Capítulo 5

Tuvieron que pasar años y años para que por fin pudiéramos tener sexo Scott Robinson Hamilton y yo (hablo de años, en serio), lo mejor era que Scott no me presionaba en absoluto; él me entendió cuando le dije que quizá podrían pasar años para que yo volviera a estar listo para tener sexo con alguien más, porque necesitaba sanar esa herida y eso era algo digno de admirarse ya que lo entendió a la perfección.

Scott tampoco me presionaba con formalizar tan pronto ya que él sabía que no me sentía listo (y yo creía que nunca volvería a estar listo para volver a tener una relación con nadie); eso no le importaba en lo más mínimo y esa era una de las cosas que más me volvían loco de él.

Mi cita con Scott fue una cena en el restaurante más caro del país (o por lo menos de la ciudad); él pagó todo (y no me dejó pagar ni un solo dólar porque decía que era un pequeño detalle que él pagara ya que yo siempre era quien pagaba todo; eso era cien por ciento verdad), aunque, por lo menos, me dejó pagar la propina para la amable mesera que nos atendió; en muestra de agradecimiento, decidí subirme y cantar una canción que, me recordaba a Louis por el ritmo, quise cantar en su funeral (Til Kingdom Come; Coldplay).

—No era necesario que pagaras la propina, ¿sabes? Aunque tu interpretación de la canción sí estuvo hermosa —me lo recordó mientras íbamos en camino al estacionamiento del restaurante, pero Scott tenía que recalcarme, era típico de él, y a su vez elogió la canción que le canté en agradecimiento por pagarme toda la comida de un lugar tan costoso—. Ahorré demasiado, gracias a mi trabajo.

—Lo siento, Scott, solo sentí que estabas haciendo demasiado por mí y yo simplemente vine como invitado…

—Es que yo te invité y no esperaba que lo hicieras —me interrumpió—. La canción fue hermosa y me sorprende bastante que te hayan dejado cantar en el restaurante.

—Ok, admito que sí usé la influencia y el poder que tiene mi familia en el país.

—¡Qué suerte la tuya! —Scott seguía elogiándome, definitivamente Scott estaba enamorado de mí y ojalá yo también pudiera estarlo algún día—. Mi apellido materno viene el pueblo de Hamilton en el Leicestershire de Inglaterra; aunque también puede ser de Escocia.

—Tus apellidos son buenos; Robinson Hamilton, sí que son buenos y nada comunes.

—Yo lo sé, solo me gustaría que el apellido de mamá estuviese primero que el de papá, ¿sabes? —¿Scott tenía problemas con su papá?

—¿Todo bien con tu papá? —Scott alzó la mirada, ya que, con miedo a su respuesta, le lancé la pregunta—. No tienes que responder si no quieres hacerlo y creo que lo sabes, ¿no?

—¡Todo lo contrario, Richard! Puedes estar tranquilo por ello —me sorprendí—. Papá y yo nos llevamos bien, en realidad, es solo que mamá está enferma. Dudo mucho que le quede tiempo aquí en este mundo —me enojé; aunque al final tuvo razón.

—¿De qué hablas? Explícame ahora —le grité y detuve mi marcha—. ¿Estás diciéndome que decidiste que era mejor venir conmigo a este restaurante que estar con tu mamá?

—Solo para aclarar —Scott estaba bastante relajado—. No hizo falta que yo eligiera estar contigo en el restaurante que estar con mamá, ahorita está mi tía con ella, porque ella la está cuidando, mañana irá papá, y el día después de mañana, es mi turno.

—Lo siento si te juzgué mal —sentía cómo la cara se me caía de vergüenza—. ¿Puedo preguntar qué tiene tu mamá? No tienes que responder si no quieres —sí, fue una mala pregunta, pero me di cuenta de ello muy tarde porque Scott ya estaba a punto de responderme.

—Descuida —le rogaba al cielo porque no quería que Scott me contestara todos esos detalles tan personales—. Ella padece de Alzheimer —pude sentir cómo su voz se entrecortaba con cada palabra que decía y yo me quise morir—. Ya no está en el hospital, ella está en casa. Mi tía Emily es la encargada de cuidarla hoy, a papá y a mí nos toca en otros días de la semana. Ha sido difícil porque no me recuerda, no sabe quién soy y por qué debo decirle dónde están las cosas de casa, cómo encender el televisor, dónde está el baño, cuando pienso que ella va a recordarme, simplemente no puede hacerlo.

—¿Por qué no escribe un diario? Creo que es una buena idea —le sugerí a Scott—. De esa manera puede que, si lo escribe, lo recuerde un poco más.

—Lo hizo, al principio —metió la mano en su bolsillo trasero para sacar su billetera, de cuero, negra, se aclaró la garganta y se preparó para leer—. Ella escribió esto, escucha con atención: «No sé dónde estoy, toda la gente que me rodea en esta casa dicen que son mi familia y que esta es mi casa. Se supone que tengo familia (quienes están conmigo son: mi hermana, Emily; o eso dice ser, mi esposo, Simon; o eso dice ser, mi hijo, Scott; de nuevo, eso dice ser). Dicen que estoy enferma, y tal vez tengan razón, pero yo no lo veo así porque sigo viviendo mi vida normal.
Hoy me enseñaron unas bellas fotos: se supone que soy yo, no recuerdo que haya ido a la playa o a Magic Kingdom y tenga una foto con Goofy, pensé que se trataba de un error y luego Scott comenzó a llorar de una forma que me rompió el corazón. Tuve que mentirle: le dije que ya empezaba a recordar quién era yo, verlo tan feliz me llenó el alma y no quise arruinarlo.
Lo arruiné en cuanto volví a mencionar su nombre, lo llamé Sam por error y él se dio cuenta de que le mentí; volví a hacerlo llorar, no pudo detenerse hasta haberse quedado dormido, me arrepiento tanto de ello.
Mi niño, ojalá pudiera recordarte de la manera en la que dije que te recordaba, por favor, perdóname, no te recuerdo y no sé por qué. Quizá sea porque estoy enferma o eso dicen ustedes.

