Capítulo 1
El funeral de Louis Gerald fue hermoso. Solo si un funeral pudiera ser hermoso, él habría querido que lo enterraran en Itaville y yo pagué para que se llevaran sus cenizas allá, Taylor Swift se enteró de que Louis había fallecido, y en su honor, fue a cantar a Itaville el día del funeral. ¿Lo único malo? Louis Gerald no estaba presente, pero estábamos ahí (toda la gente que lo conocía y tuvo la dicha de compartir un momento de nuestras vidas con él), ojalá hubiera sido para celebrar que ganó su primer Grammy, un Emmy, un Oscar, un Toni, un Golden Globe, su estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood, que cantó en el half time del Superbowl o algo; pero estábamos ahí para despedirnos de él.
—Para mi más grande fan, Louis Gerald Train Brown, buen viaje; un abrazo hasta el cielo —y empezó a cantar, en total cantó varias canciones y le escribió una nueva canción con su nombre, 'Louis'. Taylor decidió adelantar la regrabación de su tercer disco de estudio, Speak Now. Speak Now era el álbum favorito de Louis Gerald y Taylor lanzó la regrabación como un regalo; aunque él ya no estaba con nosotros para escucharlo y escuchar las seis canciones From The Vault que Taylor les regaló a sus fans, así como tampoco pudo escuchar las siguientes regrabaciones de Taylor. En el inicio del booklist, y después de su prólogo, puso la leyenda «Para mi más grande fan, un buen amigo, un excelente novio y un gran artista; Louis Gerald Train Brown. Un abrazo hasta el cielo. Buen viaje, amigo.».
Al funeral fue casi todo el mundo; hubo gente que viajó desde México, París y otros estados de Estados Unidos. También fueron muchas amistades de Louis: Jessie Jones, Marcus Miller, Lezley, Candy, Ryck, Logan, Scott Robinson Hamilton; tuve suerte de, por fin, conocerlo, Lindsay Campbell; ya la conocía, fue a verme a Suiza para decirme "I got a message from Louis", Dylan Mendoza Salazar; escuché sobre él, Logan y todo lo que lo ayudó tanto con él como conmigo, David Smith Miller; sí, el primo de Marcus fue a despedirse de su excliente, Susana Zamora; su amiga que vivía en México; acompañada de Diego y de Leonardo, no podían faltar sus padres; incluso aunque se suponía que su mamá y su papá ya no estaban en Sagrado Matrimonio (no del todo; seguían viviendo en la misma casa, pero sí era necesaria la presencia tanto de ella como de él), Tom Roux; incluso fue, a pesar de todo lo que dijo Gerald que él le hizo, también estaban Rosa, Jair y Esteban; trabajadora y trabajadores en la disquera independiente en la que trabajó Louis Gerald (Jingle Records), quise matar a Jair por pedirnos ir a la tienda de doña Leticia y no encontrar la puta tienda (aunque esto último sí fue más mi culpa que la de Louis Gerald por distraerme tanto viéndolo).
También llegaron reporteros a su funeral, estuvieron reportando todo. El clima era nublado, se aproximaba una llovizna. Y sí llegó un par de minutos después de haber escuchado el primer trueno que golpeaba la zona oeste de donde estábamos. La lluvia y el frío eran de los climas favoritos de Louis, así que él habría estado bastante feliz de que hubiera lluvia en su funeral.
Lezley fue una de las personas que más estuvo llorando en el cementerio, a un lado de la tumba; yo también lloré ahí mismo y le pedí al cielo que por favor me regresara a Louis (y tal vez lloré mucho más que cualquier persona que estuvo presente en su funeral; no era del todo cierto, porque Lezley, su mamá, Marcus y yo, fuimos las personas que más lloramos la muerte de Louis Gerald).
—Creo que llegó la hora de decir unas palabras —su papá, el señor David Train, llamó la atención en el cementerio—, ¿te importaría empezar, Richard?
—Preferiría que empezara la señorita Theresa Brown, su madre.
