036


Todo mi dormitorio está rodeado de flores de Lis, junto a otras flores, incluso el suelo. Mis pies no dejan de tocar pétalos a casa rato. Me agacho y cojo una flor para olerla.

Es increíble que siempre consiga hacerme despertar con una sonrisa, incluso si él no está conmigo.

Estrecho más mis ojos en los pétalos, todos ellos tienen escritos te amo, absolutamente todos. No quiero ni pensar en la cantidad de tiempo que ha gastado en hacer todo eso, pero me ha hecho la más feliz del mundo por toda la semana.

Al pasar al baño curvo mis labios en una sonrisa al encontrar más pétalos, pienso en darme un baño aprovechando el aroma de las plantas que hay. Estando dentro de la bañera cierro los ojos, un segundo después vuelvo a tener sus ojos y su sonrisa en mi cabeza. Tenerlo ahí siempre me da una sensación de tranquilidad y protección. La misma que me ayuda a caer dormida por las noches.

Me incorporo de un sobresalto al escuchar los aporreos de la puerta del dormitorio. Luego me levanto con pereza para secarme y vestirme con rapidez tratando de ignorar el leve dolor de cabeza.

—¿Qué hay? —le digo a Jason mientras me seco el pelo.

Él entra a la habitación como si nada ignorando las nuevas decoraciones. Todos parecen estar ya acostumbrados a sus excéntricos regalos menos yo.

—¿Qué vas a traer para la fogata de esta noche? Yo voy a llevar porros y lasaña. Lo digo para que luego no me copies. —sus palabras engreídas me sacan una sonrisa burlona.

—No sé ni de qué fogata hablas.

—La que hacemos todos los años el cuatro de julio. ¿Cuál más?

—Ah, esa. Pues no sé.

—Esta vez vendrán mis amigos, así que ni se te ocurra traer esas galletas de corcho que haces. Están bien malas.

—¡Eh! Mis galletas de avena son sanas y deliciosas. —hablo con una indignación fingida.

—Ya, no se las come ni el gato de la vecina que lleva muerto de hambre desde el año pasado. —quiero sonreír, pero no le daré el gusto de admitir que no son tan buenas.

Cuando se va estoy leyendo el nuevo poemario que me ha escrito, aunque no de ver el móvil de vez en cuando para ver si ha respondido a algunos de mis mensajes.

Estoy ansiosa por hablar con él, escuchar su voz o sentir el calor de su cuerpo. No es bueno, porque me terminará por enloquecer hasta la médula, si no lo estoy ya.

Pensando en dejar el libro a un lado bajo a la cocina con el plan de hacer un bizcocho de yogur y limón que llevaré a la fogata.

Cuando está un buen rato metido en el horno mi padre entra, frunciendo la nariz levemente.

—¿Qué se quemó? —le doy un golpe en el hombro divertida.

—Nada, lo acabo de meter papá. —él suelta una risotada. Me alegra verlo feliz otra vez, tal vez solo tuvo una discusión con mi madre.

—Esperemos que el resultado no sea un trozo de carbón como la última vez. —hago un mohín con los labios.

—Gracias por el voto de confianza.
—hablo irónica, sacándole una ancha sonrisa.

—Sabes que te quiero, pero la cocina no es lo tuyo. —suspiro con una decepción fingida.

—Supongo que será por mis genes de parte de padre. Oí que tampoco se le daba muy bien. —suelto una carcajada al ver su expresión indignada.

—Mejor me voy, no pienso seguir aguantando estos ataques gratuitos.

Río suavemente.

Dejo el bizcocho encima de la encimera y salgo hacia mi dormitorio. Por el camino echo un leve vistazo al despacho de mi padre, él no está ahí pero la puerta está abierta de par en par, como si me estuviera llamando a entrar, y así lo hice.

En un principio no veo nada interesante, hasta que mis ojos caen sobre una carpeta con las fotos del otro día sobresaliendo. Muerdo el interior de mi mejilla replanteando si sería muy malo fisgonear entre los papeles de mi padre por simple curiosidad, pero ¿Qué tiene de tan malo? Él ni siquiera nos ocultó a lo que se dedicó toda su vida, dudo que oculte algo peor que eso.

Mis dedos se mueven con rapidez al abrir la carpeta, y casi se me cae el alma al suelo.

Es una mujer joven, puede que un par de años mayor que yo, besándose con mi padre en algún restaurante con poca gente. En otra salen ellos dos en un barco. Mis ojos empiezan a picar por las lágrimas mientras la decepción y tristeza invaden mi buen humor de esta mañana.

