⠀⠀Capitulo 15

—¿No deberías de estar arreglándote para irte?

Me muerdo el labio interno, sintiendo las piernas entumecidas después de pasar una hora en posición fetal sobre la cama. No he podido dormir y estoy agotado. Ruedo sobre la espalda y observo a Jia de pie en el umbral de la puerta, con un tarro de helado de chocolate en las manos.

Jia odia el helado de chocolate.

—¿Cuándo llegaste?

—Hace nada.

—Jia, ¿me regalas un poco de helado? —pregunta Taeha por un lado. Jia gira en punto y le ofrece el tarro.

—Espera —dice, asegurándose de sacar una buena cuchara de helado para entregarle el vaso a Taeha—. Toma.

—Taeha —la reprendo, pero ella corre a la sala.

—Está bien —interviene Jia, entrando y cerrando la puerta tras ella—. Le dije que le traería un helado. O no sé si fue a tu mamá.

Cierro los ojos, masajeándome la frente. Aún no he logrado juntar dinero para comprarle un celular a Taeha. Podría sacarlo a cuotas, pero quiero evitar las deudas lo más que pueda. Tampoco ha ido tan mal, excepto que mamá a veces se enoja porque Taeha descarga videos y juegos que la molestan todo el día con sus notificaciones.

—Entonces, ¿no vas a ir a tu cita con Taehyung? —pregunta.

—No es una cita —me escandalizo, sentándome contra la pared—. Y no estoy seguro. Creo que debería de enviarle un mensaje y decirle que nos veamos otro día.

—Se nota que has estado pensando en eso.

—No he dormido nada —admito, sintiéndome inquieto.

—¿Qué pasó con lo de disculparse? Taehyung quiere hablar, ¿qué tal si quiere arreglar las cosas? —Me quedo en silencio, haciendo sonar los huesos de los dedos de mis manos—. Jungkook, aún piensas disculparte, ¿verdad?

—Si va a perdonarme no será ahora.

—Bueno, con más razón debes de ir —suelta, sentándose a mi lado—. Quizás encontró la manera de hacerlo.

Respiro hondo, deteniéndome.

—Es que... Me siento molesto, pero no sé por qué.

—¿Quizás porque él te dijo que no estaba enamorado de ti? —indaga y volteo a verla—. Saber que en realidad uno de los dos fue el único que amó... Creo que es normal sentirte molesto.

Supongo que es eso, supongo que así debió de sentirse Taehyung en ese entonces: molesto y triste... Jia me da una palmada en el muslo y siseo.

—Arréglate que se te hace tarde —dice.

—Voy a vomitar.

—Respira profundo. Sabes que eso siempre ayuda.

Meneo la cabeza, deslizándome afuera de la cama. Tomo una toalla y ropa interior para ir al baño a ducharme. Me masajeo la cabeza, relajándome poquito. Me encantaría no poder delatar mis nervios. Cuando salgo, Jia sigue sobre mi cama, ya acostada.

—¿Cómo te va con eso? —le pregunto mientras busco algo de ropa en el armario.

—¿Con qué?

—Sabes a lo que me refiero.

—Eructo mucho. Demasiado. Y como cosas que odio. Va bien, supongo.

Giro a verla, tiene ojeras más marcadas y el ceño fruncido. Medio sonrío y me visto. Ella me ha llegado a ver desnudo. Sucedió una vez cuando intentamos tener sexo y no funcionó. En los primeros meses de amistad, creí que estaba enamorado de ella por la forma en que encajamos. Coqueteábamos todo el tiempo hasta que nos besamos y se sintió bien. Al mes siguiente, intentamos tener sexo, fue esporádico, pero no pude sentirme cómodo. Le confesé que siempre había tenido gustos por los chicos y, en lugar de darme una bofetada por haberle hecho pensar lo contrario, se sentó y hablamos toda la noche.

—Compraste libros —observa Jia de repente—. Libros de autoayuda. ¿Son buenos?

—No he comenzado a leerlos.