—Y también fui tu suegra, mi vida, pero por favor, llámame «mamá» —¿la mamá de Louis me llamó «mi vida» y me había comentado que era mi suegra; además de pedirme que le dijera «mamá»?—. Él tal vez no habló mucho sobre ti, pero sus ojos le brillaron cuando te mencionó, también le brillaron cuando me comentó que irías a mi casa y le brillaron cuando cantó la canción contigo, la cual lleva tu nombre como título; él en verdad te amó como no tienes idea.
—¿Le importaría hablar primero? —sonreí, a pesar de que me estaba muriendo de tristeza.
—Sí, cariño —le agradecí—. Louis Gerald es mi hijo; no importa que hayas pasado a mejor vida o que tuvieras veintidós años, fuiste y siempre serás mi bebé. Fuiste un niño tan listo, hermoso y me siento afortunada de haber sido tu madre, te amé mucho desde la primera vez que te tuve en mis brazos, te advertí de los peligros que había en el mundo y te arriesgaste; eras alguien muy valiente, toda la gente reunida aquí saben de tu valentía. También les quiero decir que espero que sepan que Louis Gerald les amó con cada latido de su corazón y se preocupó por cada una y uno de ustedes; tenía un enorme corazón —la señorita Theresa Brown comenzó a llorar, no pudo terminar de hablar porque las lágrimas fueron inevitables, decidí acercarme a abrazarla—. Gracias, mi vida, sé que Louis estaría bastante feliz de tenerte aquí, con el resto de sus amistades —las reporteras y los reporteros también grabaron cuando estuvimos dedicándole unas palabras.
—¿Lezley? —el papá de Louis la llamó apenas su mamá y yo terminamos de hablar; estábamos al rededor de su tumba; en la tumba metimos cosas que nos recordaban a él; su Teddy Bear, algo sabor vainilla, su disco favorito de Taylor Swift; Speak Now y su perfume favorito; One Million—. ¿Te importaría decir unas palabras?
—Louis Gerald Train Brown: fue, es y siempre será mi mejor amigo, todavía me acuerdo del día en el que se acercó a hablar conmigo en compañía de Candy y Logan; pensé que se trataba de una broma de muy mal gusto, porque pensamos que era el conejillo de indias de Marcus Miller, nos demostró que nunca fue así, él fue una de las personas que nunca creyó que yo tuviera un Teratoma; que fue lo que alguien difundió por toda la escuela. Él siempre creyó que Logan o Ryck eran mis mejores amigos; ni de cerca, porque él era mi mejor amigo y lo será, Louis Gerald me demostró que siempre podía contar con él y que nuestra amistad era muy sincera, no solo era sincera: ¡era y es real!—Lezley Anderson, con su hermoso vestido de gala negro, con muy poco maquillaje (llevaba un poco de base del color de su piel, sus pestañas delineadas y sombra color carmín), venció todas las ganas de llorar, a pesar de que su voz sonaba bastante entrecortada—. Espero que esté bien, dondequiera que esté —Lezley miró al cielo, y al bajar la mirada, una lágrima brotó de su ojo—. Por favor, nunca te olvides de mí y de nuestra amistad tan especial que teníamos; nunca creí que tú y yo tendríamos una amistad tan especial y duradera, será para toda mi vida.
Lezley comenzó a llorar; Candy, Ryck y Logan tuvieron que abrazarla muy fuerte. Muchas personas más hablaron; toda la gente que fue a despedirse lo hizo, yo me aguardé hasta el final para hablar. Sin embargo, los discursos de Jessie y Marcus fueron hermosos: ella mencionó que lo extrañaría y que verlo en Itaville fue una de las mejores cosas que le pasó en el año, Marcus dijo que esperaba que todo fuera una broma, que fuera como él hizo apenas hacía un año atrás y esperaba verlo entre las sombras o escondido en el cementerio; tuve que explicarle que yo vi su cuerpo y que murió frente a mí, mala idea, porque esto lo destrozó, lloró demasiado y se derrumbó porque, su amigo de la infancia y al que más quiso en toda la vida, Louis Gerald, se había ido.
