040


—No me lo puedo creer. —habló Grace a mi lado.

Sus manos todavía seguían en mi espalda y eso me hacía sentir peor incluso, pero ya me había secado por dentro. No tenía más lágrimas que derramar.

—Yo no he recibido ninguna invitación y Sergey ni siquiera me lo comentó. —ella parecía tan en su mundo que no se dió cuenta de mi confusión al escuchar el nombre de Sergey en sus labios.

—¿Sergey? —ella susurró una maldición entre dientes antes de desviar su mirada con las mejillas ruborizadas.

—Joder, vale. Iré al grano. Sergy y yo tenemos algo. Algo malditamente bueno, solo nos acostamos, no es nada serio. —mordisqueó su labio, aún seguía nerviosa. —Siento no habértelo dicho, es que lo queremos mantener entre nosotros dos. No lo sabe nadie. Bueno, aparte de Alekei, pero porque nos pilló juntos ese día de la fogata.

—Eso es genial Grace. —murmuré con un intento de sonrisa, ignorando la punzada que había traído a mi pecho escuchar su nombre. —Aunque pensé que os odiábais.

—Bueno, resulta que va al mismo hotel que yo los viernes por la tarde a jugar bingo.

—¿Bingo? —repetí aguantando una sonrisa.

Ella movió su cabeza y de repente en mis pestañas volvieron a posarse esas lágrimas.

Ni siquiera supe porqué. No estaba pensando en él, no mucho al menos, y aún así tenía unas ganas terribles de llorar cuando pensaba que ya no me quedaban más lágrimas.

—Lo siento, ¿He dicho algo? —moví la cabeza, negando.

Era incapaz hasta de abrir los labios y esa presión en el pecho había vuelto.

Volví a posar mi cabeza en sus piernas. A pesar de tener los ojos y la cabeza adolorida no podía parar. ¿Por qué dolía tanto?

—Lo odio. —susurré en un pequeño hilo de voz.

—Ya verás como pasa. Además, si te sirve de algo no era tan guapo. —le di una mirada corta. —Bueno, en realidad si, pero es un hijo de puta cabrón que merece morir. Todavía tengo el contacto de mi sicario por si lo necesitas.

Solté una carcajada ahogada mientras me limpiaba el agua que caía de mi nariz con la mano. Asqueroso, lo sé.

—En unos meses estoy segura de que te acordarás de esto y te reirás.

Dudaba mucho el poder superar algo así en meses. Tal vez duraría años.

—Ahora parece duro, pero sé que conseguirás superarlo. Eres mucho más fuerte de lo que piensas. Yo confío en ti y te quiero... —su voz se detuvo al escuchar un ruido detrás de la puerta.

Luego se levantó y camino hasta allí. Vi cómo su cara cambió a una más preocupada cuando cerró la puerta tras comentarle algo a alguien.

—El endemoniado Drácula está aquí.

Mis pupilas se dilataron al escuchar ese apodo que mi hermano se había encargado de difundir, y no de felicidad precisamente. Mi estómago volvió a darme ese estrujón que casi hizo que me retuerza del dolor.

—Le diré que no estás, tu de mientras escóndete. —asentí consternada, siendo incapaz de pensar o hablar con claridad.

Puede que haya ido a buscarme a mi casa y se haya enterado de que lo sé, ¿Qué quería? No me jodas que iba a venir con lo típico de contarme mil excusas estúpidas o pedirme que volviera con él porque lo único que se llevaría sería una patada en las pelotas.

Fui casi corriendo a la bodega de vino que tenían en la casa siendo lo más sigilosa posible. Lo bueno de ese lugar es que estaba conectado con el garaje, y si sucediera algo simplemente podría escaparme por allí.

Esperé sentada en una esquina a oscuras, no hizo falta que cerrara los ojos para que un millón de memorias junto a él se hicieran presentes en mi cabeza.

Seguía sin creerme que todo hubiera sido una mentira, que solo me hubiera utilizado para llegar a mi padre y destruirlo. ¿Nuestra relación de antes también había sido una farsa o en ese momento sus sentimientos fueron genuinos? Me mordí la lengua con fuerza, queriendo castigarme por haber sido tan estúpida de creerme sus palabras.

El acta de matrimonio que me enseñó... Él tenía mucho poder. Un país entero, sino más, estaba en sus manos, así que era más que posible que la hubiera falsificado.

Mis otros pensamientos quedaron en el aire al escuchar unos zapatos bajar las escaleras. No era Grace, ella tenía puestas unas chanclas de estar por casa en forma de osos panda.

Maldije internamente mirando el botón que abría la puerta del garaje, hacia mucho ruido y no me daría tiempo. Tendría que esconderme en otro lugar mientras buscaba la forma de distraer a quien sea que hubiera bajado y huir.

