Capítulo 10. Insensatez

Tres meses y una semana después del percance de Contacto
En Groenlandia

Yustise arribó al círculo polar con ayuda de Gabriel y con financiamiento de Di Maggio. La joven estaba decidida a llegar hasta donde fuera necesario, pero se sentía abrumada. Cuatro meses atrás rescataba comida de la basura y de la noche a la mañana trabajaba en una enorme organización internacional y había viajado en avión varias veces. Se sentía perdida, no le hacía sentido lo que le estaba pasando. Necesitaba a alguien que la entendiera y la guiara.

El frío extremo le resultó incomprensible a la joven. Y eso que no era tan helado como solía ser. Aquel sitio le pareció lo más hermoso de un mundo que era sin duda mucho más grande de lo que pudo imaginar y mucho más de lo que lograba procesar en ese momento. Se dirigió al interior del continente en un helicóptero que abordó en el mismo aeropuerto al que llegó, tras perderse y perder y encontrar su equipaje. Al fin arribó al pueblo indicado. Se dirigió a una caseta en el centro del lugar.

A pesar de usar ropa adecuada, la mujer tiritaba. Se sentó frente a la barra. El cantinero le pasó una bebida para que entrara en calor, tras su lucha por despojarse de la mitad de la vestimenta de supervivencia. La gente entraba y salía de la cabaña. Ella trató de comunicarse con el hombre con el aparato traductor que le había proporcionado Elec, pero el cantinero sólo le decía que le debía cinco dólares. Estaba frustrada.

-Parece que hoy es tu día de suerte. O tal vez no -le dijo él unos minutos después, presionando el botón del aparato.

La joven se dio la vuelta. Detrás de ella, junto a una pequeña mesa de madera, estaba sentada una mujer que vestía un abrigo blanco con una enorme capucha con orilla de pelo sintético alrededor, observándola detrás de unas gafas de espejo. Yustise estaba muy sorprendida.

-¿Qué trae a una chica del trópico hasta el Ártico? -preguntó Calia, quitándose los lentes.

-Contacto...

-Parece que Gabriel logró convencerte de ser parte de la OINDAH después de todo -afirmó Calia.

-Mis amigos me contaram o que aconteceu. Gabriel também me explicou.

-Espero que no hayas tenido que romperle nada para que te lo dijera -respondió Contacto.

Yustise hizo una expresión de desconcierto.

-No importa. Ese Gabriel quiere convencerme de regresar por ti. No deberías confiar en él.

-El senhor Di Maggio também me ajudou a ¿venir?

Contacto negó con la cabeza. El heredero le había prometido que si decidía irse la dejaría en paz. Por lo visto tampoco podía confiar en él.

-Vamos -indicó Calia. Se puso de pie y tomó el bastón de ski que estaba recargado en la pared. Colocó un billete sobre el mostrador y le dijo algo en kalaallisut al cantinero, a quien le dirigió una encantadora sonrisa y un guiño antes de ponerse los lentes otra vez. El hombre barbado comenzó a reír desfachatadamente.

Salieron de la cabaña, caminaron como un kilómetro y entraron en otra pequeña caseta con techo de dos aguas. Se quitaron los abrigos. Calia encendió la chimenea y se sentó en el sillón de una plaza frente a ésta, indicándole a la joven que hiciera lo mismo en otro que estaba junto a ella. Contacto se levantó el pantalón, se quitó las botas y la ortesis de fibra de carbono que traía sujeta a la pierna izquierda con tiras ajustables, dejándola caer sobre el piso, frente a ellas. Después se recargó en el sillón y se estiró como un gato.

-¿Quieres comer alg...? -comenzó a preguntar cuando notó que la joven lloraba con las manos sobre el rostro. Contacto suspiró.

-Calma, Yustise.

Aquella no podía sostenerle la mirada.

-No tenía derecho de tratar de cambiar tu vida. Sé que has sufrido mucho, sé que no podrás confiar. No te juzgo. No tienes que llorar, el error fue mío.

Yustise seguía sollozando.

-Basta, Contacto. No fale comigo como se eu fosse um ignorante que não puede entender. Sí, soy ignorante. Mas yo sei o que você querias fazer. Fue mi error. Vime a pedir su perdón.

-No era necesario que vinieras hasta aquí para eso. Te perdono. Olvidémoslo. Quédate aquí hoy, mañana le pediré a un amigo que te lleve al aeropuerto.

-Sé meu professor.

-No puedo, Yustise. No estoy en condiciones de...

-O senhor Di Maggio disse que não podemos ¿olvidar? que te fizemos mal.

Contacto negó. "¿Y esos son mis amigos? ¿Cuándo aprenderé?", pensó.

-Di Maggio está loco. No creo poder entrenar a nadie.

-Treine-me Calia. Por favor. Quero ayudar -clamó Yustise sin parar de llorar.

-Eres especial, Yustise. No sé si tengo fuerzas para...

-Eu haré tudo lo que você me dice!

-¿Todo? ¿Sin cuestionar?

