020

Termino de secarme el pelo húmedo y me cepillo los dientes con la canción Sweater Weather de fondo. Después, con un estiramiento de espalda, voy a abrir la ventana del dormitorio. Mis pies pasan por los pétalos de las rosas lilas que posan libremente sobre mi cama y el suelo.

Han pasado unos días desde la última vez que nos vimos y todavía sigue insistiendo en llenarme la cama de flores, cada día de un color distinto o un tipo de flor diferente. Ese gesto hace que con cada pétalo haya una inseguridad menos, y con cada noche que mantiene la llamada en curso, incluso cuando caía dormida, un trozo de mi corazón se marcha con él.

No me gusta eso, pero dudo que haya algo que pueda hacer para evitarlo.

Hablamos por teléfono mucho más que antes, a diario y a todas horas. Él ahora está de viaje en Palermo así que es la única forma en la que podemos comunicarnos, y lo agradezco bastante porque no creo ser capaz de verlo y actuar normal después de aquella noche.

Sus palabras todavía siguen rondando por mi cabeza y más de una vez he querido saber a quién o a quiénes ha matado. ¿Es normal que ya no me provoque tanto temor su actitud enfermiza? Tal vez me estoy acostumbrando a ella, aunque tampoco puedo decir que me disguste. Al final eso es lo que siempre quise. Que perdiera la cordura por mi. Pero eso no hace que mi cabeza deje de estar llena de inquietudes, empezando por la gran incógnita de nuestra relación de ahora.

Hundo las cejas con molestia cuando la canción se detiene varias veces con unas vibraciones, notificándome de algunos mensajes. Cojo el móvil desde el bolsillo de mis pantalones cortos y lo desbloqueo viendo de quién se trata. Sonrío al leer los mensajes de Grace preguntando si estoy libre para una llamada.

Respondo que si y en un segundo recibo una videollamada suya que no tardo en aceptar.

—Hola. —digo ensanchando mi sonrisa. Tan rápido como vino desaparece cuando veo sus ojos hinchados y su cara entristecida. —¿Qué pasó?

La única respuesta que recibo es un fuerte sollozo de su parte. Luego empieza a balbucear de forma ininteligible, con la nariz llena de mocos y las lágrimas llegando hasta sus labios.

—No te entiendo. —respondo con una mueca haciendo que su sollozo sea más fuerte que antes.

Tengo que bajar el volumen de la llamada para que no me deje sorda.

—Trata de calmarte. Inspira hondo y exhala. —indico mientras le hago una demostración.

Tampoco funciona. Lo único que consigo es que me dé una mirada extraña.

Vuelve a balbucear, y tengo que reprimir una sonrisa cuando sin darse cuenta algunos pelos se meten en su boca.

—Lo siento. —me disculpo con rapidez apretando mis labios.

Siempre es lo mismo, a veces en situaciones malas o incómodas me sale una risita nerviosa que no puedo controlar, como cuando ves esas escenas en las películas donde alguien importante se muere o vas por la calle y ves a un niño pequeño caerse.

—Está bien. Iré a verte, ¿Quieres? —ella solo asiente sacudiéndose los mocos con fuerza.

Cuelgo la llamada y empiezo a buscar una nueva falda que ponerme junto a cualquier camiseta. Para los pies no tengo que pensarlo mucho. Las mismas botas de siempre están esperándome al lado de la puerta.

Cuando estoy a punto de salir Jason me detiene, trotando por las escaleras.

—¿Adónde vas?¿Alguna cita? —habla moviendo las cejas con una sonrisa.

—Saldré un momento con Grace.

—¿Y has pensado en lo que te dije? Perdonar es de sabios y purifica el alma.

—Déjalo ya, Jason. —replico en un tono cansado.

Ha estado días queriendo meterse en mi cabeza con lo bueno que es perdonar y con lo bonito que es el amor. Me gustaba más en su etapa de brujo.

—Solo recuerda que no hay nada más bonito y placentero que vivir en armonía con los que te quieren. Sobre todo con dientes. —dice remarcando las palabras te quieren con bastante ímpetu.