~Sandy Robinson» —Scott estaba llorando, literalmente, se estaba ahogando, tuve que abrazarlo lo suficientemente fuerte, tomarle su carita con mis manos y decirle que, por favor, parara de llorar porque todo iba a estar bien—. Es que ella no me recuerda y por eso es que me dan ganas de morir —si Scott, mamá, papá, Jessie o cualquier persona no me recordara, yo también me habría puesto a llorar así como él estaba llorando. Incluso si Louis Gerald no me hubiera recordado en algún punto de nuestra relación, me habría vuelto loco—. A veces quisiera vivir en paz.

—No se puede vivir en paz porque la vida es caótica y se necesita un poquito de estrés para poder tener una vida tranquila y creo que lo sabes, o dime ¿no lo sabías?, bueno, eso es lo que yo creo —tomé, con ambas manos, su dulce carita (de nuevo) y nos estuvimos viendo fijamente a los ojos. Él me susurró que lo hiciera, solo si me encontraba seguro de hacerlo, así que me acerqué lenta y seductoramente a besarlo.

—Creo que eso es lo que necesitaba, Richard, gracias por todo —volvió a hundir su cabeza en mi pecho. Ay, mi niño, se notaba que sufría y la pasaba mal—. Amo tus palabras y me encanta que me hagas feliz —inquirió con ternura con su dulce voz, a pesar de que esas palabras ya las había oído antes. No pude guardarme una mirada irónica y vacilante.

—No puede ser que ya estemos a nada de ser algo más que solo un par de amigos y estoy seguro de que me gusta bastante, estoy seguro de que lo sabes, ¿no? Responde con sinceridad, Scott —le vacilé un poquitín—. Te prometo que algún día sí seremos algo más que solo amigos que se besan y tienen sexo —mi intención no era sonar tan déspota.

—No importa si seremos o no seremos, estoy feliz con estos momentos que puedo tener. Así no seamos nada, lo somos y lo tenemos todo —¿por qué mierda tuvo que haber dicho esa maldita frase? La frase que era de Louis Gerald y mía, ¿por qué carajos tuvo que decir la frase que era tanto mía como de Louis?—. ¿Estás bien, Richard? ¿Por qué de repente hiciste una mirada reprobatoria?

—No fue nada, entremos al auto —le respondí de la peor forma que pude haberle respondido, Scott se negó a entrar en el auto y me molesté—. ¡Solo entra al maldito auto y ya vámonos! ¡Tengo que dejarte en tu casa y yo tengo que ir a la mía a seguir pretendiendo que todo está bien!

—¿No está bien? —Scott se puso a la defensiva, lo hizo con muy justa razón—. A pesar de que te invité al maldito restaurante más costoso de todo el pueblo, ¿esto es lo que me gano? ¿Que de repente te pongas en esa actitud conmigo y yo ni siquiera te he hecho algo lo suficientemente malo?

—Sí lo hiciste —se lo tenía que contar, porque, al final, él no sabía que me había dicho algo malo (que no era malo, solo que tenía muchísimos sentimientos reprimidos y a veces se me escapaba de las manos u olvidaba que los tenía reprimidos)—. Estoy siendo bastante injusto contigo porque no sabes qué fue lo que dijiste y creo que está mal que te trate así por algo que no sabes.

—Entonces dime qué carajos quieres decirme con eso de que sí lo hice —puso los ojos en blanco y, por un segundo, pensé en no decirle qué había sido lo que había hecho mal, pero después pensé que sería bastante injusto—. Si algún día vamos a ser novios, no quiero que me ocultes cosas de esa magnitud.

—A mí tampoco me gustaría, así que te lo contaré aquí y ahora mismo —carraspeé un poco—. Pues es que me dijiste que sin ser nada, nosotros lo somos y lo tenemos todo y esa frase es una que me dijo, ¿o le dije?, durante el tiempo que me fui a trabajar a Suiza para la empresa multimillonaria de papá.

—¡Ay, Dios, lo siento! ¡Qué torpe soy! —Scott ni siquiera se acercó a abrazarme o algo, solo se llevó sus manos a su boca, como si de ahogar un grito se tratara—. Yo no sabía, lo siento mucho. Por favor, perdóname. Créeme que nunca quise haber dicho lo que dije y fue un grave error.

—Lo sé, tú no lo sabías, tranquilo, no era justo que te tratara así por algo que tú no sabías, pero decidí dejarlo pasar y olvidar todo para pasar página; aunque eso hubiera sido lo peor que pudiera haberte hecho —hablé sin titubear, directo y sin escalas, porque no era algo que Scott mereciera—. Así que solo me queda pedirte una disculpa de todo corazón y espero que lo hayas pensado y me perdones, ¿sí, chiquito?

—No es necesario que te disculpes. Por favor, perdóname a mí, quiero decir: yo no tenía ni idea de que esa frase era una de muchas que quizá Louis Gerald te decía en su relación —Scott accedió a entrar al auto, ¡por fin! Yo entré y encendí el motor para irnos; a pesar de que tuve que ir a dejarlo a su casa (sin embargo, no fue un problema para mí, ya que yo estaba de acuerdo en llevarlo; y es que siempre era así: me gustaba llevar a mis parejas, o amistades, a sus respectivos hogares porque yo me consideraba una persona sumamente leal).

