026
Al notar algo bajar hasta mis bragas me paralizo. Un segundo después hago el intento de incorporarme en la cama, pero un brazo me lo impide, resultando imposible que me libere por más que me remueva.
—Necesito ir al baño. —murmuro aún somnolienta.
—No tardes. —responde en un bajo susurro después de un rato con los ojos todavía cerrados, moviéndose hacia la izquierda y dejándome una muy buena vista de su trasero.
Voy al baño casi corriendo, en busca de unas compresas, deshaciéndome de las bragas sucias cambiándolas por unas nuevas. Luego, regresando a la cama, suelto un leve quejido por el calambre que retuerce mi vientre.
En cuanto me meto dentro de las sábanas sus brazos vuelven a atraparme, posando sus labios en mi coronilla.
—Buenos días. —murmura con una sonrisa de medio lado metiendo su mano por dentro de mi camiseta hasta llegar a uno de mis senos.
—Hola. —respondo acurrucándome más en sus brazos, él se dedica a juguetear con mi pezón.
—¿No te quieres levantar? —pregunta con suavidad muy cerca de mi oreja. Yo niego con la cabeza. —Entonces supongo que podemos quedarnos un rato más. —tuerzo los labios con una mueca adolorida al mismo tiempo que llevo mis manos a mi estómago.
Succiona una parte de mi cuello para después lamer esa zona. Sus besos me ayudan a disminuir el dolor en gran medida.
Cuando estoy a punto de quedar dormida unos golpecitos en la puerta me hacen abrir los ojos de mala gana.
—Tengo que abrir la puerta. —murmuro removiéndome.
Él me aprisiona más entre sus brazos repartiendo besos por la curvatura de mi mandíbula.
—Quien sea que esté detrás de esa puerta puede esperar.
Los golpes se hacen más insistentes hasta que no me queda otra que levantarme a abrir la puerta.
Del otro lado está mi padre, que no suele venir casi nunca a mi habitación.
—Hola. —hablo con una sonrisa forzosa.
—¿Todo bien? No has bajado a desayunar. —responde estrechando sus ojos.
—Si, es que me encuentro un poco mal.
—su cara cambia a una preocupada.
—¿Quieres que le diga a alguien que te suba algo de comer?
—Si, eso estaría genial.
—Está bien. Mejórate princesa. —habla antes de dejar un beso sonoro en mi mejilla, a lo que yo asiento con una sonrisa.
Suelto un suspiro de alivio al verlo marchar. Cuando me adentro al dormitorio veo que está muy interesado en el cuadro que pinté.
Enseguida abro mis ojos alarmada al verlo tan cerca de la ventana, alguien podría verlo ahí parado. Con pasos rápidos cojo uno de sus brazos y tiro de él con su mirada encima.
—No te acerques a la ventana.
—¿Lo hiciste tú? —pregunta con genuina curiosidad, a lo que yo asiento.
No soy la mejor pintando, pero disfruto hacerlo cuando estoy baja de ánimos.
Es inevitable que sonría ampliamente al ver su expresión de sorpresa.
—Es todo una obra de arte, se te da bastante bien. —responde con firmeza y un brillo especial en sus ojos.
—Eso lo dices porque me ves con buenos ojos. —bromeo con una sonrisa ladina. Él suelta una risita encerrando mi cuerpo en sus brazos.
—No puedo mirarte de otra forma. —con una enorme sonrisa me pongo de puntillas atrapando sus labios con ferocidad.
Pero los golpecitos en la puerta hacen que me separe de él y vaya a la puerta con una mueca frustrada.
—No hace falta. Yo la cojo, gracias. —le digo al mayordomo que está del otro lado de la puerta con una bandeja en sus manos antes de que pueda dar un paso más.
Al cerrar la puerta con mi pie enseguida él se acerca arrebatándome la bandeja de las manos para colocarla encima de la mesita de noche y sentarse en la cama con la espalda apoyada en el respaldo.
