⠀⠀Capitulo 20 (1)
La beatitud que desprende el mar es enternecedora.
La primera vez que fui me quedé con los pies embullados en la arena mientras el mar lentificaba las olas en la orilla, mojándome hasta los tobillos. En aquel momento me había aislado de la aglomeración de personas y estaba en un pequeño rincón de la playa, mucho más lejos del bullicio. Estaba yo y el mar, mirándonos fijamente, sintiéndonos y proclamándonos. El alba había pasado hacía unas horas y pronto tendría que volver al hotel para reclamar un poco de comida.
Taehyung llegó unos minutos después —cuando me estaba dejando embriagar por el olor de la arena mojada y de las piedras lisas—, me abrazó por la cintura y dejó un beso en mi cuello, cerca de la clavícula. No fue casto, intuí una segunda intención en la forma en que me apretó contra su cuerpo y la punta de su nariz olisqueó mi hombro. Lo recuerdo como si la humedad del mar aún estuviera sobre mi piel.
—¿Por qué no vamos a desayunar?
Bajé la mirada, exhausto.
—Más tarde.
—Sunny está esperando que vayamos a desayunar para venir a divertirse.
Cerré los ojos nuevamente y respiré profundo. No quería subir aún, no tenía ganas ni fuerzas para seguirle el juego.
—¿Está bien si me quedo aquí un poco más? —le pregunté con amabilidad.
—Claro.
Pero siguió en la misma posición, sin inmutarse, y su tranquila respiración comenzó a irritarme.
—A solas —agregué.
Taehyung aflojó un poco el agarre y me miró fijamente, aunque yo apenas pude verlo por el rabillo del ojo.
—¿Por qué? —cuestionó, un poco molesto—. Si te traje conmigo fue porque quería que pasáramos tiempo juntos. ¿No quieres?
Me quedé quieto, pasando saliva. Mi intención no era hacerlo sentir mal. Estaba agradecido y complacido por su invitación.
—Sí, pero...
—Acordamos divertirnos —señaló con recelo y yo aguardé silencio, dejando que él lo tomara como quisiera—. Vamos.
A pesar de no ser brusco y, al contrario, tomar mi mano con gentileza y una sonrisa amable, sentí como si me llevara al borde un abismo y no al mismísimo paraíso. Caminamos como una pareja joven, o simples amigos. Nunca nos importó la opinión de los demás con respecto a nosotros mismos.
Al llegar al hotel, la señora Sunny —quién se había encargado del viaje porque los padres de Taehyung no pudieron—, se aseguró de que recibiéramos nuestro desayuno en la habitación y luego bajó a la playa, dejándonos a solas, segura de que lo único que haríamos sería llenar nuestro estómago.
Y qué equivocada estaba.
Taehyung tenía ansias de mí. Y yo lo tuve en el momento en que huimos al baño y él me acarició las partes privadas, que no eran tan privadas para él, claramente.
Usábamos el baño, porque de esa forma, si a sunny le daba la gana de entrar, podíamos poner excusas diferentes y, sobre todo, creíbles, ya que, si llegaba a vernos, lo más probable es que nos metiéramos en serios problemas.
Bajo la ducha dejé que pusiera sus piernas alrededor de mi cintura y se sujetara de mis hombros mientras lo embestía. Ninguno de los dos pesábamos mucho, pero cargar a Taehyung de esa manera me daba mucho trabajo porque el suelo estaba húmedo y tenía que ser muy cuidadoso para no tropezar.
Aun así, fallé.
Recuerdo que lo solté abruptamente y caí arrodillado sobre las baldosas. Lastimosamente, mi rodilla impactó con el plato de la ducha y me hice un corte, no profundo, pero que si supuraba una cantidad considerable de sangre...
