Epílogo de la primera parte

DOS AÑOS DESPUÉS DE LA ENTREGA
Un año antes del regreso de Contacto

—Querido Giorgio... —dijo la vieja y enjuta mujer que avanzaba por el despacho de la empresa.

Él se puso de pie y fue a encontrarse con ella para besarla en la mejilla. Esperó a que la pelirroja se sentara para volver a su sitio.

—¿Cómo está Laura Esther? ¿Qué tal la vida marital?

—Muy bien, gracias, estamos adaptándonos. Yo pude ir a verte, Versa.

—Es mejor así. De verdad tengo curiosidad por conocer el motivo de tu llamada —Ella ladeó la cabeza para hacerle saber que lo escuchaba.

—Calia María Cárdenas —dijo Di Maggio. Aunque no iba a arrepentirse, exhaló de forma brusca. Estaba nervioso, ella lo sabía, pero lo disimulaba bien. Versus sonrió apenas.

—Nuestra querida Contacto. Gabriel tuvo que decírselo todo al consejo de los Alfa porque sabe que estamos enterados de que no murió como trató de hacerlo parecer. Dime. ¿Qué quieres proponerme?

—Elec tiene sus ideas. Yo quiero hacer un acuerdo contigo del que no debería enterarse nadie. Yo también quiero que la traigan de regreso, pero necesito que la hagan quedarse por su propia voluntad —afirmó Giorgio.

—Encontrarla ha sido mucho más sencillo que buscar una aguja en un pajar, pero es una aguja terca en mi rabel que hará lo posible por mantenerse lejos. Imagínate lo que será motivarla para que se quede.

—Conozco los métodos del grupo. No me vengas ahora con que no pueden hacerlo -replicó él como gruñendo.

—No he dicho que no podemos hacerlo, cariño. Digo que será complejo-. La Alfa abrió su elegante bolsita negra de pedrería, sacando algo de un dorado estuche metálico-. ¿No te molesta, verdad? -preguntó la mujer mostrándole el cigarrillo detenido entre su índice y su medio, observando al hombre con sus pequeños, brillantes y astutos ojos.

—Adelante —repuso el magnate.

Ella se llevó el delgado cigarro a los labios y lo prendió con el encendedor que tomó del bolso.

—Los médicos insisten en que no debería fumar con cáncer de pulmón, pero lo disfruto tanto -aseveró ella dando una gran bocanada y expulsando el humo sobre su cabeza, para apagar el cigarrillo en un orificio lateral de la dorada cigarrera. Carraspeó.

—Lo lamento —comentó él.

—Ya inicié el tratamiento con el suero de tu padre, aunque en los tejidos viejos no tenga el mismo efecto curativo que en los jóvenes. Quizá viva un poco más. Pero sígueme contando qué tienes en mente.

—Te daré lo que siempre has querido a cambio.

Versus tosió un poco con discreción.

—¿De verdad estarías dispuesto a intercambiarla por el virus?

—Sí -afirmó-. Todos tendremos lo que deseamos. Mientras ninguna de esas cosas salga de la organización...

—Querido, ella no es una cosa... —lo increpó Versa-. Parece que no lo has entendido. ¿Qué te hace pensar que volverá a confiar en ti como para que puedas obtener el virus de ella por las buenas?

—Sé lo que necesita escuchar —repuso.

Versus negó con la cabeza.

—Mira, hijo, te diría que ser emotivo para planificar una estrategia como ésta no servirá de nada, y que hacerlo conducirá irremediablemente al fracaso. Sin embargo, en este caso, es justamente al revés. Obviamente estás obsesionado con ella, pero respóndeme una cosa, ¿la quieres?

Él se quedó inmóvil, atónito.

—¿Ella te quiere? —siguió Versa moviendo sus finos dedos de puntiagudas uñas, como si estuviera haciendo un hechizo-. Digo, mírate, cualquiera que no te quisiera estaría loca, pero debo preguntarte, porque esa será la única forma en la que aceptará algo de lo que le tú digas. No recibirá nada ni de ti ni de nosotros si no siente algo por tu persona. De lo contrario, ni volverá, ni creerá siquiera media palabra, por muy buena que sea la estrategia.

Di Maggio exhaló con incomodidad.

—Si no estás seguro, pues...

—Estoy seguro -aseveró Di Maggio.

—Debes estar dispuesto a hacer muchas cosas con tal de tenerla de regreso, como mantener este trato entre nosotros en secreto hasta el final de tus días. 

—Haré todo lo que sea necesario —afirmó él.

—No puede haber un mejor acuerdo. Yo tampoco comunicaré esto a todos mis colaboradores. Trabajaremos para que la chica vuelva por su propio pie, aprovechando el ímpetu de Gabriel por seguir la voz de su conciencia. Le ofreceremos a Calia una posición permanente en la OINDAH, un trabajo en el que podrá seguir empleando sus cualidades para el bien común.

»No le faltará nada. Pero sobre todo, guardaremos su secreto que también será nuestro. La mantendremos oculta de la codicia del mundo y tú tendrás lo que deseas a cambio de que pongas personalmente el virus sobre mi escritorio. Me interesa que se siga investigando en donde tu padre se quedó. Te aseguro que nadie lo haría jamás de forma más ética y discreta que nosotros.

Él la observó con el más descarado recelo.

Versus sonrió.

Fin de la primera parte

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