Siento que he estado viviendo en una mentira, creyendo que mis padres son esa pareja que llegarían hasta viejos amándose el uno al otro y apoyándose en todo, cuando en la realidad uno de ellos le había clavado el cuchillo de la traición en la espalda al otro.

Niego con la cabeza volviendo a ver las imágenes, no puedo creerlo, no quiero. ¿Qué otras cosas nos habría ocultado?¿Cuánto tiempo lleva haciéndolo? Tengo miles de dudas ahora mismo, pero me cuesta hasta mover mis manos para dejar la carpeta donde está.

Corro hasta mi habitación barriendo mis lágrimas con la palma de la mano. En parte es algo estúpido que me siente tan mal su infidelidad. Jason y yo ya somos mayores y si ellos deciden divorciarse no tendría porqué cambiar nada, pero todos estos años, a pesar de saber las cosas horribles a las que se dedicaba mí familia, había idealizado ese amor y respeto que nos teníamos.

Para mí es lo más importante, lo que nos mantiene en pie y lo que nos da un poco de luz en el mundo violento que nos rodea. ¿Dónde quedó todo eso entonces?¿Por qué no hablar las cosas con mi madre si ya no la ama?

Vuelvo a mirar el móvil cuando comienza a vibrar. Es Alek, pero no tengo ganas de hablar con nadie y sé que no le va a agradar un pelo verme en este estado, así que le cuelgo y apago el móvil para que no reciba más llamadas.

Luego cierro los ojos y apoyo mi cabeza en las rodillas con mis piernas recogidas, mirando a través de la ventana. Las dudas no me dejan. No quiero que me vuelva a suceder. No quiero volver a ser traicionada de esa forma. Aunque sé muy bien que sería incapaz de siquiera mirar a alguien más con ojos de deseo y yo confío en él con mi vida entera.


Eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y rememorando por doceava vez en la semana el recuerdo que me servía de tranquilizante cuando no estaba fumando.

Estábamos sentados en el césped junto al lago. Yo acariciaba su pelo con suavidad mientras ella parecía estar intranquila por algo.

—¿Qué pasa?¿Te duele la cabeza de nuevo? Si es así puedo prepararte uno de esos tés que te gustan. —hablé cuando se dió la vuelta con un mohín en los labios.

Ella negó con la cabeza, inclinando un poco la comisura de sus labios.

—¿Entonces qué es?

—Quiero que seamos novios de verdad, no quiero que seamos solo amigos o lo que sea que seamos ahora. —musitó mirándome directamente a los ojos.

La miré con una sonrisa divertida antes de llenarle las mejillas de besos.

—Eso ya lo somos, Lena. Yo quiero que seamos más que eso, que seas totalmente mía. —murmuré cerca de sus labios, con sus mejillas entre mis manos.

Ella agrandó los ojos y se alejó un poco, moviéndose hasta quedar su cuerpo frente a mi.

—Pero tu nunca me preguntaste si quería serlo, ni me lo comentaste.

—Te he dicho un millón de veces que te adoro, te lo digo todos los días, a cada hora, a cada minuto. —aparté algunos de sus pelos que se habían movido por el viento. —No dejo de besarte hasta que se me cansan los labios y lo daría todo por ti. Lo sabes.

—Pense que no era formal.

Solté un suspiro al aire, recordando la caja con el anillo de compromiso que traía en el bolsillo de mis pantalones con la esperanza de reunir el valor suficiente para declararme ante ella algún día.

Luego junté nuestras frentes, preparándome internamente para aquel momento que me había mantenido despierto en más de una noche.

—Sé mía. Para siempre. —susurré en casi una súplica, con las tripas removiéndose entre ellas por miedo a recibir una negativa de su parte.

—¿Qué pasaría si acepto?

—Si dices que si, no habrá nada ni nadie que pueda separarnos. Ni siquiera tú. Te perseguiré hasta el mismo infierno si es necesario y serás mía incluso más allá de la muerte.

—¿Qué hay de ti?¿Tu también serías mío? —preguntó con el ceño un poco fruncido y yo dibujé una sonrisa amarga.

—Yo ya soy tuyo desde mucho antes de incluso saberlo.

—¿De verdad?¿No me mientes?

—Jamás te mentiría. Mucho menos en algo así, lo digo muy en serio.

Ella se mordisqueó el labio inferior, volviendo a fijarse en sus dedos inquietos durante unos segundos en los que no pude ni siquiera respirar por la tensión del momento.

—Está bien. Acepto.

—¿Estás segura? Si te arrepientes no habrá vuelta atrás.

