045

Dos segundos después me desvestí con rapidez y me lancé al agua en su búsqueda, mandando a la mierda mi plan de mantenerla ahí por más tiempo para cabrearla más a sabiendas de saber lo mucho que odiaba mojarse y estar empapada.

La encontré a menos de un metro. Ella rodeó mi cuello con las manos y aferró sus piernas a mis caderas mientras yo impulsaba nuestros cuerpos hacia arriba.

En cuanto nuestras cabezas salieron a la superficie su mano impactó contra mi mejilla con tanta fuerza que rompió mi labio inferior, dejando un pequeño hilo de sangre. Mi miembro semierecto se terminó de endurecer con aquel gesto. Su pecho subía y bajaba con rapidez mientras me observaba con una rabia que intensificaba el verdor extraordinario de sus ojos.

Después enredó sus dedos con mi cabello y tiró de él acercándome a su rostro para arremeter contra mi boca y dar comienzo a un beso hambriento. Sus dientes se clavaron en mi herida intensificando el dolor de mi labio a la vez que comenzaba a succionar con fuerza, atrapando cada gota de mi sangre.

Llevé una mano a su cuello y con la otra bajé sus pantalones dejándola desnuda de la cintura para abajo. No fue hasta que la impulsé hasta arriba y me enterré en ella cuando la dejé respirar por un minuto antes de apretar el agarre en su cuello. Sus ojos puestos en los míos reflejaban una mirada más hambrienta que la mía hacia ella.

Eso y los calambres de dolor que iban por mi falo por las recientes perforaciones al deslizarme en su interior me estaban haciendo perder la poca cordura que me quedaba hasta el punto de aumentar la fuerza del agarre de su cuello sin darme cuenta.

De su garganta empezaron a salir gemidos estrangulados mientras sus uñas dejaban cortes en mi espalda y hombro que me hicieron jadear de placer. Comencé a arremeter contra ella con más intensidad al sentir unas palpitaciones y una corriente ir desde mi pelvis hasta el glande y clavé los dientes en la piel de su cuello haciéndola sangrar al momento de expulsar el líquido casi blanquecino dentro de ella.

Observé la palidez de su rostro al estar perdiendo la poca capacidad de respirar que tenía y acaricié su cadera mientras la besaba. Ella intentó seguirme el ritmo hasta que terminó por desmayarse.

Luego salí del agua con ella colgando en mi hombro. Antes de llevarla al dormitorio seguí con lo que estuve a punto de empezar antes de enseñarle el vídeo. Ella tardaría varios minutos, o tal vez incluso horas en despertar.

Al terminar cubrí su cuerpo con mi camiseta y la llevé hasta la habitación dejando un pequeño rastro de gotas de sangre que me hubiera encantado limpiar con mi lengua en ese momento.

Tras dejarla en la cama me senté a su lado, esperando a que despertase. Alejé mi mano de su cabello trenzado al percibir las vibraciones en mis pantalones y respondí la llamada sin mirar el identificador.

—Tu padre está cada vez más cerca. Ah, y vete olvidando de volver a la casa de California, el muy cabrón la ha echado abajo. —masculló Denis del otro lado con unos disparos de fondo. —¡Blyat'!

—Di órdenes de ir primero a San Diego, ¿Qué coño hacéis ahí? —me aparté del teléfono con una mueca en los labios cuando los disparos y el ruido se hicieron más fuertes.

—Pura mierda con eso, en cuanto pusimos un pie allí se formó un baño de sangre. Esos hijos de perra casi me despeinan y estuve en la peluquería tres putas horas.

—¿Y ahora me avisas?¿¡Para qué tienes el jodido teléfono!? —repliqué entre dientes levantándome de la cama de golpe y comenzando a dar vueltas por la habitación.

Los disparos del otro lado habían cesado un poco.

