Venganza de Sangre
"Yo hablaré por tus labios y tocaré por tus manos. Yo sentiré tu miseria, porque mi alma es pobre, y mi espíritu débil. Yo estaré a tu lado"
La voz interior de Thaena se opacó en un susurro, para luego caer de rodillas en la cortante yerba seca. El sendero era angosto, y parecía conducir a un infinito final o a una terrible pesadilla. Había fracasado en su sagrada tarea, error que equivalía a la muerte para una valkiria común y la pérdida automática de su divinidad. Tras salvar al guerrero ella comenzó a huir de la ira de su reina y se internó en el bosque intentando encontrar una salida, pero solo halló una engañosa encrucijada.
No podía escapar. Mientras andaba por la enredada maleza veía caer a su alrededor las plumas de sus alas. El color plata de sus pupilas se esfumó, volviéndose oscuras, como la tierra seca. Comenzaba a sentir hambre, cansancio y frío, algo que jamás había experimentado. Por primera vez emociones humanas invadían su ser, y poco a poco, su divinidad se disipó, volviéndose una simple mortal.
Agotada, y sin esperanzas de regresar a lo que fue antes, cayó al suelo. Oculta entre las encinas se echó a descansar, extenuada. Estaba vestida de harapos, expuesta a los peligros de los hombres.
Despertó luego de días de desfallecimiento. Se encontró sola en el mismo sitio, y a su alrededor estaban un montón de plumas negras, al parecer sus alas se habían deshecho por completo. Sintió pasos y risas. Trató de esconderse, pero estaba demasiado exhausta, producto a los días que llevaba sin comer.
Minutos después llegaron dos hombres que parecían leñadores. Estos venían conversando animadamente, pero callaron al ver a la jovencita.
__Vaya, ¿Qué hace una aldeanita tan hermosa perdida por estos rumbos? -Preguntó uno de ellos.
Thaena no era una aldeana, pero lo aparentaba, por su suciedad y miseria. Ya no era una esplendorosa valkiria, ahora se había convertido en humana.
__ ¿Cómo te llamas bonita? -Preguntó el otro leñador, acercándose.
__Thaena. -Respondió ella, sin poder incorporarse.
__Tiene nombre de diosa. -Rió
__Es toda una diosa. -Respondió el otro, riendo, mientras se acercaba también a la muchacha.
Thaena intentó retroceder, pero solo logró arrastrarse lamentablemente. La transformación de deidad a mortal la había dejado muy débil.
__ No tengas miedo. No te dañaremos, solo nos divertiremos un rato. -Se burló el menor de los dos.
Ambos hombres se abalanzaron sobre la indefensa joven, que solo pudo pegar un grito de espanto. La sostuvieron con fuerza, y la despojaron de sus pocas ropas. Entre golpes y maltratos, le arrebataron también su doncellez de humana y la inocencia de su nuevo corazón.
"Mi alma devastada suplica por la tuya"
"Lo sé, lo sé, mi alma también fue violada y arrojada al suelo"
"Nuestras almas suplican perdón, pero el daño ya fue hecho"
"No todo muere en la batalla, toma mis alas caídas y sálvate"
Una punzada de dolor seguida de un escalofrío invadió los músculos de Richard. Llevaba días sin dormir, caminando sin rumbo por las planicies de su tierra fría y devastada. No podía contar los cuerpos que quedaron en el camino, ni las piedras que temblaban ante su paso. Su único objetivo era llegar, pero llegar a tiempo.
Las voces de las sombras le pisaban los talones. A veces eran distorsionadas, otras como arboles infinitos y sin hojas. Pero las peores veces eran demonios disfrazados de luz, y él no podía destruirlas con el acero de su espada.
La aldea aguardaba como una madre, con las puertas abiertas. Pero unas llamas rojizas danzaban sobre los tejados de las casas y las consumían. Ya el humo se abría paso entre las calles de tierra, y el olor a azufre anunciaba la inminente muerte.
Corrió apresurado, adentrándose en el que antes fue su hogar. No había nadie para recibirlo, ya los niños y las mujeres no llegaban a su encuentro. Solo los cadáveres de quienes fueron su pueblo se hallaban a su alrededor, bañados en sangre y atravesados por flechas romanas. Siguió el antiguo camino hacia su choza, donde un hilillo de humo negro salía de su interior. Apartó las pieles, y penetró entre gritos de pánico en la morada.
__ ¡Aeris!
Nadie respondió. Recorrió la habitación con la espada en la mano. Justo sobre el lecho yacía la mujer que buscaba, su mujer. Estaba muerta, degollada por espadas romanas. Richard pegó un grito, que espantó los cuervos que revoloteaban sobre los cadáveres. Su garganta se tensó, y liberó aquel sonido desgarrador hasta que sus cuerdas vocales sangraron. Algunos dicen que duró décadas y que la tierra tembló tras la embestida. La ira del mayor de los pictos jamás sería aplacada sin venganza
(...)
Los ojos que antes fueron de plata, como cometas que se estrellan en las noches más sombrías, se abrieron. Las pupilas empañadas por el sacrilegio de un deber inescrutable, examinaron a su alrededor aun somnolientas. El miedo prevalecía en la mirada, y un recuerdo impreciso estremeció el alma quebradiza de una valkiria indócil.
Thaena despertó en un lugar ajeno al último sitio donde estuvo. Pudo notar que se hallaba en una especie de choza de piel, y que el lecho donde descansaba era de hojas y paja.
Unos gritos atormentados, seguidos de unos sollozos hicieron que se preguntara si no estaba del todo sola. Se incorporó, algo mareada. Salió de allí, muerta de miedo. Ya afuera se percató de que estaba en una especie de aldea.