Al llegar a su casa, tuve que acompañarlo hasta el pórtico de su casa (porque me lo pidió para que su papá viera que sí salió conmigo), Scott le preguntó por su mamá y si ya recordaba algo, sobre todo su nombre (tanto el de ella como de él). Su papá le confesó que sí estaba recordando cosas y rápidamente se fue corriendo a la habitación donde su mamá se encontraba.

—¿Es verdad que sí está empezando a recordar las cosas o le mintió a Scott, señor Robinson? Por favor, sea honesto conmigo —pregunté, con el inminente miedo a su respuesta, el señor Simon Robinson no se notaba tan alegre como Scott lo estaba cuando escuchó la respuesta a su pregunta—. Por favor, no me diga que le mintió porque Scott ya lloró mucho por ella hace un rato.

—Es lo que le quise decir a Scott —su papá carraspeó un poco—. Su mamá recordó dónde se encuentran el baño y la cocina. Aún no sabe quién es él o quién soy yo y ni siquiera a su hermana Emily. ¡Vaya decepción se va a dar cuando Sandy le diga que todavía no sabe quién es Scott!

—Lo sé —me arrepentí un poco de haberlo acompañado hasta el pórtico de su casa y esperar a que su papá fuera a recibirnos. Sin embargo, tuve que hacerlo para que Scott no tuviera problema alguno—. Lo que menos quisiera es que Scott la siga pasando mal, porque es un buen chico. Estoy seguro de que lo sabe, a él no le gustaría que algo malo pasara con su esposa, señor Robinson.

—Por favor, llámame Simon —¿su papá pidiéndome que lo llame por su nombre de pila? No tenía ni idea de por qué esa escena ya la había vivido—. Scott la ha pasado mal desde que a su madre le diagnosticaron Alzheimer. Aunque debimos haber ido al doctor en cuanto comenzó a olvidar cosas tan mínimas y que Sandy recordaba como: su número de teléfono, el NIP de su tarjeta de crédito ¡y hasta su propia firma! Le dije que era común sentirse así cuando pasas de los cuarenta, ya sabes —soltó una risa, después se calló porque no era lo correcto que se burlara de la edad de su esposa que padecía de Alzheimer (además de ver mi mirada reprobatoria y decepcionada por su comentario tan inapropiado)—. Tuvimos que pagar muchísimo dinero y solo nos dieron un raro medicamento que se llama Aducanumab y su función, principalmente, es: eliminar el beta-amiloide anormal para ayudar a reducir la cantidad de placas en el cerebro y sus efectos secundarios son anomalías en las imágenes relacionadas con el amiloide, que pueden provocar la acumulación de líquido o sangrado en el cerebro, al igual que dolores de cabeza, mareos, caídas, diarrea y confusión.

—¡Alguien estudió, bravo, y qué bien por ti!, por lo menos te lo esperabas —Scott se apareció, con voz apagada y sarcástica (además de lanzar un par de aplausos), nos hizo sentir su tristeza. Me mataba verlo así, de verdad era muy triste—. Ella aún no me recuerda y eso no es lo peor, papá, ¡ella cree que soy su criado! ¿La doctora, algún doctor, o alguien que trabajara en el sector de salud, te comentó algo sobre estos cambios tan abruptos de repente? Ahorita me pidió que le lleve una limonada, con una actitud muy pedante y soberbia y Scott Robinson Hamilton no va a tolerar esto.

—¿No tolerarás que tu madre te pida un favor tan simple como lo es pedirte una limonada?

—Mamá no me pidió un favor, papá. ¡Me dio una orden y me llamó Sean! Por Dios —sonaba bastante molesto, tal vez tenía razón, porque yo también odiaría que me dieran una orden y me cambiaran el nombre a uno que no es mío. Pero era su madre y estaba sufriendo de Alzheimer, mal ahí, Scott—. Me dijo: «Sean, tráeme una limonada con una rodaja delgada de limón en el borde del vaso, que esté escarchado con sal y que tenga una cantidad considerable de hielo, ¿quieres? ¡Y que sea rápido!» Me molestó bastante su actitud tan pedante, soberbia y egoísta.

—Apostaba que estabas llorando porque tu madre no te reconocía —podría haber jurado que el señor Robinson decía comentarios tan poco acertados y tan fuera de lugar; me sentía como un extraño en su casa (porque lo era) mientras veía cómo es que ellos estaban «discutiendo» de alguna manera (a la vez, también me sentía sumamente incómodo y ni siquiera era un problema de mi incumbencia).

—¿Crees que estaría llorando porque, mi propia madre, pensaba que era su criado y me hizo servirle una limonada, papá? Dime —a Scott poco le importaba que yo estuviera ahí con ellos dos—. Creo que hay que estar muy mal para eso o simplemente puedo llorar de coraje y no habría ningún problema, ¿sabes?

—Muy válidos tus comentarios, hijo —su padre cambió su tono de voz y ahora sonaba bastante tranquilo; poco alarmado por Scott—. Te olvidas de que tu novio está aquí con nosotros —Scott y yo abrimos los ojos de par en par, indicando cierto tipo de sorpresa, por su comentario tan poco acertado y tan fuera de lugar.

