7 | Furia

Droit.

Ni siquiera sé por qué he aceptado.

Layla está a mi lado, habla de muchas cosas y yo trato de sonreír. Creo que todo esto no es más que por cortesía, todos los días aparece para verme y no tengo la menor idea de por qué.

Primero, ¿qué hace en el cementerio todos los días?

—¿Te has bronceado alguna vez? —su pregunta me saca de mis pensamientos, sin dudarlo agacho un poco la cabeza para observar mi piel.

Está pálida, las venas en mis brazos se ven con mucha normalidad, pero no entiendo su pregunta.

—Lo he hecho.

Su tono de piel es más colorido que el mío, sí. Como si su casa fuera justo en la orilla en la playa donde se bañara con la luz del sol cada día.

—Ahora parece que no has salido de casa por mucho tiempo.

—No lo hago. —concuerdo.

No tengo muchas ganas de hablar. Es decir, sé que ella está haciendo un esfuerzo ya que aguantarme así no debe de ser fácil, pero aun así, ¿por qué lo está haciendo?

¿Por qué siempre aparece cuando estoy con Mary Kate?

Quiero preguntárselo, ahogarla en dudas, pero algo en mí no se atreve a hacerlo.

Tal vez me estoy volviendo un cobarde, quién sabe.

—¿Por qué no? —cuando la observo ella sonríe—. Es decir, sí, sé que no estás del mínimo humor para ello. Pero, ¿y si lo intentas? ¿Qué podría salir más?

—¿Qué estás proponiendo?

—Esta noche, en vez de una siesta en un frío bloque de cemento. Vayamos al parque.

—¿Al parque? ¿En medio de la noche? —pregunto incrédulo.

—¿Qué? ¿Eso te parece más descabellado que dormir todas las noches en el cementerio?

No digo nada, tiene un punto.

Aun así, no me parece buena idea.

¿Dejar sola a Mary Kate?

—¿Por qué en la noche?

—Hay más tranquilidad.

Tiene otro punto.

—Vamos, vamos, vamos. Sé que no es la mejor manera de convencerte, pero, ¿lo harías por mí?

—Claro, porque esta amistad ha llegado hasta ese punto. —digo mientras niego.

—Pero podría hacerlo. —se detiene frente a mí, una sonrisa adorna su rostro ladeado.

Busco las palabras adecuadas para rechazar su oferta, justo ahora suena más tonto que antes.

—Nos conocemos desde hace menos de una semana, ¿y si es un plan para asesinarme?

Las comisuras de sus labios caen y se muerde el labio inferior.

—Si hubiera querido matarte lo habría hecho la primera noche que te vi dormir en la tumba.

No digo nada, solo observo a mi alrededor, buscando cualquier otra excusa, pero ahora para irme.

—Droit.

Cuando mi cara vuelve a estar frente a la suya no tengo tiempo de hablar, ni hacer nada más. Quedo de piedra, sin poder creer lo que ha hecho.

Me besa.

Sus frías manos toman de la parte trasera de mi cuello, obligándome a profundizar el beso. Sus labios también son fríos, helados.

Me aparto tan rápido como puedo, doy un paso atrás, y otro, y otro hasta tenerla lo suficientemente alejada.

La observo con los ojos abiertos de par en par, ella no hace nada, solo está ahí, tal vez esperando por mi reacción.

—¿Qué te ocurre? —bramo exaltado—. ¿Estás loca?

—Droit...

—No vuelvas a tocarme. No vuelvas a acercarte a mí. Jamás.

Me doy media vuelta sin esperar nada más y me largo.

Camino con furia de regreso, busco por todo el lugar hasta llegar a la tumba de Mary Kate.

Suprimo estas horribles ganas de atentar contra las palabras de Thiana de nuevo y, sin atreverme a siquiera ver el nombre de mi amada por lo que acaba de pasar, me voy.

Estar ahí luego de haber besado a otra, por más que no haya sido mi culpa, se siente una gran y horrible traición.

Una que ella no merece.

El camino al auto es terriblemente lento, cuando entro y cierro la puerta con un golpe demasiado feroz observo apenas por la ventanilla y la veo.

Ahí está, de pie a una prudente distancia, observándome.

No sé qué se trae, ni si creyó que con ese beso me quedaría con ella e iría a donde se le antojara.

¿Por qué he tratado con ella en primer lugar? No lo entiendo, me siento tan estúpido.

Alejo la vista de la ventana y enciendo el motor. Regresaré cuando sea la hora de dormir junto a mi mujer, la única que le permitiría tal abuso y que no lo puede hacer.

Ahora solo quiero desestresarme encerrado en lo que antes apodaba mi hogar.

Escucho las llantas pisar el asfalto con la misma furia que crece en mis venas. No pienso en nada más que en lo que pasó, es una locura.

¡¿Quién demonios se cree?!

Al aparcar frente a casa necesito unos segundos en mi puesto, solo para tratar de calmarme. Pooff puede asustarse si me ve lanzando y rompiendo cosas de pronto. Así que necesito...

Mierda.

El sonido del celular me sobresalta, con angustia lo tomo y observo el nombre de Óscar en pantalla.

Sé bien sobre qué me preguntará, y no estoy del mínimo ánimo para contestarle.

Que busque su desgracia en otro lugar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top