—¿Entonces para qué los compraste?

Me alzo de hombros, calzándome los pies.

—No he tenido tiempo.

—¿Ni cinco minutos? —Niego con la cabeza—. ¿Qué te parece si me prestas uno y tú te lees otro? Así al finalizar el mes hablamos sobre lo que leímos. ¿No es más divertido esa forma?

—¿Quieres leer más de lo que te ponen en la universidad?

—No, pero esos libros tienen pinta de salvarnos la vida.

Alzo la mirada, observando la repisa con cinco libros que he comprado de un tirón. Algunos son gráficos, como un poemario, otros tienen mucho texto. Tal vez debería de comenzar a leer alguno. Cómo sea, no puede ser ahora.

Me miro al espejo. Estoy listo.

Casi listo.

—El cabello húmedo se me ve muy mal, ¿cierto?

Jia gira los ojos con pereza y se mete un brazo bajo la cabeza, escudriñándome.

—Te ves bien, Jungkook. Siempre te ves bien.

—Eso no es verdad —refuto, dándole movimiento a mi cabello—. Taeha dijo que debería de comprarme cremas y esas cosas para la piel.

—Pero no porque estés feo, sino al contrario, porque quiere que tu hermosa carita brille más. Quiere verte saludable —concluye.

—¿Hablas con Taeha todos los días? —curioseo.

—Es la que me manda stickers, así que sí.

Rio y estiró la mano para echarme un perfume con olor cítrico. Jia me observa con dulzura y alza el puño de su mano.

—Tú puedes, Jeon —me dice.

Me pongo un abrigo y guardo el dinero en uno de los bolsillos, despidiéndome de todos antes de salir de casa.

Afuera, las álgidas corrientes de aire me hacen trepidar y juntos mis manos en la boca, exhalando para darme un poco de calor. Comenzando a caminar es que la temperatura de mi cuerpo comienza a subir, más cuando tomo el autobús.

No tengo idea de dónde queda el restaurante Moonflower, pero me guio mirando Google Maps. A veces me ha servido, otras veces me ha hecho perder. Y espero esta vez me muestre el camino correcto porque ya voy tarde.

Reviso el reloj en mi muñeca de cuando en cuando, tomando respiraciones profundas. Estoy inquieto. Me desespera no llegar a tiempo y, al mismo tiempo, la idea de llegar. ¿De qué forma "hablar" terminará bien? Sigo recordando la última vez que lo hicimos, aunque supongo que no fue peor que la primera vez.

Desciendo cinco estaciones más adelante y abro de nuevo Google Maps. Según la aplicación, debo seguir en línea recta, así que eso hago, mirando a ambos lados por si me he equivocado. Hay demasiadas personas y demasiado comercio. El bullicio me calma un poco, hasta sentirme menos nervioso.

Finalmente, me detengo frente al restaurante, cuyo nombre resalta en luces amarillentas. Llevo diez minutos de retraso y tomo una bocana de aire antes de entrar.

Una mujer está en la recepción, tras un atril de acrílico con una columna color oro. Ella usa un uniforme que la hace parecer una azafata y me sonríe en cuanto me ve. Dos hoyuelos profundos marcan sus mejillas.

—Buenas noches, ¿tiene reservación?

—Quedé de verme con una persona aquí —explico.

Ella asiente y alza la tableta sobre el atril, moviendo su dedo índice por la pantalla.

—¿Cuál es el nombre de la persona que hizo la reservación?

—Kim Taehyung. —Vuelve a asentir con la cabeza, revisando la información—. Está en el segundo piso. Siga al fondo y a mano derecha verá las escaleras. Si necesita ubicar la mesa hay otro compañero ahí que lo podrá ayudar.

—Gracias.

Un escalofrío me recorre la espina dorsal mientras cruzo el gran restaurante. Siento como si todo el mundo estuviera mirándome y yo estuviera desnudo; así de avergonzado me hacen sentir. ¿Tal vez son mis zapatos? O... ¿Mi abrigo no costoso?

