0 | Oscuridad

Veo la muerte a la cara todos los días. En ocasiones aparece sola, otras veces con lágrimas en los ojos, veo oscuridad en ellos mientras le hablo, le gusta preguntarme cómo me ha ido y qué estoy pensando hacer ahora con mi vida. Jamás tengo con qué responder, es como si sus preguntas asustaran a mis músculos desgastados, como si supieran qué está pasando.

Porque pasan muchas cosas.

Pero eso no es lo que me obliga a apartar mis ojos de esa escena que están presenciando en plena noche, con una oscuridad casi tan absoluta que a cualquiera podría darle miedo. Siendo la luna lo único que haga poder captar pequeños atisbos a mi alrededor, a él.

Parece triste, desolado. Hay lágrimas en sus ojos cerrados que no parecen querer acabar. Te preguntarás, ¿cómo demonios veo eso desde mi oculta posición y con tanta oscuridad con la que apenas puedo definir la figura? Pues es como si el agua en el borde de sus ojos, esa misma que también mancha todo su perfecto y delineado rostro, estuviera brillando.

Sí, sé que suena como la mayor locura, quiero creer que es gracias a la luz de la luna, la manera que refleja en él es sobrenatural, como si quisiera que no me perdiera nada de sus facciones. Y necesito agradecerlo, siendo sincera.

No es la primera vez que está aquí, de hecho, he perdido la cuenta de cuántas veces ha aparecido este mes, quiero creer que es porque se ha sentido desolado, como si sus músculos no pudieran resistirse más y pidieran una cama, estrictamente una de cemento en medio de la oscuridad y con posibles almas en pena vagando alrededor.

He pensado en acercarme siempre, ¿qué tendría de malo? Tal vez se asuste y muera de un paro cardíaco, tal vez... solo se alegre, de saber que no es el único que frecuenta este lugar en medio de la oscuridad. Tal vez tengamos cosas en común y empecemos a conocernos como...

Niego una y otra vez, todas las noches es lo mismo, conmigo pensando en acercarme, por suerte siempre recuerdo lo imposible que eso es, ¿llegar hasta él? ¿Y qué haría? ¿Cómo lo tomaría? ¿Acaso se daría cuenta siquiera de mi presencia? Es decir, parece tan concentrado en no despegar su rostro del pedazo de cemento que ni siquiera parece estremecerse cuando hay algún ruido a su alrededor.

¿Es que no lo escucha? ¿Estará tan triste y destruido su corazón y cerebro como para obviar todo a su alrededor? ¿Qué le está pasando? ¿Por qué se comporta como si se tratara... de alguien fuera de sí?

Solo quisiera acercarme un poco, saber si pasará, confirmar que cuando esté a su lado... él solo siga ahí, como si no notara mi presencia.

Y vaya que eso quiero.

Me pongo de pie de un salto, una valentía repentina ha inundado mis venas y me está obligando a hacer algo de lo que estoy segura me arrepentiré en solo segundos.

Mi mente no trabaja en conjunto con mis piernas, lo sé, parece obvio cuando escucho gritar en mi cabeza un gran y aterrador «¡Alto!», pero ellas siguen su camino, sordas, sedientas de curiosidad.

En realidad, la mitad de mí está queriendo saber qué pasaría de verdad.

Parece que lo averiguaré en segundos.

Sigo caminando, sintiendo bajo mis zapatos el cambio entre tierra y rocas, algunos suelos de cemento que no me molesto en esquivar y plantas que en algún momento tienen que venir a quitar.

Malditos sean los cementerios.

Escucho el choque de mis pies contra el suelo, estando segura de que él también lo hace, pero no levanta la cabeza ni hace algún atisbo de saber que algo se está acercando a él. Si se ha asustado parece aparentarlo muy bien. De hecho, tal vez de verdad ni siquiera me esté escuchando.

Mis pies se detienen, justo a centímetros de su cuerpo tirado entre el suelo y la capa de cemento que cubre aquel ataúd bajo tierra. Siento mis nervios aparecer como hace mucho tiempo no lo hacían y no puedo decir que esa sea una buena señal.