La mujer asintió. Parecía una niña con enormes y brillantes ojos oscuros como su piel.

Calia seguía moviendo la cabeza negativamente.

-Lo intentaré, pero te advierto que no será fácil para ninguna de las dos.

Tras la partida de Contacto
En la ciudad cede de la OINDAH

Ahora que Andrea revisaba con detenimiento los análisis realizados a Calia por el equipo médico durante su convalecencia, notaba algunas cosas. Los registros de los exámenes practicados a Contacto como parte del proyecto desaparecieron cuando destruyó el laboratorio, así que no podían hacer un comparativo con lo anterior.

No tendrían oportunidad de hacerle más estudios a Calia mientras estuviera lejos, así que la bioquímica había tenido que contárselo a la persona que tenía los medios para hacerla regresar.

Y Giorgio Di Maggio no se lo había tomado nada bien.

Tres meses y una semana después del percance de Contacto
En Groenlandia

Calia cavilaba, sentada en el sillón. Escuchaba a Yustise roncar en la cama. Había tenido que amenazarla para que durmiera ahí. Era tan alta que no hubiera podido hacerlo en otra parte de la diminuta cabaña. Le costó mucho lograr dormirse. Ella aún no podía hacerlo. Recordaba aquella noche en el hospital, cuando Di Maggio estuvo a punto de besarla. Le había revelado algo que no la sorprendió demasiado, pero el que se lo hubiera dicho lo hacía real e imposible de ignorar. Pensaba también en la advertencia de Gabriel.

Aquella noche de la confesión de Giorgio que parecía haber ocurrido cientos de años atrás, ella se encontró sonriéndole como estúpida al techo, rememorando el supuesto baile en la plaza frente a la torre. Se habían acomodado sin cautela ni inocencia juvenil, sino como dos adultos que se conocen de muchos años. Sin embargo, pudo percibir el aumento en la temperatura de aquel, el ligero rubor en sus mejillas, su sudoración incipiente, su corazón acelerado. Todo eso había ocurrido de forma imperceptible quizá incluso para él, pero ella no pudo pasarlo por alto. Y tampoco pudo evitar sentirse emocionada cuando la sostuvo de forma firme y delicada.

La asaltaba una gran angustia. Sentía que estaba interponiéndose entre un hombre y otra mujer, lo aborrecía. Peor aún, ese hombre y esa mujer estaban casados, trabajaban juntos, tenían un patrimonio y proyectos comunes. Ella no tenía nada que hacer ahí y por eso huyó lo más lejos que pudo. Sin embargo, no podía dejar pendiente el asunto de la joven que dormía junto a ella. Necesitaba prepararla para que lograra expresar todo su potencial. Dudaba mucho que alguien más pudiera hacerlo de la forma en la que lo necesitaba.

A Calia le estaban ocurriendo otras cosas que no podía ignorar. Las facturas de su suprahumana actividad habían comenzado a llegarle. Suspiró. Sería todo tan fácil si Di Maggio no le hubiera dicho aquello que no la dejaba en paz: "Sólo espero que puedas ser honesta contigo misma".

Eso significaba que él lo sabía mucho antes que ella. Y ahora, por más que tratara, no podía negarse lo que sentía por él.

Pudo poner cientos de pretextos, miles de kilómetros entre ellos, asegurarse a sí misma que esos sentimientos eran cursilerías baratas de las que la sociedad le hace creer a las personas para mantenerlas bajo control.

Pero a pesar todo, y más allá del terrible pasado que tenían el heredero y ella, nunca había formado un vínculo tan íntimo, fuerte y profundo con nadie, ni siquiera con Harry o Andrea. Con ninguna otra persona compartió las cosas que  ambos tenían en común. Si algo la hacia sentir como en su hogar era la presencia del hijo del doctor.

Definitivamente lo amaba de una forma distinta a como se ama a un amigo.

Y tenía que estar muy lejos de él.

No podía evitar el llanto amargo, gélido y silencioso que manaba de sus ojos, a pesar de que trataba de apartarlo con la mano, con la distancia, con la negación. Durante todos esos años, le había ocurrido a ella tal como él se lo dijo. Desde que lo vio por primera vez no había pasado un solo día sin que pensara en él, sin que deseara hacerse presente en su vida de alguna manera.

Ella creyó que era porque era lo más cerca que podía estar de su amado doctor, pero sólo conocía la paz cuando estaba frente a Giorgio, en silencio.

Yustise estaba allí porque él había pagado el viaje. Le había enviado un mensaje que sólo ella comprendía completamente. Una disculpa estilo Di Maggio. Pero también pretendía chantajearla para que volviera, porque sabía que si se lo hubiera pedido en persona, lo habría mandado directamente al cuerno.

Y como lo hizo la vez anterior que volvió de Groenlandia, a sabiendas de que no podía salir nada bueno de eso, a pesar de que no permitiría que ocurriera nada que hiriera a Laura Esther, regresaría por la misma razón.

Regresaría por él.

Sin embargo, no estaba preparada para lo difícil que eso sería.

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