Parte 1: Lágrimas Negras
Quiero agradecer especialmente por la realización de esta historia a:
Mi mejor amiga Laura León que se desveló muchas noches para ayudarme a ordenar las ideas.
Mi mamá Mileidy por leerlo y aportar algunas ideas.
Una dedicación muy especial a mi grupo favorito de rock Escape The Fate, por inspirarme y a Ignus por la propuesta del concurso, que me presionó a terminarlo a tiempo.
Gracias a todos por colaborar.
"Aquel polvo inevitable volvió a cubrir el suelo, el campo de batalla se impregnó de sangre y de la angustia del último grito adolorido. Tomé mi espada que estaba clavada en otro de tantos cadáveres y miré al cielo...Dios perdóname, por todos los cuerpos que he tomado en la batalla, no me abandones... Ahora volveré a casa"
El suceso de aquella noche espantosa había sido planeado desde milenios antes. Los dioses previeron cada uno de los acontecimientos de esa fecha, y de aquel sitio, lo previeron con dureza, como mismo determinaron la llegada de un guerrero: El héroe de los campos de batalla.
El sitio escogido para el enfrentamiento era en el centro de dos altas colinas, allí comenzaría otra masacre. Eran más de mil hombres en el primer bando, liderados por el hijo del mayor guerrero de aquella era: Davian. Este iba delante, ocupando el lugar de su padre, pues poseía la fortaleza física más envidiada del territorio. Era el jefe, pero no sentía orgullo por ello. La miseria se notaba en sus ojos cubiertos de sombras atormentadoras.
Caminaba a paso firme, rozando la empuñadura de su espada y aguzando el oído. Solo escuchaba los pasos de su gente y el ruido de sus propios pensamientos. Sentía la presencia de su lado oscuro tras cada grito y temía no poder regresar a su hogar.
Mientras, los ojos plateados de Thaena se iluminaron como un cristal recién quebrado y cayó de rodillas ante su reina, Nía, con la cabeza gacha. En su mente solo se encontraba la imagen de ambas tropas acercándose, a punto de chocar.
Las valkirias esperan por años la llegada de una batalla, pues es ese el momento en que los dioses les otorgan la oportunidad de tomar otra alma caída en la desesperación de la lucha. Ellas se alimentan de esa satisfacción, y la desean grandemente. Pero Thaena es joven, aún no succiona el alma de ningún hombre y jamás ha sentido tal placer.
__Thaena- Nía expande sus alas con majestuosidad. Eran una fascinante combinación de los cinco elementos, que relucían haciendo alarde de sus respectivos poderes. La voz de la diosa acarició los oídos de Thaena como una suave melodía- Hoy es tu gran día...- Ella alzó la mirada- Hoy te encomiendo tu primera tarea. Hoy tomarás un alma.
__Estoy impaciente, Alteza- Dijo Thaena.
__Ya he elegido a tu guerrero.
Aquellas palabras hicieron que Thaena dejara de respirar. La reina se puso de pie y se dirigió a donde se encontraba un espejo tallado en plata, que no reflejaba ningún rostro, solo un gran vacío. La joven valkiria la siguió.
Nía pasó sus largas uñas curvadas por el cristal del espejo y susurró:
__Los humanos son tan frágiles como un cristal...sus vidas dependen de un soplo.
Y lanzó un soplido al vidrio que se nubló por unos instantes para luego mostrar las pisadas de un grupo de hombres que se dirigían a la batalla. La niebla se disipó, dejando ver a Richard, que continuaba caminando, en busca del enemigo.
Thaena lo vio, y fue como si un impulso lo atrajera hacia él, quiso tocar su rostro cansado y envuelto en penumbras. El muchacho no pasaba de los veinte años, pero sus fornidos brazos y sus ojos oscurecidos por el pasado lo hacían aparentar mayor experiencia. Tenía los cabellos castaños que le rozaban los hombros y las manos lo suficientemente fuertes para sostener el mazo o la espada. Era un esplendoroso guerrero, digno de todas sus hazañas.
__ Es él.- Señaló la reina.
Las piernas de Thaena flaquearon ante la férrea noticia.