El móvil vibra sobre mi estómago —esfumando cualquier recuerdo— y me estremezco poquito, alargando una mano para tomarlo. En lugar de moverme, pongo la pantalla delante de mis ojos y entonces parpadeo, mirando el mensaje que ha llegado. Taehyung ha aceptado salir conmigo cuando salga del trabajo en una hora. El corazón se me acelera, he intento no delatarme con una sonrisa.
Me siento y me masajeo los ojos. He estado varios minutos acostado mirando a la nada hasta el punto de haber olvidado parpadear. Últimamente, mis ojos se sienten más secos, tal vez porque divago demasiado. Por ejemplo: esta mañana me quedé cerca de diez minutos completamente ido, pensando, más que todo, en sí sería una buena idea invitar a Taehyung a salir. Al final decidí que sí, porque él no debería de ser el único interesado en mejorar esta relación de rivalidad. Tampoco he podido dejar de pensar en lo que sucede con el club. Yugyeom me ha escrito estos días y no para recordarme que mis vacaciones se terminan en cinco días, sino para intentar algo más. Creo que quiere invitarme a salir, pero no está seguro. Me saluda y me pregunta que haré mañana. Aunque le conteste que nada, cambia de tema o me deja en visto. Quiero decirle que alguien quiere sabotearlo, más no me atrevo y me hace sentir fatal.
Tomo una bocana de aire y salto de la cama. Mi ventana está totalmente congelada y afuera la nieve sigue cayendo de manera ligera y silenciosa. Tal vez no es el mejor momento para salir, pero no quiero esperar un mes para hacerlo.
Me acerco al armario, tomando una toalla y ropa interior limpia para darme una ducha. Taeha está en su habitación mientras que Ahin ayuda a mamá a preparar la cena. Cuando todos estamos en casa prefiero quedarme en mi habitación, mi único lugar privado, seguido del baño.
—¿Vas a salir? —pregunta Ahin acercándose con sus manos manchadas de color naranja, manteniéndolas arriba, lejos de su cara—. Estamos emparedando unas pechugas. ¿No quieres cenar antes de irte?
—Hum. Saldré a comer afuera —admito.
Ahin se muestra sorprendida y no la juzgo. Casi nunca salgo de casa, excepto para ir a la escuela, al trabajo, o para visitar a Jia.
—¿Estás... saliendo con alguien? —curiosea con una sonrisa innata—. ¿Es del trabajo?
Por un segundo me siento tan avergonzado que siento el cuerpo en llamas. Ahin sabe que me gustan los chicos, y no porque yo se lo haya dicho. Un día me encontró besando a Jay en un callejón, lo que probablemente la traumó un poco. Hizo preguntas inocentes de camino a casa y a la final le compré un helado para evitar que le dijera a mamá.
—No estoy saliendo con nadie.
—Pero vas a bañarte —inquiere, señalando con burla la toalla que llevo en la mano.
—Me baño todos los días.
—Es cierto, pero cuando descansas usualmente te da flojera hacerlo. —De repente se escucha un ruido fuerte desde la cocina y se me hiela la sangre, porque no quiero que mamá nos escuche—. No te preocupes, mamá ya lo sabe.
—¿Qué cosa?
—Pues que te gustan los chicos.
Me quedo lelo, sintiendo que las palpitaciones de mi corazón se desembocan.
—¿Cómo? ¿Se lo dijiste?
—Hace años. —Antes de replicar, ella se adelanta, explicándose—. Era pequeña y... Tú tenías como catorce y yo... Yo tenía doce. Era una niña. No era muy buena guardando secretos, ¿sabes?
—¿Qué secretos? —pregunta mamá, haciendo una aparición tan inesperada que me sobre salto, al igual que Ahin—. ¿Por qué estaban cuchicheando? ¿Vas a salir? —comenta, mirándome.
—Jungkook saldrá a comer, mamá. Ese el secreto.
—Eso ni siquiera es un secreto. ¿Ya llamaste a Taeha?
Ahin pone cara de espanto, como recién cayendo en la cuenta de que era la razón por la que había llegado allí en primer lugar. Se mueve rápido, abriendo la puerta de su habitación con un pie.