—Vamos a fingir que me hubieras cogido la llamada y hubiéramos tenido una conversación larga y tendida sobre cómo acabar con tu padre mientras tenías tu polla enterrada en Lena. —dijo Denis en un tono burlesco. —Te dejo, estoy algo ocupado por aquí.

Antes de poder responder él ya había colgado dejándome con la palabra en la boca.

Solté una maldición al aire lanzando el teléfono al sofá. Él estaba mucho más cerca de lo que pensaba pero no descansaría hasta tener su cabeza en mis manos.

Con un suspiro volví a posar mi mirada en el bajar y subir de su pecho dibujando una corta sonrisa de la que no fui consciente. Derramaría la sangre que hiciera falta y más con tal de protegerla.



Me había despertado un rato antes, pero el ligero dolor de mi vientre bajo había hecho que quisiera quedarme en la cama más tiempo.

De todas formas no tienes mucho más que hacer. Me dije a mi misma cerrando los ojos y haciendo el amago de dormir, hasta que me di cuenta de que estaba solo con una camiseta grande y había una probabilidad de manchar las sábanas en una habitación que no era mía.

Me fui incorporando despacio esbozando una mueca adolorida. Él no estaba por ninguna parte, pero eso no evitó que mi mente volara a los últimos minutos antes de desmayarme. ¿Para qué me había tirado a ese pozo de agua?¿Y por qué demonios me dolía la espalda baja?

Aparté las sábanas y me senté en la orilla de la cama, mis ojos fueron con desconcierto a la venda ensangrentada de mi pierna izquierda que, raramente, no me dolía. Mis dedos picaban con el impulso de quitármela y ver qué había hecho esta vez.

Lo primero que hice al levantarme fue ir al baño y mirarme en el espejo de pie tallando cada parte de mi cuerpo. Mordí mi labio inferior sintiendo una insatisfacción que no supe de dónde venía o porqué al no encontrar ningún moratón o corte aparte de sus manos muy levemente marcadas en mi cuello. Luego me di la vuelta poniendo mis ojos en esa parte de la espalda que tenía irritada y adolorida. Allí encontré unos símbolos extraños en un rojo intenso formando una frase.

Estuve un buen rato intentando descifrar en qué idioma estaba hasta que escuché una puerta cerrarse al otro lado y salí del baño. Todo mi cuerpo empezó a calentarse con pudor al sus ojos poner especial atención en mis piernas.

Mi estómago rugió hambriento cuando me fijé en los platos de comida que tenía en la bandeja y volví a levantar la mirada con las mejillas sonrojándose a cada segundo que pasaba. A pesar de mis deseos de querer decir algo mi lengua no pensaba lo mismo.

—¿Cómo estás? —habló él con una sonrisa corta.

—Bien. —murmuré con una necesidad imperiosa de desaparecer.

Su mirada me hacía empequeñecer, y saber que no tenía nada debajo solo fortalecían los recuerdos de nuestro último encuentro.

No fue hasta que se dió la vuelta para dejar la bandeja encima de la cama cuando me sentí con algo menos de timidez para hablar. Lo único que me faltaba hacer delante suya era cagar, así que no entendía de dónde venía ese pudor.

Puede que el hecho de que lo hubiera visto hacer cosas realmente atroces delante mía y por mí tuviera algo que ver y eso me producía un rechazo del que no podía deshacerme. Saber que había sido capaz de hacer eso y que sería capaz de hacer mucho más me había hecho sentir en la cima del mundo y lo odiaba.

¿Desde cuándo me había vuelto tan insensible y tan sanguinaria? Era como si esa parte que disfrutaba con sus muestras de amor tan dañinas y violentas estuviera intrínseca en mi ser, como si no pudieran ser arrebatadas ni después de un siglo. 

—Necesito algo de ropa. Y compresas.

—No creo que necesites ropa. —habló con una voz ronca sentándose en el borde de la cámara. Sus ojos seguían sin apartarse de mi. —Ven, estás muy lejos.

Creo que mis pasos fueron más lentos de lo normal, y al estar frente a él tuve que luchar contra la necesidad de mirarlo por más tiempo del necesario.

