042


Chillé cuando su mano impactó contra mi nalga izquierda. No por la fuerza sino porque no me lo esperaba, aunque su golpe no había sido nada gentil.

—Ahora me dirás quién coño te hizo eso de la cara. —su voz era una ronca y a la vez cargada con una estremecedora amenaza.

—Nadie, fue solo un accidente. —dije a regañadientes bajo su ahora furiosa mirada.

Volvió a golpear mis nalgas. Esta vez con un poco más de fuerza que la anterior pero no con la suficiente como para dejar marcas.

De mis labios se escapó un gemido que no pude evitar.

—Puedo estar así todo el jodido día y no me cansaré. —murmuró en mis labios antes de lamerlos.

Al separarse me quedé en silencio, observándolo, y me odié por querer que estuviera dentro de mi otra vez.

Traté de luchar moviendo mis piernas cuando desató los cordones de mi pantalón deportivo a pesar de ahora estar boca abajo y lo deslizó junto a mis bragas hasta dejarlo caer al suelo.

Apreté los muslos como si la vida me dependiera de ello. No quería que viera lo húmeda que estaba.

—¿Quién fue? Necesito un maldito nombre, lyubov'. Solo eso. —su dedo fue por la linea que separaba mis nalgas hasta estar cerca de la humedad de mis pliegues.

Abrí un poco las piernas. Fue un impulso, pero en un parpadeo tenía sus dedos dentro de mí, moviéndose en círculos y haciendo que las abriera aún más. Mordí la lengua casi sin querer tragándome todo tipo de sonidos.

—Jodidamente responde. —demandó empujando sus dedos más hacia dentro.

—Me golpée con una puerta. —musité en un hilo de voz.

Su mano arremetió contra mi trasero nuevamente. Eso llevó una corriente a mi clítoris que me hizo jadear.

—Eres muy mentirosa, lyubov'. Tendré que usar otra cosa contigo. —dijo lo último para el mismo antes de sacar sus dedos.

Cuando se aseguró de que mi culo estuviera lo suficientemente a su disposición pude escuchar su cinturón deslizarse por los pantalones.

Intenté mirar hacia atrás por encima del hombro, en esos pocos segundos en los que lo conseguí sentí el cinturón impactarse contra mis nalgas mientras él me daba una mirada oscurecida.

No pude reaccionar cuando volví a sentir el impacto del cuero en la piel ya enrojecida e hinchada provocando que un par de lágrimas se deslizaran por mi mejilla por el cúmulo de sensaciones en mi bajo vientre.

Dejé de mirarlo cuando azotó una tercera y cuarta vez, teniendo cada vez menos piedad y disfrutando de cada gemido ahogado que salía de mis labios.

—¿Quién fue? —preguntó una vez más deteniéndose.

Yo solo jadeé enterrando la cara en la almohada. Realmente no creía poder aguantar mucho más sin formar un desastre en las sábanas. Lo necesitaba.

—Nadie. —susurré tragando un gemido al sentir el cinturón acariciar mi muslo interno.

Solté un grito ahogado en el momento del cinturón volver a golpearme y las lágrimas comenzaron a caer en una cascada mientras buscaba alguna forma de aliviar mi necesitada vagina frotándome con las sábanas.

—Fue mi padre. Discutimos y él me pegó, no pasó a más.

Empecé a llorar más, transformando mis lágrimas de placer en unas de tristeza al rememorar el momento de la discusión con mi padre.

Él se puso a mi lado quedando de rodillas en el suelo, con sus dedos limpiaba el rastro de agua salada que brotaba de mis ojos.

—No llores más, mi amor. Mejor guarda esas lágrimas para el entierro, porque pienso dejarte huérfana de padre. —murmuró lo último con resentimiento y yo lo miré por encima.

La determinación de su mirada hizo que mi corazón diera un vuelco del miedo.

—No. Por favor no le hagas nada, si lo matas te odiaré de por vida. —logré articular a pesar de estar boca abajo y el nudo de mi garganta.

Poco me importaba si le estaba rogando después de todo lo ocurrido. Sería capaz de hacer lo que sea con tal de que no le haga daño a mi familia incluso si eso significaría quedarme a vivir aquí como rehén y ver cómo creaba una familia con otra.