Como lo indicó la mujer, al final hay unas escaleras con barandales color oro incrustadas en la pared, y tengo que darme ánimos antes de subir.

El segundo piso está más vacío y se escucha una ligera música clásica en el fondo. Se siente más tranquilo aquí arriba.

Me acerco a un chico que está de pie cerca de las escaleras y deslizo mi mirada por todo el salón... Entonces, me doy cuenta de que Taehyung está esperándome, sentado en el fondo junto a un balcón. Mira la carta con parsimonia y mantiene una postura definida que, estoy seguro, si no fuera por la camisa manga larga holgada, podría resaltar sus curvas.

—¿Puedo ayudarlo en algo?

Parpadeo, saliendo de mi ensimismamiento. Le sonrío al chico y le agradezco, aun cuando evidentemente no ha hecho nada. El pecho me duele y me saboreo los labios con ímpetu, aunque estoy nervioso, me encuentro más ansioso por terminar con esto.

Cruzar esta parte del restaurante es menos asfixiante, por lo que me siento más suelto. Las luces amarillentas dan una buena iluminación a los adornos color oro, todo resaltando como si fuera una mansión.

—Hola —saludo.

Taehyung no se sorprende, en cambio, alza un poco la cabeza, como saludando.

—Creí que no vendrías.

Paso saliva, abriéndome el abrigo para que me entre más aire.

—Tuve un inconveniente —miento, sentándome frente a él.

—¿Entonces te irás?

Lo pensé, pero no tomé la decisión todavía. Sin embargo, si estoy sentado y poniéndome cómodo... Podría estar bien, ¿no?

—No lo sé.

Frunce el ceño, claramente confundido por mi escueta y no segura respuesta. Finalmente, suspira y relaja la expresión de su rostro.

—¿Te perdiste al venir aquí? —curiosea.

—No. Fue fácil, en realidad.

Él asiente con la cabeza y me entrega la carta que estaba mirando.

—Puedes pedir lo que quieras.

Estoy tan nervioso que las manos me tiemblan y debo dejar la carta extendida sobre la mesa para evitar delatarme. Hay tantas cosas extrañas que no tengo idea de que pedir. Es comida italiana. No soy muy fan y nunca he sido bueno comiendo pastas largas.

—¿Hay algo ligero aquí?

—Quizás la lasaña.

Arrugo el entrecejo, volviendo a leer el listado de platos. Efectivamente, ahí está la lasaña. Lo ignoré por mis nervios, seguramente.

—Está bien.

Hace un ademán con la mano y un mesero viene a recoger la carta y tomar el pedido. Taehyung tiene sobre la mesa un vino tinto y un vaso de agua. Creo que a la final si tardé demasiado.

—¿Qué tal el trabajo? —pregunta y me tomo las manos bajo la mesa.

Hablar sobre mi trabajo, o incluso el suyo, no es en definitiva una buena forma de comenzar esta plática. ¿Qué debo decir?

—No ha estado mal.

—¿Te gusta?

Me muerdo el labio inferior y tomo aire. Cálmate, Jungkook.

—A veces.

Este corto silencio es desagradable y lo primero que veo es la salida. Allí está, a unos pocos pasos de nosotros.

—Jungkook. —Vuelvo la mirada, encontrándome con sus dos ojos color miel mirándome con determinación—. Sé que es incómodo, pero en serio intento que esto funcione.

Se me revuelven las tripas.

—«¿Esto?» —pregunto enarcando una ceja—. ¿A qué te refieres?

Toma aire y se recuesta en la silla, cruzándose de brazos.

—No lo sé —exhala—. Esperaba que ambos pudiéramos averiguarlo. —Hace una pausa, humedeciéndose los labios e inclinándose poquito sobre la mesa. Me genera curiosidad y, al mismo tiempo, inquietud—. No tengo intenciones de seguir guardando rencor hacia ti o nuestro pasado, aunque sea difícil no hacerlo, Jungkook. Me gustaría que intentáramos llevarnos bien. Y no sé para ti, pero para mí la única forma de perdonarte es sabiendo que no eres la misma persona de ese entonces, ¿comprendes? —Medio asiento con la cabeza, aturdido—. Y quiero que también me conozcas como soy ahora. A veces sí, puedo ser el Taehyung que conociste, pero intento no serlo, créeme.