Sin darme cuenta empecé a morder mi labio inferior. Estaba nerviosa.

—Estabas descalza. —pestañée confusa y eché un leve vistazo a mis pies descalzos.

—Creo que podría ir al supermercado más tarde. Me gustaría salir un poco.

Podía contar las veces en las que había entrado a uno, pero iría a cualquier parte con tal de despejarme del palacio.

Sus ojos me miraron disconformes antes de sentarme en su regazo.

—Yo creo que no podrías. —murmuró con sus manos en mis muslos.

Ambos sabíamos lo que sucedería si me quedaba más de un minuto sentada en sus piernas, pero aún así, cuando quise levantarme lo impidió y me aprisionó más contra él.

—No vas a salir de aquí hasta que yo lo diga.

—¿Por qué?¿Piensas mantenerme como rehén toda la vida? —respondí con una obvia molestia ante su tono más reacio.

—Porque es peligroso para ti. Fuera de eso no tendría ninguna necesidad de mantenerte como rehén. —pronunció la última palabra con sorna. —Los dos sabemos lo mucho que te gusta estar en mis brazos. —su mano empezó a deslizarse por mi muslo, deteniéndose en mi monte de venus. —Podría recordártelo ahora mismo. —susurró rozando sus labios con el lóbulo de mi oreja.

—¿Peligroso por qué? —tragué saliva cuando separó mis muslos con su dedo queriendo hacerse camino a mí clítoris.

—Abre las piernas. —demandó ignorando mi pregunta.

Las cerré atrapando su dedo entre medias y puse mi mejor cara de seriedad antes de hablar.

—Mi padre me dijo que tu familia planeaba acabar con la mía. Que lo ha estado haciendo durante años y por eso te habías acercado a mí. ¿No crees que sería más peligroso para mí estar aquí contigo que estar fuera? —mis palabras solo lo hicieron sonreír, pero no era una sonrisa muy agradable, era una cargada de desprecio y enfado.

—¿De verdad crees que he estado años detrás de ti solo para hacer algo que podría haber hecho desde hace siglos con los ojos cerrados?

—No. No lo sé, pero sé que hay muchas cosas que no me has dicho, que me estás ocultando.

—Eso es cierto. —respondió sacando su dedo de entre mis muslos para después llevarlo a mi pezón. —Digamos que somos rencorosos y tu padre no es mucho de fiar. Aunque eso ya lo sabes.

Al terminar de hablar escondió su cara en la curvatura de mi cuello, rozando sus dientes con mi piel sensible antes de morder y lamer esa zona.

—¿A qué te refieres? —susurré con una voz cortada cuando sus dedos apretaron mis pezones con fuerza.

Él levantó la cabeza observándome como si estuviera sopesando la opción de contarme eso que tanto me había estado ocultando.

—Tu padre nos echó con la policía años atrás simplemente porque el mío le llevaba ventaja y quería más. El día en que se incendió nuestra casa fue porque la policía había venido a por nosotros para meternos una emboscada. El muy imbécil nunca supo que estabas conmigo en ese momento y pensó que no lo descubriríamos nunca. Os tuvo de país en país porque tenía miedo de que llegara el día en que nos llegáramos a enterar y decidiéramos actuar. Hasta que creyó asegurarse de que no sospechábamos de él por la estrecha supuesta amistad y cercanía que tenía con mi padre desde aquel entonces. —la acidez de sus palabras remarcaba el resentimiento que había estado ocultando todos estos años.

Entreabrí los labios más desconcertada por lo último que había dicho que por mi padre resultando ser un traidor y un cobarde.

¿Por qué no sabría que yo estaba con él en ese momento? Esa duda pasó a un lado en cuanto a mi mente llegó la clara idea de lo que le pasaban a las personas como a mí padre en este mundo lleno de lágrimas, sangre y lujos.

—Lo vas a matar. —se supone que eso tendría que haber sido una pregunta.

