029
Mi respiración se atasca cuando la puerta se abre de repente. Al intentar cambiar mi expresión a una más relajada ya es demasiado tarde. Pues él cambia su cara a una preocupada y viene hacia mi, no sin antes soltar una bandeja con comida sobre la mesita junto a la cama.
—¿Qué está mal?¿Te duele? —inquiere con suavidad acariciando mi mejilla.
Mordisqueo mi labio inferior sin ser capaz de mirarle a los ojos hasta que decido mostrarle la foto. Él la observa pronunciando aún más la arruga de su ceño.
—No sé quién es. —aclaro en un titubeo llamando su atención. —Y ayer recibí una especie de nota cuando estaba en el centro comercial.
La pantalla del móvil ahora muestra la foto que le hice a la nota en el centro comercial y sus ojos pasan del desconcierto a la ira en tan solo un segundo.
—¿Por qué no me lo dijiste antes, Lena?—cuestiona entre dientes y una voz ronca.
La recriminación en sus ojos se hace poco soportable hasta que tengo que agachar la cabeza.
—No quería preocuparte.
El suelta un suspiro acomodando alguno de sus pelos. Después sostiene mi rostro entre sus manos obligándome a fijar mi mirada en sus ojos azulados.
—No puedes evitar que me preocupe por ti. Si te tocan a ti es como si me tocasen a mi.
Sus dedos se mueven por mis mejillas al mismo tiempo que su respiración parece tranquilizarse lo suficiente como para relajar los rasgos de su rostro.
Asiento con la cabeza haciendo el intento de formar una sonrisa. Él lleva mi cabeza a su pecho y acaricia las hebras de mi pelo con la punta de su nariz.
—A la próxima dímelo, no vuelvas a ocultarme algo así.
—Lo sient...
—No te disculpes. No me gusta cuando lo haces. —interrumpe haciendo que mueva mis labios en un mohín.
—¿Por qué?
—Eres la pura perfección encarnada sobre esta Tierra y todo el jodido universo. ¿De verdad crees que hay algo por lo que deberías disculparte? Porque yo no. Nunca.
—¿Qué harás cuando lo encuentres?
—pregunto queriendo olvidar sus palabras con otra cosa para no sonrojarme de nuevo.
Sus músculos tensos reflejan la rabia que trata de contener al comenzar a mover su mano por mi espalda.
—Lo mataré. Todo aquel que se atreva a hacerte sentir mal o tocarte un pelo se merece estar seis metros bajo tierra.
—¿No crees que sea un poco desmedido? —musito con la piel de gallina recordando que no sería la primera vez que haría algo así. Él niega muy despacio.
—No. Solo intento ser un buen esposo y cumplir con todos mis votos. —habla curvando la esquina de sus labios hacia arriba. —Además, ninguna cosa que tenga que ver con tu seguridad y tu bienestar lo es.
Es inevitable que ponga una sonrisa que él no tarda en borrar al juntar nuestros labios.
Sea quien sea que esté detrás de esa nota tiene intenciones de hacerme daño, así que tal vez su decisión no sea tan drástica. Siempre es mejor atacar primero antes de que sea tarde.
Meto mis manos en sus pantalones de chándal grises acariciando su miembro hasta que está lo suficientemente duro, lo que tarda solo tres segundos. En ese momento en el que estoy otra vez cegada por el deseo no me duele el cuerpo. Antes de posicionarme encima suya se baja los pantalones junto a la ropa interior, dejando su miembro al aire.
Los dos volvemos a fundirnos en uno solo llenando la habitación de gemidos y jadeos hasta que nos cansamos. No sé cómo todavía me queda energía para ducharme, pero no puedo llegar así a mi casa. Huelo a sexo por todas partes.
Al salir del baño me lo encuentro hablando por teléfono en voz muy baja de espaldas a mí.
Pienso en decir algo pero termino por quedarme callada cuando se gira. Me termino de cepillar el cabello bajo su atenta mirada esperando a que cuelgue la llamada, en cuanto lo hace no tarda en atraparme entre sus brazos con una sonrisa.
—Has tardado mucho ahí dentro.
—Estaba intentando tapar tus marcas de vampiro. —respondo con una sonrisa divertida. En seguida lleva su mirada a mi cuello.
—¿No te gustan? A mi me parece que te quedan muy bien. —susurra muy cerca de mis labios en un tono sugerente.
—No lo pueden saber mis padres. —le recuerdo con una sonrisa y las mejillas más rojas que nunca.
¿Cómo de mal está desear tener más de sus marcas sobre mi piel? En este punto creo que debería dejar de hacerme esas preguntas.