—Hola a toda la gente reunida que está por aquí —llegó mi turno de hablar—. Tuve la fortuna de reencontrarme con Louis Gerald en París, lo busqué a propósito; pero lo encontré por error y por accidente lo quemé un poco con su café que llevaba, gracias a Louis Gerald aprendí que soy gay, a pesar de que estuve en una relación con Jessica Jones; a quien sí amé de verdad, es solo que mis gustos evolucionaron y me di cuenta de que Jessica y yo funcionábamos mejor como una bella amistad. Louis Gerald me amó a mí y a toda la gente que está aquí, como dijo su mamá. Voy a cantar una canción y esta canción va para él: se llama Gone, Gone, Gone de Phillip Phillips —fui por mi guitarra al auto, y cuando volví, ya me estaban esperando, así que comencé a cantarle a Louis Gerald; dondequiera que estuviera, al terminar de cantar, toda la gente me llenó de aplausos por tan semejante espectáculo—. Espero que les haya gustado mi actuación, fue para ti, Gerald; te amo y siempre lo haré.
Me caí de rodillas cuando terminé de hablar porque el dolor era inevitable, quizá mi guitarra se rompió, poco me importó; lo material siempre volvía, una vida no. Después de eso, le pedí al cielo que parara de llover; ¿por qué siempre tenía que llover o estar nublado en algún funeral? Por arte de magia, la lluvia paró y un rayo de sol me iluminó; supe que era él: Louis Gerald dándome un mensaje de que estaba conmigo y jamás me dejaría solo. Estaba sonriendo y Lezley se acercó a hablarme.
—¿Crees que esto signifique…
—¿Una señal de Louis Gerald? Sí, firmemente sí creo que lo sea —le sonreí.
—Lo voy a extrañar por siempre, Richard.
—Sigue aquí, él nunca se irá de nuestras vidas ni de nuestro lado, Lezley —pasé mi brazo por sus hombros y vimos el cielo; ambos supimos que Louis nos estaba viendo desde arriba.
Louis…, siempre tan lindo, siempre tan cómico, siempre tan cariñoso, siempre tan dulce y carismático; eso es lo que era él, eso es lo que describía a Louis Gerald y si alguien me hubiera preguntado: ¿quién era Louis Gerald para mí? Sencillamente les habría comentado los adjetivos que ya dije; además de mencionar que fue, es y siempre será el amor de mi vida. Eso les habría dicho a cualquiera que me hubiera preguntado acerca de Louis Gerald.
No pude terminar lo que quería decirle a Louis; en realidad iba a decirle que él me enseñó a amar, que tenía planeado pedirle matrimonio cuando lanzara su segundo disco de estudio titulado «Eclipse», lo hubiera hecho en su último concierto de la gira; le habría pedido que cantara "Richard" como canción final y, cuando Louis terminara de cantar, me arrodillaría y le pediría que se casara conmigo; lo planeé tan bien y me lo quitaron, se llevaron al amor de mi vida en un abrir y cerrar de ojos.
Y ni siquiera pude darle un golpe o algo, simplemente tomó el alcohol y se largó; como ya mencioné, en silencio, no me dedicó una sola palabra. También pensaba decirle, antes del disparo, que saldremos de esa trágica escena juntos (y bien) y que todo lo que él había logrado había sido por ser así de aplicado y trabajador; además de ser tan hermoso que nunca se dio cuenta de ello.
—¡Ey, Richard! —el papá de Louis llamó mi atención—. ¿Gustas acompañarnos a cenar?
—Sí, claro —sentí que no era verdad que el señor David Train y la señorita Theresa Brown me estuvieran haciendo parte de su familia—. ¿Y con quiénes más vamos a ir?
—Nos van a acompañar Lezley, Candy, Ryck, Logan, Scott, Lindsay, David, Marcus, Jessie y Jair; vamos a ir a comer hamburguesas en el McDonald's del centro comercial, David paga —la señorita Theresa le estaba cobrando muy caro por la infidelidad de su exmarido, pero me preocupé bastante porque Jair estaba en la lista de gente invitada.
—Por favor, no invite a Jair —le sugerí a la señorita Theresa Brown—. Espero que sepa que es su culpa que Louis Gerald esté muerto —lancé mi veneno cual serpiente venenosa, su mirada pasó de ser una mirada compasiva y cariñosa, a ser una mirada de odio, rabia e ira. Se aproximó directamente hacia él y, después de abofetearlo, empezó a gritarle que por su culpa estaba muerto su hijo.