Su silencio hizo que casi empezara a entrar en pánico. No pude soportar más su mirada y bajé la vista a sus zapatos.

Dejando a mi padre a un lado, Jason y mi madre no merecían sufrir las consecuencias de su avaricia. Al igual que yo tampoco.

La yema de sus dedos sostuvieron mi rostro mientras yo hacía un esfuerzo por aguantarme las lágrimas y no volver a dejar sus ojos que ahora me miraban intensos.

—Detesto a Ray y lo quiero ver muerto, si. Pero ante todo es tu padre y sé que no voy a poder soportar verte sufrir por él si es por mi culpa. —exhaló poniendo su frente contra la mía antes de continuar. —No tienes ni idea de la cantidad de problemas que me está dando eso.

—¿Qué problemas? —retrocedí al ver sus intenciones de besarme, eso lo hizo abrir los ojos con un resoplido exasperado. —No me pidas que lo olvide porque no lo haré. —añadí ignorando sus besos en mi hombro.

—Mi padre quiere la cabeza de Ray a toda costa. Yo me negué a seguir su plan y no le sentó muy bien.

Concentrarme en intentar descifrar todo mientras tenía sus labios en mi piel era más difícil de lo que aparentaba ser.

—¿Él... Te quiere matar?¿Tu propio padre? —dije juntando las cejas.

Fue entonces cuando recordé que su padre le había hecho la vida imposible cuando era solo un niño.

No había sido difícil descubrirlo después de nuestra conversación y el cómo desaparecía el brillo de sus ojos al mencionarlo. Apreté los dientes deseando que su padre estuviera tres metros bajo tierra.

—A los dos. —casi palidecí al escuchar aquello. —Puede que al resto de tu familia también, pero de eso no estoy seguro.

—¿Qué? No. Eso no puede pasar. —mis palabras salieron torpes, reflejando mi miedo.

—Y no va a pasar, cielo. —sus caricias y su voz aterciopelada casi me hacen sonreír.

Mi respiración seguía tan o incluso más irregular que segundos atrás. Después sujetó mi garganta haciéndome levantar la vista hasta sus serias facciones.

—Ellos están en buenas manos, lyubov'. Están en Inglaterra. —fue deslizando su mano por mi cuello mientras sus labios repartían besos por el.

Mentiría si dijera que el saber que están lejos me dió algo de alivio, no fue así. Lo miré fijamente como si con eso pudiera descifrar si lo que me estaba diciendo era cierto.

¿Él de verdad estaba arriesgando su propia vida solo para salvar la mía y la de mi padre después de todo lo que había hecho? Y no solo la suya, sino la de sus hombres también.

—Si lo que dices es cierto, entonces quiero la cabeza de tu padre. —dije haciendo que su vista se clavara en mi rostro con ese brillo único en el azul de sus ojos.

Si me estaba mintiendo no lo admitiría, así que esa era la única forma que veía por el momento de terminar de saber la verdad. Aunque muy en el fondo mi petición se deba a otra cosa y no a mis ganas de querer descubrir si mentía o no.

—Sabes que tus deseos se convierten automáticamente en órdenes para mi.

Las esquinas de mi labios se fueron inclinando y suspiré al volver a sentir sus labios moverse con ferocidad en la curvatura de mi cuello.

—Quiero hablar con mis padres. —pedí en un jadeo cuando lanzó mi cuerpo a la cama y empezó a quitarse la camiseta.

—No. —respondió determinante una vez terminó de desvestirse y con el arma que una vez le había dado en la mano.

Mi corazón latió expectante y clavé las uñas en el colchón evitando mirar su pene erguido.

—Dijiste que mis deseos eran órdenes. —repliqué intentando ignorar el paso del cañón por mi torso hasta que llegó a mis muslos y me obligó a separar las piernas.

—Lo dije. —mordí el interior de mi mejilla cuando presionó mi clítoris con el comienzo de la pistola tiñéndola con mi sangre.

