Tiempo presente

Está demasiado partido por dentro como para seguir sintiendo pena por sí mismo. Se encuentra agotado. Tras meses de olvidarse de sus propias dolencias, de sus propios demonios, se está tomando un momento. Sentado en la incómoda banca del pulcro pasillo, se da cuenta del abismo que se abre frente a él. Recuerda sus propias palabras, sus acciones.

La perderá, la perderá otra vez, no sabe si puede soportarlo.

Se mira las manos. Él nunca dejará de ser quien es. Oscuro. Terrible. Criminal. Ha sido capaz de sobreponerse a las heridas y las cicatrices, al dolor y la muerte. Pero aquello que lo espera, comparado con todo lo que pasó, es demasiado, incluso para él. Ha estado evadiendo la idea de una realidad sin ella, de vaciarse de su esencia, de su presencia. Está muy cansado de los meses de agonía como para que la furia matice sus ideas.

Aquella, la compañera de su vida, lo dejará otra vez. Y ahora será por siempre.

Sin ella ya no tendrá nada. Lo único que le queda a Giorgio Di Maggio es seguir aferrándose a estos instantes.

No le queda más que esperar, y cumplir con una absurda promesa, casi tan absurda como la que la mujer que se muere hizo alguna vez.