Fijo mis ojos en los suyos buscando algo que me diga que está bromeando. Pero no, a él definitivamente se le ha ido la cabeza.

—¿Estás en una secta o alguna cosa rara? —pregunto enarcando las cejas.

—Hablo en serio.

—Yo también, estás empezando a dar miedo, ¿Sabes? —suelto antes de seguir mi camino hacia la puerta.

—Está bien. Sigue ignorando a tu pretendiente hasta que se le suelten los tornillos y nos mate a todos. —suelta a mis espaldas antes de que cierre la puerta. ¿Qué pretendiente?¿Y a quién se supone que ignoro?

La respuesta a eso nunca aparece en mi camino a casa de Grace.

—Gracias, nos vemos luego en este mismo sitio. —Leto asiente mirándome desde el retrovisor.

—Si pregunta por mi dile que dimití y que me fui a Asia a trabajar con la Yakuza. —dice después, sacándome una mirada desconcertada a la vez que divertida. —Vi como miraba mi apetecible culo el otro día. Soy muy viejo para aguantar eso. —añade lo último para si mismo moviendo la cabeza de un lado a otro.

Suelto una carcajada y me bajo del auto, despidiéndome de Leto con una sonrisa cuando el coche arranca.

Desde la entrada hasta la puerta principal hay unos cuantos metros que recorrer, y yo odio caminar por mucho tiempo con este calor.

Estando allí tocó el timbre esperando a que alguien me abra la puerta mientras le devuelvo el saludo a algunos guardias que ya me conocen.

-—Hola, siento haberte hecho esperar, pero vienes justo a tiempo. Pasa por favor. —habla uno de los empleados echándose a un lado al abrir la puerta.

—No te preocupes, estaré en el cuarto de Grace.

-Si, a ver si se calla de una vez, sus berridos me tienen verdaderamente estresado. —murmura con una mueca de molestia haciéndome soltar una risita.

Con pasos rápidos subo las escaleras y entro a su dormitorio sin molestarme en tocar la puerta.

Entreabro los labios con sorpresa al encontrarme el suelo lleno de papeles, después mis ojos van hasta la rubia que se encuentra sollozando abrazada a una almohada.

—Dios Santo. —musito consternada al ver el panorama de Grace tumbada en la cama con el pelo totalmente desordenado, la cara hinchada y los ojos rojos dejando un rastro de lineas negras bajo sus ojos. Es la réplica perfecta de La Llorona.

Me subo a la cama y le acaricio la espalda. Así pasan los minutos hasta que su llanto finalmente cede y decide levantar la cabeza de la almohada.

—Me voy a morir sola. —musita entre hipos y yo la miro con confusión, hasta que sus palabras cobran sentido.

—No me jodas que todo esto por Leto.

Ella hace el amago de limpiar sus lágrimas, convirtiendo las líneas bajo sus ojos en unas manchas negras.

—Y bien, ¿Qué pasó?

—Que tiene novia, eso pasó, y tienen planes de boda y todo. —responde con palabras atropelladas.

—Oh. —es lo único que soy capaz de decir. Si bien es alguien reservado nunca pensé que ocultara su compromiso con otra.

Definitivamente tengo que investigar más. Pienso para mis adentros antes de escuchar a Grace.

—Lo peor no es eso. ¿Sabes desde hace cuanto que no hago nada? ¡Seis meses hará la semana que viene! Él era mi última esperanza para darle un poco de vida a mi jardín de las delicias. —brama volviendo a romper en llanto.

Cubro mi boca con la mano a modo de reprimir una carcajada.

—¿Y cómo sabes todo eso? —pregunto con mis labios curvándose hacia arriba.

—Solo te diré que nunca subestimes mis poderes. —se sorbe los mocos con un pañuelo antes de intentar encestarlo en el cubo de la basura, fallando en el intento. —Además, unos miserables me robaron todo hoy.

—¿Cómo? —escupo casi de forma automática.