—No fue mi culpa —Jair se defendió mientras se tocaba la mejilla donde Theresa le dio una fuerte y sonora bofetada—. Sí, le pedí que fuera a la tienda de doña Leticia…
—¿No podías ir tú? —la madre de mi amado lo interrumpió, estallando en furia, Jair comenzó a titubear y no supo qué responderle.
—¿Por qué no le dice nada a él? —me señaló y lo quise matar—. ¿Por qué fue Louis Gerald al que le dispararon y no Richard? —me quedé boquiabierto, perplejo, ante su comentario.
—No nos dio opción —me metí en la discusión, a pesar de que la señorita Brown no me preguntó ni me pidió ayuda; tal vez fue un micromachismo—. El hombre tenía un arma, después empezó a decir una serie de bobadas: como que no era justo que nos vendieran alcohol a nosotros y a él no…
—¿Por qué no se les ocurrió decirle que lo compraron en otro lado? —buena tirada, Jair; aunque no funcionaba así.
—Porque nos vio en cuanto llegamos, nos quedamos formados, creo que Louis le firmó un autógrafo, hicimos un show para él y nos fuimos; después de irnos, nos empezó a perseguir, nos soltamos la mano y, de la nada, apareció frente a nosotros.
—¿Y después qué pasó? —Theresa se veía bastante interesada; porque nunca se lo conté, en el tema de cómo falleció.
—Después nos dijo que jugáramos a la ruleta rusa con él, le dio muchas vueltas al revólver y tiró del gatillo; sin embargo, no pasaba nada, luego dijo que él también se dispararía, para que fuera justo, lo hizo y no pasó nada de nada; los turnos para disparar como ronda final eran: él primero, después Louis Gerald y yo como última opción porque Louis Gerald lo pidió. Ni siquiera le dio el arma a Louis Gerald, él y yo estábamos intentando calmar nuestros nervios cuando le disparó directamente en el corazón. Grité que no era cierto, le pedí a Louis Gerald que se quedara, que no me deje; no pude salvarlo y no me quería separar de él, los vecinos llamaron varias ambulancias y a la policía; los paramédicos fueron quienes me obligaron a separarme de él —volví a llorar, la señorita Theresa Brown no me creyó ni una sola palabra de por qué Louis había muerto y no yo—. ¿No creen que es algo que él haría? —me sorbí los mocos porque ya no tenía ni un poco de papel higiénico; me lo acabé todo de tanto que me limpiaba la nariz y las lágrimas.
—Sí, es algo que él haría —Lezley llegó a salvarme—. Él amaba tanto, pero tanto, a Richard, que prefirió morir él antes de que cualquier idiota le hiciera algo.
—Sigo sin poder creer que mi niño se haya ido —volvió a llorar.
—Está en un lugar mucho mejor, señorita Theresa —no la abracé porque Lezley me ganó, solo alcancé a verlas abrazadas y con la cara de la señorita Theresa sobre el hombro de Lezley—. Él sabe que lo amamos mucho y lo seguiremos amando, hasta el último día de nuestras vidas.
—Es que no entiendo por qué —habló gritando y también soltó un gritó que seguramente se escuchó hasta el otro lado de la ciudad—. ¿Por qué mi hijo? ¿Por qué no fue alguien más? Fácilmente podría haber sido yo, si fuera necesario; yo habría dado ni vida por él —nos preocupamos bastante por lo que estaba gritando.
—Señorita Theresa —Lezley la llamó con su voz más calmada y educada posible que solo ella tenía—. Sabemos que Louis Gerald está bien y que murió por la persona que más amaba; y sí, sabemos que usted misma daría su vida por él; pero ya pasó y es algo que tenemos que superar para vivir bien, en armonía y con tranquilidad; estoy muy segura de que es algo que Louis Gerald habría querido —ella fue la que inició todo el asunto de esa frase: «es lo que Louis Gerald habría querido».