—¡Oh, mierda! —Scott refunfuñó—. Olvidé por completo que seguías aquí, Richard, lo siento mucho si la discusión con papá te provocó incomodidad o algo —su cara se tornó roja de vergüenza. La cara roja de vergüenza me recordaba a esa ocasión en donde Louis y yo tratábamos de escuchar la discusión entre la señorita Alice Lerman (antigua directora de Apple White) y Marcus Miller, por el rumor del teratoma de Lezley, Louis se veía muy tierno y me acordé de que lo llamaría «tomatito» a partir de ese momento. Pero después sentí que eso sería como un engaño hacia Jessie y decidí que era mejor que nada de eso hubiera pasado. Durante unos minutos dejé de escuchar a Scott y sus disculpas por pensar en él. Volví en sí cuando Scott chasqueó los dedos frente a mí—. ¿Estás bien, Richard? Te perdiste un ratito.

—¿Horas? —Scott me miró, porque pregunté, bastante nervioso, y aunque Scott me soportaba por el hecho de que no hubiera soportado la muerte de Louis Gerald, incluso hasta ese momento, yo me seguía sintiendo mal por él ya que Scott sí me gustaba y yo lo único que le daba eran mis miedos e inseguridades por su muerte.

—No horas pero sí un par de minutos, preocupaste a mi padre y regresó adentro a llamar a un doctor —me reí a carcajadas por la broma que Scott dijo—. ¿Por qué te ríes si esto es algo serio, Richard? Pensé que tú eras un poco más serio —me callé de repente porque, ¿cómo es que no era una broma el asunto del doctor?

—¿Lo dices en serio? ¿Tu papá de verdad fue a llamar a un doctor? Oh, Dios —de verdad no me lo podía creer que fuera cierto—. ¿No se trata de alguna especie de broma o algo así, Scott? —Scott negó con la cabeza, indicando que no era ningún tipo de broma y su papá sí lo hizo—. Ok, pero creo que no era tan necesario que tú papá llamara a un doctor.

—No me digas, Richard —su papá volvió al pórtico (en donde estábamos Scott y yo, en el mismo lugar donde me quedé pensando en mi exnovio y me perdí un rato de diez minutos)—. El doctor no puede venir para acá, ya es algo tarde; pero me dijo que si yo salía y estabas inconsciente, solo en ese caso, podría haberlo llamado —su papá nos explicó, con voz cansada; tal vez ya estaba harto de llamar a doctores y enfermeras.

—¿Por qué no han pensado en llamar a una enfermera para que cuide a tu mamá, Scott? —Scott suspiró aliviado apenas le pregunté—. ¿No piensas que sería una mejor idea y un descanso para ti y el señor Robinson? —Scott sonrió, lo que les sugerí, sí era para que tuvieran un descanso mental de todo el dolor por el que estaban pasando.

—Te pedí que me llamaras Simon —su papá me habló con voz firme pero molesta. Al parecer a alguien le gustaba que lo llamaran por su nombre de pila y no que se refieran a él como «señor Robinson» y estaba en su derecho—. Richard, no es personal, solo no me gusta que se refieran a mí como «señor Robinson»; se escucha muy aburrido —y eso era justo lo que tenía en mente—. Yo no soy como un padre cualquiera, yo soy más como un padre cool, espero que lo sepas.

—Señor Robinson… —Scott me miró negando con la cabeza, un gesto de desaprobación, queriéndome decir que no lo hiciera—. Lo olvidé. Lo siento, Simon —corregí mi pequeño error cometido—. ¿Considerarán mi opción de contratar a una enfermera para que ustedes se den un respiro de todo esto? Quiero decir, supongo que ya están cansados de la rutina y Scott debe de estar cansado de tanto llorar porque su mamá no lo recuerda ni a él, a su hermana Emily o a ti, Simon.

—Es una excelente idea, Richard —sonreí por lo bajo—. Deberíamos ponerla en marcha, ¿no crees, papá? Él tiene razón, creo que tanto tú como yo necesitamos un pequeño descanso mientras mamá se recupera —miré a Scott y negué con la cabeza ya que el Alzheimer no tenía cura alguna—. Tal vez no recuperarse, aunque sí podría recordar algunas cosas.

—¿Y quieres dejar a tu madre sola con una enfermera que no conocemos y no sabemos cómo la va a tratar, tu mamá ni siquiera podrá decirnos si la trata bien o no porque no va a recordarlo? —Simon nos reprendió, el ambiente se volvió a tensar otra vez—. La verdad es que no lo creo, hijo.

—¿Dónde está el papá buena onda que tanto presumía ser? ¿Se lo llevaron o nunca existió? —Simon no me miró ni se inmutó por la pregunta que le lancé, en medio de susurros, a Scott; él solo se rio de mi pregunta y no respondió palabra alguna.

—Creo que nunca estuvo realmente y lo digo porque no lo has conocido completamente —me levantó una mano para indicarme que espere lo que pasaría mientras susurraba un poco—. ¿Y qué hay del trabajo, papá? ¿Quién cuidará tu bufete de abogados? ¿No crees que ya has faltado lo suficiente para que te dejen de tomar en cuenta?

—Soy tu padre y te ordeno que cierres el pico de inmediato, Scott —Scott se vio obligado a callarse, y de nuevo, me volví a sentir incómodo por estar en medio de una pelea; a Simon y a Scott se les olvidó que yo existía—. Haré lo que me parezca mejor para proteger a mi familia, dicha familia que quiero proteger son tu madre y tú. Le prometí que la amaría en las buenas y en las malas.

—No puedes proteger a todo el mundo, papá, entiéndelo de una buena vez. Quisiera que hubieras podido haber salvado a Louis Gerald —di un respingo cuando Scott mencionó el nombre a su papá—. Lo siento, es solo que Richard vio morir a Louis Gerald. Murió en sus brazos y lo culparon a él de ser el asesino.