—Tendré más cuidado. —habla repartiendo besos por mis labios y mis mejillas antes de bajarme al suelo. —Te traeré de vuelta a casa.
Quiero replicar algo, pero sé que lo mejor es volver antes de que se empiece a notar mi ausencia.
Durante todo el camino luce tenso y pensativo, aquello me despierta una inquietud que por el momento planeo guardar para otro día. Sé que no es el momento de volver a hablar del tema o hacer más preguntas al respecto.
Los minutos en el coche pasaron mucho más rápido de lo previsto, como de costumbre cuando estaba a su lado.
—Cualquier cosa que pase me lo dices enseguida. —asiento con la cabeza perdida en sus ojos azules. —No tienes ni idea de lo mucho que te adoro Lena.
Sus ojos ahora tienen un brillo especial y mis labios dibujan una amplia sonrisa.
—Bueno, tal vez si la tenga.
—No lo creo. La única manera que tendrías de saberlo sería si reencarnaras en mí, y aún así apuesto a que no lo sabrías. —responde uniendo nuestros labios en un delicado beso que se convierte en uno cada vez más intenso con el pasar de los segundos.
Mi respiración es agitada y mi corazón bombea al son del suyo cuando sus brazos me rodean con fuerza. En cuanto cierro la puerta del coche siento unas ganas inmensas de volver a abrazarlo.
Con un largo suspiro voy al interior de la casa sintiendo un vacío extraño por dentro.
—Es hombre muerto. —escupí furioso.
—Tampoco puede hacer mucho, quiero decir, está encerrado. —habló Denis en un tono de obviedad.
Sergey y yo lo miramos con desconcierto por un momento antes de volver cada uno a nuestros pensamientos.
—Definitivamente la estupidez te aumenta con el tinte que te pones.
—Es natural. Y aquí el único estúpido eres tú. —refutó con sorna a Sergey que estaba apoyado en la mesa del escritorio.
—Parad de una jodida vez. No estoy de humor para vuestras mierdas. —hablé clavando mis ojos en los dos con una mirada furiosa.
Luego me senté en el sillón quedando frente a ambos.
—Mañana tengo una cita con él. —les dije jugueteando con el piercing de mi lengua ansioso.
—¿Qué piensas hacer? —cuestionó Denis lanzando una pelota al aire varias veces.
—Negociar. —respondí con una sonrisa tétrica adornando mis labios.
Estaba claro que si no pensaba aceptar lo que le proponía entonces me desharía de él importándome muy poco si empezaba una guerra o no. Aunque mi oferta tenía que ver con su muerte de todas formas, solo que una mucho menos dolorosa.
Se lo debía después de todos esos meses en los que me ayudó a inundar a México de droga.
—¿Negociar? Lo dices como si fuera muy fácil. Ese tío no va a aceptar nada de lo que le propongas. Además te recuerdo que está encerrado, ya no tiene mucho que perder. —al ver que nadie le respondía Sergey siguió hablando. —Lo único que conseguirás será empezar una guerra con los que quedan fuera. —dijo por último con un suspiro.
—Me importa una mierda eso. Nadie se mete con ella, y mucho menos la amenaza. Fin del asunto. Si hace falta que congele el maldito infierno lo haré.
—Que empiece la guerra entonces. —dijo Denis con una sonrisa abandonando la sala.
—Justo cuando tengo a alguien pagando por tener mi cabeza. Muy oportuno. —ignoré las palabras de Sergey removiendo un bolígrafo en mis dedos antes de hablar.
—¿Has sabido algo más del tema?
—No. Pero tengo algo que te podría interesar. —arrugué el ceño viendo la foto que había sacado. Era en una cafetería.
Mis ojos se enfocaron en la mujer y mis rasgos se endurecieron con rabia.
—La quiero en los calabozos mañana mismo a más tardar. —murmuré escupiendo la palabra mujer con repudio.
Eso es lo que pasa cuando no matas a tiempo. Me dijo aquella voz mientras iba al dormitorio sintiéndome terriblemente cansado.
Deslicé mi camiseta y zapatos fuera de mi cuerpo dejándome caer en el colchón.
La tranquilidad solo me duró un par de horas en las que estuve mirando al techo con los latidos haciendo eco en mis oídos.
Luego me levanté de la cama y volví a ponerme las botas cogiendo la chaqueta de cuero que colgaba en un sillón adentrándome en la oscuridad de la noche en mi Iron 883 a una velocidad poco legal con el viento golpeando mi piel semidesnuda.
Suelto un quejido removiéndome entre las sábanas tratando de deshacerme de esa sensación en mi nariz. Al no conseguirlo abro los ojos con molestia encontrándome con sus ojos azules.
