EPÍLOGO 01
Un año después.
—Estate quieta, por favor. —repito con una voz cansada mientras intento ponerle los patucos por quinta vez.
Ella empieza a mover las piernas más rápido con una sonrisa. A veces parece que hace las cosas a sabiendas con el propósito de complicarme más las cosas.
Alek bajó las escaleras de la planta de arriba ajustando un reloj en su muñeca derecha. Cuando su perfume se hizo más presente dejó de mover las piernas buscándolo por su corto radar, lo que aproveché para ponerle los patucos de una vez sabiendo que no durarían más de diez minutos en su sitio.
Por alguna razón Eleanor odiaba la ropa y todo lo que tuviera que ver con ella, así que la mayor parte del tiempo estaba con el pañal y una camiseta que la a veces acababa arrugada por sus fallidos intentos de quitársela. Menos cuando hacía frío o salíamos a alguna parte.
Levanté la cabeza fijando mis ojos en el traje negro que se había enfundado. Le quedaba increíblemente bien resaltando su piel blanquecina y la firmeza de sus músculos trabajados.
—Estás preciosa. —susurró en mis labios una vez que estuvo a mi lado.
Antes de que pudiera llegar a besarme me alejé unos cuantos centímetros. Él echó un leve vistazo por encima de mi hombro.
—Ni siquiera está mirando.
—Pero está presente. —repuse con una sonrisa burlona.
Él de todas formas no escuchó mis réplicas y mordió mis labios antes de deslizar su lengua dentro de mi cavidad.
—No hace falta que vayamos si no quieres. Podemos decir que tuvimos que llevar a Eleanor al médico o alguna mie... —se detuvo al tener mis ojos encima. —Cosa así. —terminó con una sonrisa ladina haciendo que soltara una risotada.
—Es la boda de mi hermano, no me la puedo perder. Además, soy dama de honor. —él torció sus labios en un mohín.
—Aún así podría encontrar una buena excusa, estoy seguro de que lo entenderán. —respondió con una voz sugerente rozando sus dientes en mi oído.
—No. Iremos. —hablé con firmeza alejándome de sus brazos.
Él soltó un suspiro al aire y se acercó a Eleanor. Su cara enseguida se iluminó con una sonrisa y yo no pude evitar hacerlo al verlos.
Mientras la levantaba en el aire le decía algunas cosas en ruso con una voz aguda. Verlo interactuar con ella de esa forma siempre me hacía sonreír por el contraste que daba con su imagen.
En cuanto terminé de ponerme los pendientes alargados ella dejó de reír para poner sus ojos azules en ellos, y tras darle una mirada de ni se te ocurra partimos a la entrada principal. Yo lo más alejada de sus dedos regordetes recordando cómo casi me arrancó la oreja en mi graduación.
La prominente barriga de Grace resaltaba aún más en su vestido ajustado por el torso y suelto por las piernas. Ella tenía su brazo enlazado en el codo de Sergey que tenía la misma cara de aburrimiento de siempre.
—Dios. Siento que estoy a punto de explotar. —soltó ella al aire estirando su espalda con una mueca adolorida.
Mientras yo no había tenido ni un solo síntoma durante mi embarazo ella los había tenido todos.
—Tenía que haber salido la semana pasada. —dijo señalando su abdomen ante mi cara confusa. —Parece que está muy cómodo aquí.
—Entonces ya le quedará poco.
—Ojalá. ¿Quién va a una boda y no bebe alcohol? —sacude la cabeza con una cara disgustada. —Esto va a ser una tortura.
Reprimí una carcajada siguiendo sus pasos hasta el gran portón. No era difícil imaginarla haciendo una fiesta por todo lo alto tras el nacimiento de su bebé, o incluso en el hospital en cuanto diera a luz. Ella no esperaría.
El camino al lugar de la ceremonia fue largo, tanto que tuve que encontrar algo con lo que entretener a Eleanor para que dejara de llorar. Ella raramente dormía durante el día.
Mi vista cayó a la mano tatuada que se escabullía por dentro de la falda de mi vestido verde agua, clavé mis dientes en mi labio cubierto de rojo al sentir su lengua ir de mi clavícula descubierta a la parte trasera de mi lóbulo.
—Alek. —avisé en un suspiro cuando sus dientes atraparon un pedazo de mi piel sensible.
La niña estaba demasiado ocupada con el Rolex Daytona como para apreciar las sucias intenciones de su padre. Era lo único que llamaba lo suficiente su atención como para hacerse pasar por un chupete.
El que tenía antes se rompió cuando lo lanzó por los aires en uno de sus berrinches y el nuevo que le estábamos haciendo no estaba listo aún. Cada vez que le acercábamos un chupete que lucía normal o no brillaba por ninguna parte simplemente giraba la cabeza y decía nyet, así que como última opción tenía que recurrir a dejarle algunos de mis collares o brazaletes, poniendo un ojo sobre ella para que no se lo llevara a la boca.
