2 | Monotonía
Droit.
Un día más, un día menos. Al parecer ya no importa.
Mientras dejo caer mi chaqueta sobre el sofá, Pooff acaricia mis pies como bienvenida. Me alegro que lo haga, es la primera vez desde la muerte de Mary Kate que parece estar tan animado.
Todo lo contrario a mí.
Por un momento pienso en cómo sería superarlo con tanta rapidez, igual a él, es decir, Mary Kate ni siquiera era su dueña, siempre ha sido mío, pero le tenía un amor inmenso que a veces me hacía dudar hasta de mí.
No sé si ella amaba más al perro o él a Mary Kate.
En fin, dejo caer mi trasero sobre el sillón y, con lentitud, siento el momento en que mi cuello toca el espaldar. Cierro los ojos y me concentro en el sonido de los pasos de las patitas de Pooff moverse de un lado a otro.
Uno... dos... tres...
No, no puedo hacerlo.
Abro los ojos decidido a buscar algo lo suficientemente fuerte que me brinde un gran desafío en destrozarlo.
Es lo que he hecho estos últimos días. Mi vida no ha sido más que lamentos y golpes.
En mi defensa, no es como si hubiera tenido un plan de qué hacer después de su muerte.
Abandoné mi trabajo en el banco, ese que no era más que atender clientes con una sonrisa. ¿Cómo podría siquiera intentar elevar mis labios luego de lo que ocurrió? Así que solo me fui, no presenté una carta de renuncia puesto que eso significaría tener que volver ahí, así que solo... desaparecí. He recibido muchas llamadas de mi antiguo jefe, lástima para ellos que nadie sabe dónde está ubicada mi casa.
Por lo que mis días se han basado en odiar mi existencia y reunirme con Tellayrs Wyatt, una de las agentes que trabaja en el caso de Mary Kate, con la ilusión de tener información y calmar esta angustia, pero solo ha hecho empeorar ya que jamás hay nada.
Por lo que mis noches son más calmadas...
Por cierto, ¿qué hora es?
Busco mi celular sabiendo que no está muy lejos. Repaso los lugares por los que he estado en estos escasos diez minutos. El sofá, el mesón de la cocina, el suelo... y nada.
Cierro los ojos de golpe y mi mano golpea el mesón, ahora lo recuerdo. Cuando apareció esa chica... fui corriendo tras ella y seguro dejé mi celular en la tumba de mi Mary.
Bueno, tampoco me mortifica tanto, a fin de cuentas, no debe de faltar tanto para que empiece la visita a mi amada.
El tiempo transcurre con tanta lentitud que es increíble el autocontrol que he tenido para no agarrar un martillo y golpearme la cabeza hasta que sangre.
Siento que terminaré volviéndome loco, así que antes del anochecer tomo las llaves del auto y camino con pasos firmes al vehículo que me llevará a mi, prácticamente, segundo hogar.
El camino se hace lento, tedioso y abrumador. Diez minutos en los que he sentido cómo mi vida se ha ido de bajón, volviendo de pronto.
Por fin llego al cementerio. Saco las llaves del auto y las meto a mi bolsillo, esperando que ellas no escapen de mí y este lugar se vuelva mi completo hogar.
El sol está haciendo un increíble espectáculo, poniéndose justo sobre las tumbas, deja una vista buena de admirar para alguien que esté aquí justo ahora.
Claro que debo ser el único.
La mayoría de las personas a estas altas horas ya se están yendo, huyendo de los fantasmas que aquí habitan. Debo decir que yo no les tengo miedo, a fin de cuentas, yo tengo mis propios muertos.
No me molesto en observar otra tumba, solo llego a la de Mary Kate y caigo sobre ella. Está empezando a hacerse costumbre acariciar su nombre en la lápida antes de acostarme sobre donde debería estar su cuerpo seis metros más arriba.
Diviso mi celular antes de pegar mi cabeza contra el piso, lo tomo y observo la razón por la que lo buscaba.
Son las seis de la tarde.
Veo algunos mensajes y llamadas perdidas, pero no me molesto en saber de quiénes se tratan. Ahora es mi momento a solas necesitado, necesito consumir de la soledad antes que ella me consuma a mí y termine como todo un demente.
Aunque puedo decir que eso ya ha empezado.
Oh, Mary Kate, si tan solo uno de estos mensajes fuera tuyo... todo se sentiría tan distinto.
Si sigo así en unos meses tal vez empiece una reputación. Tal vez y hasta escriban canciones sobre mí y mi amada. De cómo estuvimos juntos hasta después de su muerte.
Retorcido, tal vez, pero encantador.
Pero mi soledad se termina de pronto. Cuando escucho un paso a mi espalda suelto mi teléfono de golpe. No sé por qué lo hago, solo me apresuro por darme media vuelta, con mi corazón golpeando mi caja torácica como un gran martillo.
Tenía una sospecha, una increíble sospecha que acabo de confirmar al verla.
Es ella, la chica de más temprano, la que parecía huir de mí.
Ahora está de pie a mi espalda, sus manos juntas y algo nerviosas y sus ojos verdes sobre mí.
Parece mucho más tranquila que hace un rato, aunque eso no le ha quitado los nervios por completo, pestañea muchas veces y su respiración es rápida.
Me pongo de pie con tanta velocidad que casi agarro un mareo. Tal vez la falta de alimentación esté afectándome más de la cuenta.
Con Mary Kate jamás me saltaba mis comidas...
Por momentos la idea de irme con ella me calcina, ¿no sería una buena idea?
Tal vez es lo que necesito.
—Hola. —la voz de la chica me saca de mis pensamientos. Es suave y algo tímida, pero interesante.
No digo nada, me digno a observarla nada más. Me sigue pareciendo alguien extraña.
Es decir, lo es. Sobretodo porque sé de dónde la conozco.
—Hace unas noches, cuando estaba durmiendo aquí, tú me observabas.
Se sorprende. Lo noto en la manera en que abre sus grandes ojos con rapidez y deja de respirar por un segundo.
¿Cree que no la vi? Era media noche, y la única persona que podría estar vagando, además de mí, en un cementerio a esa hora, no podría ser olvidada.
—Lo hice. —pero en vez de negarlo, asiente, algo que solo aumenta mi curiosidad.
Mis cejas se disparan. O es alguna clase de valentía lo que ha salido de su boca, o algo más simple como el verse descubierta y no tener más remedio que confesar.
—Y lo siento —vuelve a decir, pero es lo único que hace.
—Sí, bueno, me gusta la privacidad, ¿sabes?
—¿En un cementerio en medio de la noche? —sonríe. No puedo evitarlo, termino haciéndolo yo también. Las comisuras de mis labios se alzan con diversión y algo de intriga.
—En mi defensa, creí que era el único vivo ahí.
Frunce sus labios, la sonrisa desaparece y, en vez de ello, arruga las cejas.
Al parecer no le ha gustado mi intento de chiste.
En un momento me doy cuenta que estoy sobre la tumba de Mary Kate y salto de ella enseguida, sería una falta de respeto poner mis pies sobre el marmol que protege sus huesos.
Solo mis pies, no el resto del cuerpo.
Cuando alzo la vista un aire intranquilo me marea. Observo todo a mi alrededor algo desconcertado, pero solo veo tumbas y arbustos.
La chica ha desaparecido.
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