Luego me incorporo con tanta rapidez que nuestras frentes chocan en un golpe sordo.
—¿Qué haces aquí? —musito sobándome la cabeza con una mueca adolorida. Él parece no haberse inmutado por el golpe.
—Bueno, no me dejas verte de día, así que supongo que tendré que hacerlo de noche. —responde en el intento de esbozar una sonrisa que no consigue.
Lo miro con desconcierto, él suelta un largo suspiro cambiando su expresión a una más seria, mortificada.
—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien.
—Lo estoy. —atrapo sus manos y las aprieto con fuerza junto a una sonrisa, tratando de sonar convincente. —Pero tu pareces no estarlo. —remarco con sus ojos ahora puestos en mi. —¿Qué pasa?
—No quiero que te pase nada. —hace una pausa breve. —Joder, estoy muerto de miedo y no sé cómo lidiar con eso. No estoy acostumbrado. —habla con unas facciones abrumadoras alejando sus manos de las mías.
Verlo así me hacía tener una sensación amarga en la boca del estómago.
—Sea lo que sea que esté pasando, voy a estar bien, de verdad. —aseguro con mis manos sujetando su rostro, obligándole a fijar su mirada en la mía. Él solo me da una sonrisa amarga.
—¿Sabes? Eres como esas pequeñas luciérnagas que iluminan la oscuridad de la noche. —susurra con dulzura provocando miles de sensaciones en mí.
Envuelvo su torso con mis brazos apoyando mi cabeza en su pecho, el no tarda en corresponder el abrazo apretujando mi cuerpo más al suyo.
—Puedes quedarte a dormir. —sugiero con una sonrisa ladina.
—Me quedaré solo unas horas. —su respuesta no termina de satisfacerme.
Y la idea de que se volverá a ir de la ciudad se asienta en mi cabeza. No me quiero emparanoiar pero el que tuviese tanto miedo no me ayuda en nada.
—Te vas a ir otra vez. —más que una pregunta suena a una afirmación.
El niega despacio.
—No volveré a dejarte sola. —sus labios se apoyan en mi frente durante unos largos segundos.
—Duérmete.
—¿Y tú?
—Yo velaré tus sueños. Es más divertido que estar mirando al techo toda la noche. —responde con una sonrisa ladina.
Me acomodo en la cama colocando mi cabeza en su regazo sintiéndome inquieta.
—Buenas noches. —susurro después sintiendo mis párpados más pesados de lo normal.
En seguida comienza a acariciar mi cabello como hace cada vez que dormimos juntos.
•••
Cuando me vuelvo a despertar a una hora temprana ya no lo encuentro.
Termino por levantarme de la cama a sabiendas de que no seré capaz de recuperar el sueño pronto. Pienso que no hay nadie más hasta que escucho a mi padre hablar por teléfono con alguien más en la puerta de la cocina en una voz muy baja, casi en un susurro.
—¿Cómo es que te has levantado tan pronto? —me giro exaltada, pronto veo la gran sonrisa burlesca de Jason.
—Lo mismo me pregunto sobre ti.
—Iré un rato al gimnasio. —responde tensando sus bíceps para que se marquen más sus músculos sacándome una carcajada. —¿Te vienes? —inquiere dándole un trago a la botella de agua.
—Son las siete de la mañana. —replico en un tono de obviedad.
—Para tener estos músculos, hay que sufrir. Además ahora no hay apenas nadie.
Me muerdo el labio inferior dubitativa hasta que termino por aceptar sabiendo que no sería una buena idea después de lo de ayer. Todavía me sigue doliendo el cuerpo y no he recuperado del todo mi capacidad de caminar, pero no es nada a lo que no le pueda hacer frente.
—Está bien. —el muestra una amplia sonrisa.
—Vamos.
—¿Ya? Espera a que me vista al menos.
Suelta un bufido molesto.
—Yo te veo vestida.
—Me refiero a ponerme algo para ir al gimnasio. ¿O pretendes que vaya con una minifalda? —chasquea la lengua exasperado.
—Está bien. Te doy tres minutos, ni uno más.
Dejo el vaso de café sobre la mesa levantando ambas cejas, después subo a mi cuarto y a regañadientes me pongo un chándal.
La verdad es que lo que más me apetece ahora es seguir durmiendo, no ir a sudar como una cerda que está a punto de ser metida al horno en ese gimnasio. Pero como lo supuse mi cuerpo no piensa lo mismo que yo, y el café que me he bebido ha terminado de eliminar todo rastro de sueño.