—Lo estoy. —respondió sonriente.

—No sabes lo feliz que me haces Lena, inmensamente feliz. —murmuré apretándola en mis brazos, con la nariz enterrada en su cabeza con olor a vainilla y un par de lágrimas deslizándose hasta su cabello.

Algo pesado cayó a la piscina frente a mi y unas cuantas gotas fueron a parar sobre mi cara, sacándome a regañadientes de mi cabeza.

Al abrir los ojos me encontré a Denis boca abajo en la piscina, flotando como si fuera un cadáver y muy seguramente con una sonrisa en los labios por haber conseguido mojarme otra jodida vez en toda la tarde. En ese momento deseé que hubiera sido un cadáver de verdad.

Cogí el teléfono del bolsillo de mi bañador y marqué su número, teniendo la necesidad imperiosa de escuchar su voz. Arrugué el ceño cuando todas las llamadas me llevaron al buzón de voz y me levanté de tumbona.

Algo no iba bien. No hacía falta que me lo dijera para notar su malestar. Desde siempre había sido así. La sentía tan parte mía que era capaz de sufrir cuando ella lo hacía, o estar feliz cuando ella lo estaba.

—Saldré. Deja de hacer el idiota y encárgate del perímetro. —le dije a Denis yendo a mi habitación con pasos rápidos para cambiarme de ropa.

Él levantó el dedo pulgar, siguiendo en la misma posición.

•••

Estando en la puerta de su casa toqué el timbre con insistencia.

—Pero, ¿Qué mierdas? —habló Jason al otro lado antes de abrirla con una cara de desconcierto que desapareció al nada más verme. —Ah, eres tú.

Me adentré a la casa esquivando su cuerpo y empecé a subir las escaleras ignorando los reclamos de Jason.

—Todavía no has desbloqueado ese nivel como para poder subir a su cuarto.

Dentro de su habitación aspiré su aroma buscándola, pero no la encontré.

Ella salió del baño con una sonrisa más que fingida queriendo ocultar la rojez de sus ojos. Estaban malditamente rojos.

—¿Qué pasa? —murmuré estando a punto de acercarme hasta ella, pero se movió quedando unos metros lejos de mi.

Eso hizo que empezara a mover mi piercing con una ligera molestia.

—Me quedé dormida. —respondió ella moviendo los hombros.

Me senté en el filo de la cama sin poder apartar mi atención de sus ojos sintiendo cómo mi rabia crecía a cada segundo que miraba su rojez.

—Ven. —sus piernas se movieran de forma casi automática viniendo hasta mi.

Después la puse en mi regazo rodeando su cintura. Por la diferencia de tamaños tuve que agacharme un poco para poder estar más a su altura y ver más de cerca su rostro.

—Dime qué pasa. —traté de suavizar un poco mi voz pero mis músculos tensos reflejaban mi rabia. —Si lo tengo que repetir una vez más me aseguraré de que no puedas caminar en días. —hablé apartando un mechón de pelo de su cabello.

Incluso sus mejillas estaban rojas. Parece que había estado llorando un buen rato.

Un par de lágrimas se escaparon de sus párpados comenzando a rodar por sus mejillas.

Antes de que cayesen en la piel de sus piernas las limpié barriendo sus mejillas con mis dedos pulgares sintiendo el estrujamiento de mis tripas y los pedazos rotos de mi alma.

—Joder no. Por favor no llores, odio que llores. —musité casi en una súplica limpiando todas las lágrimas que me fueron posibles.

Sin saber bien porqué ella comenzó a llorar aún más y escondió el rostro en mi pecho, humedeciendo mi camiseta a la vez que yo acariciaba su pelo con impotencia. Mis párpados ardían por las lágrimas que querían salir de ellos. No era la primera vez que la veía llorar de cerca pero nunca me acostumbraría.

Al sentir su respiración más calmada supe que su llanto había terminado.
Besé su cabeza por un buen rato aprovechando que ella aún no podía verme para deshacerme de cualquier rastro de lágrimas que habían quedado por mis mejillas y la separé unos centímetros de mi cuerpo.

Después me encargué de volver a limpiar sus mejillas con mis dedos siendo cuidadoso.

—Mi padre tiene una amante. Qué bien podría ser su hija. —comentó lo último con ironía y yo solo pude concentrarme en sus labios ahora enrojecidos e hinchados. —¿Te das cuenta? He estado viviendo en una mentira desde vete a saber cuándo.

Al ver la decepción de sus ojos me arrepentí de no haberme desecho de su padre mucho antes. Pero ese hijo de puta definitivamente tenía las horas contadas.