—Cuéntanos, Richard, ¿cómo podemos estar seguros de que no fuiste tú quien lo mató? ¿Cómo podemos confiar cien por ciento en ti? ¿Cómo sabemos que no eres un maldito asesino que mató a su novio por algún berrinche que seguramente hizo y te molestó? ¡Tú lo mataste ¿no es cierto?! —Scott trató de intervenir, pero fue en vano—. Tú cierra el pico, Scott Robinson Hamilton, creo que trajiste a un asesino a mi casa.

—Perdóneme, pero ¿qué estupidez acaba de decirme? Ni siquiera a mamá o a papá les he contado lo que pasó ese horrible día… Pero si quiere que se lo cuente aquí y ahora, lo haré —miré cómo Scott me levantaba el pulgar—. El hombre nos dijo que si queríamos jugar a la ruleta rusa, yo me negué y apuntó a Louis Gerald con el arma. Dio un par de disparos a él y a mí, no salía nada más que aire. Después él dijo que se uniría al juego, tiró del gatillo y nada, yo iba a ser el siguiente. Louis Gerald no me dejó, él dijo que quería ser el siguiente. Yo hablaba con él para tratar de tranquilizarlo, porque ya estaba llorando. Pero el señor que estaba con nosotros, le disparó y ese era el tiro de gracia. Así fue como Louis Gerald murió. Me llevaron al tribunal y al Ministerio Público mexicano, conté mi versión, estuve encerrado setenta y dos horas, al final me creyeron porque no encontraron algo que me evidenciara y mis versiones coincidían. Tuve que contar la misma versión de cómo lo vi morir en mis brazos, que el sujeto huyó, dejándome con el cuerpo de Louis Gerald. Apuesto a que creyó que me encerrarían en México, pero su justicia no es tan mala. Y ahora estoy aquí, de vuelta a mi hogar, no quiero regresar a México nunca más —por primera vez, conté la historia sin llorar ni una sola lágrima. Una parte de mí lo hizo porque no era justo ni correcto que llorara frente a Scott y frente a su padre—. ¿Ahora me cree o tengo que hacer algo más para que me crea?

—Aquí está la noticia, papá —Scott lo buscó en su teléfono—. Sí fue verdad, estoy en una página de noticias mexicanas y aquí mismo dice que se sigue buscando al responsable de la muerte del famoso cantante norteamericano, también menciona que no pudo lanzar su disco titulado “Eclipse, así como otros proyectos que tenía como: estar en una campaña con Apple para presentar el próximo número de iPhone, un álbum navideño, una campaña con Coca~Cola, otra campaña con Spotify, otra gira mundial, un concierto en Six Flags, uno en Magic Kingdom; dice aquí que se hicieron rumores porque lo vieron en Magic Kingdom con su novio y tal vez el concierto sería el inicial de su gira para promocionar su segundo disco, “Eclipse, también iba a cambiarse de disquera porque estaban en pláticas para tener a Louis Gerald en una disquera de aquí, de Estados Unidos, incluso dice que hubiera salido en Saturday Night Live —¿todo eso estaba planeado para que Louis Gerald lo hiciera en menos de un año?

—¿Y Gerald iba a hacer todo eso en menos de un año, hijo? Tenía una carrera prometedora —Simon lanzó la pregunta que yo había planeado preguntarle a Scott por todo lo que estaba contándonos—. ¿Él era un buen cantante? —Scott presionó los botones en su teléfono celular y buscó en YouTube el video musical de la canción Sunshine, después empezó (en automático) el lyric video de la canción con mi nombre, por último, el video de la canción Extrañarte, una canción que, de igual forma, iba dedicada hacia mí—. Era un buen cantante, tengo que admitirlo.

—¿Solo eso, Simon? Un segundo —tomé el dispositivo móvil de las manos de Scott e inmediatamente busqué un video de su tour por el mundo, todo para demostrarle que Louis Gerald era más que un buen cantante. Él era perfecto y su único defecto era que estaba muerto y apenas estaba aceptando que ya nunca en la vida volvería a estar conmigo y no era porque él no quisiera, de hecho, era lo contrario a eso—. Louis Gerald era más que un buen cantante, él era todo lo que necesitábamos para estar bien en esta vida, sus performances eran perfectos y él lo daba todo siempre para seguir lleno de vida.

—Dices que nunca lanzó “Eclipse ¿verdad, Richard? Interesante —asentí con la cabeza, tanto Simon como Scott tenían el teléfono de Scott (estaban viendo el video de una presentación en un concierto; el concierto en New York, en ese concierto cantamos juntos la canción con mi nombre y ni siquiera nos dimos un beso o algo, todo porque le dijeron a mi amado que no era el mejor cantante—. Pues aquí dice que sí lanzó “Eclipse y Ray of Light.

—No es posible porque Louis no tenía ni una sola canción grabada —entré en pánico y no supe qué hacer o qué decir—. ¿Hay algo por lo que deba preocuparme? ¿Cómo es que Louis Gerald pudo haber lanzado dos canciones si ni siquiera alcanzó a grabarlas?

—Aquí en el video dice que son canciones filtradas que debieron haber aparecido en el disco de Louis Gerald; quizá Jair filtró las canciones o fue un hacker el encargado de hacer las canciones públicas —en ningún punto de nuestra relación, Louis Gerald me contó sobre haber grabado alguna canción y se lo comenté a Scott para que me dijera lo que pensaba—. Entonces consiguieron a alguien con una voz muy similar a la de Louis Gerald o sí la grabó pero no pudo lanzarla por lo que ya sabemos que pasó.

