. Se aleja un poco y lo siguiente que escucho es el sobre rasgándose. Está sacando el condón, y cierro los ojos, preparándome mentalmente para esto.

Su mano izquierda abraza mi pecho con dificultad, levantándome unos pocos centímetros de la cama. Consecutivo a eso, tantea entre mis nalgas, su dedo haciendo círculos en mi ano, obligándome a tomar aire cuando se abre paso en mi interior. Y cuando lo introduce todo, siento mis músculos tensarse, más él me vuelve a besarme el cuello y el hombro.

—Relájate.

Exhalo despacio, cerrando los ojos con más fuerza.

Mueve el dedo en mi interior, hasta sentirse bien uno más. Gimo más alto, más como una queja. Su mano, que está bajo mi cuerpo, se mueve para tomar mi tetilla, aplastándola y tirando de ella para distraerme levemente del dolor.

Controlo mi respiración, así mismo mis músculos.

Introduce el tercer dedo más tarde y gimo de nuevo, moviéndome un poco.

—Ya casi —dice.

¿Ya casi qué? Luego de esto viene la parte más difícil y eso no me tranquiliza en absoluto. No obstante, se asegura de prepararme bien, hasta el punto de hacerme sentir placer con el movimiento de sus dedos.

—Uno más —anuncia, y en lugar de seguir con su miembro, introduce un cuarto dedo. Por inercia, busco su mano bajo mi cuerpo y la agarro con fuerza, alzando mis caderas.

Intento controlar mi respiración y él vuelve al juego de los besos para distraerme.

Finalmente, cuando se aleja, tirando el condón a un lado, sé lo que viene y me muerdo el labio. Él me toma de las caderas, alzándolas a su consideración. Pasa su miembro entre mis nalgas, su líquido pre seminal haciendo un camino pegajoso.

—Espera —le digo, girándome. Él frunce el ceño y se queda inmóvil—. Acuéstate —le pido, palmeando a mi costado.

Pasa saliva y me mira dubitativo, no obstante, se tumba a mi lado, su cabeza cerca de las almohadas. Tomo su miembro y acaricio el glande, tomando un poco de su líquido para terminar de esparcirlo hasta la base. Por supuesto, no es suficiente líquido.

—Jung... —gime cuando me pongo sobre él, dándole la espalda. Sus manos me toman la cintura, quemándome la piel—. ¿Estás seguro?

No le respondo. Tomo su miembro y lo dirijo a mi entrada. Tomo aire y lo boto al tiempo que lo introduzco en mi interior. El movimiento me pone los pelos de punta.

No lo introduzco todo. Espero unos segundos y comienzo a moverme en círculos. Todos somos sensibles en la punta y sé que eso lo excita por como suspira. Debe estar desesperado, pero a la vez con la idea de que podría llegar al orgasmo con esto.

Lo saco y lo vuelvo a meter, moviéndome ahora como de al frente hacia atrás. También quiero meterlo por completo, más quiero esperar a estar acostumbrado. Y cuando lo consigo, termino de introducirlo todo de forma paulatina, sintiendo la comisura de mis ojos húmedos. El cuerpo me tiembla por un microsegundo y, cuando he conseguido tenerlo todo dentro, me quedo quieto, enloqueciendo por sus manos, que buscan acariciarme por toda la espalda, abrazándose a mi cintura como si fuera su parte favorita.

Finalmente, me muevo de forma segura y él gime, aflojando de cuando en cuando su agarre. Me inclino y, apoyándome sobre sus piernas, me muevo con más facilidad, en círculos, de arriba abajo, de un lado a otro. Me aprieto en torno a él y es en un momento que pierde la cordura, sentándose y abrazándome como un koala, su mano saliendo disparada a buscar mi miembro. Cuando lo hace, me pierdo por completo y dejo que él tome el control. Me lleva hacia atrás, haciendo el esfuerzo de embestirme con fuerza pese a la posición. Su mano en mi pene, moviéndose de arriba abajo, luego su pulgar acariciando el glande... Más rápido, más fuerte.

Echo la cabeza hacia atrás y siento el espasmo recorrerme de los pies a la cabeza, nublándome la vista, dejándome la mente en blanco. Y cuando él se corre en mi interior, creo tener un segundo orgasmo allí mismo, aunque es solo una satisfacción en un rincón lascivo de mi mente.

Nos quedamos inmóviles, respirando rápido y pesado. Entonces, decido moverme, sintiendo cansancio en todo mi cuerpo. Juro que podría cerrar los ojos y caer en un sueño profundo justo ahora.

—Necesito una ducha —avisa de forma rápida, levantándose y metiéndose al baño.

No observo sus movimientos adentro, pues estoy demasiado exhausto y pensativo como para hacerlo.

Eso es todo.

Lo hemos hecho, y se ha sentido jodidamente bien. No, más que bien. Ha sido el mejor orgasmo que he tenido en los últimos años.

