CAPÍTULO 6- "Comienzo"
CAPÍTULO 6
"Comienzo"
Habían pasado dos meses desde mi desencuentro con Johnny, y en ese período de tiempo sucedieron varias cosas.
Una de ellas fue que ya no volví a ver a Joshua, evité todo tipo de contacto con él, y por esa razón dejé de ir al pub, ya que de esa forma no sólo evadía a Joshua sino también a Johnny. Tampoco volví a tener una experiencia paranormal como cuando creí ver un "fantasma", por lo que concluí que seguramente había sido producto de mi imaginación o quizás la combinación de pocas horas de sueño y una muy mala alimentación. En fin, mi vida giraba alrededor de esa casona, porque tampoco quise salir de ahí para conocer la ciudad, simplemente me limité a navegar en la red, gracias a que Johnny se dignó a amigarse con la tecnología y compró una computadora de segunda mano; también me dediqué a leer algunos libros, entre los cuales tenía cierta predilección por Gabriel García Márquez. En cuanto a mi relación con Johnny, no habíamos hecho mucho progreso desde la última reprimenda por mi actitud rebelde. Pero a pesar de que admitía y, además, reconocía mi gran equivocación, no tenía deseos de hacer las paces con él, y quizás, por la misma razón, él tampoco se acercaba con el fin de una tregua.
Corría el mes de marzo y las clases en la escuela ya estaban próximas. Esto tampoco me levantaba el ánimo ni me hacía muy feliz. No me emocionaba la idea de conocer personas, y mucho menos de hacer nuevos "amigos". En parte me sentía una rebelde sin causa, incomprendida por el mundo, pero a la vez me sentía tan frágil como una flor en el gélido invierno que sabe que su único destino es marchitarse.
Durante mi encierro voluntario, hubieron días en que el aburrimiento me ganaba y me sentaba a mirar por el ventanal de mi habitación a las personas, autos o cualquier cosa que pudiera captar mi atención. A quien más veía pasar era a Josh y a su padre. Una que otra vez, Josh miró hacia donde yo estaba, me miró durante unos segundos, quise levantar la mano para saludarlo, pero cuando me decidí, se dio vuelta tan rápido como un torpedo buscando su dirección de lanzamiento. Era obvio que me odiaba, o por lo menos eso era lo que yo percibía. Tampoco podía culparlo por hacerlo, me comporté como una completa idiota con él, y lo peor de todo es que nunca me disculpé apropiadamente. Por momentos me atacaba la culpa por todos los errores que había cometido con todos aquellos que habían tratado de ayudarme. Quería remediar la situación, pero luego trataba de convencerme de que el error no había sido mío y que probablemente había un complot en mi contra, aunque una vez en la cama, consultaba todo con la almohada y el problema se tornaba más claro, más cristalino a la luz de la luna que se convertía en mi aliada en las noches de soledad. Sin embargo, era en mis sueños donde realmente encontraba las respuestas a todos mis conflictos; allí no había enojo ni pena, ni odio ni resentimiento, ni culpa ni tristeza, allí encontraba la paz.
Lo único bueno que me había pasado durante mis "vacaciones" fue que me sacaron el bendito yeso, y eso, para mí, era doblemente bueno. El doctor Roberts me recomendó que no hiciera movimientos bruscos, y que me cuidara muchísimo hasta que pudiera recuperar la completa movilidad de mi pierna, y para eso me dijo que debía asistir a algunas sesiones de kinesiología.
El día del inicio de clases me levanté antes de que el despertador sonara. Eran las 6.30 de la mañana e ínfimas gotitas de lluvia caían sobre la ciudad. Me senté sobre la cama y me puse a pensar en cómo debería vestirme. Primero pensé en vestir completamente de negro, pero tampoco era mi idea ser la nueva chica gótica de la ciudad; luego consideré la posibilidad de vestir colores primaverales para no parecer una deprimida más, pero tampoco iba con mi personalidad; finalmente me decidí a usar unos jeans negros, con borceguíes negros, un sweater violeta, un pañuelo negro y una campera violeta; de esa manera no parecería tan abatida, a pesar de que mi rostro dijera lo contrario, así como también los últimos acontecimientos de los que fui protagonista.