Me muerdo la mejilla interna dubitativa antes de acercarme a él con pasos lentos y en cuestión de segundos tengo sus brazos rodeando mi cintura, posicionándome en mitad de sus piernas.
Después deja la bandeja a un lado nuestro con mucho cuidado, aprieto los labios con una mueca cuando acerca un trozo de manzana a mis labios.
—No tengo hambre. —susurro echando la cabeza hacia atrás, al momento comienza a examinar mis facciones con ojos inquietantes.
—¿Te encuentras mal?¿Qué tienes?
—Estoy bien, simplemente no tengo apetito.
No se queda muy satisfecho con mi respuesta, pero no vuelve a decir nada más, solo aprieta más mi cuerpo entre sus brazos enterrando su rostro en mi cuello, haciendo que el dolor crezca por su agarre en mi vientre.
Suelto un leve quejido llamando su atención.
—Voy al baño. —musito sin dejarle tiempo apenas de reaccionar cuando me entro sintiendo unas intensas ganas de vomitar.
A duras penas consigo aguantarlo, pero el dolor se hace más fuerte haciendo que suelte otro quejido mientras me lavo la cara en el intento de sentirme mejor.
—¿Lena?
Cierro el grifo encontrándome con sus ojos inquietos a través del espejo.
—Estoy bien. Sólo estoy pasando por esos días del mes, ya sabes. —murmuro con una mueca en el intento de sonreír.
Sus ojos se oscurecen al mismo tiempo que se acerca con la comisura de su labio inclinada levemente.
—¿Te duele mucho? —niego con la cabeza.
Me muerdo el labio inferior escondiendo una sonrisa cuando me levantó del suelo con mucha delicadeza.
—Puedo andar. —musito socarrona.
—Lo sé, pero en mis brazos estás mucho mejor, ¿No lo crees? —habla con una sonrisa ladina.
—Bueno, no está muy mal. —respondo con una amplia sonrisa.
Suelto una gran carcajada cuando sus manos empiezan a moverse por mis costillas, eso hizo que mi flujo saliera disparado como un chorro al mismo tiempo que un calambre me recorrió todo el estómago.
Después me deja encima de la cama arropándome con las sábanas y acomodando los cojines detrás de mí cabeza.
—Dime qué quieres que haga. —tras besar mi cabeza se me queda mirando en espera de una respuesta.
—Nada, sólo pásame unos analgésicos, están en el botiquín del baño.
Segundos más tarde vuelve con un paquete de pastillas en la mano, me incorporo ligeramente recibiendo la pastilla con una pequeña sonrisa a modo de agradecimiento.
Después se sienta a mi lado llevando una botella de agua a mis boca mientras posa sus labios en mi frente durante un largo rato.
—Gracias. —murmuro acostándome nuevamente, el no tarda en hacer lo mismo antes de empezar a acariciar mi estómago con su mirada clavada en mi rostro.
Tras aquello ambos nos quedamos en silencio, hasta que pasan los minutos y mis ojos se van cerrando por si solos.
•••
Para el momento en que abro los ojos ya es bastante tarde, lo sé por el oscuro cielo. Lo primero que hago es refregarme los ojos para que se acostumbren a la escasa luz que hay.
Al visualizarlo cerca de la ventana dibujo una amplia sonrisa y de inmediato camino hasta él con pasos silenciosos rodeando su cadera, al notar mis brazos enseguida se da la vuelta.
—Hola. —musito sin borrar esa sonrisa de mi cara.
Él solo se inclina hasta que nuestros labios llegan a tocarse en un leve roce antes de profundizar el beso con un gemido, lo que aprovecho para introducir mi lengua en su cavidad con mis manos revolviendo su negra cabellera.
Ambos empezamos a caminar hasta llegar a mi escritorio. Aparta algunas cosas con rapidez para después llevar sus manos a mi trasero y levantarme hasta quedar encima de él, moviéndose entre mis piernas.