—Lo siento mucho, pero al final es la vida de tus padres y sus problemas lo arreglarán ellos. No creo que tengas que entrometerte.

—Lo sé, pero son mis padres. —musitó con un puchero en los labios.

—Dime qué quieres qué haga y lo haré. Podría desaparecerla. —sugerí sin evitar acercarme a sus labios.

—No. No hace falta. Sólo abrázame.

Cuando metió sus manos por dentro de mi camiseta sentí un escalofrío placentero. Luego tragué duro al volver a fijarme en su camiseta roja de tirantes que dejaba a ver cada detalle de su busto y en sus pantalones cortos del mismo color que se ceñían a sus piernas.

Mierda, ahora no. Me dije pensando en cualquier cosa que me fuera a servir para bajar la tienda de mis pantalones, pero parece que solo funcionó para endurecerla.

—Creo que deberías quitarte el cinturón, es molesto. —habló con el ceño arrugado removiéndose en mi regazo.

—No tengo cinturón.

—Oh.

—Sé que estás triste y todo eso, pero joder si tengo ganas de follarte ahora mismo. —admití en un bajo murmuro y un calor insoportable en mis mejillas.

—Bueno, eso podría ayudarme un poco.

Su sonrisa ladina fue lo que necesitaba para despedazar su ropa y acostarla en la cama estando yo encima suya.

—Esta vez intentaré ser un poco más suave.

—No, me gusta así. —respondió ella mirándome a los ojos y un brillo iluminando el verde de sus ojos.

—¿Así cómo? —pregunté con una sonrisa sugerente.

—Rudo. —respondió barriendo mi cuerpo desnudo con la mirada. Una más de esas y no aguantaría un segundo más.

—Bien, rudo será entonces. —hablé  antes de coger su cadera y acercarla a mi cuerpo.

—¿Estás mejor? —pregunta mientras reparte besos por toda mi espalda.

—Algo.

Me da la vuelta y se acerca analizando mi rostro en busca de algo.

—Todavía tienes los ojos un poco hinchados. —se queja en un tono bajo.

—¿Tan mal me veo? —cuestiono con una sonrisa burlona. Él niega varias veces.

—Nunca podría verte de esa forma.
—responde muy cerca de mis labios con una sonrisa.

Cuando pienso que estamos a punto de besarnos se levanta de la cama y va hasta el baño dejándome una muy buena vista de su trasero. Vista que por supuesto no desaprovecho.

Al volver trae consigo el pequeño bote de gotas oculares y una compresa fría que guardo siempre en mi nevera de skincare. ¿Cómo ha sabido que tenía eso ahí? Pienso en incorporarme con la sábana cubriendo mi cuerpo, ignorando sus partes aún al aire, pero al hacerlo me indica que me tumbe otra vez.

Espero que me eche las gotas en los ojos y muerdo mi mejilla cuando besa mis párpados con ternura.

—Cierra los ojos, te pondré esto.

—No hace falta.

—Si la hace, quiero que estos ojitos vuelvan a la normalidad otra vez.

—A veces pienso que eres demasiado bueno como para ser real, bueno, más bien siempre. —admito con una mueca en los labios bajo su mirada curiosa y las mejillas más que rojas.

—¿Por qué?

—No lo sé. Por todo. —él sonríe acariciando mi mejilla con sus dedos.

—Bueno, yo a veces pienso que me falta el aire cuando no estás. Aunque más que un simple pensamiento es un hecho. Te amo con cada fibra de mi alma, tanto que duele. —murmura con una mirada intensa que va directa a mis ojos.

Sus palabras me causan un cosquilleo por todo el cuerpo. Aparto la mirada de sus orbes azules que brillan más que la luna cuando la intensidad de ellos se hace insoportable.

—Eres irresistiblemente adorable. —dice sin apartar sus ojos de mi.

No sé a dónde mirar. Quiero huir de su campo de visión pero lo único que consigo es estar cada vez más roja y avergonzada hasta que me tapo la cara con ambas manos. En parte también para ocultar mi sonrisa.

—No hagas eso, adoro verte sonreír, si me quitas ese privilegio me matas.

—Por favor. No hables más. —murmuro con total exasperación cuando aparta mis manos de mi rostro.

Estoy a punto de decir algo, pero las vibraciones de su móvil me salvan de sonrojarme aún más por lo que sea que fuera a decir después.

Aprovecho que se ha alejado un poco para vestirme. El problema es que no he tomado en cuenta el estado de la ropa, así que me cubro mejor con las sábanas y corro hacia el vestidor antes de que pueda verme.