—Vas a enfermar si sigues saliendo tan tarde —me reprocha mamá con la voz, mientras me mira con ojos cándidos—. Pero si tienes algún inconveniente para volver a casa, al menos avísame, ¿está bien? Para estar tranquila.
Asiento a medias, girando sobre mis talones para meterme al baño y relajarme bajo el agua caliente. En serio le di un buen susto a mamá y todo por culpa de Seokjin. ¿Dejarme dos horas encerrado? Aún pienso en eso y se me tensan los músculos. No lo he vuelto a ver, ni a él, ni a Kibum. El taller permanece cerrado día y noche y ninguna persona de este edificio tiene idea de lo que pasó allá. Es como si se hubieran esfumado, por ahora.
Después de ducharme y vestirme, me echo algo de perfume, dándole un vistazo a mi celular antes de ir a la sala. Taehyung no ha dicho nada, no ha cambiado de parecer. Él no es como yo. A veces digo si, y cuando tengo un pie afuera, entonces me digo que no. Si hasta el momento no he rechazado ninguna invitación de él o de cualquier otra persona, no es porque no me haya arrepentido antes, es porque me esfuerzo hasta el punto de sentir que me ahogo y, entonces, logro cumplir con la cita.
—¿Y tus guantes? —menciona mamá cuando me pongo la chaqueta—. También llévate la bufanda. Y deberías ponerte un gorro. Está haciendo demasiado frío.
—Mamá, está bien —intento tranquilizarla, calzándome los pies—. No voy a tardarme. Cenaremos y volveré a casa.
Ella inspira hondo y noto que sus hombros se relajan poquito.
—Está bien —dice y al rato esboza una sonrisa—. Come mucho, hasta explotar.
Sonrío, acercándome para dejarle un beso en la coronilla antes de despedirme y salir de casa. De las cosas que mencionó mamá, he ignorado el consejo del gorro. No me quedan y nunca los he usado por lo mismo. En la escuela se burlaban de mí cuando los usaba; y tal vez debería de ponérmelo para no darle la razón a mis verdugos, pero las voces en mi mente me dicen que, a la final, tienen razón, el gorro no me queda, así como mi cara, o mi cabello, o mi voz. Intento no pensar demasiado en eso, pero es así, son pensamientos intrusivos que a veces no puedo controlar y me arañan por dentro.
En la parada de autobuses hay una gran aglomeración de personas y decido tomar un taxi. No avanza. Nos quedamos atascados en el tráfico e inspiro profundo.
—Si le soy sincero, si tiene urgencia, llegaría más rápido a pie que en auto. Estos días la movilidad ha sido fatal. Siempre es así con estos climas, pero estos días ha sido peor. —Hace una pausa, mirándome por el retrovisor con los labios fruncidos—. ¿Sabe por qué es? Por el calentamiento global. Las industrias...
Lo único que observo son sus delgados y sucios labios moviéndose mientras mi mente se va a otro lugar. Aunque tarde no puedo ir a pie, no solo por la distancia, sino porque, probablemente, moriría de hipotermia.
Fuerzo una sonrisa y saco el celular por un momento para mirar la hora. Aún faltan treinta minutos. Puedo llegar a tiempo. Y con esa idea en mente, dirijo toda mi atención al hombre, intentando no preocuparme en demasía por llegar tarde.
─────꒰↺꒱
Han pasado diez minutos desde la hora acordada. Si hubiera sabido que Taehyung vendría tarde, me habría preocupado menos. Pero no importa, algo de último minuto debe estarlo ocupando. Y no me molesta, al contrario, me alivia porque tengo estos minutos para mí.