Cuando bajé, Johnny me esperaba en la cocina con el desayuno en la mesa. Nos saludamos fríamente y me senté a comer. No cruzamos palabra durante los quince minutos que tardé en terminar mi comida. Cuando estaba a punto de salir para dirigirme a la escuela, Johnny me detuvo con un grito que me alteró bastante.
─Espera un momento, no te apures tanto. Hoy te llevaré a la escuela, así que tenemos tiempo.
Obviamente esto no fue de mi agrado, pero no tenía otra opción más que obedecerle y hacer buena letra para que tratáramos de solucionar nuestros problemas. Mientras Johnny terminaba de dejar la casa en condiciones, lo esperé afuera. Vi que Josh salía de su casa e iba caminando hacia la escuela con un cuaderno en mano. No puedo asegurar que me haya visto, pero de haberlo hecho me quedaba más que claro que no iba a saludarme, ya que esa había sido la constante de los últimos meses.
─¡Vamos! ─gritó Johnny, y me señaló que lo siguiera hasta donde estaba su auto, un FordKa rojo que le compró al padre de Josh cuando llegó a Black River. Al parecer tenía algunos desperfectos mecánicos y por eso le salió mucho más barato del precio usual para un auto como ese. Según Johnny, quería llevarme a la escuela porque no confiaba en que verdaderamente fuera a asistir. Ahora, todos los que me conocían habían dejado de confiar en mí, y no podía seguir culpándolos por ello, habían conocido mi peor parte, habían visto mi lado más oscuro, y entendía muy bien la aversión que les provocó mi conducta, lo entendía muy bien porque ni siquiera a mí me gustó verme de esa forma.
El recorrido en auto hacia la escuela fue prácticamente igual a nuestra convivencia de todos los días, hubo silencio durante las veinticinco cuadras de distancia que separaban a nuestra casa de la escuela. Johnny estacionó justo en frente de la escuela y antes de bajarme del auto me dijo:
─Galya, quiero que trates de comportarte. Sé que nunca podré estar a la altura de tus padres, pero tengo las mejores intenciones para contigo, quiero que mientras estés a mi cuidado lo pases lo mejor posible. Por favor, prométeme que no te meterás en problemas, por favor, prométemelo. ─Mis ojos se habían llenado de lágrimas a medida que lo escuchaba. De cierta forma me hacía recordar a papá cuando me daba consejos con esa voz serena con la que él siempre me hablaba. A veces Johnny tenía destellos de papá, y fue eso lo que me hizo emocionar tanto.
─No te preocupes Johnny, me portaré bien. Lo prometo. ─Le di un fuerte abrazo y me fui.
Mientras secaba mis lágrimas con el puño de mi abrigo, vi el enorme cartel que decía "Secundaria Black River". En la entrada de la escuela había muchísimos chicos, algunos parecían de mi misma edad, pero la gran mayoría se veía mucho más grande que yo. Cuando entré no supe a dónde tenía que dirigirme, porque para ser una ciudad de casi 70.000 habitantes, su escuela era realmente inmensa, casi tanto como a la escuela privada a la que asistía cuando vivía en Atlanta. Se dividía en dos alas, y en el centro había un patio, que a su vez desembocaba en otro pasillo, también de grandes dimensiones.
La gente pasaba a mi lado como si no existiera, como si fuese un adorno más de ese monumental lugar. Y me encontré ahí, tan sola como lo había estado en los últimos meses, y otra vez me sentí una niña indefensa que no podía valerse por sí misma. Así, tuve que dar pequeños pasos, como esos que dan los bebés cuando están por emprender esa aventura que es caminar por primera vez. Analicé el pequeño croquis de la escuela que Johnny le pidió a Joshua que dibujara para mí, seguramente en una atención hacia Johnny porque si se lo hubiese pedido yo, su respuesta habría sido un rotundo "no".
