052

—Espera. Hay algo que quiero aclarar contigo. —irrumpió el médico de antes interponiéndose en mi camino con unos papeles en las manos.

Sin embargo, solo pude poner atención en la espalda de alguien que reconocería a kilómetros doblando por un pasillo.

Frente a él venía Denis con un par de bebidas en la mano. Él no lo habia visto, así que con un movimiento de cabeza le indiqué a Denis que lo siguiera por el mismo pasillo por el que se había ido.

—Ahora no.

Sin esperar una respuesta de su parte caminé hasta la sala moviendo mi piercing de un lado a otro.

De nuevo había quedado vivo. El muy hijo de puta tenía más vidas que un gato, tal vez sea algo que le venga de familia. Mis labios se estiraron en una sonrisa apática al verlo en mitad de la habitación rodeado de mis hombres apuntándolo con un arma.

—Bajad las armas. —hablé sin apartar su mirada de él.

Luego me puse delante de ella cubriendo su cuerpo de alguna forma.

—Solo quiero hablar con ella. —replicó él entre dientes con una mirada hostil.

—No creo que ella quiera hablar contigo, Viktor. —respondí empujando el nombre de mis labios.

—Mi nombre es Theo, y yo creo que ella tiene boca para decidir lo que quiere y lo que no.

Di un par de pasos, él no hizo nada cuando lo cogí del cuello de la camiseta.

Uydi otsyuda¹. —siseé entre dientes afianzando cada vez más mi agarre hasta casi levantarlo del suelo.

—Está bien. —habló Lena detrás mía haciendo que arrugara el ceño.

No me gustaba cuando su curiosidad se anteponía sobre el bienestar y felicidad que siempre intentaba proteger con uñas y dientes.

—Suéltalo. —añadió luego en un murmuro.

—Habla. —dije después de soltarlo clavando mis ojos en esos que en su momento también fueron del mismo color que los míos.

—Así no, en privado. —solté una carcajada seca antes de hablar.

—O hablas ahora o te largas.

Al querer acercarse más a ella volví a ponerme en medio con una mirada que indicaba; acércate más y te arranco el otro ojo que te queda.

—Como sea. —escupió las palabras antes de tragar saliva. —Solo quiero pedirte perdón. No...no pensé lo que hacía, me dejé llevar y...

—Trágate tu perdón y ahogate con él.

—Estoy hablando con ella, no contigo.

—Jodida mierda entonces porque si hablas con ella, hablas conmigo. Si no te gusta ya sabes dónde está la puerta.

Un destello divertido se posó en mis ojos al ver su mirada molesta, y una sonrisa satisfactoria adornó mis labios al verlo marchar sabiendo que no tenía posibilidades de obtener su perdón ni en esa vida ni en el más allá.

—Adiós, mi capitán. —habló Denis mofándose del parche que tenía en su ojo izquierdo.

—Vete a la mierda, Denis. —refutó él dando un portazo.

Cansado de ese picor en la nuca me di la vuelta encontrándome con sus ojos verdes no muy contentos.

—¿Qué? Sólo estaba diciendo mierda.

Ella puso los ojos en blanco desviando su atención al café que le habían traído. Antes de poder llevárselo a los labios se lo quité de las manos.

—Te traeré un té. —le avisé tras posar mis labios en su frente.

Un minuto después estaba caminando detrás suya con mis dedos a punto de romper el envase de cartón.

Viktor

Quería salir de aquí lo antes posible, el olor a enfermedad y antibióticos me revolvía el estómago. Aunque no más que ver a mi hermano respirando y de camino a ser feliz. Tener una paz que no le pertenecía.

—¿Qué quieres, Alekei? —pregunté al tenerlo de frente, ignorando su sonrisa que no hacía más que hervirme la sangre.

—Solo venía a despedirme y a decirte lo innecesaria que fue tu visita. —sonreí irónicamente.

—¿Qué?¿Celoso? —él no cambió su expresión ni un centímetro, eso me jodió. Su existencia me jodía.

—Me tientas demasiado. —murmuró pasando el piercing por su labio inferior.

Después se acercó a mí y me tiró el café que llevaba haciendo que parezca un accidente ante los ojos de los demás.

—Lo próximo será ácido. —habló en mi oído con una advertencia seca antes de girar sobre sus talones y marcharse.

Apreté los dientes hasta casi hacerlos crujir. No pensaba caer en sus provocaciones y no estaba de humor para hacer esfuerzos físicos peleándome con él.

Luego me fui de ese lugar casi trotando llegando al apartamento antes de lo previsto en mi Range Rover roja.

