Guerrero de Sombras

Los guerreros partieron justo cuando el sol renacía de entre las montañas, inundando con su luz el mundo de los mortales. El pequeño ejército caminaba por el ancho sendero. El camino no era más que dos surcos entre las hierbas crecidas, camuflaje perfecto para los guerreros pictos. A veces se volvía tortuoso, hasta casi desaparecer por completo.

Richard iba delante, apoyándose en su más fiel vasallo, Tommo, que conocía a la perfección los caminos. Detrás caminaba Thaena, atada por las muñecas y amenazada por el filo de una lanza.

Luego de horas de viaje, la lluvia y los truenos hicieron el recorrido aún más difícil. Ahora la tierra estaba enlodada, provocando que los pies descalzos se enterraran en el charco, y el sendero cada vez más resbaloso.

__El Templo se encuentra al pie de una montaña- Dijo Tommo, cubriéndose de la lluvia con el brazo- Con esta tormenta corremos el riesgo de perdernos.

__Hay que seguir- Sentenció el joven rey, mientras miraba el cielo deslucido y otro relámpago naranja se dibujaba en él.

Los pictos eran hombres muy recios e inexpresivos, por lo que continuaron sin siquiera emitir una queja. Pero Thaena aún estaba débil, a pesar de que Roque se había encargado de curarla. Iba casi a rastras por la empinada que conducía a la cima de una colina. A veces la punta de la lanza se le clavaba en la espalda provocándole magulladuras. Los espinos de las plantas se le enredaban en sus pies desnudos, hiriéndolos, y sus muñecas estaban ensangrentadas.

Al acercarse la noche su espíritu se había decaído y la tormenta no menguaba. Thaena sospechó que era un castigo de su reina, quien controlaba los elementos. Por fin, no lo soportó más y cayó inconsciente a la tierra.

El picto que la custodiaba la sacudió varias veces y al ver que no reaccionaba, alzó la voz, alertando a sus compañeros. Richard se detuvo al saber lo ocurrido, y retrocedió en dirección a la muchacha. Thaena yacía, aún atada, en el suelo mojado.

__No ha aguantado- Explicó el picto.

Richard se agachó, y le rozó el cuello con cuidado. Estaba viva, pero débil. De su propio pantalón extrajo un pellejo que contenía vino, y lo vertió sobre la boca de la joven. Algunas gotas se resbalaron por sus labios, y cayeron sobre su pecho.

Thaena abrió los ojos con pesadez, mientras pasaba su lengua ávida por el vino derramado. Le supo delicioso, y muy dulce. Pero más grato fue encontrarse con la mirada impasible del que antes fuera su protector.

__ ¿Puedes continuar?- Le preguntó con voz gélida.

Ella negó con la cabeza. Richard la tomó en sus brazos y la apoyó contra un tronco, a la sombra de un álamo. Este la protegió un poco de la lluvia.

__Descansaremos aquí- Y todos fruncieron el ceño, incrédulos- Tommo- Llamó al joven con ímpetu, este se acercó- Encárgate de evaluar el terreno. Quiero saber si hay bestias cercas o algún campamento enemigo. También si hay algún río o vertiente de la montaña que indique que estamos cerca.

__Claro- Asintió el joven, y se dispuso a marcharse.

Tommo tenía una increíble habilidad para correr largas distancias a gran velocidad. Lo cual le facilitaba las búsquedas, las huidas, y además lo hacía un eficaz mensajero. Cuando se hubo marchado el guerreo, Richard volvió a dirigirse a Thaena y le entregó su pellejo de vino para que saciara su sed. Entonces le liberó las muñecas.

Tommo regresó al caer la noche. Había cazado una gacela y la traía sobre sus hombros. Recorrió varios kilómetros en poco tiempo, divisó un río lo cual indicó que estaban cerca. También informó que no había aldeas en derredor, ni refugio aparente. Ante las noticias y el cese de la lluvia, Richard ordenó dormir allí. A oscuras, alumbrándose solo con la luz de la luna llena, comieron la carne cruda de gacela y bebieron el vino que quedaba.

Ebrios y exhaustos los guerreros pictos cayeron sobre la tierra húmeda, aun añorando la esperada batalla. Richard era el único que no se encontraba lo suficientemente cansado como para dejarse vencer. Con ambas manos apoyadas sobre la nuca miraba al cielo, rezando a sus dioses. "Esta es la última vez...la última batalla de sangre." Se dijo, para sí.

