Capítulo 5. Estática

Tres días después de la fiesta
En el sur

-Não me siga! -siseó Yustise, alejándose del lugar.

-¡Déjame explicarte! -exclamó Contacto siguiéndole el paso, corriendo sobre construcciones desiguales, extrañas para ella, pero que esa joven conocía como la palma de su mano.

Esa chica quería aprender y Contacto deseaba enseñar. Se conectaron durante las noches que pasaron juntas recorriendo oscuras y peligrosas calles. Aquella joven había tenido una vida muy dura, que no destruyó del todo su humanidad. La tragedia la dotó de un carácter recio, pero en el fondo, deseaba que las promesas que le había hecho Calia fueran ciertas, aunque desconfiaba de ella. Desconfiaba de la OINDAH. Desconfiaba de la buena voluntad de cualquier persona. Había visto con sus propios ojos y vivido en carne propia la distinción profunda que existe entre pudiente y desposeído, entre adentro y afuera, entre blanco y negro.

Yustise no solo ocultaba las cosas que se decían de ella. Escondía detrás de sus negros ojos un alma vieja y llena de cicatrices. Las carencias de su vida habían sido suplidas con silenciosa observación y mucha desconfianza. Y ahora, la propia vida le volvía a dar la razón.

Calia la vio saltar y lo hizo tras ella, alcanzando a tomarla de la muñeca. En vez de llegar al techo contiguo, la joven morena giró en el aire y comenzó a descender, aún con la de negro sujetándola. Contacto dudó por una fracción de segundo de si debía liberar a la chica para aterrizar de la mejor forma posible o si tenía que sostenerla para que no se hiciera daño al alcanzar el desigual terreno, dos pisos abajo.

Yustise se liberó de su agarre un parpadeo antes de tocar el suelo y trató de seguir corriendo en cuanto lo alcanzó. Contacto no cayó con tanta gracia por haber tardado en decidir para acomodarse, resintiéndolo un poco en la pierna izquierda. Aquel fue un salto impresionante. Una persona regular difícilmente habría podido concretarlo sin sufrir alguna herida.

Calia no iba a dejar que la joven se fuera, en especial porque comenzaba a ver que los rumores eran ciertos y la sujetó otra vez del brazo izquierdo para detenerla. Entonces, Yustise la atacó.

Lanzó un golpe con la diestra a la cara de Contacto que esquivó con facilidad, inclinándose hacia la derecha. La mujer de negro trató de conectarla con la pierna izquierda por arriba para derribarla, pero su contrincante dio media vuelta y arremetió clavando el codo como quince centímetros debajo de la rodilla zurda de la agente de la OINDAH con una potencia y velocidad aterradoras, en sentido contrario a su movimiento.

Se escuchó un sonido similar al de una rama partiéndose a la mitad. Contacto hizo un gesto de desconcierto y la joven, cuyo rostro estaba endurecido por un rictus feroz, salió corriendo y desapareció por la oscura calle.

Catorce horas después
En la OINDAH

Contacto apretaba los ojos. Mantenía el antebrazo sobre los párpados cerrados ya que las luces del techo de la sala le molestaban. Estaba recostada sobre una camilla en algún lugar de la sede de la organización. Respiró hondo y percibió la presencia de Andrea, a pesar de tener la mascarilla del oxígeno sobre el rostro. Se descubrió los ojos para ver el semblante sereno de su amiga que llegaba. Tras su mirada verde y dorada notaba su preocupación. Se encaramó sobre ella, bloqueando la molesta luz de las lámparas y le palpó el hombro.

-Todo va a estar bien. Estaré cerca -le dijo.

La vocera no quería preguntarle a Calia aún qué había sucedido y no tenía sentido cuestionarla sobre cómo se sentía. Se encontraba en un estado de shock emocional y no podían hacer nada para ayudarla a manejar el dolor. La piel de su espinilla izquierda había cicatrizado sobre los huesos partidos. Encima de la pasada herida habían puesto un apósito, pero a pesar de éste y de la férula con que la inmovilizaron de manera temporal, se apreciaba la anómala posición de la extremidad. Estaba vestida con una bata hospitalaria, iban a atenderla en pocos minutos.

-No dejes que nadie me vea así, por favor. Ni Di Maggio -musitó haciendo acopio de sus fuerzas. Andrea asintió.

Contacto quería decirle que el hombre había tenido razón, que nunca lo escuchaba, pero se encontraba tan mal que no pudo decir otra cosa; no lograba caer en la inconsciencia, que era lo que deseaba más. Andrea le apretó la mano, salió del cubículo y volvió al pasillo cuando Giorgio se disponía a entrar tras haber hablado un momento con el doctor Rojas, quien estaba encargado de dirigir al equipo médico. La científica tomó al heredero del brazo y lo condujo en sentido contrario. Él se detuvo un momento y volteó hacia la sala en la que estaba Calia.

-Ahora no -dijo ella y negó con la cabeza.

Giorgio frunció el ceño y exhaló molesto.