Según el croquis, la secretaría se encontraba en el pasillo que estaba en el ala izquierda, en la primera puerta. Tan sólo tardé unos catorce pasos en llegar hasta ahí, que por cierto fueron muy pocos considerando que mis piernas no son las de una modelo de pasarela. La secretaría no parecía un lugar muy espacioso en comparación con el inmenso tamaño de la escuela. En la recepción estaba una señora flaquísima, de tez blanca y mejillas rosadas, su cabello era rojizo y llevaba un rodete, también tenía unos anteojos redondos cuyos vidrios tenían una enorme cantidad de aumento que hacían ver sus ojos tan grandes como si los estuviese enfocando con una lupa. Al principio no me animaba a entrar, y esperé pacientemente al lado de la puerta, espiando en cada oportunidad que tenía, aguardando por la oportunidad para entrar y que me informaran sobre cuál era mi horario de clases, y por supuesto, dónde se encontraba el aula donde pasaría el año escolar. A medida que iban saliendo las personas que se encontraban allí, di un pequeño vistazo para ver cómo se comportaba la secretaria con los alumnos y decidir si podía tomar coraje y enfrentar esa situación, que para cualquier otro ser humano hubiese sido pan comido, pero para mí, se convertía en una experiencia ciertamente insalubre, quizás por no haber visto tantas personas juntas desde hacía meses o quizás también por el simple hecho de que me sentía un corderito indefenso que en cualquier momento iba a ser atacado por el lobo feroz. Cuando la última persona salió de la secretaría me dije a mí misma que debía entrar y afrontar esa simple tarea. Lo que no esperaba fue que cuando quise entrar, me encontré con la señora del rodete justo en la puerta, y debido a la impresión que me había provocado pegué un grito tan fuerte que hizo eco en todo el pasillo, alertando a todas las personas que en ese momento estaban en las aulas. La señora me tomó del brazo y me introdujo en la habitación, seguramente con el objetivo de que nadie supiera de qué se había tratado ese grito que retumbó en toda el ala izquierda de la escuela.
─¿Pero qué te pasa niña? ─preguntó la señora, ya sentada detrás del mostrador.
─Lo siento mucho, es que cuando quise entrar me encontré con que usted estaba esperando en la entrada de la secretaría y eso me asustó. No fue mi intención causar tanto revuelo.
─La próxima vez que suceda algo como esto, tendrás una amonestación ¿entendiste? ─Me di cuenta de que no era una persona con la que querría tener problemas, tendría que cuidarme tratando de acatar las normas al pie de la letra.
─Sí señora, entendí. No volverá a suceder.
─Mi nombre es Mafalda Watkins. Soy la única que se encarga de dar todo tipo de información en esta escuela, así que, por lo visto, tú eres nueva ¿verdad?
─Sí, soy nueva. ─No quise extender mi respuesta, limitándome a ser concisa.
─Supongo que debes haberte mudado recientemente porque nunca te he visto en la ciudad. ─Era insistente en querer obtener algún dato sobre mi vida, por eso la catalogué como una completa "chismosa", y para demostrarle que no iba a poder lograr su cometido sólo lo contesté lo justo y necesario para poder salir de allí lo más rápido posible.
─Sí, me mudé hace poco- justo cuando la señora Watkins estaba por continuar con el interrogatorio, la interrumpí. ─Quería saber cuál es el curso que me corresponde y también quisiera saber cuáles son mis horarios- hizo una pequeña mueca de disgusto y buscó mis datos en su computadora.
─Muy bien, estos son tus horarios de clases y abajo anoté dónde está tú salón de clases.
─Muchas gracias ─contesté con una sonrisa inocente tratando de sumar puntos con la señora Watkins. Estaba a punto de irme cuando me di cuenta de que no tenía idea de dónde quedaba mi salón de clases, así que nuevamente me armé de coraje y enfrenté a la bestia. ─Disculpe ¿podría explicarme cómo hacer para llegar a mi salón?
─No sé si usted se ha dado cuenta, pero soy una mujer demasiado ocupada como para darle un tour especial. Creo que podrá arreglárselas usted misma. ─Movió su cabeza para un costado, mirando a alguien que acababa de pasar por el pasillo. Se levantó tan rápido que no me dio tiempo para que me mueva y por poco me lleva por delante. Desde la puerta de la secretaría gritó un nombre, y casi sentí que se me caía el mundo, tan sólo deseaba que la tierra me tragara. Me quedé inmóvil, de espaldas a la puerta escuchando cada palabra que la señora Watkins hablaba con él. Cerré mis ojos como si de esa forma pudiese detener lo que era imposible. Escuché pasos que no se correspondían con el sonido molesto de los tacones de la señora Watkins, estos, en cambio, eran gentiles, más pausados. Al parecer me hundí en mis pensamientos, porque después comencé a sentir que me tomaban del brazo y un murmullo ensordecedor me despertaba de la hipnosis.