Entonces divisó el lecho donde descansaba Thaena, y notó que ya no estaba. Invadido por un inquietante temor, se adentró entre la maleza, en su búsqueda. No podía dejarla ir, ella era lo único que podía salvarlo. Ella era la libertad de su destino.

Tras pocos pasos llegó a un lago, invadido por muchas luciérnagas doradas que volaban sobre las oscuras aguas, e iluminaban con su luz el escondite. Una figura femenina emergía de las profundidades, y su rostro era opacado por el resplandor. Pero el podía reconocerla, aún si estuviera cegado.

__No te dejaré ir...- Dijo él, acercándose, aun con la espada en la mano.

__No me iré jamás- Respondió ella, y como un instinto se acercó a él- Yo estaré a tu lado.

Richard estaba muy cerca de su figura perfecta y su cuerpo desnudo. Extendió su mano izquierda y le rozó el antebrazo, el contacto le enchinó su piel, la misma que él creía muerta de sensaciones. Aquella mujer, la que siempre había buscado estaba ante sus ojos, por fin conocía su rostro. Le sorprendió que fuera más hermosa de lo que aparentaba.

__Dime tu nombre- Le ordenó

__Thaena- Respondió ella, y le rozó la mano fuerte, debilitándola. Con destreza desplazó la caricia hasta sus dedos y notó la empuñadura de la espada- Déjala, no la necesitas.

__Aun no es el momento- Replicóél- Solo una más y seré libre.

Los sedientos labios de ambos jóvenes se juntaron, procurando un eterno beso. El primero y quizás el ultimo. Richard dejó caer su espada por primera vez, detallando con sus dedos lo que sus ojos eran incapaces de percibir en las tinieblas de su alma. De una fiera embestida la tuvo entre sus brazos, ávidos de placer. Y mientras sus cuerpos se juntaban, sus corazones se elevaron, y conocieron el sabor de la libertad.

(...)

Cuando los guerreros llegaron a la cima de la colina se encontraron con el añorado objetivo. El débil sol apenas brindaba su calor a los valientes caminantes, y aun se podía percibir el olor a lluvia. Al pie de la enorme montaña se hallaba la entrada del templo, inmóvil, esperando ser desvelada. Constaba de una grieta en la roca, enmohecida por los siglos. Esta se encontraba sellada, pero poseía unos grabados a modo de mensaje.

__Es aquí- Sentenció Tommo- El Templo del Dios Bishop.

Richard observó todo con ojos críticos, pero no recordó absolutamente nada. Se acercó a la piedra y leyó en voz alta, pasando sus dedos por los grabados.

__La Maldición del Marcado aguarda tras estas puertas. El templo fue sellado con sacrificio y muerte, y solo con estas dos acciones será abierto. Solo la sangre voluntaria en las paredes desvelará la entrada.

Richard pareció comprender por un segundo, y la advertencia de aquel mensaje le heló el cuerpo. Alguien debía morir para que él continuara, y no le parecía justo.

__Yo lo haré- Dijo Tommo, como si pudiera leer sus inquietudes- Yo me ofrezco en sacrificio, por el bien de mi pueblo y de mi estirpe.

Richard no podía aceptarlo, pero ¿qué otra opción tenía? Miró de soslayo a Thaena, que ahora se hallaba libre entre los otros pictos. Ella asintió con la mirada, y él comprendió que era la única forma de alcanzar la victoria.

Alzó su espada con fingida decisión y le apuntó a su compañero. Él se arrodilló lentamente, esperando el golpe final del acero. Por primera vez Richard sintió que sus manos temblaban y que le pesaba la espada.

__Hazlo- Dijo con ímpetu- ¡Hazlo!- Gritó resuelto, al tiempo que Richard le clavaba la espada en el corazón, haciendo salpicar la sangre sobre el muro y sobre su propio cuerpo.

Tommo cayó de bruces al suelo, estaba muerto, pero algo de valor se reflejaba en su inerte rostro. La sangre corría por la espada del rey, y se liberaba a borbotones del cuerpo inmóvil. Los ojos de Richard se habían esclarecido, y un sentimiento de culpa le invadió el rostro. Aquel joven había sido su mejor compañero, y aunque no pudiera decirlo, su único amigo. Pero para un picto el dolor terminaba justo después del golpe, y el pasado quedaba donde estaba. Para un picto era mejor dar la espalda al dolor y evadirlo. Para un verdadero picto no existía ni el amor ni la amistad, ni los sentimientos débiles.