Tras varios intentos de separar mis labios de los suyos lo hace con una mirada hambrienta. Me muerdo el labio inferior tratando de calmar mi respiración y disminuir mis deseos lujuriosos. Su mirada en estos momentos no es de gran ayuda.
Suelto un jadeo cuando de la nada se deshace de mi camiseta rompiéndola en dos, quedando mis pechos al descubierto junto a mi ropa interior. Sus ojos ahora brillan de deseo al barrer cada parte de mi cuerpo.
—Me vuelves loco Lena. —susurra con una voz muy ronca en mi oído antes de pasar sus dientes por toda la curvatura de mi cuello. —Me siento como un jodido animal hambriento cuando estoy a tu lado. —murmura rozando nuestras narices.
Sin más vuelve a pegar nuestras bocas en un beso desenfrenado que me vuelve a robar el aliento. Luego atrapa mi labio inferior entre sus dientes con fuerza hasta que siento un dolor agudo y un líquido empieza a derramarse hasta mi barbilla.
Él no tarda en limpiarlo con su lengua perforada. Gimo cuando empieza a succionar esa parte de mi labio ocasionando una punzada de dolor que lejos de molestarme me lleva al mismísimo cielo.
Cuando se separa con los labios hinchados y el pelo revuelto coge mi cuerpo y me coloca en la silla del escritorio. Mi corazón empieza a latir con más fuerza al ver cómo destroza mis bragas en un movimiento brusco y las lanza a un lado.
Él se arrodilla y acaricia mis piernas con suavidad antes de tirar de ellas hacia él, haciendo que mi flujo incrementase un poco. Eso me hace recoger las piernas de un impulso por miedo de manchar la silla.
—Espera. —murmuro en una voz muy baja bajo su mirada impaciente. —Estoy sangrando. Mucho. —recalco sin querer entrar en más detalles.
—Ya lo sé. —responde con las cejas fruncidas. —¿Te sientes mal? —niego con la cabeza.
—Entonces no veo cuál sea el problema. —habla volviendo a estirar mis piernas.
Me muerdo el labio inferior ansiosa y ahogo un gemido cuando presiona sus labios contra mi parte íntima, empezando a repartir besos cortos por mis piernas. Al terminar las separa hasta tener mi intimidad a su entera disposición, y sin previo aviso empieza a borrar todo rastro de mis flujos con su lengua para después comenzar a succionar mi clítoris con un gemido de satisfacción.
Entre jadeos de placer acerco su rostro tirando con más fuerza de su negra cabellera al sentir la punta de su lengua rodear mi cavidad hasta que se detiene para separar más mis labios con sus dedos e introducir su lengua durante unos largos segundos en los que me hace enloquecer del placer.
Me es imposible acallar un sonoro gemido cuando vuelve a centrar su atención en esa parte sensible, succionando varias veces a la vez que con uno de sus dedos penetra mi interior.
Entreabro los labios en el intento de formular alguna palabra al sentir un tirón placentero recorrerme todo el estómago hasta mi parte baja, pero lo único que sale de mi boca son más gemidos que ni siquiera trato de evitar.
Recordando mi desastroso final la última vez que estuvimos en una situación similar intento apartar su boca de esa zona, sabiendo que esta vez puede ser peor por toda la sangre que mancha el sillón del escritorio.
Solo recibo unos sonidos guturales de advertencia mientras arremete su boca con más fuerza que antes en esa zona.
Cuando no aguanto más me llevo las manos a la boca acallando un chillido de puro placer cuando ese tirón se intensifica haciéndome estallar del éxtasis.
Algo espeso se deslice entre mis nalgas hasta tocar el sillón mientras intento aguantar el torrente o lo que sea que fuera, fallando estrepitosamente.
Mi respiración todavía es irregular y algunos de mis pelos están por mi cara cubriendo mis mejillas sonrojadas y el leve sudor de mi frente por el calor de antes, pero así él me observa como si fuera una especie de tesoro sin siquiera pestañear.
