Capítulo 18. Retorcida mecha

Tres días después del atentado
En el departamento de Harry

Giorgio estaba medio recostado sobre el sofá cama del estudio acondicionado como alcoba, viendo la lluvia en la ventana a media tarde. Tenía el brazo derecho detrás de la cabeza. Estaba harto, lo más interesante que había ocurrido durante esos días fue la limpieza que le practicó Harry en la sutura del muslo y la revisión de la previa en la frente.

Afuera caía una de esas lluvias en las que el sol se sigue asomando entre las nubes. Pensaba en muchas cosas y en nada. Estaba preocupado por Laura. Sabía que se encontraba bien, pero sin duda estaría mucho más desesperada que él, como un ave silvestre en una jaula.

El hombre escuchó voces y se puso de pie con rapidez; iba a abrir la puerta de la habitación, cuando identificó una en particular. Una emoción le estalló en el pecho. Se serenó y salió altivo, muy erguido.

Harry y C estaban sentados en el sillón de dos plazas ubicado cerca de la ventana. El gesto parco de Di Maggio dio de frente contra la sutil sonrisa de la mujer, como cuando chocan una corriente de aire cálido y una helada sobre el Atlántico. Los tres se quedaron en silencio. Al sostenerse la mirada el adusto heredero y C, Harry no pudo evitar fruncir ligeramente un ojo, lo que nadie más notó. Tampoco parecieron percatarse cuando se levantó del sillón para internarse en la cocina.

Cuando volvió, observó que el heredero había ocupado su sitio.

-Harry, ¿nos dejarías solos un rato? -preguntó C. En ese momento sí notaron su expresión de contrariedad-. Ya sabemos de dónde salieron los explosivos, creemos que estamos en el camino de resolver esto -explicó ella.

La sorpresa fue mayor en el rostro del comandante. El empresario seguía inexpresivo.

-Voy por mi chamarra -comentó el agente del CDA, que entró en su dormitorio tomándose unos minutos para tratar de escuchar una conversación que no comenzaba debido a que él seguía ahí.

Harry pasó junto al sillón. Tomó las llaves del auto y su cartera, el móvil lo llevaba siempre en el bolsillo. Los vio sostenerse la mirada de forma impertérrita al abrir la puerta, aún ajenos a su partida. Creyó comprender por qué C no había sido más renuente a encontrarse con él. Ella estaba de regreso para saldar las deudas pendientes, y la que seguro creía tener con Di Maggio podía ser más compleja de lo que parecía. El residente volteó a verla de soslayo y sonrió un instante. Ella esperaba a que se fuera, con la amable calma con la que se contempla a los extraños. Eso hizo él.

Más tarde
En un sitio secreto

Helena Rige no dejaba de temblar. El maquillaje de sus ojos estaba corrido sobre sus mejillas, dándole la apariencia de muñeca trágica. El Nexo caminaba despacio a su alrededor. Ella lo observaba sin abrir la boca. Usaba el cabello más corto, aún dorado. Su simétrico rostro y sus precisas proporciones habían madurado con algo más que gracia, seguía poseyendo una belleza natural sobrecogedora.

Su captor se reclinó sobre la mesa. Aún tenía una complexión maciza y trabajada, pero ya no se teñía el cabello, lo llevaba casi a rape. Ella ocupaba un asiento frente a la mesa, al cual estaba bien sujeta. De igual forma, la silla metálica estaba pegada al piso.

Él suspiró.

-Jamás te dignaste siquiera a mirarme -le dijo muy cerca del rostro. Ella parecía tensa y ausente, con la vista lejana-. ¿Tendría que haber sido rico como Di Maggio, o poderoso como De Lois, para que siquiera me miraras? -dijo y se alejó unos pasos de ella, buscando algo en otra mesa-. Verás, siempre me han subestimado. Desde el día en que me negaron el acceso al grupo -comentó el fuerte individuo y clavó un enorme cuchillo aserrado en la superficie de madera frente a ella, haciéndola estremecer un poco-. No soy un tonto.

El Nexo tomó el bolso de la bella mujer, rebuscó en él y sacó su móvil. Lo conectó a la computadora portátil que estaba sobe la mesa y lo desbloqueó en un par de minutos. Lo revisó un rato, ante la azorada mirada de la silente rubia.

