Capítulo4: "Te quiero"

—A partir de aquí ya no puedes ver más. —Una puerta gris con el número 1764 era lo que tenían en frente.

—¿Qué? —Miró a Víctor, pero fueron cortos segundos porque este cubrió sus ojos con su bufanda— ¿Qué haces? —No pudo evitar preguntar, ya con sus ojos completamente cubiertos.

—Es parte de la sorpresa. —Rió Víctor, abriendo la puerta y guiando a Brayan adentro, sosteniendo sus hombros.

—Me voy a caer. —Dijo luego de tres pasos, sintiéndose nervioso.

—No lo harás, confía en mi.

—Confío en ti. —Respondió, haciendo que el corazón de Víctor olvidara la forma correcta de cómo funcionar.

—Eres tan... tan... —Intentó buscar la palabra correcta para describirlo en su escaso vocabulario, pero no la encontró.

—¿Genial? —Lo ayudó.

—Sí —Víctor suspiró, no muy satisfecho, pero tomó a Brayan y lo abrazó con fuerza—. Quédate aquí. —Le indicó luego de caminar cierta distancia de la puerta.

Pasaron unos minutos en los que Brayan solo pudo escuchar a Víctor caminar de un lado a otro, y de pronto, lo volvió a sentir a sus espaldas.

—¿Listo? —Preguntó, y el de hermosos ojos miel asintió con la cabeza, más nervioso que nunca.

Lentamente deshizo el nudo de la bufanda, permitiendo que los ojos de Brayan volvieran a quedar al descubierto. Al hacerlo, pudo contemplar la perfecta vista nocturna de la ciudad a través de un amplio ventanal de cristal.

—Es hermoso. —Susurró para si mismo, muy impresionado con la hermosa vista.

La estancia entera se encontraba sumida en la oscuridad y el silencio. Luces de muchos colores titilaban más allá del cristal, iluminando majestuosos edificios y carreteras. Brayan sintió calidez a sus espaldas, donde Víctor lo abrazó. Su corazón siempre se agitaba cuando Víctor buscaba su contacto hasta de forma inconsciente. Subió sus manos hasta las de Víctor, que cruzaban sus hombros, y le devolvió las caricias.

Sin embargo, una luz cálida, tenue y amarillenta comenzó a iluminar el lugar, revelando sus contornos. Víctor le ayudó a quitarse el abrigo y la bufanda, para luego guiarlo hasta una de las sillas situadas junto a la mesa. Un silencio cómodo y casi necesario reinaba en la habitación, donde solo sus ojos parecían entablar una conversación.

Después de ayudar a Brayan con su silla, Víctor se trasladó al otro extremo de la larga y rectangular mesa, tomando asiento. Un mantel blanco cubría la superficie, sobre la cual se encontraban dispuestos dos platos de pasta, uno de langosta, dos copas, una botella en un cubo con hielo y un hermoso candelabro con seis velas blancas ardiendo. Sobre sus cabezas, una elegante lámpara, que parecía una cortina formada por diminutos fragmentos de vidrio unidos entre sí, provista la cálida iluminación del lugar.

Un sentimiento de asombro los embargaba mientras sus miradas permanecían fijas, acompañadas por sonrisas que se sucedían en perfecta armonía. Todo resultaba tan hermoso, tan mágico, que ambos temían romper el encanto con una simple palabra, como si estuvieran inmersos en un sueño. Brayan, incapaz de contener su asombro, admirando la belleza de aquel momento, decidió decir algo al respecto.

—Todo es... tan hermoso, tan perfecto... Gracias.

—Me alegra mucho que te haya gustado —Sonrió—. Y espero que te guste la pasta y la langosta. —Dijo más relajado, más casual; intentando sacarle un poco de aire a la burbuja en la que estaban metidos.

—Me encanta. —Respondió de inmediato, haciendo reír a Víctor.

—Me dices después de probarla. —Casi como si hubiese sido una orden, Brayan tomó sus cubiertos y le dio una probada a la pasta— ¿Y? —Preguntó, un poco nervioso al ver el silencio de Brayan.