─¡Señorita Hart! ¿Me escucha?. ─Una vez consciente de lo que estaba pasando a mi alrededor, me di vuelta lentamente con el miedo propio de enfrentar algo que había estado evadiendo por tanto tiempo que prácticamente había olvidado que algún día el encuentro sería inevitable.
─Sí, la escucho ─contesté bajando la mirada, moviendo mis manos nerviosamente.
─Le presento a Joshua Taylor. Él la llevará a su salón de clases, y parece que hoy está de suerte porque él también será su compañero. Ahora vaya, él la está esperando afuera. ─Me quedé quieta, absorta ante la sola idea de afrontar a Joshua, era algo completamente inesperado para mí. ─Vamos niña, muévase. La están esperando. ─No me quedó otra opción más que caminar y salir a encontrarme con él.
─Hola ─dijo Joshua acercándose a mí, y lo que más me sorprendió y que me dejó absolutamente perpleja fue que me besó en la mejilla, como si nada malo hubiese sucedido entre nosotros, como si de alguna manera alguien hubiese borrado el pasado y escrito otra historia, una nueva y mejor historia.
Me le quedé mirando estupefacta, preguntándome si acaso me estaba tomando el pelo o si sus acciones eran verdaderas.
─¿Cómo has estado? ─me preguntó Joshua con tono honesto. Tampoco detectaba en su rostro ningún tipo de resentimiento para conmigo, cosa que estaría completamente justificada, aunque ahora no parecía ser el caso.
─Bien ¿y tú? ─Intenté no hablar en demasía, únicamente porque quería estar atenta ante cualquier expresión facial que pudiese captar o algún movimiento corporal que me facilitase entender cómo se sentía Joshua, ya que no volví a encontrarme con él y mucho menos me animé a acercármele y pedirle disculpas, más que nada porque me sentía avergonzada, y no era para menos después de todas las atenciones y la tremenda amabilidad con la que me había tratado, siendo para él una completa desconocida. Tenía que enmendar las cosas y si no lo hacía ahora, quizás no encontraría una oportunidad mejor, así que intenté sonar lo más honesta posible, porque en definitiva esa era mi real intención, sólo que no sabía si Joshua podría apreciarlo de esa manera, no sabía si en el fondo me guardaba rencor.
─Estoy bien, gracias. ─Mis manos transpiraban mucho más de lo usual, y un calor tremendo me subía hasta la cabeza, estaba muy nerviosa, pero tenía que sacarme esa duda de encima, tenía que saber cuál era su verdadero sentimiento para conmigo, era ahora o nunca. ─Joshua, quiero preguntarte algo.─Quise que mis palabras fuesen tan claras, tan nítidas que no dejaran duda posible en cuanto a su veracidad.
─Sí, dime.
─¿Estás enojado conmigo? ─Bajé la mirada como un niño que cometió una travesura terrible de la que se sabe culpable, y sin que me lo esperase me tomó la mano. Subí la cabeza, y lo miré con la vergüenza propia de los actos que había cometido.
─No, no lo estoy. Pero lo estuve ─le solté la mano ante la sorpresa inmediata de su respuesta, y me quedé mirándolo, esperando que continuara, pero ante el silencio exasperante me decidí a realizar una pregunta más.
─¿Qué significa eso? Tú respuesta es un tanto confusa ¿estás o estuviste enojado? Es muy importante que seas completamente honesto conmigo, sin importar si lo que tienes que decirme podría llegar a herirme, prometo que lo toleraré.
─Entonces será mejor que hablemos en otro lugar, ¿te parece si nos tomamos el día y no entramos a clase? Diremos que no te sentías bien y que tuve que acompañarte a tú casa.
─Está bien, pero sólo por hoy. No quiero meterme en más problemas, se lo prometí a mi tío y no quiero decepcionarlo más de lo que ya lo he hecho.
─No te preocupes, sólo será esta vez ─dijo guiñándome un ojo.