Alek lejos de hacerme caso succionó y mordió dejando una mancha roja. No fue hasta que el vehículo se detuvo en un lugar lleno de otros coches cuando se alejó con una sonrisa satisfecha.
—Me gusta cómo combina con tus ojos. —murmuró con una voz ronca pasando por alto lo que transmitían mis ojos.
La puerta del coche se abrió por uno de los hombres que se encargaban de recibir a los invitados.
Antes de que él fuera el primero en salir tapé lo rojo con mi pelo dando gracias a que estuviera trenzado y no recogido en un moño.
—Gracias. —me adelanté a decirle al chico con una sonrisa cuando me ofreció una mano para ayudarme a salir mientras Alek del otro lado cogía a Eleanor.
Pero antes de que sus dedos pudieran acercarse a los míos él lo apartó de un empujón atrapando mi mano entre la suya con una cara de pocos amigos.
Luego me acercó a su cuerpo poniendo su mano en mi cintura.
Mientras nos alejábamos a unas escaleras que parecían de porcelana le di una mirada de disculpas al hombre que ahora se levantaba del suelo sacudiendo su traje con una cara de pocos amigos y farfullando algo para el mismo.
—Si quieres un charco de sangre a tus pies solo tienes que pedírmelo, mi amor. —susurró en mi oído en un tono burlesco momentos antes de tener a mis padres frente a nosotros.
—No me gustaría manchar mis Jimmy Choo. —respondí de vuelta reprimiendo una sonrisa.
—Una pena. Pensé que podríamos jugar con él después. —murmuró humedeciendo su labio inferior escondiendo una sonrisa corta.
Mordí el interior de mi mejilla sin poder evitar sonrojarme por el recuerdo de la última vez en la que usamos el cuerpo de alguien de esa forma.
Había pasado hace un par de días con un hombre que no tendría más de treinta años en un centro comercial.
Alek había ido a cambiar el pañal de Eleanor y yo lo esperé fuera de los baños, rodeada de los escoltas que siempre conseguían camuflarse bastante bien a nuestro alrededor cuando salíamos a alguna parte y que estaban pendientes hasta del más mínimo detalle. Incluso de las miradas lascivas y de los gestos insinuantes que aquel hombre me lanzaba a lo lejos, ignorando la incomodidad con la que me removía en el banco de madera.
No tuvo un rato muy agradable cuando Alek se enteró de eso. Todavía recordaba sus gritos y lo que pasó después con una corriente placentera recorriendo mi espalda.
Me preparé para recibir el abrazo de mi madre con una sonrisa que desfalleció al darme cuenta de que ella estaba corriendo hacia Eleanor, no hacía mi.
—Mi princesa, ¡Pero cómo está de bonita!
—Hola. —hablé llamando la atención de ambos.
—Ay perdón, me distraje con esa hermosura de aquí. —dijo a la vez que le cogía de los mofletes. —Cada vez se parece más a la abuela.
A su lado mi padre hizo una expresión indicando que no hiciéramos demasiado caso mientras cogía a Eleanor en sus brazos con la mirada recelosa de Alek encima.
Era bastante desconfiado a la hora de dejarla con alguien, incluso si ese alguien eran mis padres.
Antes de que pudiera protestar algo hablé cogiéndolo del brazo.
—¿Entramos? La novia está por venir.
Mi madre asintió entrando a la sala del palacio en la que se llevarían a cabo los votos matrimoniales.
Estaba todo lleno de flores y demasiado impoluto con una decoración basada en columnas y otros toques de la época en la que se construyó.
Los asientos, al igual que las escaleras, eran de porcelana. En la primera fila las mujeres estaban separadas de los hombres, cosa que no le hizo demasiada gracia por cómo sus ojos no abandonaban a mi persona.
Probablemente queriendo arrastrarme con él o arrepintiéndose de haber venido en primer lugar. Y así siguió en todo momento. No la apartó cuando Polina entró arrastrando la cola del vestido blanco y un ramo de flores en las manos, mucho menos cuando el oficiante comenzó a hablar.
En el momento del hombre preguntar si alguien se oponía a la boda Denis hizo el amago de levantarse posiblemente queriendo soltar alguno de sus comentarios, pero él lo cogió de la chaqueta del traje y lo sentó.
Aunque los demás pensaran que lo hizo para no irrumpir la boda sus razones eran unas muy diferentes, puesto a que estaba a su derecha y era un obstáculo para tener un plano completo de mi.
Al igual que los demás me levanté de la silla y comencé a aplaudir cuando el oficiante dió por finalizado el discurso y dió paso al beso, ansiosa por ir a la zona de festejo y quitarme su abrasadora mirada de encima.
Bajé la cabeza un momento para asegurarme de no pisarme el vestido con un tacón, y al volver a levantarla jadeé del susto al encontrármelo frente a mí con las cejas arrugadas.
—¿Puedo saber por qué te has sentado aquí sola durante veinticinco minutos?
—Son las reglas. Las damas de honor tienen que sentarse en este banco. Sin hombres. —recalqué lo último en un tono de obviedad y diversión.