—No entiendo qué esperas para poner la canción de Louis —hice muchos pucheros y tuve que pedirle a Scott que por favor reprodujera las canciones filtradas de Louis Gerald; eran letras hermosas y su voz era muy similar a la de Louis Gerald, definitivamente el joven Train no había grabado dichas canciones—. La letra es bastante hermosa. Aunque no es su voz y eso te lo puedo dar por seguro —Scott me preguntó por qué era así—. Estuve saliendo con él por muchos años, evidentemente conozco su voz y sé cómo hace las notas altas, las notas bajas, sé que su voz era capaz de llegar a notas altas. Además de que las notas altas en esta canción son producto de auto-tune, se escucha de inmediato.

—Estabas muy enamorado de él y eso es bueno, hijo —Simon me dio un par de palmadas en mis hombros—. Yo estoy enamorado de Sandy, creo que sabes que es la madre de Scott, ¿no? —asentí con la cabeza—. Cuando empezó a olvidarse de mí, de Scott, y de todo lo que habíamos construido, sentí que el mundo se me venía abajo, la extraño muchísimo todos los días y no estoy seguro de sí pueda seguir con esto, la amo pero creo que me rendiré.

—¿Qué estás diciendo, papá? —Scott intervino, antes de que yo pudiera siquiera pensar en hablar—. ¿Te vas a rendir? ¿Tú? Creo que ni siquiera has peleado como yo he peleado, no has llorado lo que yo lloré; ¿qué hubiera pasado si mi abuela se hubiera olvidado de ti? ¿Habrías renunciado a seguir peleando para que te recordara? ¿Te hubieras vuelto un desconocido para ella solo porque te rendiste? Hmmm, creo que no estás siendo justo con ambas partes, tanto con mamá como contigo y créeme que duele —Scott tenía toda la boca llena de razón—. Quieres rendirte y ni siquiera has terminado de pelear; estamos juntos en esta batalla, papá.

—Sí, Scott, tienes toda la boca llena de razón —gracioso, ya que eso fue lo que estaba pensando apenas unos minutos antes—. Pero también hay que pensar que nunca va a poder recordarnos y algún día tendremos que partir. Tú a hacer tu vida y yo de este mundo, así como también tu mamá va a irse; tendremos que dejarla con una enfermera.

—Simon tiene razón, Scott —¡por fin hablé! Aunque Simon me robó las palabras.

—Así va a pasar, cuando llegue el momento, vas a tener que dejar de protegerla o puedes ir a verla una vez cada cierto tiempo, incluso si ella no te recuerde y piense que eres otra persona. Pero con el tiempo se acostumbrará a ti y sabrá que eres una persona interesada en ella.

—¿Como en The Notebook? —Scott me robó la idea; era justo como en esa película; pero en esa película su amado le contaba la historia de dos jóvenes que se separaron a causa de terceros y dichos jóvenes eran ella (la protagonista que, curiosamente, padecía Alzheimer) y él (un enamorado); el plot twist de la historia es que eran ellos dos (ella y él eran la y el protagonista de la historia).

—Así es, mi niño, como en The Notebook, no desesperes —tal vez Simon no supo la analogía de por qué comparaba la situación de su mamá con una película de amor, así que me preguntó.

—Pues lo digo porque puedes ir a contarle la historia de su vida: desde cómo conoció a Simon, hasta el momento en que se convirtió en una maravillosa madre, puedes ir todos los días a contarle un capítulo diferente; justo como en la película.

—¿Sabes la historia de cómo nos conocimos tu madre y yo, hijo? —Scott negó con la cabeza—. Es una larga historia, una muy hermosa, romántica e inspiradora, y ya habrá tiempo para contarla, ahorita ya es tarde y Richard debe ir a su casa, ¿verdad, hijo? —lo sentí como una señal para que me fuera porque ellos dos tenían cosas de qué hablar al respecto.

—No están mis padres y ya tengo veintitrés años; puedo llegar a la hora que sea, además de que es una historia que me interesa mucho saber —eso sí fue cierto, en teoría: no les dije ninguna mentira—. Bueno, depende también mucho de ustedes, ¿puedo quedarme a escucharla o prefieren que sea en privado?