Sabía que ir había sido un error, sino mi sentencia de muerte, pero no quería dejar las cosas así. Sé que le debía una disculpa desde hace años y la retrasé con la excusa de que ella no recordaría nada. Ahora tal vez pensaría que tuve un interés romántico en ella, o que lo seguía teniendo, cuando a mí ni siquiera me gustaban las vaginas.

Mi propósito en ese entonces era arrebatarla de su lado para que sufriera una mínima parte de lo que me había hecho sufrir a mi con su desinterés desde su partida a Moscú cuando éramos solo unos niños. Él no merecía ser feliz. No lo merece. Al final, de una forma u otra lo conseguí. Los padres de Lena hicieron el resto del trabajo al haberse estado cambiando de domicilio cada dos por tres. Tuvieron otros motivos, pero el resultado fue el mismo.

Mientras mi hermano la buscaba sin éxito me dediqué a disfrutar de su sufrimiento mientras intentaba salir del pozo oscuro en el que me había metido mi propio padre.

No sé si deba llamarlo suerte al hecho de que seis años después se haya cansado de usar mi cuerpo para su beneficio y escogido a otro dejándome en libertad. Porque así eran ellos, cuando crecías y dejabas de serles útiles te tiraban a un lado y buscaban a otras víctimas. Yo fui una de las suyas cuando mi hermano partió a Moscú, preocupándose más por el bienestar de Polina que por el mío. Su favorita.

Pensé que una vez lejos de esa casa y cortando de raíz eso que mi hermano tanto quería sería capaz de empezar una nueva vida con un trabajo normal. No fue así. Era solo un estúpido niño que no sabía hacer otra cosa que venderse a sí mismo y complacer a hombres de gran poder, satisfaciendo esos oscuros deseos que, si algún día saldrían a la luz, serían mal vistos por sus amigos y familiares.

Un día me encontré a Denis en un bar puesto hasta el culo de marihuana. A pesar de mi enemistad con mi hermano él hablaba conmigo, y parecía que a Alekei no le importaba porque a día de hoy el idiota seguía con vida. Me dijo que movía las manos muy rápido y era algo que podría hacerme ganar mucho dinero si se me daba bien tocar la batería.

Me reí en su cara, todo lo que dijo me pareció un mal chiste, el hecho de que estuviéramos los dos drogados no era una buena señal tampoco, pero al día siguiente le saqué el tema.

Estuvimos un par de semanas dándole vueltas hasta que reunimos a gente y decidimos dar el paso. No nos fue mal y hasta el día de hoy seguía funcionando bastante bien.

Él no lo sabía, pero esa noche, con nuestra conversación sin sentido, había hecho mucho más de lo que hizo nadie jamás para ayudarme a salir de ese agujero. Sobre todo mucho más de lo que hizo Alekei por mí. Su única reacción al verme bajar una madrugada a la cocina con el cuerpo magullado por los golpes y los pantalones manchados de sangre por la brutal agresión fue soltar un resoplido desdeñoso y decirme que aún era demasiado débil como para encargarme de mis problemas.

Los recuerdos me seguían perturbando en forma de pesadillas, las cicatrices no abandonarían mi cuerpo y todavía me seguía dando asco a mi mismo. La diferencia es que ahora por lo menos había aprendido a ganar dinero, mucho dinero, y tenía lo suficiente como para tener una montaña de eso que hacía callar por pocos minutos los gritos de mi cabeza en los armarios de mi cocina.

Me había vuelto dependiente a la cocaína la cuarta vez en la que me obligaron a consumirla ahogándome con ella hundiendo mi cara en un cuenco lleno del polvo blanco. Después eso no fue suficiente y necesité otras sustancias más fuertes, sustancias que, gracias a ser uno de los hijos del bastardo que era mi padre, tenía muy al alcance.

Aún así, nada de lo que tenía en mi cocina era capaz de hacerme olvidar el brillo en los ojos de mi hermano cada vez que miraba a Lena. Me daban ganas de volver a intentar matarla para arrebatársela para siempre y dejar su cuerpo en cualquier descampado. La próxima vez lo haría con mis propias manos, sin dejar errores.

Eran mi odio y frustración los que hablaban por mi, el que me nublaba la mente y no me dejaba pensar. El que me quemaba las venas con una necesidad imperiosa de cortarlas para liberar ese ardor.

Hundí las cejas viendo cómo se iba de la habitación. Él era capaz de ir tras su hermano y matarlo en un abrir y cerrar de ojos. Lo sabía.