—Ty deystvitel'no krasivaya. —murmura con sus manos apoyadas en los brazos de la silla y su cara estando a escasos centímetros de la mía.
Aparto la cara asqueada cuando se inclina hacia mis labios con parsimonia, pero el me sujeta el rostro y me obliga a mirarlo a los ojos. Después dirige un par de sus dedos a mi entrada y los mete haciéndome soltar un leve gemido.
—No huyas. —habla después con palabras fueron imperiosas, sus orbes oscuros me miran con un brillo especial.
Mi corazón comienza a latir con fuerza en el momento que introduce sus dos dedos manchados de mis flujos en mi lengua. En seguida puedo notar el sabor a hierro entremezclado con el dulzor y salado mientras él observa todo con mucha atención.
Poco después nuestras bocas impactan con fuerza a la vez que eleva mi cuerpo en el aire. El sabor se hace mucho más intenso pero por alguna razón eso solo hace que mi interior se remueva con un cosquilleo.
—Vamos a darte un baño.
—Se me van a entumecer las piernas si nunca me dejas andar. —respondo escondiendo mi rostro en su pecho, sintiéndolo vibrar cuando suelta una carcajada.
—No me puedes culpar por querer tenerte en mis brazos todo el rato.
—mis labios se ensanchan con una pequeña sonrisa.
Luego me deja con cuidado en la bañera y abre el grifo por el lado del agua caliente, mientras se llena observo como se tensan los músculos de su espalda a la vez que se refriega la boca con el agua del grifo.
Pestañeo varias veces alejando mi atención de su cuerpo y centrándola en cerrar el grifo antes de terminar de sumergirme en el agua caliente.
Abro los ojos sintiendo los músculos de mi vientre relajarse casi al instante, para cuando vuelvo a abrirlos él ya no está, aunque tarda poco en regresar. Se ve tenso.
Él deja unas prendas de ropa en una mesita cerca de la bañera y se sienta al borde de la bañera con el colgante de escorpión negro con diamantes.
—¿De dónde sacaste esto? —pregunta observándome con sus labios formando una recta línea.
—Lo encontré en mi cama. Pensé que tú me lo diste. —murmuro llevando mis rodillas a mi pecho.
Frunzo el ceño cuando desvía la mirada luciendo inquieto.
—¿Por qué?¿Pasa algo? —él niega con la cabeza suavizando sus rasgos en el intento de parecer más tranquilo y yo me quedo callada no queriendo indagar más en el tema.
Luego salgo del agua medio tiritando por la ráfaga de frío y pronto una toalla me envuelve por los hombros antes de ser rodeada por sus brazos.
—¿Te vas a ir? —musito al fijarme en su ropa, su camiseta todavía contiene algunas manchas de sangre seca.
—Tengo que volver a hacer unas cosas.
—Vuelve mañana temprano. Sólo serían unas horas de diferencia. —digo con un puchero en los labios.
Él me da una cálida sonrisa para después acunar mi rostro entre sus manos y rozar nuestras narices.
—Creeme que es lo que más quiero, pero no puedo. —responde uniendo nuestros labios durante unos escasos segundos. —Aunque podría llevarte conmigo. —mis ojos se abren más de la cuenta.
—No. En cuanto se enteren de que no estoy van a enloquecer. —sus labios ahora se retuercen en una mueca.
—¿Cuándo piensas decirles que estamos juntos? Ya han pasado varios días.
—No lo sé. —musito mordisqueando mi labio inferior. —Intenté hablarle del tema el otro día y no le hizo mucha gracia. Además, no creo que le guste que salga con alguien más mayor que yo.
Él levanta ambas cejas dándome una mirada divertida.
—Solo te llevo cuatro años Lena, eso no es nada apenas.
—Aún así sigues siendo más viejo que yo. —digo con una sonrisa divertida.
Después me remuevo en la sus brazos cuando empieza a mover sus dedos con rapidez a mis costados por encima de la toalla.
—Para. —suelto entre risas alejando sus manos de mi torso.