Agarro aire, moviéndome un poco. De repente, la parte baja de mi cuerpo se siente entumecido y se me hace difícil moverme. Luego lo recuerdo, Taehyung se ha corrido en mí, aunque no es que lo sienta, pero sé que su líquido está allí y eso me hace sentir sucio y satisfecho.

Me quedo quieto por un tiempo, luego preguntándome si es posible que esto haga parte de los cuatro mil dólares a pesar de que se ha dado de la nada.

—Deberías darte una ducha —propone cuando sale del baño, usando una corta toalla para cubrir su miembro.

Cierro los ojos y suspiro, moviéndome con dificultad al borde de la cama. Él me mira en silencio, sin perderme de vista incluso cuando entro al baño. Adentro, tomo una toalla de las repisas sobre el lavamanos y camino a la bañera. Mientras configuro el agua, observo a Taehyung de espalda, vistiéndose. Aún sigo conmocionado por todo lo que pasó.

Me baño rápido, aprovechando que él se mueve al otro lado de la habitación, mirando por la ventana para no verme mientras me limpio.

Cuando salgo, noto mi ropa sobre la cama, sin embargo, al menor movimiento, no puedo evitar poner mala cara. Me duele incluso si solo me estiro para tomarla.

—Déjame revisarte —dice, de repente con los brazos cruzados a la altura de su pecho, recostado levemente contra la ventana.

—¿Qué?

—No usamos lubricante y podría haberte desgarrado. Déjame ver.

Por un momento me quedo lelo, luego suelto una risa nerviosa al tiempo que me pongo la ropa interior. Me siento avergonzado, diminuto.

—Estoy bien.

—Jung-

—En serio, estoy bien —afirmo, poniéndome, con una dificultad que intento disimular, el pantalón—. Es normal que duela.

Me mira por unos segundos más antes de suspirar y dejar los brazos laxos.

—Puedes comprar ibuprofeno en la farmacia. Y si hay sangrado, ve a urgencias o llámame.

No puedo evitar reírme y él tuerce el gesto ante mi acción. Incluso si hay sangrado, este podría detenerse al poco tiempo. Sí, podría ser algo para asustarse, pero para mí, que ya me ha pasado antes, es un poco menos terrorífico.

—No es mi primera vez —le recuerdo, yendo por mis zapatos.

Es curioso, y a la vez molesto, él está preocupado ahora, pero la primera que nos vimos, que él fue violento conmigo, no mostró ningún interés en saber si me había provocado un desgarre por su fuerza. Sé que decidimos intentar hacer las paces, pero si vuelvo una y otra vez al pasado nada podrá ser. Y ese es un grave problema que tengo. A veces el pasado no es solo el pasado para mí.

—¿No había quedado un hoppang? —pregunto curioso antes de que Taehyung abra la puerta.

Miro alrededor, sin poder encontrar nada. Entonces hago el amago de agacharme, pero Taehyung lo hace primero y saca la bolsa de debajo del sofá.

—Aquí está —suspira, ofreciéndome la bolsa—. ¿Vas a llevártelo? Está... un poco aplastado.

Arrugo la nariz, tomando la bolsa solo para ver el estado del hoppang. Con aplastado quiere decir que está completamente destrozado, incluso su relleno cubre la bolsa.

—Creo que paso.

Taehyung lo guarda en su bolso, diciendo que lo desechara en su casa. Bajamos a recepción y entrego las llaves. Dice que estaba a punto de ir a tocarnos la puerta porque hacía siete minutos que deberíamos de haber dejado la habitación. Supongo que estuvimos distraídos.

—Puedo dejarte cerca.

Meneo la cabeza, subiéndome el cierre de la chaqueta.

—Dijiste que tenías que trabajar mañana. Deberías de ir a descansar. —Arruga el entrecejo, reflexivo—. Lamento que las cosas no salieran bien. Me refiero a que deberías de haberte ido a casa desde hace rato y-

—Jungkook. Fue una buena noche —afirma, mirándome fijo a los ojos—. Me sorprendió que me invitaras y te agradezco por hacerlo... Creo que deberíamos de salir a cenar más seguido. O algo así.

Sé a lo que se refiere, sin embargo, no sé cómo tomarlo y decido callarme mientras caminamos. Las calles están más vacías. Parece que el tráfico desapareció hace un buen tiempo y ni siquiera nos percatamos de ello.

—¿Tomarás el bus?

—Iré en taxi.

Asiente, tomando una bocana de aire.

—Bien. Adiós.

—Adiós.

Él no espera nada y yo menos, ambos giramos en direcciones opuestas y nos alejamos uno del otro.

Los lugares donde él tocó aún se sienten calientes por dentro. Mi cuerpo duele y se siente, con cada paso, más agotado. Necesito ir a casa, necesito una cama. Presiento que dormiré profundamente, pero pensamientos invasivos me hacen doler la cabeza. Lo que sucedió me hace sonreír tanto como me vuelve vulnerable. 




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