—Ve tras él. —le dije Denis. Él solo me miró con las cejas levantadas.

—¿Por qué yo? Sergey no ha hecho más que calentar el sofá con su culo todo el día mientras a mi me tenéis de perro guardián. —abrí y cerré los labios no esperando esa reacción de su parte.

¿Así también era con Alek cuando le mandaba a hacer algo?

—Iréis los dos entonces. —ninguno de los dos se movió de su sitio, solo me miraban entretenidos. —Ahora. —aún nada. —Claro que, sí no os importa lo que opine Alek de vuestro rendimiento laboral, os podéis quedar.

Me crucé de brazos con una ceja alzada mirando a los dos salir a regañadientes. Estando otra vez sola volví a fijarme en el hombre que solo se había movido de sitio cuando apuntó a Viktor con el arma, y con un escalofrío me acosté en la camilla dándole la espalda. Por lo menos ahora sabía que no era una estatua.

•••

Le di el último sorbo al vaso de cartón y lo dejé a un lado de la mesita a mi lado.

Estaba cansada de estar todo el día en una camilla como si me estuviera muriendo, y por lo que sé, mis heridas no eran tan graves. El problema era que él no me dejaba bajarme de aquí, y si lo hacía tenía que ser para acabar en sus brazos. Suspiré mirando al reloj. Las agujas marcaban las ocho de la noche.

Jason estaba conmigo las muy pocas veces en las que Alek se iba, siempre intentaba hacerme olvidar el tema distrayéndome con cualquier cosa. También me había dicho que había puesto a nuestros padres sobre aviso, lo cual quiere decir que llegarían en cualquier momento, tal vez mañana.

Eso me tenía bastante ansiosa, y estar en una camilla todo el día no lo hacía mucho mejor. Mi hermano se había ido un par de horas atrás sin querer decirme adónde, y mi acompañante tampoco estaba mucho por la labor de entretenerme, así que no tenía mucho más que hacer que estar viendo un programa cualquiera de la televisión.

Pasados unos minutos tuve la necesidad de mover las piernas, se me estaban entumecimiendo. Justo al dejarlas colgando el hombre estatua me dio una mirada amenazante.

—No puedes bajar. —determinó con ese acento peculiar de forma casi robótica.

Lo miré con una cara de ¿Me estás jodiendo? Por supuesto que no lo estaba, dudo que se tomara algo en broma. De todas formas no es como si pudiera matarme por querer bajarme de aquí.

—No hagas que te dispare. —dijo en cuanto toqué el suelo con los dedos de mis pies.

Justo en el momento de pisar el frió mármol la puerta se abrió dejándolo ver a él junto a Denis y una caja negra en las manos.

Sonreí en un intento de desviar su atención, pero era tarde. Sus ojos primero fueron a mis pies descalzos con una mirada de pocos amigos.

—Sube a la camilla, Lena. —solté un bufido molesto haciendo lo que me dijo.

—Tu escolta me amenazó con dispararme solo por querer estirar las piernas. —murmuré irritada mirando al hombre de reojo.

No venía a cuento, pero la situación me parecía surrealista.

—A veces se toma su trabajo demasiado en serio. —dijo hablando más alto de lo necesario cogiendo un sitio a mi lado.

En seguida sus manos fueron a mi cabello echándolo hacia atrás con unas leves caricias, después dijo algo en ruso haciendo que el hombre estatua saliera junto a Denis y dejó la caja encima de mi regazo.

—Ábrela.

Estaba envuelta en un lazo rojo de seda que no tardé en quitar con ansias. Mis pulmones expulsaron el aire en una corta exhalación al encontrar la cabeza de su padre encima de unos pétalos de rosa negros.

Mi estómago se removió, pero no de desagrado, era algo más. Las comisuras de mis labios temblaron con una sonrisa que traté de ocultar mordiendo el interior de mi mejilla al fijarme en los ojos de la cabeza, habían sido suplantados por unas canicas blancas, dejando a un lado los imperceptibles moratones estaba bien cuidada.

Con mis dedos rocé una de sus mejillas notado el frío que emanaba de su pálida piel, ese simple roce se convirtió en un manoseo por todo el rostro que se detuvo cerca del cuello. El corte parecía algo reciente por cómo mis dedos se habían manchado de su sangre.

Desvié mi atención encontrándome con sus ojos impacientes, sonreí complacida limpiando mis dedos en la bata de hospital siendo lo más disimulada posible. Luego rodeé su torso con mis brazos aspirando su olor.

—Gracias. —murmuré tímidamente una vez nos separamos.

Él juntó nuestros labios en un beso lento pero abrasador.