Moví las piernas sin hacer ningún ruido y apoyé mi espalda en uno de los tantos barriles que había, aguantando lo más que pude la respiración. Me sorprendió que al adentrarse no encendiera las luces, en vez de eso empezó a caminar hasta que estuvo al principio del pasillo de barriles en el que estaba yo al final del todo.

Los fuertes latidos de mi corazón apenas me dejaron escuchar unas botas que retumbaban en el suelo burlándose de mi.

—Deja de jugar con mi paciencia. —su voz ronca hizo eco en la sala.

Los pelos de mi nuca se erizaron al percibir lo amenazante de sus palabras.

Jadeé asustada cuando una bala pasó cerca de mí atravesando la madera del barril. Por ese mismo agujero empezó a salir un chorro de vino formando un charco en el suelo. Qué desperdicio.

—Sal de una maldita vez, Lena.

Llevé mis manos a mi boca al sentirlo más cerca. Él se alejó y esperé un par de minutos para asegurarme de que de verdad se hubiera ido.

Fue entonces cuando salí poco a poco gateando por el suelo. Mis manos terminaron tocando algo de una textura dura. Levanté la cabeza y vi el azul de sus ojos mirarme divertidos, pero sin camuflar la molestia.

Él se puso de rodillas hasta quedar a mi altura. Al sentir sus dedos levantando mi rostro sosteniendo mi barbilla mi cuerpo comenzó a temblar ligeramente.

—¿Desde cuándo sales sin el móvil, mhm? Te he estado llamando toda la jodida tarde.

Giré la cara en un movimiento brusco deshaciéndome de su agarre, y me levanté sin molestarme en ocultar mi rabia.

—Desde el mismo día en el que tú te comprometiste con otra y me lo ocultaste. —él tensó su mandíbula pero no se inmutó.

Supongo que ya estaba enterado de que lo sabía y no le importaba lo más mínimo.

—Lo siento, pero no puedo hablarte de eso ahora. No tenemos tiempo. —mis dientes crujían entre sí mientras le daba una mirada incrédula.

Él realmente acababa de admitirme que se había comprometido con otra a mis espaldas y se había disculpado como si nada.

Tuve ganas de abofetearlo una y mil veces, pero no tenía fuerzas ni para seguir en pie. Mis rodillas empezaron a flaquear y los párpados a arder con el aviso de nuevas lágrimas que iba a evitar así me costará la vida.

Retrocedí cuando aproximó su mano a la mía.

—Vamos.

—No pienso ir a ninguna parte contigo. Es más, a partir de ahora puedes olvidarte de que existo, no quiero volver a saber nada de ti nunca más. —hablé con una determinación que no supe de dónde había sacado.

Él solo sonrió haciendo que apretara mis dedos en puños.

Aquí es donde me premio a mi misma por saber fingir también aunque por dentro estuviera destrozada.

Temía que en cualquier momento volviera a tocarme o peor aún, besarme, porque entonces toda la valentía se iría a la mierda y no dudaría en caer en sus brazos una vez más.

—Eso está jodido entonces, porque no te estoy preguntando. —sus ojos ahora me dieron una mirada espeluznante.

Casi me amedrenta de no ser mi rabia mayor que cualquier intimidación que pudiera hacerme sentir ahora mismo.

—Vete a la mierda. —repliqué antes de pasar por su lado.

Él aprovechó eso para cogerme el brazo y darme la vuelta.

—Vas a venir conmigo lo quieras o no, Lena. No es algo que puedas elegir ahora mismo.

—Suéltame. No eres quien para decirme lo que tengo que hacer. —su agarre no era fuerte pero no me permitía moverlo.

Cuando quiso arrastrarme con él empecé a moverme casi desesperada por no poder liberarme, eso hizo que le diera un rodillazo en sus pelotas.

Esperé que se tirara al suelo y comenzara a retorcerse del dolor como hacía Jason cuando golpeaba las suyas en nuestras peleas por el último trozo de tarta las muy pocas veces que teníamos postres dulces en casa, pero eso nunca pasó. Solo esbozó una mueca y volvió a cerrar la boca apretando los dientes. Por lo menos había aflojado sus dedos en mi piel, pero ahora estaba enfadado. Muy enfadado.

Sus brazos se aferraron a mi cuerpo, levantándome en el aire y dejándome encima de su hombro como si fuera un saco.

Grité lo más fuerte que pude porque viniera alguien a ayudarme, pero sobre todo porque quería joderlo y, si fuera posible, romperle un tímpano.

—Cierra la boca. —farfulló entre dientes acomodándome sobre su hombro.

Mi respiración se convirtió en una más pesada al darme cuenta de que no podría librarme. Él realmente estaba consiguiendo lo que quería y no sé qué me daba más miedo, si eso o lo que pasaría después.