Pocos segundos después junta nuestros labios con suavidad sosteniéndome de la cintura.
—Te amo. —musita muy cerca de mis labios.
En ese instante unos golpecitos en la puerta llaman nuestra atención, en seguida me separo de él para empezar a vestirme con rapidez y salir del baño.
—Luego te llamo. —murmura besando mis labios castamente, asiento varias veces con un mohín en los labios.
—Espera. ¿Qué vas a hacer? Estamos en el tercer piso, te puedes abrir los puntos de nuevo. —respondo en un ligero tono de obviedad al verlo caminar hasta la ventana.
—Voy a estar bien. —la abre y cruza las bisagras.
Con el corazón casi en la boca camino hasta la ventana ignorando los llamados de mi hermano al otro lado de la puerta, ahogo un jadeo al verlo aterrizar en el suelo con bastante facilidad y una expresión neutra.
Suelto un suspiro de alivio al ver que no hay nadie alrededor que pueda verlo y espero en vilo a que deje de estar lo suficientemente lejos.
—Hola. —murmuro encontrándome con unos ojos idénticos a los míos.
—Hasta que por fin das señales de vida. ¿Qué es lo que tanto hacías metida aquí todo el día?
—Dormir, no me encontraba muy bien.
—No tienes cara de enferma. —refuta con una mirada suspicaz.
Chasqueo la lengua mirando a otro lado unos segundos.
—Eso es porque ya me encuentro mejor. —respondo con obviedad.
—Bueno, me alegra escuchar eso porque hoy es tu día de suerte. —habla con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Y eso por qué? —su sonrisa se ensancha.
—Porque te voy a llevar a la mejor hamburguesería de la ciudad.
Suelto una risita.
—Así que te espero en diez minutos. Y no tardes.
•••
Jas no mintió, las hamburguesas de ese lugar son las mejores. Pero él nunca me invita a comer, sé que quiere algo a cambio.
—¿Ahora me dirás por qué me has traído aquí?
—¿Por qué eres tan malpensada?¿Acaso debería de tener un motivo en especial? —cuestiona con una sonrisa divertida. Le doy una mirada incrédula.
—Está bien. — apoya sus codos sobre la mesa y acercándose unos pocos centímetros. —Sé que ocultas algo y quiero saber el qué. Simple. —habla en un tono de voz bajo.
Le doy una mirada cansada.
—Yo también podría decir lo mismo. ¿O crees que no me doy cuenta de cómo te escabulles todas las noches? —suelto con una sonrisa divertida ante su mirada desconcertada.
—Bien. Pero yo pregunté antes así que tú hablas primero. —murmura juntando sus manos como una especie de villano.
Suelto un ligero bufido dejándome caer en el espaldar del sofá.
—Eres un cotilla, ¿Sabías? —suelto con algo de molestia, él solo suelta una risita divertida.
—Digamos que solo me gusta el conocimiento, el conocimiento es poder.
—Si claro. —murmuro dándole una mala mirada.
—No se lo voy a decir a nadie. —habla en el intento de alentarme.
Me mordisqueo el labio inferior cabizbaja.
—Tengo novio. —suelto con tanta rapidez que casi me trabo.
El cosquilleo no tarda en aparecer al decir lo último.
—¿Y quién es? Oh, a ver, déjame adivinar. —entrecierra los ojos pasando sus dedos por su barbilla. —Empieza por a y acaba por i. —murmura con una sonrisa ladina provocando que me atragante con el batido de chocolate.
—¿Cómo... cómo sabes tú eso?
—Era lo más previsible, además, cualquiera se daría cuenta. —responde en un tono de obviedad.
Suelto un suspiro mientras jugueteo con mis dedos.
—¿Y qué es lo tuyo? —inquiero tratando de cambiar el tema.
—Romina y yo estamos...teniendo una relación algo especial. —murmura con desdén dándole un gran mordisco a su hamburguesa.
—¿Estáis saliendo? —exclamo en un susurro.