-Te decía que no soy un estúpido. El Maestro De Lois quedó muy mal cuando esa mujer Contacto lo engañó para llevar el caso del suero de Di Maggio a la asamblea, pero nunca lo vi tan triste como cuando supo que tú lo habías traicionado por el millonario.

»Ahora sé para quiénes trabajas de verdad. Había rumores en la OINDAH, se decían cosas, pero necesitaba estar seguro. ¿Por qué estaba la mujer de Di Maggio en tu departamento? ¿Compartían sus experiencias con él?

»Ustedes, los Alfa, tienen una deuda muy grande conmigo. El Maestro De Lois no puede meterse con la inteligencia, pero a mí me lo quitaron todo, no tengo nada que perder. Durante estos años intenté resarcir lo que pasó con mi gente aquella noche en la asamblea cuando estábamos detrás de la tal Contacto, busqué por todos los medios hacerle ver a las autoridades de la OINDAH mi valor para que me regresaran  la dirección de las Fuerzas Especiales que yo formé. Y en vez de apreciarlo, me ignoraron. Se burlaron de mí. Ya no más.

»Durante todo este tiempo, fui atando cabos. Ustedes querían detener a esa Contacto aquella noche. Ni las balas de mi equipo la pararon. La vi moverse como a nadie antes. He tenido relación con la gente mejor entrenada del mundo, ¿sabes? Y lo que ella hizo fue... sé que algo pasa. Y ahora resulta, que tras años de ausencia, aparece de la nada.

»Siempre ha estado frente a las narices de todo el mundo, pero nadie sabe siquiera su jodido nombre. Y mira que busqué muy bien. ¿Sabes qué fue lo que encontré? A ustedes. Ese asunto tiene mierda de los Alfa por todos lados. Desde aquel casquillo de bala de salva que según era del arma con la que Di Maggio le dio el tiro a Andrea Martínez.

»Todos ustedes son Alfa. Jacobo, tú. Siempre lo fueron. Llevaron a Contacto de la mano, la ocultaron a plena vista y me manipularon a mí y a mi gente para mantenerla ocupada, ¿no es cierto? ¿Qué es? ¿Un experimento? ¿Se les salió de las manos y por eso querían detenerla sin que le hiciéramos daño aquella noche? Dijeron que les había robado algo. Ese algo parece ser muy valioso. Ya lo sabré. Se lo voy a preguntar personalmente.

»Apuesto mis bolas a que Eris también trabaja con ustedes. Esa vez roció algo en el ambiente y encima del equipo. Al principio pensé que había atraído a Contacto, pero creo que es al revés, eso nos volvió invisibles para ella, vi su reacción. Revisé las grabaciones antes de que ustedes las hicieran desaparecer. Luego, repasé todo en mi mente por años. Eso que usó Eris, ¿cómo se llamaba? Nunca me lo dijo la traidora, pero busqué el frasco en el cesto de basura, por decirlo de alguna manera.

»Esto no es una vil venganza. Es un negocio. Esa Contacto está metida otra vez en mis asuntos, me tiene hasta el culo. Y ustedes Alfa siguen detrás de Di Maggio, ella con él y por lo tanto, detrás de mí. Para poder cumplir con el trabajo, me la voy a sacar de encima, me vengaré de todos ustedes y concretaré mi negocio, todo al mismo tiempo.   

El Nexo tomó una fotografía de Helena con su propio teléfono en esas terribles condiciones.

-Verás, querida, este es un cuarto congelador, la temperatura bajará hasta menos quince grados centígrados. La reina de hielo morirá de frío -sentenció.

Ella volteó a verlo con la mirada vidriosa por lo que le había inyectado.

-Voy a ver a esa mujer Contacto, pero para entonces, la temperatura ya habrá hecho lo suyo aquí. No quiero que le cuentes mis secretos al buen Gabriel. Es una rata manipuladora. Por cierto, eres la víctima perfecta, nena, te extrañaré -le dijo paseando con suavidad los dedos enfundados en los guantes sobre su rostro un instante.

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