Jugueteo con la punta de la carta laminada que muestra las especialidades del restaurante. Lo miré antes, no hay nada nuevo, pero todo se ve delicioso. El aroma de la comida inunda mis fosas nasales y mi estómago chilla. Observo mi alrededor y detallo el lugar: paneles de madera, lámparas color negras que iluminan el lugar de un amarillo brillante, más no cegador, letreros clásicos, fotografías a blanco y negro... El lugar es acogedor y ver a las personas tan concentradas en lo suyo me calman los nervios. Atrás hay una mujer adulta llevando comida al plato de un chico joven. Ella sonríe mientras el chico intenta que ella coma. Pienso en mamá, y en mí.
Vuelvo la mirada a mis manos.
Mamá sabe que me gustan los chicos y, aun así, nunca me ha mencionado nada. También olvidé preguntarle a Ahin si por casualidad, solo casualidad, le mencionó que yo salía con Jay. Pero no lo creo, si ella lo hubiera sabido, no habría permitido tal relación. Tal vez eso me hubiera salvado, porque Jay nunca le agradó.
Creo que mamá está esperando que yo se lo diga, escucharlo de mi boca, sin embargo, no sé si pueda hacerlo. Ella lo sabe y una parte de mí está bien con eso.
La campana de la puerta suena por tercera vez y el nudo en mi estómago se aprieta con más fuerza. Alzo la mirada, y entonces lo veo. Mientras inhalo profundo alzo la mano para llamar la atención de Taehyung.
«Tranquilízate», me ordeno, más no acato mi propia orden.
—Hola —saluda, dejando su maleta colgada en el respaldo de la silla, seguido de su bufanda—. ¿Llegaste hace mucho?
—No tanto —miento.
Asiente, quitándose los guantes y frotándose las manos desnudas mientras toma asiento. Tiene un gorro de lana blanca con su nombre tejido de diferentes colores y, sobre este, un pompón arcoíris. Es tierno, parece un regalo especial y me hace sonreír. Quizás se ve un poco infantil, pero le queda, sobre todo porque sus mejillas están sonrojadas y sus labios mantienen un fuerte rojo natural.
Es adorable.
—¿Pediste algo? —pregunta mirando la carta y luego a mí—. ¿Por qué estás sonriendo así?
Cierro la boca de golpe, retrepándome en la silla para dispersar mis pensamientos.
—No, aún no he pedido nada. —Él sube una ceja, esperando que le explique por qué tenía una sonrisa bobalicona en el rostro—. Tu gorro... Es bonito.
Frunce el ceño y se lleva las manos a la cabeza, tanteando allí. Es como si acabara de recordar que aún lo lleva puesto. Suelta aire y se lo quita, dejando algunos mechones desordenados que se apresura a poner en orden.
—No tenías que quitártelo. Se te ve bien.
—Estabas burlándote de mí. Además, no hace frío aquí —agrega, abriendo su chaqueta gruesa.
—No me burlaba de ti. El gorro te hacía lucir tierno, es eso.
Taehyung ancha ligeramente los ojos y me humedezco los labios, al tiempo que me araño el dedo pulgar. Las palabras han salido por si solas en un momento de comodidad. El calor se agolpa en mi rostro y me aclaro la garganta.
—¿Sabes lo que vas a pedir?
Él pestañea lento, alzando la carta y concentrándose en eso a la vez que echo otro vistazo alrededor, recordándome mentalmente mantener la boca cerrada lo más que se pueda. No obstante, es difícil cuando estamos solos y con un silencio de por medio.
Cuando Taehyung termina, alzo la mano y un mesero se acerca para tomar el pedido. Él se ha pedido varias cosas, mientras que yo he pedido algo liviano como una sopa y un vaso de cerveza que, a la final, no es tan liviano, pero sé que me ayudará a tragarme esta vergüenza. Él parece querer decir algo, quizás preguntarme si en serio comeré solo eso, más no lo dice y suaviza su gesto, distrayéndose con su gorro en mano mientras pasa sus dedos por las letras que resaltan allí.
—¿Fue un regalo especial? —pregunto.