Y así nos fuimos. Joshua condujo hasta un lugar llamado Clarity Sails. Bajamos del auto y nos sentamos encima de un tronco que parecía haber caído recientemente. Todo el lugar estaba repleto de árboles verdes que se movían al compás del viento que arremetía con una fuerza voraz, pero que a la vez lograba pasar desapercibido ante la importante conversación que se avecinaba y que, por cierto, había estado tratando de evadir por todos los medios, no sólo porque la consideraba absolutamente incómoda sino también porque me aterrorizaba la sola idea de que en realidad la amabilidad con la que me trataba escondiera un profundo resentimiento hacia mí.
Estuvimos sentados casi diez minutos sin cruzar palabra. El silencio era agobiante, pero en realidad prefería que fuese de esa manera, pues no encontraba en mí el coraje necesario para iniciar la conversación, por lo que me mantuve en la postura de hacerme la dura, intentando, no sólo convencer a Joshua, sino también a mí, de que quizás mi comportamiento no estuvo tan fuera de lugar como lo recordaba; pero simplemente era inevitable esquivar el hecho de que había actuado como una completa estúpida ante un chico que sólo me había ofrecido su amistad, y lo peor de todo era que aunque quisiera evadirlo, no había forma posible de ignorar que la expresión de su rostro aún guardaba cierto rencor para conmigo.
Me alejé un poco de él, tal vez porque intentaba tomar distancia del repentino sentimiento de culpa mezclada con la cobardía que sentía, y que no me permitía expresar el profundo arrepentimiento por el momento desagradable que tuvo que pasar; pero no sólo era eso, también me había dado cuenta en ese preciso instante que no quería perder la amistad de Joshua por ningún motivo, que su amistad significaba para mí mucho más de lo que pensaba. Fue esa razón la que me motivó a decir lo primero que salió de mi boca y, que a decir verdad, quizás no fue lo más apropiado por el poco tiempo que habíamos compartido.
─Significas mucho para mí y no quiero perder tú amistad. ─En ese momento mi cara se transformó sin poder disimular la brutalidad de mis palabras, y un calor infernal me corría de tal forma que de seguro mis mejillas estaban al rojo vivo. Bajé la cabeza, porque el solo hecho de pensar que ahora debía enfrentar las consecuencias de mi declaración hacía que me sintiera aún más torpe que de costumbre. Cuando pensé que todo estaba perdido y que seguramente había asustado a la única persona a la que yo le había abierto una pequeña puerta en mi destrozado corazón, una mano helada me tomó del mentón, intentando que mostrara mi avergonzado rostro, y sí, no podía ser otro que Joshua, que me miraba dulcemente como si nada de lo que había confesado le hubiese provocado la menor gracia, más bien parecía como si se hubiese sacado un peso de encima, como si mi declaración le hubiese aliviado alguna carga de la que yo no tenía conocimiento.
─En algún punto me hiciste sentir mucho mejor. ─Mi rostro se transformó por la repentina confusión que me invadía, pero en esta oportunidad estaba acompañada por una sensación de sumo agrado, que no terminaba de incomodarme por completo.
─¿Qué quieres decir con que te hice sentir mejor?
─A pesar de que no nos conocemos hace mucho tiempo, lo poco que pasamos juntos fue genial, obviamente hasta cierta parte, pero prefiero no recordar ese suceso. ─Corrió su mirada de la mía, alejándose un poco de mi lado. Esperé unos minutos, mientras me iba acercando lentamente a él.
─Cuando llegué a este lugar no conocía a nadie, y luego Johnny nos presentó y debo admitir que al principio no me caíste tan bien, pero ahora, después de lo que pasó y de que no corriste aterrorizado por mi comportamiento... me pone muy feliz de que sigas a mi lado. ─Fui honesta en cada una de esas palabras, verdaderamente lo sentía en lo más profundo de mi corazón, no quería que Joshua se alejara de mí por ningún motivo, y mucho menos por ninguno de mis ataques de locura.
─Bueno, en mi caso fue todo lo contrario. Desde el primer momento en que te vi me dejaste perplejo, tú rostro rebozaba tristeza, dolor, pero fueron tus ojos, en apariencia faltos de vida, los que me atrajeron aún más. ─¿Era esta una especie de declaración de amor? ¿Joshua me estaba diciendo que me quería más de lo que yo pensaba? No podía ser cierto, era imposible que tuviera ese tipo de sentimiento hacia mí, era imposible que en tan poco tiempo su corazón me hubiese permitido la entrada sin más recaudos que el simple y mundano hecho de una mirada, ¿podía serlo?