—Puedo vivir con eso, pero, ¿Sabes con lo que no puedo vivir? Con la gente que te hace daño. El pensar que alguien es capaz de tocarte y seguir vivo. —clavó sus ojos en los míos, negando con la cabeza despacio. —Como la mierda que no pasará, y me importa una mierda que sea tu padre o el mismísimo Satanás, simplemente no sucederá.

Sus palabras eran crudas, casi como una sentencia de muerte a mi padre.

No pude continuar prestándole demasiada atención a eso cuando se levantó y acercó su boca a mis nalgas, clavando sus dientes en ellas por encima de la piel hinchada y enrojecida hasta que mis paredes internas se retorcieron con la promesa de un orgasmo por el dolor que me daban sus dientes.

—Por favor. Es mi padre. —murmuré resistiendo las ganas de empujar mis pliegues húmedos más hacia su boca.

No hizo falta. En un par de segundos lo tenía lamiendo y succionando mi clítoris como si fuera su comida favorita mientras con su lengua arremetía en mi interior asegurándose de que no quedara nada. Dos segundos después el orgasmo bajó por mi vientre hasta terminar manchando aún más las sábanas.

Él no dijo nada, solo se dió la vuelta, se vistió con rapidez y caminó hasta la puerta. Sin desatarme ni vestirme, dejando la piel de mi trasero en carne viva  y mis muñecas atadas otra vez.

—Alek, por favor. —hablé entre jadeos sin conseguir otra cosa que no fuera su poco interés en escucharme.

Más lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Por culpa de mi estupidez estaba atrapada en la casa del que era el enemigo principal de mi familia, y por culpa de mi estupidez ahora también quería matar a mi padre antes de tiempo al parecer. Todo con la jodida excusa de que me golpeó, como si yo le importara una mierda.

Yo misma había puesto en peligro a mí familia y me odié por eso, pero me odié aún más por no saber resistirme, por tener tan poca voluntad y amor propio. Ni siquiera tuve la dignidad suficiente para decirle que no, todo lo contrario, me faltó ofrecérmele en una bandeja de plata. Era realmente una gran estúpida.


—¿Ahora adónde, mi lord? —habló Denis a mis espaldas. Caminaba tan rápido que no podía seguirme los pasos.

—Que vayan calentando los motores, tenemos un vuelo que hacer. —ordené con una voz fría sin reducir la velocidad de mis pasos.

—¿Adónde?

—Cierra la jodida boca Denis, créeme que ya estoy bastante caliente.

Él chasqueó la lengua con una sonrisa divertida.

—Eso de ya no tener a alguien que te baje la calentura tiene que estar jodido, ¿No? —dijo estando a punto de reír.

Apenas había escuchado lo que había dicho. Estaba que ardía de la rabia y las manos me temblaron durante casi todo el vuelo como un adelanto de para qué las estaría usando pronto.

Al aterrizar fuimos directamente a su casa. Encendí otro cigarro mientras Denis conducía tarareando Sweet Home Alabama, no me hizo falta que le dijera adonde íbamos, ya lo había descubierto por él mismo.

Con mis ojos puestos en la carretera expulsé el humo dándole una mirada molesta de reojo a Denis antes de apagar la radio. Él siguió cantando esa maldita canción incluso después de haber apagado la radio.

—La música te ayuda a relajarte, justo por aquí tengo una que... —las palabras quedaron en el aire cuando estuvo a punto de volver a encender la radio y se encontró con mi mirada. —Déjalo.

En cuanto salimos del coche un par de hombres me apuntaron a la cabeza sin apartarles la mirada de encima, y con un silbido di una corta mirada a mi alrededor. Habían contratado gente nueva.

—¿Así recibís a vuestras visitas? —habló Denis con una sonrisa de oreja a oreja cerrando la puerta del auto con más fuerza de la que debería.

En pocos segundos más camionetas rodearon la entrada de la casa.

—Bajad las armas. Hemos venido en son de paz. —murmuré con una sonrisa ladina.

—Largaos de aquí. Sabes que no sois bienvenidos. —replicó una voz a mis espaldas.

Al girarme me encontré con un castaño mirarme de manera desafiante.

Era Leto. El que se suponía que tenía que haber estado cuidándole las espaldas cuando ella salió corriendo de su casa conduciendo como si su vida no valiera nada.