Era en definitiva lo más grotesco que alguien me hubiera podido ofrecer como regalo, pero para mí significaba muchas cosas.

—Deja de agradecerme todo lo que hago por ti. —murmuró a tan solo unos escasos centímetros de mi boca a la vez que sus manos seguían en mis mejillas.

—Se llama ser agradecida. —respondí con una sonrisa socorrona.

—Para mi es más que suficiente con que aceptes lo que te doy.

Incliné mi cabeza con mis labios entreabiertos acercándome a él con las manos en su cuello hasta colisionar en un beso más profundo y desesperado.

Nuestros gemidos morían en la boca del otro y sus manos fueron a mi trasero empujándome más hacia la tienda de sus pantalones.

Comencé a moverme sobre ella rozando nuestras partes con ímpetu. Hasta que la puerta se abrió de un momento a otro haciendo que me baje de su regazo con las mejillas ardiendo.

—¡Lena! —chilló Grace ignorando por completo la presencia de Alek a mi lado.

Puse la tapa de la caja en su sitio y rápidamente la escondí detrás de mí poniendo la mejor de mis sonrisas.

Ella corrió hacia mi para apretarme entre sus brazos olvidándose por un momento de mis costillas. Aunque el abrazo no duró más de cinco segundos cuando Alek la separó con una mala cara de la que ella no se percató.

—¿Estás bien?¿Cómo te sientes? Dime quién fue y lo haré pedazos. —dijo lo último apretando los dientes.

—No va a ser necesario. —protestó él a mi lado en un deje irónico y molesto.

Por un momento lo miré desconcertada. Claro que él estaba demasiado ocupado teniendo a Grace en la mira como para darse cuenta de eso.

—Estoy bien. Recuperándome. —hablé esbozando una mueca. —Y aburrida.

—Me voy a quedar unos días en la ciudad, así que estaré contigo todo el tiempo. —vi de reojo cómo él tensó su mandíbula, pero antes de que dijera algo me adelante.

—Estaría bastante bien, además tengo algunas cosas que contarte. —el brillo de sus ojos fue más que obvio al decir lo último.

—Me las puedes contar ahora. No hay porqué esperar. —solté una carcajada y me hice a un lado para que pudiera sentarse a mi derecha.

Un carraspeo hizo que volviera a fijarme en él levantando las cejas en una expresión desafiante.

—Ya es tarde. ¿Por qué mejor no te vas y vuelves mañana cuando Lena esté desocupada? —su tono de voz, a pesar de no ser uno desagradable, tampoco ocultaba sus intenciones de querer echarla.

—Son las nueve, y yo la veo bastante desocupada ahora. —replicó con una mirada desafiante levantándose de la camilla.

—Pues te equivocas. Estaba conmigo.

—Pues ahora está conmigo.

—Déjala que se quede. —murmuré clavando mi mirada en sus orbes azules

Él desistió al principio, luego aceptó a regañadientes pero no se fue de la sala. Se quedó en el sofá alargado cerca del ventanal.

—Tienes diez minutos. —advirtió a Grace entre dientes estrechando sus ojos en los de ella.

—No le hagas caso. Está estresado. —le dije en un bajo murmuro, ella apretó los labios reprimiendo una carcajada.

Hablé lo más bajo posible contándole a Grace lo que había pasado entre nosotros esas semanas. No me parecía cómodo eso de estar cotilleando sobre tu novio con tu amiga delante de él, pero tampoco me quedaba otra opción.

En todo momento no nos quitó los ojos de encima a la par que daba leves vistazos a su reloj.

Al estar en la parte del secuestro fui interrumpida por Denis y Sergey que entraron a la habitación como si de su casa se tratase.

Giré la cabeza no queriendo presenciar los lengüetazos que se daban ella y Sergey, en eso me fijé en Denis que se acercó al sofá y le dijo algo al oído. Sea lo que fuera era serio porque su expresión cambió a una más seria que antes y las venas de sus brazos se marcaron mucho más.

Después se levantó y vino hacia mi para plantar un beso en lo alto de mi cabeza, cuando quise preguntarle qué había sucedido ya se estaba marchando junto a Denis y Sergey, no sin antes comunicarle algo a los escoltas que se quedaron con nosotras en la sala.

—¿Sabes? Me está empezando a caer no tan bien tu querido novio. —habló Grace a mi lado haciendo que desvíe mi atención hacia ella.

Hice el amago de sonreír con la cabeza aún indagando en qué podría ser eso que le había dicho Denis.





Uydi otsyuda: largo de aquí.

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