Casi suelto otra risita al ver a Jason con dos enormes bolsos colgando en sus hombros.
—Este es el tuyo. —la risita se me borra en seguida al coger el gran y pesado bulto.
¿Qué demonios es lo que llevaba aquí?¿Piedras?
—Espera. —musito en un hilo de voz tratando de seguirle los pasos mientras disimulo mi ligera cojera.
Estando en el coche Jas me mira con ojos recelosos y una sonrisa divertida asomando por sus labios.
—¿Estás bien? Parece que cojeas.
—Si. Es que me caí ayer. —respondo con rapidez sin un ápice de titubeo.
—¿Dónde?¿En el regazo del Conde Drácula? —dice con una sonora carcajada que me tiene a punto de sonrojar.
—Cállate y conduce. —replico en la parte trasera del coche cruzada de brazos.
Pocos después una canción cualquiera de Adele consigue que mis mejillas vuelvan a la normalidad, pero no es hasta que vuelve a hablar cuando vuelven a teñirse de rojo.
—Creo que debería replantearse la idea de mudarse con nosotros. Al menos así no tendría que estar todas las noches colándose en tu habitación.
Empiezo a toser cuando el aire se atasca en mi garganta y lo miro con los ojos más abiertos que nunca.
—¿Tú cómo sabes eso?¿Estás poniendo la oreja en mi puerta? —musito casi en una exclamación.
—Como si no tuviera otra cosa que hacer. —responde divertido. —Lo vi anoche trepando por las paredes como una lagartija. Tiene muy buena técnica, así que supuse que lo hace muy a menudo. —habla mirándome de reojo ensanchando su sonrisa.
Doy gracias al universo cuando por fin llegamos al gimnasio.
Una vez en recepción hago el pago para poder entrar hoy, y al girarme suelto un jadeo del susto cuando me encuentro a Sergey mirarme impaciente.
—Muevete rápido. Hay cola. —habla con ojos expectantes a que me mueva.
—¿Qué mierda haces?¿Me estás siguiendo? —pregunto de brazos cruzados con una mala mirada.
—Mira por donde, justo me pagan para eso. —responde burlesco inclinándose hacia mi al decir lo último.
Me muerdo la punta de la lengua callando las palabras mal sonantes que tengo para él y sin más me adentro en el gimnasio.
Lo primero que hago antes de ir en busca de mi hermano es ir a las taquillas a dejar el gran bulto.
Cuando estoy a punto de darme la vuelta siento una superficie dura y fría chocarse en mi espalda baja.
—Abre la boca y te mato aquí mismo estúpida. —en el momento de escuchar esas palabras me sentí palidecer.
Todos mis músculos se tensaron y fue como si una corriente eléctrica me hubiese devuelto a la realidad con la respiración más acelerada que antes y unos latidos desenfrenados.
El hombre detrás mía me empuja con brusquedad al ver que no me muevo del sitio.
—Muévete imbécil, no tengo todo el día.
Aprieto los dientes furiosa y sin pensarlo le propino un golpe en las costillas con mi codo, estoy asustada hasta la médula pero no puedo permitir el no defenderme.
Lo único que consigo es que separe un poco el arma de mi cuerpo, pero no la suelta.
—¡Maldita perra! —escupe con rabia y una mueca adolorida.
Lo próximo que siento es su puño estamparse contra mi mejilla con tanta fuerza que me hace tambalear y soltar un chillido al pensar que me ha roto algo. Al rozar mi mejilla levemente mi cuerpo se sacude del intenso dolor.
Luego siento como tira de mi cabellera hasta que levanta mi cabeza y me apunta con el arma, el dolor de mi mejilla pasa a un segundo plano para dejarle paso al miedo.
Suelto otro grito espantada cuando el hombre cae encima de mí inconsciente, al bajar la mirada me encuentro con una herida de muerte en su pecho causada por una bala. Miro hacia atrás empujando el cuerpo inerte hacia otro lado y suelto el aire al divisar a Sergey guardar su arma en la parte trasera de sus pantalones.
—Tengo que sacarte de aquí. —habla echando un rápido vistazo a su alrededor.
No me da tiempo a reaccionar cuando coge mi muñeca y me arrastra hacia la zona de aparcamiento con pasos rápidos.
—Espera, tengo que avisar a mi hermano. —musito casi titubeando.
—No me jodas. No tenemos tiempo para eso.
Entreabro los labios con la intención de decir algo, pero Jason se me adelanta acercándose a nosotros.
—¿Adónde vas?¿Y quién es este?¿Qué pasa? —inquiere con las cejas fruncidas caminando hacia mí.