—Claro que puedes quedarte a escuchar la historia, Richard. Me gusta que Scott tenga este tipo de relaciones con la gente —me puse con los nervios de punta porque mencionó la palabra «relaciones»; el problema de mi duelo era que ya había durado mucho tiempo en negación, y yo ni siquiera estaba seguro del tipo de relación que llevábamos Scott y yo—. Pero pasen a tomar asiento, por favor —pasé después de que Scott entrara a su casa, Simon fue el último en pasar; nos acomodamos en el sofá y ya estábamos dispuestos a escuchar la historia de amor—. Yo no era el mejor estudiante, tengo que admitirlo, aunque sí tuve el mejor sentimiento del mundo cuando la miré, ella me devolvió la mirada con una sonrisa de media luna y movió la cabeza a ambos lados al tiempo que volvía a anotar lo que decía el profesor. A mí ni siquiera me interesaba lo que decía el viejo cascarrabias, porque sentía que algo nuevo entraba a mi vida, no le perdí la pista en ningún momento y utilizaba cualquier pretexto torpe para hablar con ella, se reía de mis chistes y aceptaba mis halagos, creía que yo era muy tierno por querer intentar salir con ella, ella mencionó que si quería salir con ella, solo debía pedirle una cita y dejar de ser tan torpe. Ahí me di cuenta de que realmente ella era la indicada, también la invité al baile de navidad; ella dudó por un segundo y al final aceptó. Nos divertimos bastante en el baile, bebimos demasiado ponche navideño, tomamos muchas fotografías preciosas que aún conservo en muy buen estado; luego las verás, Scott, ella se veía como una Diosa, con un vestido de encaje color zafiro, los tacones más coquetos que se puedan imaginar; aunque, aun con los tacones puestos, no alcanzaba a besarme. La mejor parte fue que ella no se apartó de mí al intentar besarla, bailamos una canción que no recuerdo el maldito nombre, al querer regresar a casa, encendí un cigarrillo. Ella mencionó que odiaba los cigarrillos, me vi obligado a apagarlo y, con la ayuda de ella, destruí todos los cigarrillos que tenía guardados. Ese momento fue especial porque, no solo deseché algo que a ella no le gustaba: lo destruí solo porque a ella no le gustaba que yo fumara. Ella también empezó a sentir cosas por mí y comenzamos a tener citas más frecuentes, conoció a mis amigos de la escuela y yo a las suyas, la invité a la cena de Thanksgiving, ella me invitó a la cena navideña, que de igual forma fue en su casa en compañía de su familia presente, fue un poco incómodo cuando nos preguntaron si estábamos saliendo como pareja oficialmente y tuvimos que decir que no oficialmente; pero yo esperaba que ese «no» se convirtiera en «sí», así fue un par de años después. No me vean raro, sí fueron años y tal vez no fue mi primera relación, pero yo esperaba que fuera la última y al parecer sí fue así, después nació Scott. Scott siempre fue la adoración de su madre ya que no podíamos tener hijos. Hasta abortamos a uno porque ella no se sentía preparada ni yo me sentía preparado, hasta que un día, la prueba de embarazo salió positiva y dimos un grito de felicidad que se escuchó en todo el mundo. No creo encontrar a alguien igual o mejor que Sandy en esta y en otra vida.

—Simon, esa historia es maravillosa en verdad —me tragué un par de lágrimas por, de pronto, recordar a mi amado y nuestra historia de amor—. ¡En verdad que es inspiradora! Es una historia tan real que hasta me quiere hacer llorar y yo no soy mucho de llorar. Por lo menos no en estos días —derramé una lágrima por él.

—¿Estás llorando de verdad por la historia de mamá y papá o lloras por alguna otra razón? —Scott sí se dio cuenta de que empecé a llorar, aunque sí supe disimular, pero también pensé en mentirle—. Porque si estás llorando por tu exnovio, está bien; no habría por qué tener un problema.

—Lloro por tu mamá, to be honest —pero le mentí, la única cosa buena era que él no se enteró jamás—. Porque eras un hijo tan esperado por ella y por él, ahora ella no te podrá recordar porque padece de Alzheimer, un horrible padecimiento sin cura: es por eso que lloro, Scott.

—Es un buen muchacho, Scott —su papá me señaló con su dedo índice—. Mucho mejor que el otro patán pulgoso que tenías hace tiempo, y por mucho, créeme, hijo. ¿Cuál era su nombre de dicho patán que me llamó «obeso» y tomaba las cosas de la casa sin pedir permiso? Ya sabes, ese que molestó a tu madre por un comentario sumamente inapropiado, ¿Henry se llamaba?

—Erick —Scott lo corrigió con cierta delicadeza y amabilidad—. Su nombre era Erick y no creo que sea necesario que me recuerdes el pequeño error que cometí al salir con él. Los errores pasan y es de sabios errar por lo menos una vez en la vida, ¿no estás de acuerdo conmigo? —Scott hablaba con una voz tan amable, tranquila y pausada. No estaba nervioso o eso me dije a mí mismo.

—¿Saliste con un patán, Scott? —no supo reaccionar a mi comentario—. Perdón, pero me da mucha curiosidad: ¿por qué saliste con él?, ¿por qué dejabas que tomara las cosas de tu casa sin el permiso adecuado?, ¿y qué fue lo que le dijo a tu mamá que la molestó bastante? —preocupé un poco, o mucho, a Scott. Aunque a Simon no lo preocupé tanto, o nada, porque lo demostró.

—Fue hace mucho tiempo y ni siquiera salimos tanto tiempo, ¿sabes, Richard? Es solo que a papá le gusta recordarlo en cada oportunidad en la que puede hacerlo —él puso los ojos en blanco—. Y ya hay que dejar de hablar de cosas del pasado, ¿no creen que sería lo mejor?

—¿No salieron tanto tiempo, Scott? ¿Estás seguro de ello? —Scott le respondió que estaba muy seguro de ello—. ¡Fueron novios por tres años, Scott! —Scott musitó que, en realidad, fueron novios por tres años y medio, yo me sorprendí cuando Scott fingió toser para que intentáramos olvidar el tema por el bien de los tres involucrados.

—No haré comentarios al respecto —Simon mencionó que tampoco haría comentarios porque al final era la vida de su hijo y él sabía qué decisiones tomaba, y sobre todo, por qué las tomaba—. Solo que sí me sorprende bastante que hayas salido con él por tres años y medio, además de que dejaras que te tratara tan mal —eso lo susurré, procuré que Simon no nos escuchara (y no lo hizo).

—Luego te contaré, Richard, ahora ya es tarde y debes ir a casa —Scott habló en voz tenue y, a pesar de ello, Simon lo escuchó y le preguntó si no pensaba invitarme a tomar un café o algo—. Es que él ya se tiene que ir, papá, ya es un poco tarde, ¿y no fuiste tú el que sugirió que debía irse a casa?