—¡Delicioso! Hace mucho que no disfrutaba de una comida como esta. —Se alegró Brayan.

—Bien. Lucas hizo un buen trabajo. —Celebró en lo que él también se ponía a comer.

—¿Qué? ¿Lucas? —Interrogó, sorprendido.

—Sí. Ayer vino en la tarde y me vio haciendo planes para hoy. Comenzó a hablar no-se-que de la amistad y me dijo que me ayudaría con la cena; siempre le ha gustado cocinar —Reveló—. Cuando estábamos abajo le envié un mensaje diciendo que ya íbamos a subir; vive al frente.

—¿¡Al frente!?

—Este es mi departamento —Brayan solo se limitó a calmarse—. Mi primera idea fue llevarte a un caro restaurante donde nos atienden como reyes, pero pensé que te sentirías muy incómodo entre tanta extravagancia y etiqueta, así que lo descarté —Brayan sonrió y asintió con la cabeza, en lo que seguía comiendo—. Entonces llegó Lucas con esta idea más simple y cómoda, así que me convencí.

—Me encanta. Todo me encanta. —Repitió, mostrando su tierna sonrisa.

—Y aún no termina. Pero primero la cena —Dijo, sin dejar que Brayan se atreviera a preguntar—. Y mira lo que tenemos aquí —Sacó la botella del cubo de hielo, y sirvió un poco en cada copa—. Jugo de la mejor uva. Solo por hoy me contendré de abrir un buen vino. —Levantó su copa, invitando a Brayan a hacer lo mismo, dando un brindis y luego un trago.

—Pues yo no veo la pérdida. Este jugo sabe muy bien. —Le sonrío Brayan.

Al finalizar la cena, que estuvo acompañada de una charla amena, Brayan fue sorprendido por un ataque de tos casi asfixiante, lo que provocó temor en Víctor, quien de inmediato acudió a su lado para prestarle ayuda.

—¿Estás bien? —Intentó calmarlo pasando su mano por la espalda suavemente.

—¡Cof! ¡Cof! Sí, estoy bien. ¡Cof!

—Toma un poco de jugo. —Preocupado,  Víctor le sirvió un poco de jugo y se lo pasó. Brayan se dio un trago y volvió a recomponerse.

—Solo me atoré con un poco de langosta —Rió, haciendo un rollo la servilleta donde tosió—. No te alarmes —Víctor lo miró con un poco de desconfianza, aún preocupado. Brayan había estado enfermo desde ayer y el chico no era sincero para decir si se sentía mal—. Sigamos, ¿si? —Le dio su mejor mirada de cachorrito, esperando que surtiera efecto— No arruinemos el increíble ambiente. —Víctor se dejó convencer y se puso de pie, tomando ambas manos de Brayan entre las suyas.

—Está bien. Ven aquí. —Tiró de él con delicadeza hasta el otro lado de la estancia, su sala.

La tenue luz de la lámpara no alcanzaba ese rincón, sumiéndolo en la penumbra. Víctor se detuvo y tomó un mando que reposaba sobre la mesa, apuntándolo hacia el equipo de audio en la pared.

—¿Bailamos? —Víctor extendió su mano hacia él, invitándolo a bailar. Una canción lenta y nostálgica comenzó a sonar por los parlantes, instando a Brayan a poner sus manos en la de Víctor, acompañándolo a bailar.

—¿Qué... —El nerviosismo no lo dejaba casi hablar— ¿Qué haces? —Preguntó.

Víctor no contestó, solo siguió moviéndose suavemente y murmurando la letra de la canción casi sobre los labios de Brayan. Inclinándose, se alejó y apoyó ligeramente su cabeza en la de Brayan, creando una atmósfera únicamente de ellos dos. Compartiendo sensaciones y sentimientos nunca antes vividos, nunca antes sentidos. Pero todo era tan reconfortante, embriagante; la felicidad, el cariño, el aprecio... el amor.