Los demás fueron abandonando el lugar dejándonos solos. Levanté el dedo pulgar cuando mis padres a lo lejos nos indicaron que se llevarían a Eleanor al jardín donde se llevaría a cabo el resto de la boda.
—A la mierda con eso, Lena. Las únicas reglas que debes seguir son las mías.
Ladeó la cabeza estrechando sus ojos en la parte de mi pelo que tapaba el moratón.
Por un segundo pensé que me apartaría el pelo, pero no fue así.
—Ven, quiero enseñarte algo. —habló cogiendo mi mano y arrastrándome a algún lugar antes de que pudiera negarme o escapar.
El eco de mis tacones resonaba por las diferentes salas que cruzamos, tiré de su mano queriendo que aminorara la velocidad resultando eso en vano.
—Espera. —murmuré apretando su mano levemente.
Por alguna razón estaba ansioso por enseñarme eso que había guardado para mí.
Casi me choqué con su espalda cuando se detuvo abruptamente, después se dió la vuelta y me cogió al estilo nupcial reanudando sus pasos.
—¿A dónde me llevas? —no respondió, y mi atención cayó al portón que se cernía sobre nosotros y que él abrió con mucha facilidad.
Detrás de la puerta había una capilla con una luz tenue que proporcionaban las ventanillas con una vidriera azul y verde, era suficiente para saber por dónde pisábamos y resaltar nuestra piel. Parecía que no había sido visitado en mucho tiempo, pero lejos de eso estaba bien cuidada y sin una mota de polvo.
—¿Cómo te ha dado tiempo de descubrir este sitio? —pregunté levantando ambas cejas una vez me dejó en el suelo, frente a un altar que solo tenía un libro abierto por la mitad.
—Ayudé a elegirlo y a organizar los preparativos. —desvié mi atención de las letras en latín a sus ojos que me miraban de una forma extraña.
—Pensé que no te gustaba su relación.
—Mientras no le haga daño a Polina no tiene porqué no gustarme.
—No lo hará. La quiere. —aseguré con certeza.
Aunque a veces me costaba creer que esos dos se quisieran, era imposible negarlo cuando ella había empezado a sonreír más veces de las que había hecho en toda su vida o cuando esa forma de mirarse entre ellos lo delataba.
Mierda, ahora la tenía dentro de mi familia.
—¿Para qué me has traído aquí? —él pasó su piercing por el labio inferior antes de acercarse al altar y pasar algunas páginas.
Al detenerse en una página en específico se dió la vuelta y me miró un rato largo.
—Quiero que renovemos nuestros votos. —curvé los labios en una mueca confusa.
Se supone que lo haríamos en nuestra boda falsa con nuestras familias y amigos delante en un par de meses. Al final había optado por recrear nuestra boda haciendo pensar a los demás que era la original para no tener que dar explicaciones.
—Lo de la boda sigue en pie, pero si espero un día más, explotaré.
—No tengo nada preparado aún. —dije con un prominente calor en las mejillas.
Él sonrió.
—No es necesario. —respondió volviendo a posar su mirada en aquel libro.
Momentos después la sala se llenó con sus susurros recitando un par de páginas en latín y en otro idioma que desconocía.
Al terminar sostuvo mis manos deslizando un nuevo anillo por mi dedo anular, observé los detalles que adornaban la alianza perdiéndome en los pequeños diamantes alrededor del pentágono invertido bañado en oro, en medio de éste había una pequeña calavera tallada en un rubí rojo.
Luego sostuvo mi rostro rozando mis mejillas con su dedo pulgar y lo levantó fijando sus brillantes orbes azules en los míos.
—Prometo permanecer a tu lado hasta que la muerte nos separe, e incluso después. Por toda la eternidad. Prometo seguirte entregando cada pedazo de mi alma hasta que solo sea un ente vacío vagando por la Tierra, prometo defender la felicidad y seguridad de nuestra familia porque mi vida misma depende de eso. —antes de que pudiera seguir hablando lo interrumpí presionando mis labios sobre los suyos colgando mis brazos de su cuello.
No me di cuenta de que algunas lágrimas se deslizaron sobre mis mejillas hasta que nos separamos y vi las suyas humedecidas.
—No sigas. —musité en una súplica no queriendo convertirme en un mar de agua salada por su culpa.
—Eres mi vida entera, Lena. Siempre lo has sido, incluso cuando no lo sabía tú has sido mi razón de existir, no tienes ni idea de las cosas que eres capaz de hacer con tan solo respirar. —susurró sin apartar su frente de la mía a la vez que sus dedos borraban todo rastro de mis lágrimas.
Cuando sacó una navaja de la chaqueta y cortó su labio inferior con ella me alarmé queriendo limpiar el río que sobresalía de su herida, pero antes de hacerlo me levantó unos pocos centímetros del suelo y cortó el mío con sus dientes, entremezclando nuestra sangre en un beso profundo que ponía de manifiesto todo lo que sentíamos el uno por el otro.
Eso que de necesitar encontrar palabras estaríamos toda la vida buscándolas y no nos daría saliva suficiente para recitar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top