─Joshua, debes disculparme pero no comprendo a dónde quieres llegar con esto, no sé a qué te refieres. ─En parte comprendía perfectamente lo que quería decirme, pero no quería apresurarme a sacar ninguna conclusión, por lo que simplemente me limité a esperar su respuesta.
─Entonces tendré que ser más directo. Me gustas Galya, y no como una amiga. ─Mi corazón comenzó a acelerarse casi al punto de la taquicardia, y una vez más ese calor tan característico de uno de mis estados de vergüenza absoluta me recorrió todo el cuerpo. Fue una sensación tan anormal para mí, algo desconocido e inexplicable; pero todo ello me asustaba más de la cuenta, quizás debería sentirme halagada porque alguien como Josh se hubiese fijado en mí, y aunque parte de mí lo estaba me era inevitable que los pequeños destellos de felicidad que sentía se vieran apagados por un huracán de tristeza.
─No puedo negar que cuando te vi por primera vez también sentí cierta atracción, pero no creo poder corresponderte Josh. No quiero herirte, y sobre todo, no deseo herirme. -Josh levantó una ceja, probablemente preguntándose a qué me refería exactamente, y por mucho que lo intente mi cerebro tampoco llegaba a procesar los duros acontecimientos que le dieron un vuelco radical a mi vida, aún no estaba lista para continuar con mi vida, no podía, no quería, no sentía posible seguir adelante sin ellos. ¿Por qué tuve que sobrevivir? Quizás todo hubiese sido mucho más fácil y llevadero si hubiese perecido en el accidente, pero tendré que conformarme con esto que algunos llaman vida.
─No pretendo hacerte sufrir Galya, jamás intentaría lastimarte. Sólo quiero que sepas que en verdad me gustas. ─Me tomó de la mano.─ Y que estoy dispuesto a esperar a que sanes, estoy dispuesto a ofrecerte mi amistad sin pedir nada a cambio, pero también quiero que sepas que mis sentimientos por ti no cambiarán, aún si sólo fuésemos amigos.─ Me quedé inmóvil, sin aliento. Sentí que estaba siendo completamente sincero conmigo, su rostro me lo decía con cada una de las expresiones que esperaban por mi respuesta, y después de un silencio incomodo, se la di.
─Está bien, podemos ser amigos, podemos pasar tiempo juntos porque, a decir verdad, disfruto mucho de tu compañía. ─Me sonrojé y bajé la mirada para ocultar mi cara, y sentí que Josh emitía una risita.
─¿Puedo abrazarte? ─Sonreí y asentí. Me rodeó con sus brazos, cálidos y contenedores, y por primera vez en mucho tiempo me dejé caer al suelo y las lágrimas se desprendieron de mis ojos, liberándome lenta y tortuosamente de todos mis males, de todo mi pesar y mi dolor. No fui consciente de cuánto tiempo continué llorando y llorando, lo único que me mantenía atada a la realidad era el dulce susurro de la voz de Joshua, intentando calmarme entre sus brazos; no intentó pedirme que pare, tan sólo me acompañó en este trance, sin intentar que pare, sólo me abrazó.
Y así, quizás pasaron horas y horas, no estoy segura. Fue una especie de dulce liberación de todo lo que me acechaba, de ese dolor tan intenso que me impedía respirar. No puedo decir que simplemente hubiese desaparecido, pero la carga se alivianó notablemente, porque ya no estaba sola en esto, ahora tenía con quien compartirla. Me prometí a mí misma darme la oportunidad de ser amada, aunque no pudiese corresponderle como Josh se merecía, y quizás con el tiempo el amor llegaría. Quizás.
Cuando llegamos a la casa ya era de noche, Josh me dijo que iría hasta su casa a buscar ropa y que volvería enseguida. No puse objeción, necesitaba pensar un momento, por más ínfimo que fuese. ¿Qué había hecho? ¿Le había prometido a Josh algo que no sabía si podría cumplir? Ya no podía regresar sobre mis pasos, lo hecho, hecho estaba y ahora tenía que cumplir mi palabra. No había otra alternativa. Justo ahora regresaba a mi mente el recuerdo de papá aconsejándome "no hay nada más importante que tu palabra hija, es lo último que le queda a un hombre cuando ha perdido todo, la palabra y su dignidad". Tenía que ser fiel a mi compromiso sin quedar atada a él, lo cual iba a ser bastante difícil.