Cuando la puerta se abrió y los guerreros entraron, lo primero que percibieron fue la total oscuridad. La entrada desapareció tan solo estuvieron todos dentro. Únicamente la audición podía servirles de guía para continuar.

Richard avanzó varios pasos, invadido por una sensación de vacío nunca antes experimentada. Ya no escuchaba las voces de sus vasallos, cada vez se iba alejando más de ellos, y su presencia se hacía más inexistente. Estaba solo, pero se sentía bien en el que alguna vez fue su hogar.

Un abismo infinito se abrió bajo sus pies. Richard cayó al verdadero vacío sin final. El descenso pareció eterno, y los recuerdos de una vida en penuria retornaron a sus recuerdos. Era tan infeliz en aquel instante, que buscó desesperadamente la luz, pero sabía que no la merecía.

Pero incluso allí los recuerdos hablan.

Richard...rey de las sombras - Voces distorsionadas- Regresa...Regresa a donde perteneces...entre las sombras...sombras...sombras...

¡Nooooo!- Richard escuchó un chillido- No caigas, toma mis alas y vuela- Era ella, su voz misteriosa- Yo estaré a tu lado, lo haré a través del descenso, ahora libérate...sé libre y despierta

El aclamado rey de los pictos abrió los ojos de golpe, y sus pupilas se cegaron por la luz de las velas. Se hallaba tendido sobre una especie de altar de roca. Con cuidado se sentó, recordando su alucinación y su eterna caída al vacío. ¿Cuánto tiempo estuvo soñando y por qué? Se dijo para sí.

Frente a él se abría un camino en la oscuridad. Unas velas encendidas flotaban a ras del piso, y formaban un sendero, convidándolo a seguirlo. El joven se levantó, colocando su mano derecha sobre la empuñadura de su espada, luego echó a andar entre las tinieblas. Según iba caminando las luces se iban apagando, hasta quedar totalmente en la oscuridad.

"Oh Richard, por fin regresas a tu hogar...Ven conmigo..."- Decía una voz, susurrante, con un tono siniestro y áspero.

__ ¿Quién eres?- Dijo él en voz alta, emitiendo un grito, pero no pudo escucharse- ¿Dónde estás?- Volvió a gritar, pero las palabras parecían perderse en el olvido.

De pronto, la habitación se iluminó como si alguien hubiese prendido una antorcha. Richard se vio en una especie de cripta, tallada en piedra con cráneos humanos. Eran cinco paredes que parecían elevarse hasta el infinito, todas manchadas de sangre y con símbolos en forma de ojos ciegos. Desde abajo, el joven podía notar como de las desgastadas columnas emanaban espíritus vestidos con capas negras y sin rostro. Pero lo que más le llamó la atención fue un altar que estaba elevado frente a él. Este tenía la forma de una pirámide, y en su centro estaba grabado el símbolo que se había formado en su mano.

Un hombre sin rostro se hallaba sentado sobre un asiento hecho con mazos, lanzas y espadas ensangrentadas. No se podía detallar su forma ni su rostro por la oscuridad que lo envolvía.

"Bienvenido Richard, rey de los pictos, guerrero de las sombras y las tinieblas. Es un honor volver a tenerte en mi templo, y disfrutar de la presencia del mejor de mis hijos"

Richard escuchó aquella voz que se coló en sus huesos y heló su sangre. Parecía provenir de toda la habitación, menos de donde se hallaba la figura que se alzaba sobre él.

__No soy tu hijo. Pronto estaré liberado de tu maldición, y mi pueblo gozará de la gloria y las riquezas de esta tierra.

Una risa siniestra estremeció la habitación e hizo temblar hasta las sombras prisioneras. Richard sintió como el temor parecía quebrar la hoja de su arma.

"Si quieres liberarte, esa espada no te servirá- Richard soltó la empuñadura, sintiéndose delatado- Solo hay una forma de que perdone tu alma y la deje libre"

Un resplandor esclareció la parte superior del templo, mostrando a Thaena, que colgaba atada por las muñecas desde lo alto de la pirámide. Llevaba un vestido negro que flotaba libre, como su cabello oscuro. No parecía asustada, su barbilla estaba arriba, y su rostro continuaba indómito y fuerte.