Me pongo cualquier cosa en las piernas, y cuando estoy a punto de ponerme un top pego un salto en el sitio al sentir su voz a mis espaldas.

—¿Qué crees que haces? —murmura mirando mis prendas con desagrado.

Él todavía sigue sin ropa, aunque por lo menos ahora tiene los calzoncillos puestos.

—Vestirme. —me cubro los pechos con la camiseta en un vago intento de sonar firme.

—No te he dicho que lo hagas aún, ¿O si? —niego con la cabeza sintiéndome cohibida otra vez bajo esa mirada tan penetrante.

Él me arrebata la camiseta y la tira por algún lugar, clavando sus orbes en mi busto ahora desnudo.

Tengo que morderme la lengua para reprimir mis ganas de taparlos con mis brazos, sus ojos me hacen sentir como una presa que está a punto de ser devorada.

Después empieza a bajar por mi torso hasta detenerse en mis jeans cortos, esboza una mueca molesta con intenciones de acercarse. Dejo que me quite los pantalones con un rubor en mis mejillas. Él deja mi ropa interior en su sitio antes de llevarnos de vuelta a la cama.

Allí cojo el mando del proyector y le doy al triángulo reanudando El Proyecto de la Bruja de Blair, la película que estábamos viendo la noche anterior, mientras me acomodo en sus brazos.

En una de las escenas de la película bajo la vista a uno de sus tatuajes para refugiarme del susto, y sin darme cuenta empiezo a rozar mis dedos en esa zona.

En cuanto veo que debajo oculta una de las tantas cicatrices que tiene su cuerpo muerdo mi labio inferior sintiendo mi estómago estremecerse por la posible respuesta de lo que estoy a punto de preguntar.

—¿Cómo te has hecho eso? —murmuro  señalando una parte de su brazo.

Él frunce el ceño, no sabiendo a lo que me refiero por un momento, hasta que se da cuenta y sonríe escasamente.

—Digamos que no tuve una bonita infancia. —responde entrelazando sus dedos con los míos. —Estoy bien, Lena. No te inquietes por eso. —murmura en mi oído al ver mi cara antes de besar la curvatura de mi cuello.

Pero ni siquiera eso hace que el nudo de mi garganta se esfume. Odio la idea de alguien más hiriéndolo, mucho más si es su propia familia. Desatan un pellizco de pensamientos oscuros que no sé que existen hasta ahora.

Me fuerzo a mi misma en centrarme en la película y no en los pensamientos que van a mil por hora en mi cabeza. No es agradable para ambos sacar a relucir esos momentos de su vida. Lo sé. Pero no puedo dejar de pensar en eso en toda la tarde.

Al terminar la película me hace a un lado con la excusa de que se tiene que ir y se empieza a vestir.

—Pero es pronto. —murmuro con un mohín en los labios mirando embobada cómo se sube los pantalones.

—Tengo que hacer algo, amor. Pero luego podemos pasar la noche juntos.

—¿Vendrás a la fogata de esta noche?

—¿Quieres que vaya? —asiento con la cabeza sin dejar de sonreír. Él se acerca hasta que nuestros labios están rozándose. —Entonces intentaré estar antes de las doce.

—Bien. —levanto el cuello queriendo unir nuestros labios por un largo rato, pero él lo deja en un casto beso antes de alejarse y seguir vistiéndose.

—¿Quiénes irán? —pregunta pasando una mano por su cabeza.

—No sé. Tal vez algunos amigos de mi hermano. Theo y Romina. —estrecha la mirada en mis ojos sacando a relucir el piercing mientras pasa su lengua por el labio inferior. Siempre hace eso cuando digo o hago algo que no le gusta.

—¿Theo? —asiento con la cabeza un par de veces, extrañada.

—¿Lo conoces? —me responde con un no rotundo, pero algo me dice que si se conocen.

—¿Y es que también sois amigos o alguna mierda así?

—Bueno. Supongo que si. —me pone nerviosa, y por más que busco sus razones para estar celoso de Theo no las encuentro.

—Ya veo. —suelta al aire desdeñoso y una voz tranquila.

Sé que por dentro está más que furioso, porque cuanto más enfadado está más tranquilo está por fuera, luciendo una actitud apaciguada y desinteresada. Eso definitivamente es peligroso y confuso para quien sea que lo hubiera hecho cabrear.

—Nos vemos luego, lyubov'. —asiento con la cabeza esperando un beso que nunca llega. En vez de eso él muerde mi labio inferior.






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top