Un grupo de mujeres se encontraban reunidas a unos pasos de ella. Eran mujeres jóvenes, de cabello largo y de cuerpo esbelto casi totalmente tatuado. Parecían desesperadas, hacían gestos y lloraban con visible angustia.
De pronto, alguien tomó su brazo con violencia. Thaena casi pega un chillido de miedo, pero solo atinó a retroceder e intentar liberarse
__¡Déjala, Roque! -Gritó una anciana que se acercaba.
Thaena se desprendió del brazo que la sujetaba y pudo notar a un hombrecito jorobado frente a ella. Este decía algo inentendible, a una anciana que se acercaba.
__Ya, ya. -Le dijo la mujer, mientras lo despedía con la mano.
El extraño hombre apenas le llegaba un poco más arriba de la cintura a la anciana. Tenía la cabeza grande y calva, con solo un largo pelo que le abarcaba los dos extremos centrales del cráneo. Sus ojos eran grises, y su piel clara. Solo poseía dos dientes, y sus manos eran toscas y torpes. Luego de algunas palabras mal dichas, y algo de regaño se marchó arrastrando sus grandes pies.
__Es mi hermano, está molesto porque te levantaste. Cree que aún estás débil. -Le explicó la anciana.
__ ¿Dónde estoy?
__Entra- le ordenó, arrastrándola al interior de la cabaña cubierta de pieles- Estamos huyendo de los romanos, nuestra aldea fue devastada, solo quedamos nosotros. ¡Esos malditos han matado a casi toda nuestra familia!
Thaena no respondió. Solamente miró con temor a aquella anciana desconocida, la cual la obligó a acostarse. No se atrevió a desobedecerla, con cuidado se cubrió con unas pieles de oso e intentó parecer tranquila.
__Roque tiene razón, sigues débil...Esa pobre alma en pena es casi más víctima que tu. Él te cuidó¿sabes? Te encontró tirada en mitad del bosque y te trajo a nuestro escondite. Pensamos que también habías sido víctima de los ataques de esos perversos romanos.
Thaena recordó lo ocurrido como una sombra oscura y turbia que perturba las noches más lúcidas. Aquel suceso había dejado una profunda huella en su corazón de humana.
__Roque es un hombrecillo muy especial- Continuó diciendo la vieja- Es capaz de curar a todo el que se proponga, tiene un don muy codiciado, pero le causa dolencias y malestares. Ha sufrido toda esta semana tus dolores y pesadillas...Eres muy afortunada muchacha, pudiste haber muerto de hambre o devorada por un lobo.
De pronto, vítores de alegría invadieron la aldea. Se escuchaban aclamaciones y mujeres diciendo:
__ ¡Richard! ¡Qué Gultah salve a nuestro Richard!
La anciana sonrió, dejando entre ver sus amarillentos dientes. Luego exclamó en un audible susurro:
__Ha llegado.
__ ¿Quién? -Se apresuró a decir Thaena, que enseguida recordó al guerrero por el cual había arriesgado su vida.
__Nuestro Rey...- Con rapidez se puso de pie, advirtiendo- Tú quédate aquí. -y salió apresurada, cerrando la cortina de pieles tras sus cansados pasos.
Thaena solo escuchaba las aclamaciones, y creía ver frente a si el rostro de un apuesto picto dirigente de aquella feroz batalla. Sin poder evitarlo, se arrastró hacia la salida de la choza y con sigilo descorrió la rústica cortina. No se había equivocado, allí estaba él, con los ojos frívolos como el ámbar, y con las manos y el pecho cubierto de sangre, sangre inocente, sangre pura que él pretendía vengar.
__ Pensamos que habíais muerto -Dijo el ministro de aquella tribu. Richard se acercó a él con elevado respeto.
__Gultah estuvo conmigo en todo momento. Y lo estará siempre. También me guiará a darles muerte a todos y a cada uno de los romanos.
__ La justicia se hace esperar.
__ Gultah guiará mis pasos.
Thaena alcanzó a ver a una pequeña niña de pocos años, que corriendo cayó a los pies del nombrado "rey" de los pictos.
__Salvad a mi hermano. -Murmuró sin levantar la cabeza.
Su madre se apresuró a arrodillarse a su lado y pedir perdón por la osadía de la pequeña al dirigirse al rey sin autorización de este. Richard no prestó atención a las disculpas, solamente miró a la niña con dolor. Thaena vio como sus ojos se aclaraban a punto de llorar.
__ ¿Qué le ocurrió a tu hermano?
La pequeña no se atrevió a responder, solo dejó caer dos lágrimas inocentes. El ministro respondió por ella:
__Ha sucedido algo que no conocéis aún. Los romanos se han llevado a más de una docena de niños de nuestra aldea, al parecer para un sacrificio para sus dioses. No hemos podido evitarlo.
Richard pareció turbarse de un modo casi melancólico. Solo pudo decir, apretando el puño.
__ ¿Están muy lejos de aquí?
__Se cree que a varios días de camino. Sabemos que se dirigen a la Marca del Oeste, allí tienen un templo donde pretenden realizar el sacrificio. Son muchos, demasiados, no pudimos seguirlos, tampoco detenerlos. -Explicó el hombre.
Richard escuchó todo con la mirada perdida hacia un río que se veía a varios quilómetros de distancia. Luego se agachó, colocándole una mano en la cabeza a la niña que aun lloraba.
__Tu hermano estará bien, lo juro.
Ella sonrió, al tiempo que el pueblo aplaudía y aclamaba a su rey. Richard se apartó con lentitud seguido por algunos hombres que eran los soldados sobrevivientes del ataque. Habló algunos minutos con ellos, eran menos de doscientos. Thaena aguzó lo más que pudo el oído pero solo escuchó la última frase:
__Partimos mañana.
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