—Esta mañana he ido al spa para olvidar el marchitamiento de mis petunias, y de un momento a otro vinieron unos hombres encapuchados vestidos de negro y me vendaron los ojos. Cuando me desperté estaba en mi casa, justo en la oficina de mi padre donde tengo guardada la caja fuerte, y me obligaron a darles todo lo que había dentro.

—Pero, ¿Estás bien?¿Te pegaron? —digo con una voz alarmada, rebuscando heridas por todo su rostro. Ella asiente con una mirada desdeñosa.

Mientras yo estoy preocupada como la mierda ella lo cuenta todo como si me estuviera relatando la lista de la compra. Parece que le importa más regar sus petunias que el hecho de que le hayan asaltado.

—Si, pero joder, era mucho dinero, y yo ni siquiera sé cómo sabían donde vivíamos, ni dónde estaban nuestras cosas. Todo esto es muy raro. Y los muy desgraciados ni siquiera me dejaron vestirme. —dice esto último con un ápice de resentimiento y molestia.

Suelto un suspiro negando con la cabeza.

—No te preocupes, estoy segura de que encontrarán a los culpables. Lo importante es que no te hicieron nada

—Lo van a pagar muy caro. —susurra entre dientes, pasando de la tristeza a la ira en cuestión de minutos.

—¿De verdad que no quieres que vayamos a la comisaría? —ella niega con la cabeza.

—Los encontraremos más rápido que ellos, sería inútil.

En eso tiene razón, con los contactos que tenemos conseguiríamos encontrar al culpable mucho más rápido de lo que lo haría cualquier policía. Por no hablar de la cantidad de agentes que seguramente trabajen para nosotros en cubierto.

—¿Y tú qué tal con Míster Lengua Mágica? —inquiere mirándome con ojos curiosos y una sonrisa sugerente.

—Nada nuevo, solo hablamos.

—Habláis demasiado, ¿Cuándo pensáis tener algo más de acción? —responde moviendo las cejas de forma sugerente.

—No lo sé, pero es mejor así por ahora, quiero tener mi tiempo para pensar.

Ella me mira con ambas cejas elevadas

—¿En? —inquiere con una mueca confusa.

—En nuestra relación o no-relación, no sé Grace. Toda la situación me confunde y no creo que sea buena idea que estemos follando si mi cabeza es un lío total.

Hago un chasquido con la lengua al ver su expresión divertida y esa gran sonrisa.

—Yo tengo la solución perfecta para eso. —habla relamiéndose los labios, la miro con curiosidad acomodándome mejor en la cama.

—¿Cuál?

—Tenéis que eliminar la tensión sexual que tenéis. Así seguro que te aclaras mucho mejor y sabrás si es solo algo sexual o si va más allá de eso... Follando, Lena. —responde en un tono de obviedad cuando mis ojos la miran con desconcierto.

—¿Y luego qué?¿Dejo que me tenga de esclava sexual unos días y adiós? —digo con total incredulidad.

—¿Y qué tiene de malo? —pregunta agrandando los ojos con una sonrisa y yo la miro como si acabara de decir alguna locura.

—Yo no sirvo para eso, dices que acostarme con el es la solución cuando lo más probable es que sea mi tumba. Definitivamente no.

Así acabaría muchísimo peor de lo que ya estoy, es un hecho. Ni siquiera me veo capaz de separar mis sentimientos de mi atracción sexual hacia él.

¿Cómo podría tener una relación que solo se basara en sexo? Lo mezclaría todo y él se acabaría deshaciendo de mí de la peor forma. Ella solo se muerde el labio inferior, pensando en algo.

—¿Y no crees que eso de que tiene problemas con el compromiso sean cosas tuyas? Tal vez solo sea inexperto en las relaciones románticas. Además, ha pasado por nuestras pruebas a y b de cuando hay un conflicto. Pocos hombres pasan las dos a día de hoy.

—No. Sino ya me hubiera pedido ser su novia otra vez o hubiera formalizado lo nuestro desde hace tiempo. Me hubiera aclarado las cosas. —respondo con una amargura que escondo con una mueca desinteresada.