Víctor se apartó un poco para observar el rostro de Brayan, el rostro de la persona que lo tenía enamorado, y notó que estaba llorando. Brayan le regaló una sonrisa que Víctor imitó, conmovido al sentir su corazón palpitar en su pecho.

Cuando la canción cesó, sumiendo el lugar en silencio una vez más, Víctor detuvo sus pasos y llevó sus manos a las mejillas húmedas de Brayan, pasando suavemente los pulgares sobre ellas. Temía que con un movimiento brusco, aquel chico de ojos miel y sonrisa encantadora se desvaneciera en el aire como una ilusión.

En medio del silencio, Víctor besó la frente de Brayan, sin saber muy bien cómo expresar con palabras el torbellino de emociones que sentía en su interior. Brayan era la persona más especial que había conocido, y un simple beso en la frente nunca sería suficiente para transmitirle ese pensamiento.

Pero si Víctor pudiera comprender que con el simple gesto de aquel beso en la frente, Brayan se encontraba inmerso en la más pura felicidad, en un estado de dicha que lo transportaba directamente al mismísimo cielo.

—Yo —Víctor se esforzó por confesar — ...no soy muy bueno con las palabras, ni me expreso bien la mayoría de las veces; y la verdad no me importa —La última frase hizo soltar una risita a Brayan—. Pero hoy siento que voy a explotar si no te digo lo que siento, lo que... alguien tan especial como tú se a vuelto para mí. —Entonces lo atrajo hacia él, dándole un abrazo que Brayan correspondió, y soltó un suspiro para darse ánimos de seguir.

—Aquel día cuando te conocí en el parque, definitivamente nunca nos imaginé de esta forma, incluso pensé que no te volvería a ver. Pero mírame ahora, sintiendo esta ferviente necesidad de tenerte cerca todo el tiempo, de tocarte, abrazarte, cuidarte y de compartir cada hora, minuto y segundo contigo. Me haces sentir querido, apreciado... amado, y muero porque sientas lo mismo conmigo. Muero porque me veas como tu lugar seguro, como el sitio perfecto para descansar, como la persona que con seguridad estará aquí siempre para ti, porque soy capaz de bajarte el cielo si me lo pides justo ahora —Todas sus palabras fueron dichas en susurros, como una bella historia de un viejo cuento de hadas. Separó un poco sus cuerpos y tomó el rostro de Brayan entre sus manos, sonriendo ante su rostro lleno de lágrimas—. Quiero agradecerte que hayas llegado a mi vida, y el hecho de que me hayas elegido me hace la persona más afortunada en la Tierra.

Víctor besó la mejilla húmeda de Brayan, rozándola luego con sus pulgares, sintiendo la elevada temperatura de su piel rosada.

—Yo no necesito que me bajes el cielo —Dijo Brayan, poniendo sus manos sobre las de Víctor—, porque el simple hecho de estar a tu lado ya es el cielo para mi. —Por un momento, a Víctor se le cortó el aire.

Su mente anhelaba capturar con fervor cada detalle de la imagen de Brayan, inmortalizando su rostro bañado en lágrimas y sonrojado, reconociéndolo como un tesoro invaluable. Deseaba atesorar cada palabra pronunciada por él en lo más profundo de su corazón, como una pieza más de ese infinito rompecabezas que se conformaba con cada instante de dicha compartido junto a Brayan. Era un compendio de perfección compleja y sin igual.

Víctor, abrumado por sus emociones, no pudo contenerse y terminó por cargar a Brayan a horcajadas en un abrazo. Aunque Brayan se sorprendió, pronto se aferró a Víctor como lo haría un koala.

—¿Q-qué haces? —Tartamudeo.

—Brayan... Te quiero. —Dijo, abrumado de sentimientos, y el de ojos color miel sintió que su propia alma salía huyendo de su cuerpo.

Su corazón latía descontrolado en su pecho, resonando como el único sonido en sus oídos. Una sensación de cosquilleo revoloteaba en su estómago, y las lágrimas volvían a empañar sus ojos. Con lentitud, se separó del reconfortante abrazo de Víctor, buscando fijamente los ojos oscuros y penetrantes que tanto adoraba.