Sonreí aún más. No era capaz ni de hacer su trabajo en condiciones y se creía con el poder de estarnos diciendo qué era lo que teníamos que hacer y lo que no.

—Queremos hablar con Ray, solo será un momento. —hablé con una tranquilidad que gritaba peligro por cada poro.

—¿Dónde está Lena? —los dos estábamos frente a frente. Le sostuvo la mirada incluso cuando me apuntó con un arma pensando que con eso conseguiría algo. —¿Dónde la tienes? Responde o créeme que no dudaré en disparar.

—Está donde debe estar. Ahora déjame entrar de una jodida vez antes de que pierda la paciencia. —mi sonrisa se había convertido en una amenaza que pensaba cumplir sin rechistar.

Antes de que Leto dijera algo más alguien lo dejó inconsciente golpeando su cabeza con la parte trasera de la pistola, siguiendo mis órdenes de no matarlo.

Para cuando quisieron actuar en su defensa mis soldados les habían llenado el cuerpo de balas a los otros hombres formando un charco de sangre en la puerta de la verja que estaba ligeramente abierta.

Yo podría ser muy paciente, pero los míos no.

Entrando a la casa me fijé en que no habían más escoltas que los que había dejado en el suelo. Pensar en que ella siempre había estado así de desprotegida me enfureció más.

Luego abrí la puerta del despacho sin ningún cuidado formando una pequeña grieta en la pared. Ray, que estaba sentado en la silla giratoria, al vernos se levantó de inmediato con la intención de sacar su arma, pero antes de poder hacer un movimiento más lo sujetaron desde atrás retorciendo su hombro con saña.

Con un movimiento de cabeza le ordené a un par de chicos que vigilaran los alrededores mientras mi piercing se movía de un lado a otro.

—La próxima vez que quieras volver a ponerle un dedo encima te lo pensarás dos veces. —determiné en una voz baja y frívola estando cara a cara con él.

—¿De qué mierdas estás hablando? Si me vas a matar hazlo de una vez, no te pienso rogar. Pero que sepas que esto no se quedará así. Algún día pagarás por todo...

Sus palabras fueron interrumpidas cuando el primer golpe fue a su nariz, un par de ellos más y estaba en el suelo casi inconsciente ahogándose con su propia sangre, pero eso no era suficiente para mi. Necesitaba bañarme con su sangre, limpiar el jodido suelo con él y después dárselo a las hienas.

Denis dió un par de pasos queriendo verlo más de cerca y siseó burlesco al ver su nariz, estaba torcida y con algunos trozos de piel levantados por los puñetazos que había estado recibiendo.

—Parece que alguien se va a quedar sin nariz. —murmuró con una voz cantarina fijando sus ojos en el paquete de puros que había encima del escritorio.

Luego cogió uno y se lo colocó en los labios antes de encenderlo.

—A tu salud. —dijo a la vez que expulsaba el humo por sus labios.

Ray pareció haber perdido la consciencia cuando mis puñetazos fueron a su mandíbula destrozando algunos huesos de ahí por el crujido bajo mis puños.

—Lo vas a matar. —hice caso omiso a Denis.

En este punto había perdido el control sobre lo que estaba haciendo y todo lo que podía ver era rojo.

—Eh, detente de una vez, hombre, ya es más que suficiente.

Cuando seguí sin hacerle caso volvió su mirada al resto de hombres.

—¿Qué mierda miráis?¡Separadlos!¿Es que no veis que lo va a matar? —habló después haciendo que unos cuantos hombres se pusieron a mis espaldas intentando separarme del cuerpo.

En ese momento alguien del otro lado de la sala empezó a golpear la puerta como si la vida le dependiera de ello.

—¡Abridme! Estoy a un puto segundo de llamar a la policía. —Denis suspiró al aire.

—El niño zanahoria. Joder. Que puto desastre todo. Sabía que no era buena idea venir aquí. —soltó después al aire yendo hacia la puerta.

En cuanto lo hizo Jason no tardó en adentrarse en la habitación.

—Hijos de puta, ¿Qué le habéis hecho?

Cuando vi sus ojos verdes mirarme con espanto mi cabeza me hizo una mala jugada pensando que era ella la que me estaba mirando de aquella forma.