—Entonces déjame hablar con ellos. Es una orden. —lo miré desafiante, aunque mis ojos pedían a gritos que me follara de la forma más salvaje posible.

Su sonrisa hizo que mis labios menores temblaran de deseo.

—Bien. —introdujo el arma en mi vagina de un segundo a otro, sin ningún tipo de cuidado arrebatándome un chillido de dolor entremezclado con placer. Una sensación que siempre me tenía en el borde de la perdición. —Tu ganas. Ahora date la vuelta. —murmuró con una voz ronca y su vista fija en mis pliegues hinchados.

Gemí al hacerlo siendo cuidadosa, él en ningún momento había soltado el arma, incluso la empujó más hacia dentro deteniéndose en el gatillo que ahora rozaba mi clítoris. Luego acercó su boca a mi entrada anal lamiendo de abajo a arriba, rozando su lengua con la sangre que ahora salía en una gran cantidad hasta llegar a mis muslos.

Clavó sus dientes antes de soltar un escupitajo y meter su pene haciéndose espacio en mis paredes internas sin importarle partirme en dos. Los piercings que tenía alrededor lo hacían más grueso aún, pero él sabía que era capaz de soportar aquello, que era capaz de desvanecerme del placer mientras mi cuerpo se retorcía del dolor.

Un par de lágrimas sobresalieron de mis párpados mientras sus caderas chocaban con mis glúteos y movía el arma queriendo meterla aún más y frotando mi clítoris con el gatillo.

Tenía la garganta irritada de tanto gritar y gemir mientras intentaba mantener mi culo levantado para él sin caer en la cama. En eso un móvil empezó a sonar y vibrar en la mesita de noche que estaba a mi lado.

Pensé que no lo iba a coger, pero fue entonces cuando puso mi cara contra la almohada.

—Si haces algún ruido te follaré la garganta hasta que pierdas la conciencia. —advirtió en casi un susurro gutural antes de responder la llamada con una voz tranquila, como si no estuviera penetrándome por dos sitios a la vez.

Aunque tampoco era difícil adivinar lo que estaba haciendo por los golpes de nuestros cuerpos al chocar

Lo último que había dicho hizo que mi vientre vibrara con una corriente placentera. Había encontrado algo más placentero que el dolor, pero era algo que no pensaba compartir con nadie más por vergüenza.

Él había aumentado la intensidad de sus estocadas, muy probablemente lo había hecho adrede pero en ese entonces no sentí ningún tipo de pudor por la persona del otro lado de la pantalla sabiendo lo que estábamos haciendo.

Mordí la almohada en un mísero intento de callar el chillido que quería emitir mi garganta cuando un orgasmo se hizo presente en mi clítoris junto a otro que provocaba unas corrientes intensas que me hicieron tambalear las piernas.

Comencé a sollozar con mi cara aún enterrada en la almohada cuando las penetraciones de su miembro se hicieron más intensas hasta arrebatarme un orgasmo que mi cuerpo no era capaz de soportar por la intensidad.

Él terminó la llamada y lanzó el móvil a alguna parte para después azotarme el culo y darme la vuelta.

—Abre la boca. —su voz se escuchó distorsionada y apenas entendí lo que me quiso decir.

Aferré mis uñas a la cama queriendo deshacerme de ese temblor que se había apoderado de mi cuerpo. Ahora mismo era como si estuviera en una dimensión que bien podría asemejarse al cielo.

Al no moverme él presionó sus dedos en mi mejilla haciendo que mi boca estuviera lo suficientemente abierta para recibir su pene que aún seguía erecto y lo metió hasta más allá de mi campanilla.

No suficiente con ello puso sus dos manos en mi cuello apretándolo mientras penetraba mi garganta. Para cuando había terminado de correrse yo ya había empezado a ver unos puntos negros que se terminaron de adueñar de todo a mi alrededor. Lo último que sentí fueron sus labios por toda mi cara y sus murmuros ininteligibles.





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