—Lezley, tesoro, es la primera vez que hablamos y tienes tanta razón en lo que dices —me sorprendió bastante que Lezley y mi suegra no hubieran hablado antes, me quedé perplejo—. No quisiera despedirme de él, pero supongo que esto es el ciclo de la vida.
—Algún día lo vamos a superar, no se preocupe —le toqué el hombro en cuanto Lezley soltó a mi suegra.
—¿Alguien mencionó algo de ir a cenar unas hamburguesas? —Logan, que no supe dónde estaba, se apareció y aligeró un poco el ambiente.
—Sí, nosotras y nosotros estábamos a punto de irnos allá, Logan —su papá también apareció, acompañado de Candy, Ryck, Scott, Lindsay, David, Marcus y Jessie—. Solo que su mamá, Lezley y Richard estaban dando una última despedida a nuestro querido hijo Louis Gerald.
—¿Vas porque extrañarás a Louis Gerald, porque es tu exnovio o porque quieres comida gratis? —abrí la boca, perplejo por el comentario de Candy—. Creo que es más la tercera opción que las dos primeras, ¿no crees que sea cierto, Logan? —siguió y siguió con sus comentarios tan despectivos hacia el pobre Logan—, ¿ustedes qué opinan?
—Que te estás comportando muy infantil con respecto a Logan, Candy —miré a Jessie, quien estaba justo a un lado mío, ella solo me devolvió la mirada con una ligera sonrisa y se dirigió a mí—. Me encantaba cómo es que Louis Gerald hablaba de ti, créeme cuando te digo que él de verdad te amaba y siempre lo hizo; incluso pensó en dejar de hacerlo por mí si yo no estaba de acuerdo en que estuvieran juntos —me susurró—. Es muy raro que hace un par de segundos estuviera lloviendo y ahorita está soleado.
—Mira, me preguntaba por qué carajos llovía o hacia frío siempre en los funerales y, a pesar de que ese es el clima favorito de Louis Gerald, paró de llover; también un rayo de sol me iluminó todo el cuerpo, así que creo que Louis Gerald, desde el más allá, cambió el clima; ¿sabes? —me acerqué a susurrarle a Jessie.
—Siempre con tus teorías tan rebuscadas, Richard —abrí los ojos—. ¿O no? —no me dejó opción más que decirle que sí, pero que Lezley creyó lo mismo que yo creí cuando se dio cuenta de que había un rayo de luz iluminándome—. ¿Tienes testigos, eh? Eso lo hace muchísimo más creíble, Richard.
—Como sea —empecé a enojarme con ella, a pesar de que ella se veía bastante feliz conmigo
—¿Traes tu auto? —ella soltó la pregunta, como solía hacer cuando estábamos en una relación.
—Sí, Jessica —hablé de dientes para afuera (aunque no fuera intencional; pero me molestó su falta de empatía)—. Traigo mi maldito auto.
—Excelente —sonrió—. Vámonos con la familia de Louis Gerald, ¿no crees que es mejor?
—Sí, Jessica, es mejor que alcancemos a la familia de Louis Gerald en mi auto porque ya se fueron —volví a hablarle de dientes para afuera, Jessie le habló a la mamá de mi amado y le pidió que le dijera a dónde iban a ir a comer.
—Buenas noticias, Richard —Jessie volvió conmigo—. No iremos a otro lugar que no sea el centro comercial de Itaville a comer en McDonald's, pensé que iban a cambiar el lugar o algo; pero no fue así, todo en orden y como lo planeamos.
—Sí, vámonos —volteé a ver la tumba de Louis Gerald, la cual antes estaba rodeada de gente; para ese entonces, no había más que un pequeño pájaro—. Adelántate, voy a hacer algo que olvidé hacer.
—Ok, te veré en tu auto, Richard —le lancé las llaves para que no estuviera afuera esperándome—. Gracias por el detalle, no tardes tanto.