—...Ví-Víctor —Fue lo único que pudo articular luego de verlo.

—Mmm... —Se hizo el pensativo— ¿Por qué será que mi enano no ha dejado de llorar la noche de hoy? —Bromeó entre murmullos, pero Brayan no respondió. Ese "mi" no había pasado desapercibido para él— Te quiero —Volvió a decir, esta vez mirando sus ojos—, y sé que puedes pensar que es muy pronto, pero mi mente solo piensa: "¡Oh!, esta persona llegó a mi vida para quedarse en ella. No puedo esperar a ver el día en el que envejezca a su lado y aún nos tomemos de las manos."

Los ojos de Brayan se abrieron de par en par en asombro, mientras las lágrimas brotaban con más fuerza, sollozando y restregándose los ojos.

—Lo siento... lo siento —Murmuraba—. Lo siento mucho Víctor. Lo siento. —Comenzó a llorar hasta el punto de asustar a Víctor, quién se sentó en el sofá, aún con Brayan a horcajadas sobre él.

—¡Shh! Tranquilo. —Intentó calmarlo sobando su espalda y acariciando su mejilla— ¿Qué sucede? ¿Dije algo que te hizo sentir presionado o incómodo? —Pero Brayan solo negó con la cabeza a sus preguntas.

—Yo... soy una mala persona —Dijo, descolocando un poco a Víctor—. En el futuro te haré daño, mucho daño, pero soy egoísta, muy egoísta, y solo te quiero a mi lado. —Seguió llorando y sollozando palabras inentendibles.

Víctor no entendía nada de a qué se refería, pero lo abrazó protectoramente e intentó consolarlo.

—¡Shh! Está bien. Eso no importa ahora. Solo abrazame e intenta calmarte. Estoy aquí. —Dijo pausadamente, y de inmediato, aquel que lloraba en su regazo se aferró a su cuello, y lloró durante un rato— ¿Mejor? —Preguntó cuando lo vio deshacer el abrazo.

—Estoy muy cansado, quiero dormir. —Habló lenta y tiernamente, como si se fuese a quedar dormido. Víctor rió, y luego de apartar el pelo que Brayan tenía pagado a la frente, se puso de pie con él aún a horcajadas.

—Entonces vayamos a la cama —Brayan no tenía fuerzas ni para negarse, pero tampoco quería, así que se dejó hacer, solo recostándose en Víctor—. Hoy a sido un día muy largo, es normal que estés cansado; solo duerme —Subió las escaleras hasta su habitación, que era visible desde el primer piso. Dejó a Brayan suavemente en la cama, quitó sus zapatos y cubrió su cuerpo con la manta—. Descansa. —Dijo, y dejó un casto beso en la frente del menor.

—Yo también te quiero. —Brayan respondió en un susurro, casi dormido, lo que arrancó una sonrisa enternecedora y un brillo inigualable en los ojos de Víctor. Lamentablemente, estos gestos se perdieron, ya que Brayan se encontraba completamente sumido en los brazos de Morfeo.

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Con suaves parpadeos, sus ojos color miel se abrieron, sin querer despertar por completo. Deseaba volver a sumergirse en un profundo sueño, sintiéndose exhausto. Sin embargo, el roce de otra piel en la punta de sus dedos lo obligó a despertar por completo. Se giró para encontrarse con unos ojos tan oscuros como la noche, pero con un brillo más intenso que el propio día, acompañados de una deslumbrante sonrisa, observándolo detenidamente.

La mano de su compañero se extendió hacia su frente, apartando algunos mechones de cabello que le caían sobre los ojos, acariciándolos. Brayan volvió a parpadear largamente, como si estuviera sonriendo por un sueño.

—Buenos días. —El susurro de una voz ronca que conocía muy bien lo instó a responder casi de inmediato.

—Buenos días. —Era tan temprano en la mañana, apenas y había despertado, pero ya le habían robado dos sonrisas.

—¿Bajamos a desayunar? —Sus manos se entrelazaron sobre el mullido colchón, haciendo que se quisiera negar a la más mínima idea de acabar con ese momento.