Me mira curioso, sosteniendo el objeto con más fuerza.
—Me lo dio la madre de una paciente cuando hice el internado —me explica, su voz sonando suave y profunda—. Fue cuando inicié mi rotación en pediatría.
Asiento con la cabeza. Y me doy cuenta de que su vida en serio me interesa, realmente quiero saber lo que fue de él todo este tiempo. ¿Es ser demasiado entrometido?
—Deben de darte muchos regalos.
—A veces, sí.
—Y ese es especial, supongo.
Tuerce el gesto, volviendo la vista a dicho regalo. Inspira hondo antes de guardárselo en el bolsillo de su chaqueta, asegurándose de dejarlo muy adentro. Se lleva las manos al cabello y tira hacia atrás. Creo que no hay mejor vista que esta. Y, aunque se me hace atractivo con su rostro despejado y sus labios entreabiertos, en sus ojos observo un apagón, como si todas las luces del lugar hubieran dejado de funcionar.
—Su hija fue una paciente a la que le tomé mucho cariño. Tenía una enfermedad grave y no faltaba mucho para que la consumiera por completo. —Hace una pausa, medio sonriendo—. Creo que fue el destino haber llegado antes de que eso pasara. Pasé alrededor de un mes y medio con ella antes de que se fuera. Fue lindo.
Sus ojos brillan tanto y la sonrisa que se le forma es tan natural e incontrolable que a mí se me dibuja una también.
—Creo que eres la persona más feliz del mundo cuando se trata de niños —suelto, hipnotizado—. Y si es algo que te hace así de feliz, ¿por qué aún no has dado ese paso? ¿No... lo quieres?
La sonrisa se le borra de a poquito y sacude la cabeza.
—No lo entiendes —dice, sonando amable—. Es complicado. Puedes desear algo con todo tu corazón y no tenerlo. A veces tenemos lo que no deseamos, pero es una parte del camino, es parte de la meta.
Arrugo el entrecejo, confundido. Y entre ese corto y pequeño silencio, la mesa de repente comienza a hacer cubierta por platos y un olor exquisito. Taehyung se saborea con solo ver la comida y yo paso saliva, jugueteando un poco con los palillos mientras observo mi sopa de fideos.
Quizás tengo hambre, sin embargo, me abarca una especie de desánimo. O pereza. No estoy seguro. La idea de tomar los fideos, abrir mi boca, pasar el alimento. No es atractivo. En cambio, beber algo frío si lo es. Han traído una jarra de cerveza y dos vasos de vidrio.
—¿Quieres cerveza?
Taehyung termina de masticar algo de arroz y agita la cabeza.
—Voy a conducir. Además... No soy muy fan de la cerveza.
—Claro.
Me sirvo yo, tomando al menos la mitad en cuestión de segundos. Estoy seco. Al terminar, exhalo satisfecho y lo dejo a un lado, limpiándome luego el bigote con una servilleta. Taehyung me mira atento, masticando despacio. No quiero preguntar por qué me ve tan preocupado; creo saber la respuesta. El desaliento que tenía se me ha ido e hinco los palillos al plato, llevándome una pequeña cantidad de fideos a la boca.
Inesperadamente, Taehyung pone un plato pequeño a mi lado con verduras salteadas y al otro un poco de Kimchi. Lo miro extrañado.
—Prueba eso también.
—No tengo-
—Sabe diferente, pruébalo —insiste, señalando el plato de las verduras con sus palillos.
Y lo hago, lo pruebo. No descubre otro sabor, más es delicioso.
—Sabe igual.
—Pruébalo otro poco, es por el sabor de la sopa que aún no lo sientes —dice—. De verdad, sabe diferente.
Pruebo el Kimchi, luego la verdura, y más verdura. Sigo diciéndole que sabe igual y entonces me dice que lo pase con arroz, porque es diferente. Creo que hay algo que está comiendo que le cambia el sabor en su paladar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top