Esto se trata de confianza. Entonces debo demostrarte que he cambiado...

—Creo que debemos demostrarnos el uno al otro que el tiempo y las circunstancias pueden transformarnos para bien o para mal —concluye.

Aunque pasan minutos desde sus palabras, no me atrevo a decir nada, saboreándolo todavía porque sé que tiene razón. Perdonar sería más sencillo si nos damos la oportunidad de conocernos de nuevo.

El mesero de hace un rato deja una copa y un vaso con agua, seguido de una cesta de tostadas y una pequeña cuenca con pasta para untar.

—Se llama tapenade —informa Taehyung, tomando una tostada y untándola de la pasta negra—. Son aceitunas machacadas. Prueba una.

Hago todo lo que él hace, sin mucha ciencia. El sabor explota en mi boca: hierbas, ajo y un toque ácido. No diría que me encanta, pero está bien. Posterior a eso, tomo un poco de agua y echo una mirada al balcón. Hay dos mesas allí, seguramente con una mejor vista del parque.

—La señora Taeyeon no ha ido por mi cabeza ­—digo, girando para tomar otra tostada­—. Creí que iría a visitarme después de tardarme con el dinero.

—Me llamó hace días para verificarlo.

—¿Entonces tú...?

—Le dije que ya me lo habías dado.

Quiero preguntarle por qué no buscó el dinero y solo esperó, sin embargo, pronto recuerdo que, lo que él hace, no es por necesidad, no como yo. Probablemente él ni siquiera necesita este dinero.

—¿Gracias?

—Te aconsejo que no vuelvas a hacer tratos con ella —dice, haciendo a un lado la cesta para servirme algo de vino—. Taeyeon es amable mientras no la molestes. En serio te hubiera jodido si le hubiera dicho la verdad.

—¿Por qué parece que te desagrada?

Se encoge de hombros, tomando su copa y moviéndola en círculos.

—Supongo que a veces puede ser irritante.

Aunque dice tenerme odio, siento que ese sentimiento es mucho más fuerte cuando se trata de esa mujer, como si fuera la cúspide de todo aquello que aborrece, generándome una curiosidad innata.

—Dijo que eres médico.

Por primera vez se muestra sorprendido de algo, sin embargo, pronto deja la expresión para abrir paso a un gesto de leve molestia.

—Parece que hablaron demasiado.

—Un poco —intento rescatar el momento. Luego de un corto silencio, decido preguntar—: ¿Harás la especialización en pediatría?

—No estoy seguro. No es un buen momento.

Asiento, sintiendo que toque un punto nervioso que no debía tocar.

Más tarde, nos traen la comida y el silencio se prolonga por más tiempo, pero no porque sea incómodo, sino porque nuestras bocas están ocupadas. El vino me cuesta tomarlo porque no estoy acostumbrado a su sabor.

—¿Quieres un postre? —pregunta cuando estamos terminando.

—Estoy bien, no suelo comer tanto.

—Creí que eso había cambiado. ¿Por qué sucede?

El estudio, el trabajo, las preocupaciones. Siempre ha sido eso.

—No lo sé.

Medio me quito el abrigo, presa de un calor que no logro explicar. La lasaña estaba hirviendo y seguramente tengo sudor en la frente.

—¿Quieres salir al balcón?

—Definitivamente sí.

Sonríe y se levanta. Lo sigo afuera, abanicándome con los laterales del abrigo hasta sentir una parte más pesada que la otra. Meto la mano al bolsillo y saco el sobre.

—Casi vuelvo a olvidarlo —comento, extendiéndole el dinero. Él lo toma, un tanto dubitativo.