—Sí —le resté importancia al hecho de que le di las llaves de mi auto a Jessie; confiaba plenamente en ella, y comencé a caminar hasta llegar a la tumba de Louis; hubo tanta gente tan solo un par de minutos antes y después se quedó tan solitaria y vacía (aunque las cenizas las iba a conservar su madre; no dejaron que yo las tomara)—. Al fin solos, no sabes lo mucho que me haces falta; escuchar tu risa, tu dulce voz, cuando me besabas. No debí dejarte solo en ningún momento; si hubiera sabido que eran tus últimos momentos con vida, debí quedarme contigo en lugar de estar hablando con otras personas en la fiesta a la que nos invitó Jair; perdóname. Debí dar mi vida yo por ti, definitivamente debía morir yo y tú no.
Estuve un buen rato hablando solo en la tumba de Louis Gerald; bueno, no estaba solo del todo porque supe que Louis Gerald estaba ahí conmigo, escuchándome y haciéndome compañía. No me di cuenta de que pasó media hora, así que tuve que llamar a Jessie, avergonzado de mí mismo y no sabía lo que le iba a decir con exactitud tras haberla olvidado.
—Hola, Jessie, disculpa por tenerte esperando un buen rato —le hablé con voz nerviosa y esa soltó una risita.
—No pasa nada, Richard —ella siempre era tan comprensiva y esa fue la razón por la cual estaba enamorado de ella; pero ya no fue así—. Espero que no te moleste, pero me vine con la familia de Louis Gerald y con el resto de sus amistades; ya sabes dónde estamos, ¿no es cierto? Puedes venir y nos alcanzas aquí, ¿qué dices?, ¿contaremos con tu presencia?
—Sí, claro, pediré un Uber y les alcanzo allá, ¿de acuerdo? —Jessie accedió—. No tardo.
—Tarda lo que sea necesario, realmente no hay prisa porque apenas van a ordenar ya que no se decidían qué escoger y me dio un estrés horrible.
—No tardo —si algo aprendí de Jessica era que no le gustaba estar estresada porque se volvía bastante irritante y eso era demasiado—. Me tengo que ir, mi amor, volveré; tal vez no pueda venir diario a verte; que es lo que mereces, aunque sí vendré en cada ocasión que me sea posible venir a Itaville: lo prometo.
Abrí la aplicación de Uber y llegó más rápido de lo que pude decir «te amaré por siempre, Louis Gerald». Sonreí al pensar que él me estaba viendo desde la otra vida; o desde el cielo, según las que eran mis creencias. Al sonreír, llegó el Uber que había pedido y me subí al asiento de atrás (decidí no viajar en el asiento del copiloto). Al llegar al Centro Comercial de Itaville, me fui corriendo al área de comida rápida antes de que Jessie hiciera un espectáculo que hizo un par de años atrás de nuestra graduación en Apple White. Corrí as fast as I could, había muchísima gente, pero era viernes; debió ser eso; sin embargo, no tardé en encontrar el restaurante de comida rápida en el que estaban.
—Lo siento mucho —estaba jadeando, no podía respirar muy bien—. Hice un par de cosas en el cementerio.
—Espero que no haya sido nada malo a la tumba de Louis Gerald, ¿eh? —su mamá me reprendió.
—Nunca en la vida haría algo parecido —se me heló la sangre porque pensaran que hice algo malo en la tumba de Louis; sin embargo, las personas que me rodeaban, me preguntaron por qué iba tan apresurado y jadeando—. Corrí desde la entrada.
—Pensamos que vendrías corriendo desde el cementerio, Richard —le expliqué a Jessica que no era así, que necesité llegar rápido; no expliqué para qué.
—No, Jessica, solo estaba platicando con él; aunque no estaba, yo sentí que de verdad me estaba escuchando y estaba frente a mí —su mamá comentó que sí estuvo ahí conmigo, lo dijo porque era lo que yo quería escuchar; o eso fue lo que yo supuse.
—Te sigue doliendo su partida, ¿no es cierto? —Scott y yo solo habíamos hablado cuando nos encontramos en el aeropuerto; yo no tenía idea de quién era él, aparentemente, él sí tenía idea de quién era yo porque el pueblo entero, la escuela entera: me conocían y sabían acerca de mí y de mi familia—. Creo firmemente que te va a costar mucho, pero mucho, superar la trágica muerte de Louis Gerald.