"Este es el único modo Richard. El alma de la mayor de las guerreras, una valkiria de Odín, por la tuya. Dos almas conectadas por un pasado irreversible"

Richard miró a la joven, que colgaba como un espectro, y se conmocionó. ¿Era ella la valkiria que había liberado con un beso y una lágrima su cansado espíritu de la muerte? ¿Dónde estaban sus alas, sus ojos plateados y su divinidad ancestral? Acaso lo había sacrificado todo por su alma sombría y miserable...

Libérate Richard- Dijo la oculta figura- Libérate y deja que ella pague por sus pecados.

¿Cuáles?- Se preguntó para sí el muchacho- ¿Salvarme de la muerte?

__Jamás pagaré bondad con sangre- Gritó Richard, y la recámara retumbó con sus palabras- Jamás te la entregaré. Su alma no pertenece a tu reino.

"Si no me la entregas tu pueblo y tu alma sucumbirán ante mi poder"

__Pues así sea- Gritó- Pero no lo permitiré sin luchar- Dijo desenvainando la espada. Se escuchó otra risa sarcástica- Y no lucharé con mis armas. No las necesito- Bramó, y lanzó la espada ante el dios.

"Soy Bishop, el Gran Dios de las Tinieblas. Nadie puede vencerme"

__Yo soy Richard, guerrero de las Sombras. Esto soy, en esto me convertiste. Este es mi hogar, aunque nunca pude aceptarlo. Mi alma se forjó aquí, pero no te pertenece. Y no puedes tomar lo que no está a tu alcance. Aunque te hagas llamar dios. Los dioses también sucumben y llegó la hora de que regreses al infierno y dejes en libertad a los prisioneros que llamas hijos.

Las marcas de Thaena y Richard comenzaron a resplandecer, y el símbolo dibujado se reflejó como un espectro negro a los pies de Bishop. Luego un estrepitoso viento apagó las luces, y se escucharon susurros indefinibles. La brisa parecía cortarse por momentos, como si miles de cuchillos apuñalaran las penumbras. De pronto, Richard pudo escuchar su nombre en muchas bocas distintas, y algunas luces comenzaron a aparecer de entre los rincones. Eran aquellas sombras condenadas que recuperaban su resplandor, y avanzaban en dirección a la cima del templo.

Richard es nuestro dios- Repetían, y cada vez se incrementaban más- Libertad y Salvación...

De una sola arremetida todos los espectros luminosos se apoderaron de Bishop, que emitió un desgarrador grito de espanto, mientras era consumido por las llamas.

¡No! ¡La luz no! -Chilló por última vez, antes de que su alma a regresase a los recónditos pasajes del abismo. El templo ardió tras la muerte del dios, sus paredes y recuerdos se consumieron por la luz del sol, que ahora irradiaba más que antes. La montaña se convirtió en ceniza, y las tantas almas profanadas volvieron a ser libres, aunque no pudieron encontrar sus antiguos cuerpos.

Cuando Richard y Thaena salieron del devastado templo, sus marcas aun prevalecían, como recordatorio de una maldición latente. Ya no había vuelta atrás, los esperaba una batalla sin regreso, pero luchar y morir eran las únicas opciones.

Los guerreros pictos aguardaban a la salida, ilesos, como si jamás hubieran entrado. Al ver el fuego que consumía el templo, las sombras liberadas y a Thaena tan viva como antes, supieron el presagio.

__La maldición vive- Dijo uno- El pueblo picto caerá en desgracia.

__Debemos luchar hasta el final de esta vida o de la próxima. -Ordenó Richard, pero ya no era escuchado.

__Jamás lucharemos junto a dos malditos- Dijeron algunos- Nuestro pueblo ya ha caído, procuraremos escondernos y rezar por nuestras vidas.

Los guerreros retrocedieron, espantados. Tirando sus armas se macharon y abandonaron a su rey, para adentrarse en el bosque en busca de su salvación. Richard apretó el puño, la ira se notaba en sus sienes fruncidas. Sin un ejército jamás ganaría su batalla contra los romanos, ni vengaría su sangre profanada.

__Nosotros lucharemos a tu lado- Dijeron las sombras, mientras rodeaban al guerrero- Nosotros cabalgaremos a tu lado hasta el final de los tiempos, Richard, rey de las sombras liberadas.

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