Divisé algo reluciente en la parte trasera de sus pantalones. Pude estirarme un poco más y la cogí sacándola de su bolsillo. Era un arma.

A duras penas conseguí apuntarla a su culo presionando la boca en sus pantalones. Él se detuvo en seco y me dió una mirada de reojo.

—¿Qué mierdas crees que haces? —no parecía asustado, es más, podría decir que la situación le entretenía.

Le quité el seguro y seguí apuntándolo con ella.

—Suéltame o te pongo una bala en el culo. Tú eliges. —dejó escapar una risa ronca como si le hubiera contado un buen chiste.

Luego me bajó al suelo con sus manos ahora en mis caderas. No perdí la oportunidad para seguirlo apuntando, esta vez a la cabeza, y lo miré con una sonrisa victoriosa que duraría hasta que él consiguiera quitármela, pero no se lo dejaría tan fácil.

—Baja el arma, lyubov'. —habló acercando sus labios a mi oído. —No son cosas con las que debas jugar. 

Aferré mis dedos a la empuñadura en un intento de distraerme de la humedad que aparecía en mi entrepierna por el recuerdo de cómo habían acabado las armas entre nosotros en un pasado.

De un momento a otro tenía sus labios sobre los míos moviéndose con ansias. Gemí cuando clavó sus dientes en mi labio inferior haciendo que abriera mi boca para su lengua.

Quise alejarme pero sus manos, que ahora sostenían mi rostro con bastante ímpetu, no me dejaban, así que apreté el gatillo sin ver bien donde apuntaba y sin importarme demasiado herirlo.

En el momento de separarse y sus ojos mirarme desconcertados mi corazón se arrugó un poco más por ser la culpable de su herida. Luego pensé en su compromiso con la otra y se me pasó.

Sonreí ampliamente al ver una chispa de dolor recorrer sus pupilas al menos por un segundo. Lo próximo que hizo fue separarse unos pocos centímetros llevando su mano hasta la zona de su pierna que no dejaba de sangrar, palpando la herida.

Pude alejarme y escapar antes de que su mano fuera a mi brazo otra vez.

—¡Vuelve aquí, maldita sea! —vociferó intentando caminar más rápido, aunque a duras penas podía dar un solo paso.

Lo miré de reojo sin poder aguantar la incertidumbre de saber cómo podía siquiera moverse teniendo una bala en la pierna. Yo incluso me desmayé cuando me dispararon en el brazo.

Sacudiendo la cabeza ignoré sus gruñidos y empecé a subir las escaleras que daban a la sala. Tenía el corazón en la boca. Estuve a punto de vomitar de los nervios al ver a varios de sus hombres apuntando a los de Grace mientras algunos otros buscaban algo poniendo la casa patas arriba. Supuse que ese algo era yo.

Todos estaban con uniformes militares negros como si fueran soldados del ejército y los fusiles que sostenían con tanta facilidad intimidaban a cualquiera.

—Mierda. —susurré a la vez que buscaba una forma de salir de aquí.

Ellos no podían verme por la pared que dividía el salón y el pasillo en el que estaba, pero sabía que era cuestión de segundos para que él viniera a por mí.

Fui deslizando mi espalda por la pared yendo hasta la puerta que daba con el jardín trasero. Intentaba que mis pies apenas hicieran ruido al tocar el suelo. Estaba casi levitando.

—Ya os he dicho que aquí no hay nadie, perdéis el tiempo. —replicaba Grace a los hombres que la ignoraban. —¡Eh, no entres ahí! —ella caminaba de un lado a otro tratando de evitar que dejaran un desastre mayor en la casa.

Nuestras miradas se encontraron por una milésima de segundo en la que me indicó con sus ojos que corriera con mi vida hacia la salida, y así lo hice.

Supe que en cuanto empecé a correr llamé la atención de esos hombres armados, porque un torrente de pasos fuertes se hicieron presentes a mis espaldas.

Me ardían las piernas y los pulmones por no respirar bien. Pronto tendría ese punzante dolor en los costados si no me detendría a respirar, pero no podía. Todo lo que pensaba era en meterme en las malezas, dando unas gracias enormes a Grace por vivir en una finca.

Cuando pensé que los había despistado lo suficiente me detuve en un manzano para recuperar el oxígeno que había perdido. Volví a congelarme al escuchar a uno de ellos vociferar en ruso a la vez que se acercaba cada vez más al árbol en el que estaba escondida.

Me agaché escondiéndome en las hierbas abundantes del suelo y esperé a que se acercara un poco más. Cuando estuvo frente a mí le di una patada en las dos piernas, cerca del tobillo, que lo hizo caer y soltar el arma. Sabía que las clases a las que me habían apuntado de pequeña me servirían para algo en algún momento. Pensé para mis adentros mientras cogía el fusil.