Trago saliva, pensando en mis palabras, en lo que haré, recordando los bastos consejos que la muerte tiende a darme todas las mañanas y pidiendo que funcionen para este momento, a pesar de verlo casi imposible.

Pero me doy cuenta que no puedo hacerlo cuando ninguna palabra sale de mi boca. Además, ¿por qué él no se mueve? ¿Estará dormido? ¿...muerto?

Tan solo el pensar en la segunda posibilidad hace que el temblor de mis manos se dispare. Flexiono mis rodillas hasta llegar a su enorme cuerpo, estiro mi cuello, tratando de mantener algo de cuidado y no tocarlo, y poder ver si sale aire de su nariz.

Casi resbalo en el intento, tengo que tomarme del alto de concreto para no caer sobre él, pero noto la lentitud con la que su pecho se mueve y me encuentro relajándome otra vez.

No sabría qué hacer si encontrara un cuerpo en medio de la noche... bueno, en realidad no es que podría hacer mucho.

Trato de pensar en algo, pero empiezo a sentir el leve temblor de mis piernas y me obligo a respirar profundo para hacer llegar la calma. Hay momentos en los que mi garganta no puede inhalar aire, como si alguien tomara de mi cuello para asfixiarlo y asesinarme.

Es hasta gracioso.

Cuando creo que todo en mí se ha calmado, y que mis piernas ya no se sienten como gelatina, vuelvo a bajar la cabeza para ver la figura del chico que sigue acostado ahí.

Muevo uno de mis brazos, dirigiendo mi mano a su pecho, esperando así pincharlo y que despierte. Sabiendo que lo más probable es que eso cause un infarto.

¿Quién esperaría ser despertado en medio de la noche en un cementerio?

Pero antes de mi mano siquiera rozarlo, mis ojos terminan en la lápida que el frío de mis dedos tomó para no caer.

Mary Kate Killtom.

1998-2022

"Gracias por darnos tu amor y comprensión como solo tú sabías hacerlo".

Segundos transcurren en los que mis ojos se niegan a apartarse, observo el nombre y lo repito en mi mente una y otra, y otra vez hasta sentir las bastas lágrimas también en mis mejillas. ¿Es que esto es lo que provoca ver ese nombre ahí? ¿Es la razón por la que él parece tan perdido y desolado tirado sobre la lápida?

¿Acaso esta cosa contiene un embrujo para llorarle al cuerpo enterrado ahí abajo?

No lo sé, solo entiendo que tengo demasiadas lágrimas en todo mi rostro como para dejar mostrame de esta manera, yo... no debería estar aquí, ni siquiera sé qué idiotez estaba pensando hacer.

Me pongo de pie de un salto, dispuesta a huir, correr si eso significaba que las lágrimas dejarían de salir más rápido. Pero un pequeño temblor se empieza a formar de pronto por mi espina dorsal, erizando los pequeños pelos de mi cuello en el acto.

Y sé por qué ha pasado.

Aprieto los ojos un segundo, tratando de no tomarle importancia a mi fracasada huida y bajar la vista... encontrándome con la fija mirada del chico tirado en la tumba de esa chica.

Algo en mi pecho se cierra al ver sus ojos tan negros como el carbón, brillando de la curiosidad mientras me ven, mis piernas se han congelado y por un momento olvido que estaba a punto de correr y alejarme de él y de Mary Kate Killtom.

Siento un pequeño cosquilleo alrededor de mi cuello mientras nos seguimos observando en silencio, él no parece sorprendido de encontrarse a alguien más en medio de la noche en el cementerio, mucho menos tan cerca de él, solo me observa, me detalla con un gesto delicado.

Y por un momento, tengo miedo.

Pero él no hace nada más, solo vuelve a cerrar los ojos, sumergiéndose de nuevo en su dolor, en él mismo.

Por lo que me obligo a decir que es la oportunidad perfecta para huir.

A pesar de que lo único que quiero hacer en este momento es seguir detallando su rostro.

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