That's bullshit! —fue mi turno de hablar y Scott me suplicó con la mirada que me callara la boca—. Como dije con anterioridad, no están mamá y papá, además de que traigo auto y creo que puedo llegar tranquilo y sin problemas a casa, mi casa en las colinas, ¿puedo quedarme a tomar una taza de café?

—Claro que puedes, hijo, eres bienvenido a mi humilde morada, sin problemas y si necesitas quedarte a dormir, créeme que no hay ningún inconveniente. Todas las veces que quieras, solo que no te vea Sandy o ahí sí habrá problemas por el hecho de su Alzheimer y habrá problemas con ella —Simon era un muy buen padre y el hecho de que me permitiera quedarme a dormir todas las veces que yo hubiera querido fue genial, Scott nunca me comentó sobre lo cool que era Simon y eso fue algo raro, definitivamente.

—Gracias, Simon —miré a Scott, quien casi me daba un disparo con la mirada; si las miradas mataran, Scott habría estado en prisión (cadena perpetua) por asesinato en tercer grado, lo cual me preocupaba bastante—. ¿Ya oíste que soy invitado a quedarme en tu casa y a tomar una deliciosa y humeante taza de café? Espero que eso no te moleste ¿o sí te molesta que me quede?

—En absoluto, Richard —su tono de voz era neutro, no era ni bueno ni malo—. En realidad, me agrada bastante la idea de que te puedas quedar en casa todo el tiempo y las veces que tú quieras; es un paso en nuestra «relación» que nunca nos atrevimos a tomar and, as you say, I think I kinda like it.

—Adelante, chicos —Simon nos indicó que pasáramos a su casa y así lo hicimos; su casa se veía muy linda; arreglada, sin decoraciones, con las fotos de Sandy, Simon y Scott en la sala, bastante limpia (demasiado, parecía que una aspiradora junto con un trapeador y mucho jabón habían hecho un tornado en su casa), todo estaba acomodado en su lugar e incluso Scott y Simon se sorprendieron de que todo estaba en orden—. Iré a hacerles una humeante taza de café, chicos; ¿dónde carajos está Sandy? —escuché los tacones golpear la losa del suelo en la casa de Scott, me recordaba mucho a mamá y lo hizo porque mamá solía estar con tacones adonde fuera que estuviera.

—Aquí estoy —saludó con cortesía—. Sí soy Sandy, ¿verdad? —los tres asentimos con la cabeza, mientras estábamos confundidos y mirábamos con detenimiento la casa tan limpia—. Limpié un poco mientras no estaban, para distraerme, ¿o ustedes son mis criados y ya hice todo su trabajo? Es que recuerdo que yo tenía un criado al que le pedí una limonada.

—Limpiaste demasiado, cielo —Simon estaba igual de consternado que Scott y yo; ¿por qué su casa estaba tan limpia y por qué seguía pensando que tenía criados? Sin que ella lo supiera, esos comentarios herían bastante a Scott—. Y ya te he dicho que no tienes criados, al menos no por el momento; momentáneamente los tendrás y de eso nos encargaremos Scott y yo.

—Yo soy Scott —Sandy iba a responder; sin embargo, Scott le robó la palabra y no pudo terminar de hablar—. No soy tu criado, soy tu hijo y a mí fue quien me pediste esa maldita limonada; no te la pasé porque no creí que fuera tan conveniente que tomaras tanta azúcar, si consideramos tus últimos estudios de sangre; los cuales tuvieron un resultado que claramente dice que tus niveles de azúcar en la sangre son sumamente altos.

—Lo hacemos por tu salud, cariño —Scott y yo estábamos pensando que su reacción iba a ser de enfado o algo por el estilo. Sin embargo, su reacción no fue nada fuera de lo común. La lo comprendió y dijo que se encontraba feliz de que tanto Scott como Simon, y como yo (apenas me conocía y ya estaba pensando que yo me preocupaba por su salud; cosa que así era).

—Y yo soy Richard, señorita Hamilton —me preguntó si yo era un criado—. No, no soy un criado, en realidad soy el… —no pude terminar de hablar porque no supe si su mamá sabía que Scott era gay y yo no sabía qué era exactamente para él—. No importa, soy un amigo de la familia Robinson.

—Mamá —Sandy volteó a ver a Scott e inclinó la cabeza hacia arriba, en señal de que Scott podía continuar—. Quiero presentarte a Richard Vallaj, últimamente ha sido el chico que me gusta y soy gay; orgullosamente soy gay. Who knows, tho? Tal vez algún día él pueda ser mi novio, todo puede pasar, ¿verdad, Richard? —presión social, Scott estaba aplicando presión social para que yo decidiera salir oficialmente con él.

—Sí, debo admitir que a él también me gusta; pero recién se murió mi exnovio y aún me duele pensar que fue mi culpa el que haya muerto —al fin no quise llorar, no sentía ni una sola lágrima aproximarse a mis ojos. ¿Había, por fin, superado su muerte?—. Es una muy larga historia y no creo que quieran escucharla; además, ya es tarde y me debo retirar a mi casa porque no quiero molestar ni a la señorita Sandy ni a Simon.

—Como tú mismo dijiste, Richard: that's bullshit! —abrí los ojos por el comentario pasivo-agresivo de Scott—. Papá ya te dio permiso de quedarte en casa, todo lo que quieras, mamá ya te conoce —le comenté que, con el paso del tiempo, me volvería a olvidar—. ¿Y qué tiene de malo si te vuelve a olvidar? A papá y a mí nos ha olvidado y no es divertido que te confunda con tu criado o te cambie el nombre, ¿sabes?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top