—Sí, Scott, tienes razón —empecé a sudar, me daba calor, pensé que era por correr tanto y tan rápido desde la entrada del Centro Comercial de Itaville al maldito McDonald's—. Lo vi morir, estuvo en mis brazos, sostuve su cuerpo…
—Ya basta, Richard —Jessie era la única que tenía la habilidad de poder cambiar mi sentido del humor o calmar mi enojo—. Tú solo estás sufriendo, dejemos de recordar esto; ¿te dolerá? Sí, pero lo vas a superar, tal vez no hoy y tal vez no mañana, yo solo sé que así será —esa era la actitud que amaba de Jessie; intentaba buscar el lado bueno de todas las cosas, siempre.
—Gracias, Jessica, tienes toda la boca llena de razón —ay, cómo me hiciste falta en ese momento, Gerald.
En el momento en el que llegaron nuestras hamburguesas, nos pusimos a comer; compartimos risas, secretos, anécdotas y, lo más importante, compartimos ese sentimiento de compañerismo gracias a que estábamos ahí por una misma razón: Louis Gerald. Sin embargo, todo lo que restaba del día, pude estar tranquilo..., hasta que llegó la noche porque, después de habernos reunido para comer unas hamburguesas en McDonald's, la señorita Theresa Brown me pidió que fuera a su casa, en compañía de su ex esposo, para darme un osito Teddy de felpa que era de Louis Gerald (otro, él tenía demasiados peluches).
—Estoy segura de que él querría que conservaras uno de tantos que él tenía; creo que puedes quedarte uno o varios de ellos; ¿qué tal todos? —la señorita Theresa Brown se tragó un par de lágrimas.
—Lo cuidaré bien, señorita Brown —de nuevo, me pidió que le llamara «mamá» porque eso era para mí, solo si yo consideraba que era lo correcto y lo mejor. Ella me obsequió el osito. El mismo osito que Louis Gerald veía coquetamente y que le comenté que esperaba no ponerme celoso por él, sí, ese osito…
Durante la noche, abracé al osito Teddy y me imaginaba que era él; que era Louis Gerald, estuve a punto de besarlo; aunque no pude hacerlo y no porque no quisiera, sino porque nada se comparaba a Louis en general. No traté de suicidarme ya que eso lo intenté cuando me fui a Suiza y vi a Louis Gerald con alguien más. Después pensé que esa era una terrible idea porque no valía la pena suicidarse porque una persona no sentía lo mismo que tú por ella y decidió estar con alguien más.
Así fueron pasando los últimos días de octubre; no hice nada salvo ir al cementerio a platicar con él, en una ocasión le di las gracias por darme otra oportunidad para vivir y que la aprovecharía al máximo; aunque la vida era horrible si no estaba él conmigo. Pensé en que no era para nada justo que Louis Gerald literalmente dio su vida para que yo la viviera y, a la vez, yo solo estuviera viviendo solo, triste y lamentándome; eso es algo que Louis no querría.
Yo tuve su teléfono celular los primeros días después de que fuera su funeral; nunca me dio motivos para desconfiar de él y yo tampoco le di motivos para desconfiar de mí. No hizo falta haber revisado su teléfono celular. Era tanta la confianza que nos dábamos el uno al otro que realmente no desconfié de él. Además, Louis Gerald me había comentado en una ocasión que no hablaba con nadie y yo confiaba plenamente en él; había creído todo lo que él me decía.
Un día, llegué del trabajo a mi casa en Suiza, estaba agotado y solo veía el techo de mi habitación, esperando que me pudiera dormir tranquilo para volver a hacer la misma rutina de siempre, solo que mi teléfono celular sonó y al mirar la pantalla, estaba la foto de Louis Gerald que le puse a su contacto; era una llamada de su teléfono celular. Dudé un poco, pero lo respondí, esperando lo peor.
—¿Hola? —solo escuché estática y elegí colgar, pero nuevamente recibí una amada del mismo número; así sucedió muchas veces—. No sé quién está haciendo esto, pero es lo más molesto del mundo, ¡ya basta! Dejen de torturarme así.
—Me morí amándote y siempre será así, no lo olvides —era la voz de Louis Gerald.