El niega con la cabeza.
—Solo follamos. Pero eso no es interesante. —suelta su hamburguesa y me mira con un brillo prominente en sus ojos. —Mejor cuéntame, ¿Es formal?¿Eso quiere decir que ahora la casa es nuestra por fin?¿Ya te ha chupado la sangre? —pregunta con una voz casi aguda que me hace soltar una risita.
Cuando estoy a punto de responder las palabras de una mujer me hacen echar un vistazo a la gran pantalla que cuelga del techo.
Con todo el ruido del local lo único que consigo es leer el titular de la noticia expresando que Luis Sánchez ha sido capturado en una redada de la policía en Monterrey y en pocos días será extraditado aquí a los Estados Unidos.
Antes de tener problemas con la policía era uno de los que enviaban mercancía a mi padre desde México, pero últimamente no había dado muchas señales de vida. No hasta ahora.
El silbido de Jason me hace desviar la atención de la televisión y olvidar por un momento el nudo que forma la preocupación en mi estómago.
—Uno menos. —responde con simpleza llevándose una patata frita a la boca.
—¿Qué crees que van a hacer los demás ahora que por fin lo han cogido? No es como si pudieran unirse a otro cartel, ¿O si?
—Lo más seguro es que alguien sustituya su puesto, si es que no lo han hecho ya. —asiento con la cabeza repitiendo sus palabras en mi cabeza como una forma de calmar mi inquietud. —Tranquila, no nos va a afectar. No creo que se atreva a abrir la boca. —añade mucho antes de que pueda terminar de expresar lo que pasa en mi cabeza.
Sonrío escasamente y desvío la atención a mi hamburguesa, comenzando a engullirla sin molestarme en comer con delicadeza. Eso provoca que tenga algunas miradas curiosas encima.
En cuanto crucé los umbrales de la puerta una cabecera rubia se hizo presente.
—Pensé que te había pasado algo, no vuelvas a irte así. —habló Polina corriendo hacia mi y extendiendo sus brazos una vez estuvo cerca.
La expresión molesta de mi cara no fue suficiente para alejarla, así que tuve que esquivarla para continuar con mi camino a la sala de estar donde Denis me estaba esperando.
—El cabrón ya mordió el anzuelo. —dijo sentado en uno de los sofás con una sonrisa ladina.
—Quiero que averigües quiénes se quedan a cargo, cómo proceden, cómo comen, cómo respiran. Todo. No me fío una mierda de ellos. —respondí moviendo el piercing de mi lengua con inquietud.
Había algo en ese jodido escorpión que no me gustaba nada.
—Como diga, mi lord. —habló desapareciendo con rapidez, no sin antes hacer esa reverencia estúpida que acompañaba a otro de los apodos que me había puesto.
Poco después de marcharse escuché otros pasos acercarse detrás de la puerta.
—Que yo sepa tu padre tenía pensado aliarse con ellos. ¿Por qué no serían de fiar? —levanté la cabeza encontrando a un Sergey con el ceño fruncido.
—¿Ahora te dedicas a escuchar conversaciones ajenas? —pregunté con un deje de indiferencia.
—Solo venía de paso y lo escuché.
—Necesito que estés más pendiente de ella. —le dije tras soltar un suspiro.
—¿Por qué?¿Qué estás plane...
—Haces muchas preguntas, Sergey, sólo haz lo que te digo y punto. —le corté con una mirada fría.
—Está bien, como digas. —murmuró antes de retirarse de aquella sala.
Luego aproveché que finalmente estaba solo para sacar el colgante y echarle un último vistazo.
Había visto un símbolo similar antes, y aunque tenía mis sospechas me frustraba no recordar de dónde exactamente. Lo que si estaba claro es que ese colgante vino con algún regalo más hacia ella que yo mismo me encargaría de destrozar para después obligar a la persona responsable a tragárselo.
Ty deystvitel'no krasivaya¹: Eres realmente hermosa
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