__ Su nombre es Richard. Es un guerrero picto, el mayor de todos. Su nombre se ha convertido en el terror de todo aquel que lo escuche, y ha vencido en más de treinta grandes batallas desde que apenas tenía trece años de edad. Los dioses han dictado que llegó su hora, y tú debes ser quien tome su alma.
Thaena fijó la mirada en el espejo que ahora mostraba el comienzo de una cruel batalla que marcaría el fin de aquella era, pero no sintió escalofríos solo miedo de cumplir aquel mandato.
El grito de Richard seguido de miles de gruñidos feroces y espadas elevadas, dio inicio al mayor enfrentamiento visto jamás entre pictos y romanos. Ninguno temía al roce de los cuerpos, tampoco a la sangre, ni a las heridas. Su mayor miedo era acumular deshonor para su pueblo.
Richard se enfrentaba con tres al mismo tiempo, sin más protección que su valentía, ni más apoyo que su fortaleza. Nuevamente escuchaba esa voz que lo atormentaba en la batalla, esa voz clara y de mujer, que le susurraba dulces líricas. A veces sentía un suspiro, otras un grito desgarrador, pero la mayoría oía versos provenientes, al parecer, de una criatura sublime.
"Yo estaré a tú lado, lo haré a través de la lucha"
Y aquel susurro fue opacado por una niebla gris, y por otra mancha de sangre que cubría la madre tierra. Lo habían herido en el abdomen, era grave pero no se detendría.
La noche se cernió sobre los cuerpos masacrados, la batalla no cesaba y el sudor se mezclaba con la sangre. Nadie se rendía, pero los romanos llevaban la delantera, y habían matado a más de quinientos pictos.
Richard cayó herido al río, donde comenzó a desangrarse. Estaba listo para morir, para entregar su alma a las damas del ocaso, pero antes quería ver el rostro de aquella mujer que lo acompañaba en cada batalla.
La mirada se le nubló tras horas de agotamiento, sabía que moriría y se dejó llevar. Pero antes de cerrar totalmente los ojos, no pudo frenar ver a una joven que se acercaba a él. Llevaba entre sus manos una lanza dorada, y vestía de plata, como si viajara de las estrellas. Su negra cabellera jugaba con el viento, mientras sus alas se abrían señalando la llegada del final para Richard.
No había duda, era ella. Era Thaena que se aproximaba para cumplir su misión final, para llevarse aquella alma dolida que ya deseaba la muerte.
Thaena se acercó poseída por una extraña ráfaga de compasión, mientras Richard cerraba los ojos, muriendo.
Ella experimentó un rastro de piedad, que no era permitido para las valkirias, una sensación humana atípica, que la llevó al borde de la desolación. Tan fuerte fue aquel sentimiento que una lágrima negra recorrió su mejilla, y cayó sobre la frente del héroe, mezclándose con el sudor y la sangre.
Aquella lágrima divina le devolvió la vida al cuerpo ya inerte, e hizo que la joven sintiera el placer de liberar su alma a través de ella. Las valkirias jamás deben llorar, pero sus escasas lágrimas pueden devolverle la vida a cualquier humano.
Cuando los gritos y los enfrentamientos cesaron, cuando la niebla, el polvo y el frío se disiparon, cuando reinó el silencio luego del murmullo y el hedor a muerte cubrió la tierra...entonces las valkirias tomaron las almas de los guerreros caídos, besaron sus frentes y emprendieron el vuelo hacia las profundidades del olvido.
Richard abrió los ojos, ya no sentía dolor, ni agotamiento. Estaba sano y vivo. A su alrededor se podrían más cuerpos de los que podía contar. La sangre manchaba incluso el agua del río, y el hedor desagradable atraía las moscas. Se preguntó qué había ocurrido, poniéndose en pie y mirando al cielo, que parecía teñido de rojo.
Entonces recordó aquella figura borrosa de alas negras, que se acercó lista para llevárselo. Supo de quien se trataba y no comprendió por qué seguía con vida.
Recogió su espada ensangrentada, agrietada de tantos recuerdos y combates, y volvió a mirar al cielo. Nuevamente le rezó a su dios, y pidió perdón por tanta masacre. Por consiguiente le dio la espalda al caos... Ya era digno de volver a casa.
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