Pero el sonido de la puerta abriéndose, cerrándose, luego pasos y luego gritos que casi hacen que Víctor desease tirarse por la ventana, reventaron la burbuja.

—¡Oye! —Gritó el de cabellos rojizos desde la cocina— ¡Víctor! Ya es hora de levantarse. Fui a hacer la compra para los dos, como muestra de mi amistad. Claro, es obvio que me tienes que contar con lujo y detalles todo lo que pasó ayer. Luego pasas por mi departamento a recoger tu vola de pelos, sabes que no soy de gatos. —Víctor cerró los ojos exasperado, dando un largo suspiro y masajeando sus sienes, provocando una risita en Brayan.

Al no obtener respuesta, Lucas caminó hasta el comedor y miró hacia arriba, en dirección a la habitación de Víctor, con las manos en la cintura, preparado para volver a gritar.

—¡Oye! ¿No piensas ni contestarme?¿Quieres que suba ahí y te de una paliza? Baja de una vez. —Víctor, al saber que ya no podría deshacerse de tal problema, se sentó en la cama y pasó sus manos por su cara con resignación—. Hasta que te levantas.

—Recuérdame a mí darte una paliza en cuanto baje. —Dijo, mirando a Lucas desde arriba.

—¿¡Qué!? —Se indignó.

—Buenos días, Lucas. —Saludó Brayan, copiando el gesto de Víctor de sentarse en la cama.

A Lucas se le puso el estómago en la garganta al ver a Brayan, y la vergüenza que sentía se reflejaba en su sonrisa incómoda.

—Buenos días, Brayan —Respondió—. No sabía que te habías quedado a dormir. —Sus ojos miraron con disimulo a Víctor, quien bufó y se levantó de la cama.

—Bueno, ayer, después de nuestra cita —Era primera hora, pero sus mejillas estaban rojas cual tomate—, estaba muy cansado, así que terminé por quedarme dormido.

—Perfecto —En un pestañeo, Lucas ya tenía un ánimo diferente—. Desayunemos los tres juntos entonces.

—Claro. —Respondió Brayan, saliendo de la cama.

En cuestión de minutos, Brayan se encargaba de sacar la compra, mientras Lucas recogía la mesa que todavía estaba ocupada con los platos sucios de la noche anterior. ¿Y Víctor? Tomando una ducha para evitar bajar y cometer un asesinato.

—¿Entonces la pasaron bien ayer?

—Si. —Le respondió desde la cocina, con una gran sonrisa.

—Víctor no hizo nada ilegal anoche, ¿verdad? —A Brayan se le tintaron las mejillas de rojo al entender a lo Lucas se refería.

—¡No, n-o! —Negó inmediatamente.

—Esas son buenas noticias. Me hubiera gustado que hubieses visto a Víctor el día antes —Reía—. Podría jurar que hasta nervioso se puso —Aquella confesión hizo sonrojar a Brayan, pero sobre todo, lo puso feliz—. Se pasó el día haciendo llamadas y yendo de un lugar a otro; incluso quería enseñarte fuegos- —Su voz disminuyó por un momento, cortando completamente la emoción con que hablaba. Brayan lo sintió extraño, así que dejó de lavar la fruta y se giró a verlo.

—¿Sucedió algo, Lucas? —El de cabellos rojizos se giró con una gran sonrisa y negó.

—Nada, ¿qué podría pasar? Creo que me puse a hablar tanto que olvidé lo que te estaba diciendo. —Brayan se echó a reír y continuó con lo que hacía.

Víctor bajó cuando el desayuno ya estaba sobre la mesa. Brayan y Lucas, este último no dejaba de mirar fijamente al menor, lo estaban esperando.

Mientras desayunaban, Víctor se dio cuenta de que algo no estaba bien: Lucas no hacía preguntas, ni comentarios vergonzosos, ni estaba eufórico. Estaba sorprendentemente callado y serio. Víctor no lo veía así desde hacía mucho tiempo, y eso no le agradaba. Definitivamente no era algo bueno.

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