—¿Qué? ¿Quién habla? —de nuevo hubo estática—. ¿Hola?
—Te amo —y colgó la llamada, intenté volver a llamar el mismo número, no hubo respuesta porque me decía que dicho teléfono estaba apagado; lo intenté hacer por muchas ocasiones, hasta que me rendí y no volví a hacerlo.
Pero ahí fue cuando desperté, todo pareció ser solo un sueño; uno bastante real. En realidad me había quedado dormido en mi propio escritorio, haciendo papeleo. A veces deseaba que Louis Gerald hubiera conocido mi departamento en Suiza; nunca lo conoció, también deseaba que se hubiera quedado un poquito más conmigo.
A veces quería saber si había una manera de revertir el pasado: eso era imposible y en ese momento lo entendí.
En una ocasión, cuando viajé a Itaville para ver la tumba de Louis Gerald; como se lo prometí, Scott me invitó a salir. Sí, me parecía raro que Scott siguiera viviendo en Itaville, pero definitivamente quedé más sorprendido cuando me envió un mensaje para salir a comer. Yo acepté porque, como se lo dije a Louis Gerald en las cartas que le di el mismo día que me fui a Suiza, «ve, vive tu vida; ve, di 'adiós'; tantas preguntas, pero no pregunto '¿por qué?»; le pedí que siguiera sin mí y, a pesar de que sí lo hizo, me alegró muchísimo que él estuviera feliz; incluso aunque a mí me doliera verlo con alguien más. Debí dejarlo con Tom Roux, así tal vez nunca habría muerto. Pero eso es otro tema. Accedí a verme con Scott en el Parque Orange y, cuando llegué, él estaba esperándome recargado en un árbol; con sus audífonos y su cubrebocas puesto. Me aproximé hacia él, pensando si de verdad era lo correcto o no lo era.
—¡Hola, Richard! —Scott me saludó en cuanto me vio llegar, le devolví el saludo, de forma muy educada—. ¿Cómo te encuentras? —fue ahí cuando me abrazó y no pude rechazar su abrazo.
—Bastante bien, solo estoy un poco cansado porque no he dormido bien los últimos días debido a que tengo que hacer bastante papeleo y cosas del trabajo.
—¿Es eso? —supe, desde ese momento, que Scott no me creyó ni una sola palabra que le dije, me quedé perplejo y no supe qué decir—. ¿De verdad es mucho papeleo y cosas del trabajo? —negué con la cabeza porque Scott me describió—. Sé que todavía sufres por Louis Gerald y está bien; yo también sufro por él, sometimes.
—Es diferente porque yo estaba enamorado de él, tú no y, además de todo; es lo que más me mata por dentro, yo lo vi morir. Gracias a Dios, tú no tuviste esa mala fortuna de verlo morir en tus brazos y ver cómo iba muriendo el amor de tu vida en un abrir y cerrar de ojos —supe que iba a llorar; solo que no me salió ni una sola lágrima.
—Imagino que debe ser duro para ti contar esto como si fuera nada; lo digo porque estás bastante tranquilo.
—Estoy bien, no puedo sufrir por esto toda la vida; sin embargo, no puedo lamentarme por siempre el que Louis haya muerto y no puedo culparme siempre por eso —¿pasó? ¿Pude hablar de Louis Gerald sin ponerme a llorar otro río de lágrimas?—. A pesar de que estos últimos días he estado llorando muchísimo.
—Es válido llorar, ¿sabes? —pensé que Scott me estaba comprendiendo—. It's ok not to be ok —lo pensé bien; Scott sí me estaba comprendiendo.
Después de estar en el Parque Orange, decidimos que era mejor ir a comer, así que así lo hicimos (porque ese era el plan original). Caminamos por el Parque Orange hasta llegar al Centro Comercial de Itaville. Entramos al cine a ver una película de terror con palomitas, un par de bebidas y unos caramelos para él y para mí. Pensé que Scott trataría de coquetear conmigo, pero no fue así y me frustraba un poco que no le gustara porque, Dios, le gustaba a todo el mundo. Soy perfecto. ¿Cómo no le podía gustar? ¿Cómo?
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