—Luego te explico. —en ningún momento Sergey detiene sus pasos pero logro deshacerme de su agarre.
—¡Y una mierda! Voy con vosotros.
—No. —su mirada ahora cae al golpe de mi mejilla.
—¿Quién te hizo eso? —habla entre dientes con una mirada furiosa.
—Luego te lo explico. N...
—No hay tiempo Lena, tenemos que darnos prisa. —replica Sergey esperándome a unos pocos metros lejos.
En seguida empiezo a caminar, cuando miro hacia atrás de reojo me encuentro con Jason pisándonos los talones con una expresión confusa pero determinada. Suelto un bufido que me causa un pinchazo de dolor en la mejilla.
—Por aquí. —nos indica Sergey una vez llegamos al parking.
Empezamos a movernos con pasos sigilosos bajo la tenue luz que se enciende de forma automática hasta que escucho el sonido de un disparo proveniente del lado contrario al nuestro.
No me da tiempo de reaccionar cuando un dolor agudo se posiciona en mi brazo derecho.
—¡Cuidado! —su advertencia me devuelve a la realidad.
Rápidamente me pongo a cubierto detrás de un coche, en pocos minutos el parking se llena con los sonidos de los disparos. Con algo de temor bajo la cabeza hasta mi brazo encontrándome con mucha sangre.
Me tapo el brazo en el intento de detener el sangrado, pero como era de esperarse fue totalmente inútil.
—¡Joder! —exclama Jason a mi lado recargando su arma con movimientos rápidos. Después se fija en la herida de mi brazo. —¿Te han dado?¿Estás bien?
—No pasa nada, estoy bien. —respondo con una mueca.
Él se quita la camiseta y me la da. A duras penas consigo hacerme un torniquete que consigue detener la sangre en gran medida.
Maldigo internamente por no haberme traído nada con lo que poder defenderme. Mi cabeza se gira con brusquedad al escuchar unos pasos provenir de atrás, en seguida distingo lo que el chico tiene en sus manos, una uzi que no tarda dar uso disparando sin cesar a los tres hombres de en frente, en menos de un minuto estos caen sin vida al suelo.
El parking ahora está envuelto por un silencio sepulcral que aquel hombre interrumpe al intercambiar unas palabras con Sergey en ruso.
Después los dos empezamos a movernos cuando Sergey nos hace una seña.
—Despacio. —murmura Jason mientras me ayuda a levantarme.
—Puedo sola. No es para tanto. —suelto tragándome los quejidos de dolor.
He pasado por atentados e incluso un intento de secuestro antes, pero nunca ha pasado más lejos de un susto, así que quien sea que esté detrás de esto tiene que ser jodidamente bueno.
Ambos empezamos a caminar hacia una camioneta negra y blindada donde está Sergey al volante junto al otro chico que está de copiloto.
Intento por todos los medios no mirar hacia los cuerpos sin vida del suelo pero mis ojos se sienten atraídos por ellos, observando la sangre que sale de sus heridas.
En cuanto ponemos un pie en el auto Sergey no duda en arrancar, muy poco después estamos en la carretera, y entre la pérdida de sangre y la velocidad a la que vamos me cuesta no marearme.
—Creo qu... —no consigo terminar de hablar cuando mi estómago se retuerce con violencia echando todo lo que ingerí por la mañana.
A mis espaldas escucho los sonidos de asco que hace Jason mientras presiona algún botón abriendo la ventanilla del coche.
—Lo siento. —susurro mortificada.
—No pienso limpiar esa mierda. —asegura Sergey con una mueca asqueada mirándome de reojo por el espejo retrovisor.
—¿Me va a decir alguien que está pasando de una maldita vez? —inquiere Jason a mi lado exasperado.
Nadie le responde y yo me estoy demasiado mal como para siquiera abrir la boca.
—Y necesito una camiseta, no me gusta exhibirme de gratis. —dice señalando sus trabajados abdominales con el dedo y una mirada socarrona.
Las miradas de Sergey y el otro chico van a aquel lugar casi sin quererlo y Jason suelta un resoplido antes de seguir hablando.
—Si vais a seguir mirando tenéis que pagar una contribución. Es lo menos que podéis hacer.
—Jodidamente genial. Ahora también tengo que aguantarte en versión masculina. Simplemente genial. —habla Sergey dándole una mirada de reojo a mi hermano con molestia.
El hombre que está a su lado reprime una sonrisa mirando al frente. Tiene el pelo medianamente largo con mechones rubios y atado en una pequeña coleta.
Después coge el teléfono y empieza a hablar con alguien, lo último que escucho antes de cerrar los ojos es la voz de mi hermano llamándome.
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