Como era de esperar, desde el balcón se ve mucho mejor el exterior. Abajo hay muchas personas bien abrigadas por el frío. ¿Cuánto falta para que comience a nevar? ¿Dos semanas? Oh... El cumpleaños de Taehyung también será pronto, es lo que recuerdo de repente. Es el 25 de diciembre, un día antes de la primera nevada.

—Jungkook, no te lo tomes a mal, pero si necesitas el dinero puedes tomarlo —escucho a mi lateral y volteo lentamente, mirando su mano extendida con el sobre.

—¿Qué?

—Pensé que tal vez podrías necesitarlo.

—¿Cómo sabes eso?

Me doy cuenta demasiado rápido que fue una pregunta estúpida. Lo que me hace sentir avergonzado y molesto. La respuesta es obvia: la última vez que nos vimos acepté que todo lo que hacía era por necesidad.

Soy un idiota.

Tomo aire y me aferro al barandal, cómo para recordarme a mí mismo no perder los estribos.

—Quizás lo necesite, pero no podría pagarlo—le digo, intentando mostrar una postura relajada—. De cualquier manera, agradezco tu intención, Taehyung.

Tuerce el gesto, como si hubiera esperado otra respuesta de mi parte y lo entiendo, porque hace años mi reacción fue diferente.

—Si lo necesitas, tómalo —insiste—. No tienes que pagarlo ahora.

—No me entenderías —suelto y vuelvo la mirada al frente.

Taehyung se queda un largo tiempo en silencio y lo miro por el rabillo del ojo: se ve espléndido y apacible, con la mirada perdida en el algún punto ciego del parque.

—¿Por qué no sales con nadie del club? Creí que daban un buen dinero por eso.

Arrugo la nariz, presionando con más ímpetu mi mano contra el barandal.

—No lo sé.

—Todas tus respuestas son las mismas.

—¿Qué quieres que te diga? —le pregunto, quizás con más fuerza de la necesaria—. Lo siento.

Me mira de reojo, inclinándose poquito sobre el barandal. El frío ha convertido la piel de su rostro en un relieve de color rojizo, especialmente su nariz.

—Hazlo conmigo —dice y algo estalla en mi pecho hasta convertir mi expresión en horror.

—¿Hacer qué?

—Te daré cuatro mil dólares. —Me muevo a punto de exclamar, sin embargo, él pone su mano sobre mi hombro—. Espera, todo lo que dije no fue una mentira. En serio quisiera que ambos enmendáramos nuestros errores...

—¿Con sexo? —le interrumpo—. ¿Quieres...? Taehyung, no lo entiendo. O somos amigos, o tenemos sexo, pero no podemos ser la clase de amigos que tienen sexo. No funciona para nosotros.

—Voy a pagarte.

—Como la primera vez —respondo, escueto. Es probable que mis ojos brillen poquito por las lágrimas que intento retener—. Y eso lo hace diferente, ¿no?

Taehyung retrocede, metiendo sus manos al bolsillo de su pantalón. Luce tan relajado que me irrita.

—Supongo que debí haberte avisado desde un inicio.

No es eso. No es eso lo que me molesta, pero no puedo decirlo porque incluso yo lo siento confuso aquí dentro.

¿Necesito el dinero? Joder, sí. ¿Quiero arreglar las cosas con él? ¡Sí! ¿Tener sexo con él?

—No pasa nada si no quieres, Jungkook. Solamente estaba ofreciéndote otra forma de ganar dinero. A la final ambos ganamos, ¿o no? —Sigo en silencio, meditabundo—. Avísame si llegas a considerarlo.

Nos miramos fijamente, él con beatitud, yo con enojo. No quiero que me haga pensar de más. No quiero que me haga dudar. No quiero que me confunda.

Exhalo con fuerza, seguramente demostrándole que estoy enfurecido. No obstante, en lugar de quedarme y reclamarle por algo que yo aún no comprendo, me doy media vuelta y cruzo el salón a zancadas. 





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