Vlad y Denis aprovecharon mi distracción para arrastrar el cuerpo de Ray lejos de mi alcance y ponerlo en el sofá.

—Yo que tú mejor llamaría a un hospital mientras sigue respirando. —ese comentario no le hizo ninguna gracia al pelirrojo que le dió una mirada furiosa

Los demás comenzaron a abandonar la sala como si no hubiera pasado nada.

—Me gusta cuando los trabajos salen bien. —soltó Denis con orgullo antes de subirse al coche en el asiento del piloto.

En todo el camino no dije ni pensé en nada más que sus ojos llorosos cuando la dejé. Solo esperaba no haber ido muy lejos y que su padre siguiera con vida, porque de no ser así tendría otro problema al que enfrentarme.

Estaba a punto de anochecer y seguía sin regresar. En otro momento no me hubiera importado pero sentía que en cualquier momento se me iban a caer los brazos y la preocupación me oprimía el pecho a cada minuto que pasaba.

A duras penas pude girar la cabeza hacia la puerta cuando se abrió. Mis ojos cayeron sobre sus manos, estaban manchadas de sangre seca al igual que su ropa. Él se acercó hasta volver a quedar de cuclillas a mi lado y quise alejarme lo máximo posible.

—Te traeré algo de comer. —murmuró manchando mi mejilla con sus dedos.

Mi estómago se revolvió ante el ligero olor a sangre, sabiendo de antemano de quién era, y mis ojos volvieron a arder con las lágrimas al ponerme en lo peor.

—¿Qué le has hecho? —susurré con palabras ahogadas.

—No te preocupes, sigue vivo.

—No te creo una mierda Alekei. ¿Qué le has hecho? —pregunté con una mirada furiosa.

Era el único que me hacía pasar de la tristeza a la ira en un pestañeo. Él me sacaba de quicio.

—Vas a tener que creerme.

—Quiero hablar con él.

—No.

—¡Déjame hablar con él!

Su carcajada áspera llenó la habitación.

—Estás en nuestra cama, atada y con el culo al aire. ¿De verdad crees que estás en condiciones de exigirme algo?

Enrojecí de la rabia y el siguió acariciando mi rostro. En cuanto menos me lo esperé estampó sus labios contra los míos.

—Te traeré algo de comer. —volvió a repetir dándome un último beso y moviéndose hacia la puerta.

—No tengo hambre. —me miró de reojo deteniéndose por un momento haciendo que mi piel se estremeciera.

—Me importa una jodida mierda, comerás si yo te lo digo. —apreté los dientes pero no dije nada más.

Tan pronto como salió por la puerta volvió a entrar con una bandeja de comida que quise tirarle a la cara.

La dejó a un lado de la enorme cama y se sentó junto a mi. Después me ayudó a sentarme con la espalda apoyada en los cojines, aflojando las cadenas que aún me tenían sujetas las muñecas. Probablemente porque presintiera donde podría acabar la comida si me liberaba.

Pegué mis labios y giré la cabeza cuando aproximó una cuchara con la sopa morada de aquella vez a mi boca.

—No seas infantil, abre la boca. —habló sin mover la cuchara de su sitio.

—Te he dicho que no tengo hambre.

—¿Vas a hacer que te obligue? —su voz ahora se tornó más molesta.

—Metete la sopa por donde mejor te quepa. —le dije con el corazón casi en la boca.

Sus ojos se estrecharon en mis labios y se puso encima de mi inmovilizando mis piernas con las suyas. Sus dedos ahora fueron a mis mejillas, presionando con fuerza hasta que solté un jadeo.

Aprovechó el momento en el que mis labios se entreabrieron para meter la cuchara haciendo que mis dientes se chocaran con la cuchara de plata.

Apenas pude bajar la comida sin atragantarme cuando él ya estaba de nuevo ofreciéndome otra cucharada, siendo esta vez mucho más suave. A este paso en vez de alimentarme iba a ahogarme con la comida.

Esta vez decidí abrir la boca por mi cuenta y él por fin alejó sus dedos de mi cara para ponerlos encima de mi muslo. Luego desvíe mi atención a su mano. Sus ojos brillaban con intensidad haciendo que el azul fuera más claro.

—¿Me vas a matar? —dije de la nada en una confirmación más que en una pregunta.