Horas antes, cuando Contacto estaba tirada boca arriba en una oscura calle en un lejano país, se dio cuenta de que estaba en una terrible situación. No había nadie alrededor. Se apoyó sobre los codos para incorporarse un poco y sintió un intenso y punzante dolor, pero tuvo que contener el grito para no llamar la atención, ya que estaba en un sitio muy peligroso. Apretó los puños y la mandíbula y sintió náuseas. Volteó a ver su pierna, la cual estaba en una posición extraña.

"Carajo", pensó. Se echó otra vez de espaldas, puso la mano temblorosa sobre el comunicador que tenía en la oreja y presionó el botón.

-Lector, aquí Contacto. Código magenta -atinó a decir. Era la segunda vez que tenía que dar el aviso de que ella misma estaba herida-. Ayúdame, Gabriel -clamó.

A partir de ese momento todo ocurrió muy rápido. Es increíble que cuando algún percance sucede casi en cualquier parte del mundo (y en particular del tercero), pareciera que no hay ayuda disponible de forma inmediata para cualquier persona común, pero en el caso de una agente de alto nivel de la OINDAH, recibió asistencia en cuestión de minutos. Comprendía en parte el enojo de Yustise, ella no tenía que ver con aquello de lo que la señalaba, pero entendía que los veía a todos como parte del mismo mal.

Sin duda, tenía algo de razón.

Las instrucciones que recibió el personal que la atendió fueron muy claras: no llevarían a Contacto a un hospital local, sino al aeropuerto para sacarla del país, directo a la ciudad sede de la organización. Les tomó como una hora hacer los arreglos para su traslado internacional con ayuda fuera del protocolo, ya que ningún prestador regular de servicios médicos hubiera consentido en hacer algo así. Tras el arribo al aeropuerto, la espera ahí, y un vuelo de trece horas en una aeronave ambulancia que consiguieron por parte de una ONG asociada, llegaron a la ciudad. Al final la subieron a un helicóptero de la OINDAH que la dejó en la organización como media hora después.

El largo viaje había sido incómodo y doloroso. Permaneció recostada sobre una camilla todo el tiempo. Los paramédicos le ayudaron a quitarse el traje y protegieron la herida abierta que provocaron las fracturas sin percatarse de que la piel comenzaba a cicatrizar. La canalizaron, la inmovilizaron, la cubrieron con una bata y una frazada y al poco tiempo de haber llegado, los médicos del extinto proyecto la habían sometido a una horrenda reducción cerrada.

Usaron crioanalgesia para ayudarla con el dolor dado que ningún analgésico le hacía efecto, pero no había sido suficiente, así que su apoyo había sido un campo quirúrgico doblado y puesto en la boca, el cual mordió mientras realizaban el procedimiento. De no haberlo hecho, habría gritado como loca.

Esa tarde

Contacto estaba acostada boca arriba sobre la cama del hospital ubicado dentro de las instalaciones de la organización. No había sentido tanto dolor en su vida, ni siquiera cuando casi la mataron al rescatar a Helena de un supuesto secuestro. Pero no era solo eso. Padecía en silencio, era la segunda vez que sufría un grave percance por entrometerse en algo que no tenía por qué incumbirle.

Le causaba una gran pena lo que había ocurrido con Yustise, lo que había permitido que sucediera. Ya no sería la misma de antes, ya no lo era. La espera, los cambios de temperatura, el largo viaje y el procedimiento médico habían hecho una profunda mella en su cuerpo, pero aún más en su espíritu.

Tenía toda la pierna izquierda inmovilizada y puesta sobre un soporte elevado por encima de la altura de su pecho. No habían realizado una osteosíntesis por todo lo que implicaba, además una experiencia previa había resultado muy negativa en cuanto al uso de los elementos para ello, así que tras haber reducido las lesiones óseas las mantenían estables con un pesado vendaje rígido de yeso. No podía siquiera incorporarse, el dolor era insoportable. Trataron de inyectarle hasta morfina, pero su cuerpo procesaba los analgésicos y los eliminaba de inmediato.

El heredero abrió la puerta de la habitación y se quedó un momento parado en el umbral observando la cama que estaba de frente. Ella le dirigió una mirada con los ojos tristes y la cabeza sobre la almohada. El alto hombre permanecía de pie cerca de la entrada, junto a la ventana, lejos del lecho. Por costumbre, Giorgio observó un momento el exterior a través del cristal. Contacto deseaba hablar con él, así que respiró profundo varias veces para tratar de manejar el dolor, pero no lo logró; además del físico, se sentía desesperada y abatida.

Di Maggio fue hacia ella y deslizó la enorme mano sobre la suya, apretando con firme delicadeza. Calia no pudo contenerse. Lo sujetó también y lloró en silencio, sin lograr verlo a los ojos. De haberlo hecho, se habría percatado de que no parecía conmovido, pero sabía muy bien que si alguien comprendía por lo que estaba pasando, era él. Tras treinta horas de vigilia, al fin logró caer en un sueño ligero e incómodo.

Calia no podía cambiar de posición, por lo que contemplaba el techo largas horas, con la espalda sobre el colchón de presión alterna. Sentía que sus músculos se atrofiaban al no poder moverse. Sólo era una pierna, un par de huesos, pero era como si todos sus nervios, todas sus fuerzas, todo su ánimo estuvieran partidos por la mitad.

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