La llegada de Josh interrumpió la línea de mis pensamientos, y esta vez estaba agradecida porque en lugar de que todo se aclarara en mi mente, cada vez me envolvía más en la neblina. Era tan cansador.
─¿Qué hacías? Luces como si hubiese algo que no puedes resolver. ─Muy bien, esto sí que era raro ¿cómo lo hacía? No era posible que mi rostro me delatara de esa manera.
─No es nada importante, sólo un estúpido pensamiento que no deja de molestarme. Ya se me pasará.
─Si hay algo en lo que pueda ayudarte, sabes que puedas contar conmigo. Hablar hace bien.
─Sí es verdad, pero en este caso prefiero... ─Guardé silencio, y mis ojos miraron automáticamente al piso.
─Está bien Lya, no soy el tipo de persona que va a presionarte. Entiendo que hay cosas que quieras guardar para ti. ─Demasiado bueno para ser verdad, ¡este chico tiene que tener algún defecto! ¿Es posible que alguien sea tan comprensivo, amable, protector, increíblemente sexy y muchos otros adjetivos que en este momento no me vienen a la cabeza?
─Pareces demasiado bueno para ser verdad.─M is ojos iban a salirse de su órbita. Acababa de decir en voz alta exactamente lo que estaba pensando, y lo único que se me ocurría era salir corriendo de la habitación para evitar la vergüenza que se estaba asomando a mi rostro, así que salí a toda prisa dirigiéndome hacia la cocina, y justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, me tomó del brazo y me dio vuelta tan rápido que quedamos mirándonos frente a frente sin más que un centímetro de separación entre ambos.
─No tienes por qué sentirte avergonzada, no dijiste nada malo. ─La voz de Josh era prácticamente un susurro, casi inaudible.
Mis ojos se dirigían hacia abajo, intentando evitar los suyos, pero fue en vano porque me tomó del mentón para que no lo hiciera.
─Aún no sé qué es lo que provocas en mí, lo único que sé es que no puedo sacarte de mi cabeza. Es como si de alguna forma, el vacío que sentía en mi corazón ya no estuviese, me siento...
─¿Feliz?
No hizo falta que me preguntara si era cierto o no, era así, después de tanto tiempo al fin podía atisbar una pequeña luz que se asomaba en mí ser. Estar cerca de él era refrescante. No como el frío que puedes sentir si vives en Alaska, sino un frío que me hacía despertar de un sueño que me tenía perdida en una horrible pesadilla. Josh... simplemente... me hacía bien.
─Creo que no hace falta que te diga algo que ya sabes ─contesté poniéndome colorada.
Lentamente eliminó esos centímetros que nos alejaban. Sus labios rozaron con los míos. Eran suaves, carnosos... dulces. Nunca antes había besado a un chico, pero esto se sentía muy bien. Intenté seguirle el ritmo, intenté no parecer una completa idiota que no sabía lo que estaba haciendo. Justo cuando esto de besarse se ponía interesante, Johnny llegó y nos interrumpió.
─¿¡Qué carajo haces con mi sobrina!? ─Johnny estaba furioso. Nunca en mi vida lo había visto así. Me puse entre ellos dos para que no intentara nada loco como golpear a Josh.
─No pasa nada Johnny. No estamos haciendo nada malo ─dije tratando de mantenerme calma, pero aun sentía la tensión en mi cuerpo.
─Quiero que salgas ahora mismo de mi casa Josh, y que te alejes de mi sobrina, ¿entendiste? ─La mirada de Johnny había cambiado. Se veía amenazante, casi violento. Me quedé muda. Mirándolo fijamente. Era la primera vez que veía a mi tío de esa manera. Estaba asustada.
Josh se dio vuelta y susurró en mi oído.
─Te prometo que volveré.
Una vez que Josh se fue, Johnny me mandó a mi habitación, y yo no me negué. Quería alejarme de él. Olvidarme del miedo que sentía.
Subí rápidamente las escaleras. Cerré la puerta de mi habitación y desaté un profundo suspiro que no sabía que había estado conteniendo.
─Él no te hará dañó.
Todo mi cuerpo se tensó nuevamente, y el miedo resurgió como si nunca se hubiera ido.
Había un hombre en mi habitación.
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