Pesaba como la mierda pero no fue un impedimento para que apuntara a la cabeza del hombre con el.

No tenía ni idea de lo que hacía, mucho menos de amenazar a alguien, así que solo seguía mis instintos de supervivencia. El hombre se levantó despacio con una sonrisa en los labios que me hizo apretar los dientes con molestia. Tal vez le hiciera gracia que no supiera cómo coger una de estas cosas, o que el fusil fuera casi más grande que yo, pero no sé reiría tanto cuando le pusiera una bala en las pelotas.

—Manos a la cabe... —alguien detrás mío me puso un trapo húmedo en la cara cubriendo ni nariz y boca evitando que terminara de hablar.

Dejé el arma caer al suelo empezando a removerme en los brazos de aquella persona hasta que mi vista se tornó borrosa y todo lo que pude ver fue oscuridad.


Después de que ella se desvaneciera en mis brazos guardé el trapo en el bolsillo trasero y la levanté.

Como la mierda que no fue nada fácil llevarla hasta la camioneta, con cada paso que daba sentía como la bala se incrustaba más en mi pierna, pero prefería eso a que alguien más la tocara.

—¡No te la puedes llevar así! Ray se va a enterar de esto. —ignoré a Grace que a duras penas estaba siendo contenida por los brazos de Sergey.

No fue hasta que la acomodé en los asientos traseros de la camioneta y me senté a su lado cuando ordené que la soltara. Ella en seguida fue hasta la ventanilla golpeando el cristal del coche.

—¡Cabrones! Tu y yo hablaremos después. —determinó señalando a Sergey con su dedo antes de que la camioneta entrara en carretera.

La puse en mi regazo dejando su cabeza apoyada en mis brazos. Mierda. Ella tenía que estar realmente enfadada si se había atrevido a dispararme. Pero no estaba tan enfadada. Si hubiera sido así me hubiera disparado en el costado, o en las pelotas.

El reflejo de una sonrisa fue adornando mis labios al pensar en que enfadarla de esa manera era lo que tal vez había hecho falta para que las tinieblas por fin terminaran de resurgir en ella. 

—¿No te piensas curar eso? —preguntó Denis mirando mi pierna por el espejo retrovisor.

El dolor se había convertido en un cosquilleo agradable, haciéndome olvidar que la herida seguía ahí.

Odié tener que dejar de tocarla aunque fuera por unos minutos, pero sabía que mi pierna era más importante ahora, y de todas formas ella no se despertaría pronto.

Con la navaja de flores que tenía siempre empecé a cortar la tela de los pantalones, luego metí mis dedos en la herida y rebusqué con un gruñido donde estaba la bala hasta que la encontré. Abrí la ventanilla del auto y me deshice de ella. 

—Eso es lo que te pasará a ti también si decides engañar a Grace. —habló Denis con una mirada de reojo a Sergey que conducía ignorando la situación a sus espaldas. —Aunque con lo loca que está igual te va peor.

Me quité la camiseta y la rompí en dos vendando mi pierna con ella para evitar que siguiera sangrando. Luego volví a poner su cuerpo inconsciente sobre mi regazo reanudando mis caricias en su rostro sin importarme que mis manos estuvieran llenas de su sangre.

Ella ahora tenía las manos y pies atados. Era jodidamente peligrosa cuando estaba cabreada y no iba a volver a arriesgarme a tener otra bala.

Cuando algunos pelos se interpusieron en mi camino de observarla pasé una mano por mi cabello. Un segundo después mis dedos acariciaron su piel deteniéndome en su mejilla derecha. Había una parte que estaba más roja de lo normal, como si se hubiera dado un golpe.

Seguía sin despertarse para cuando estaba caminando hasta el avión con ella en brazos.

Me senté en uno de los sillones teniendo cuidado con su cabeza y le di una mirada de reojo a Denis que no había tardado más de un minuto en servirse una copa de champán.

—Diles que arranquen de una maldita vez. —le dije moviendo una ceja.

Él le dió un trago largo engullendo hasta la última gota antes de ir a la cabina del piloto.

En no más de cinco minutos el jet había empezado a moverse por toda la pista y abroché el cinturón pasándolo por encima de nuestros cuerpos, haciendo caso omiso a la azafata que insistía en sentarla en un asiento diferente al mío.

Idi na khuy¹. —es lo último que dije sin mirarla. 

Apoyé mi cabeza sobre la suya cerrando los ojos. Poco después había conseguido quedarme dormido con los brazos aferrados a su cuerpo.

Para cuando volví a abrirlos me encontré con unos verdes esmeralda mirándome confundidos y entonces supe que la tranquilidad de antes se había terminado.






¹Idi na khuy: vete a la mierda.

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