Él soltó la cuchara en el plato y me miró como si hubiera dicho la mayor de las barbaridades.

—No digas estupideces, Lena.

—¿Para qué me tienes aquí entonces?¿Qué va a pasar conmigo? —era casi imposible que tapara la inquietud que había sentido todas estas horas.

—Tu sitio está a mi lado. Siempre.

—Te vas a casar con otra, ¿Te acuerdas? Me mentiste. Así que mi sitio está con mi familia.

Si antes no tenía hambre ahora menos, las náuseas se habían vuelto a apoderar de mi estómago. Decirlo en voz alta me enfermaba, pero pensar en eso hacia que mi corazón se rompiese aún más.

—Yo soy tu familia y sigues siendo mía, al igual que yo sigo siendo tuyo. No podría estar con nadie más y no va a ser nunca de otra manera. Cuando antes te lo metas en la cabeza será mejor para ti. —sus palabras me aturdieron por un momento.

No lo escuches. No es verdad. Me dije a mi misma, desviando mi atención de sus ojos.

A él le daba igual lo que yo pensara o sintiera, sólo me veía como a un objeto al que usar y tirar cuando le diera la gana. Una moneda de cambio que usaría contra mi padre. Así que todo lo que salía de su boca eran viles mentiras. Veneno.

—Te odio. —mi voz era apenas un susurro, pero mis ojos demostraron el resto de cosas que no era capaz de decirle.

—Del odio al amor solo hay un paso, ¿No es así? —susurró con una sonrisa ladina, ocultando una pesadumbre que cruzó tan rápido por sus ojos que lo mas seguro es que lo haya imaginado.

Sus manos no me dejaron mover la cara cuando presionó sus labios contra los míos introduciendo su lengua hasta casi llegar a mi garganta.

Empecé a mover las piernas desesperadas al faltarme el oxígeno. Por un momento pensé que me desmayaría, pero entonces se separó, no sin antes clavar sus dientes en mi labio inferior.

Los esfuerzos que había hecho antes por no llorar habían sido en vano.

—Eres jodidamente preciosa. —susurró rozando sus labios en mis párpados, humedeciéndolos con ellas y tragándose unas lágrimas que él mismo había provocado. —Pero por más que llores no puedo dejarte ir con tus padres. No saldrás de aquí.

Él por fin liberó mis muñecas y me rodeó con sus brazos antes de colocar mi rostro en su pecho y meterse bajo las sábanas conmigo encima. Sus manos acariciaban mi cabello como solía hacer las noches que dormíamos juntos a escondidas, solo que ahora era mucho más diferente por la situación dada.

Perdí la cuenta de la veces que intenté deshacerme de su agarre cuando caí dormida.

•••


Creo que los demás días fueron los peores. Él me había dejado merodear por toda la casa a mis anchas sin salir al jardín, pero eso no quitaba que la inquietud por saber cómo y dónde estaba mi familia me carcomiera el pecho cada vez que despertaba. Cada día nuevo era una especie de tortura, lo único bueno es que él no se había vuelto a acercar a mi. No de esa forma al menos. Una parte de mi sentía alivio al no tener que aguantar mi lucha interna cada vez que lo veía, pero la otra se iba rompiendo un poco más por su reciente rechazo.

¿Ya no le era tan atractiva?¿Qué se supone que hacía tantas horas fuera de la casa? Sea como sea eran preguntas que no merecían la pena averiguar, así que siempre distraía mi mente con cualquier otra cosa cada vez que aparecían para perturbarme.

Suspiré mirando a la mesita de noche que había a un lado de la cama, había dejado su móvil encima y este había vibrado con una nueva notificación.

La idea de poder comunicarme con mis padres cruzó rápido por mi cabeza. Para mi sorpresa no tenía patrón o contraseña de desbloqueo. ¿Quién demonios mantiene su teléfono sin seguridad? Fui directamente a la aplicación de mensajería. Mi dedo pulsó sin querer un nuevo chat que él ya había abierto, y antes de querer salir y encontrar el contacto de mi padre vi los mensajes.

Las letras estaban en ruso, pero no me hizo falta entender el idioma para saber que hablaban de un vídeo que le habían enviado.

En la miniatura aparecía él en lo que creo que era una habitación de hotel y la tal Bianca desnuda, atada a la cama y con los ojos vendados.






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top