Cada vez que le hablaba de eso por teléfono desviaba el tema o decía que tenía que marcharse y terminaba la llamada. Cómo si estuviera ocultando algo o quisiera esconder lo nuestro, no solo de mis padres pero del mundo entero.

—A mi me suena más a que te estás poniendo trabas porque te da miedo empezar algo serio con él. O continuarlo. —niego con la cabeza varias veces, olvidando el agujero que estaban formando en mi pecho mis pensamientos de antes.

—Tal vez. Todo es demasiado bueno para ser verdad. —Grace de reojo me da una mirada de soslayo con una sonrisa.

—Eso no va a pasar, deja de sabotearte a ti misma todo el rato, Len. —suelto un suspiro lastimero al sentir sus caricias en mi cabello, justo como él lo hizo ese día antes de que me quedara dormida. —Al final te acabará raptando y te encerrará en su palacio.

Su risita se me hace contagiosa, aunque no me hace gracia lo que ha dicho. En parte porque sé que no está muy lejos de la realidad.

Ambas nos quedamos en silencio por un rato centradas en nuestros móviles.

—Hagamos algo entonces, algo que nos ayude a olvidarnos de los hombres por un rato. —dice con una sonrisa apartando su vista de la pantalla del móvil.

—Si, por favor. Necesito alcohol o alguna mierda así en mis venas ahora mismo. —ella sonríe ampliamente antes de saltar de la cama e ir hacia mi vestidor.

No es la primera vez que compartimos la ropa, y como tenemos el gusto muy similar no hay ningún problema en encontrar algo que me guste.

Después de habernos duchado y estar buscando encuentro un top negro que deja al descubierto mis hombros y mi estómago. Lo combino con una mini falda muy parecida al top que apenas me cubre el culo.

En los pies me pongo unos botines de Prada con algunas piedras que combinan con unos guantes sin dedos que encuentro y en el pelo me hago una coleta simple dejándome un par de pelos al aire libre.

—Te queda mejor que a mí. —murmura Grace con un puchero observando el top.

—Ni siquiera tengo con qué rellenarlo.

—No seas tonta, te queda como anillo al dedo. Es más, si quieres te lo puedes quedar. —sugiere con determinación.

—No, es tuyo.

—A mi ni siquiera me gusta. Quédatelo tu. —insiste con una sonrisa amable.

—Está bien, entonces lo guardaré como si fuera mi tesoro. —respondo con una amplia sonrisa terminando de ponerme el gloss de frambuesa.

—¿Nos vamos? —dice después de varios minutos.

—Si. —la miro fijándome en su vestido corto de seda roja. —Te ves como una diosa.

—Eso es justo lo que somos.

Suelto una risita mientras salimos del dormitorio, yendo hasta la camioneta que nos espera fuera.

—¿Adónde? —inquiere un hombre robusto de mediana edad frente a nosotras, Grace me da una mirada expectante.

—A LIV Nightclub, por favor.

—Es una buena opción. —murmura Grace a mi lado moviendo las cejas.

—Lo es. —respondo con una sonrisa ladina, recordando la última vez que fui con Jason y sus amigos hace unos meses atrás.

Hablando del rey de Roma justo en ese momento recibo una llamada suya.

—¿Hola? —hablo nada más pulsar el botón verde.

—Hola. Mamá quería saber si vendrás a cenar.

—No, dile que estoy con Grace y que muy posiblemente me quedé a dormir en su casa esta noche. —respondo mirándola de reojo, su sonrisa se me hace contagiosa.

—Genial. ¿Y adónde iréis? Por si me preguntan.

—Iremos a ese club al que fuimos juntos una vez, ¿Te acuerdas?

—Ah si, ese, bueno, que os lo paséis muy bien. Y no le des saludos a esa rata de mi parte. —habla después de unos segundos haciendo que Grace suelte un insulto a mi lado.

—Vete a la mierda, Jason. —en ese momento cuelgo la llamada.

—No le soporto. —murmura mirando a través de la ventana con la cara arrugada, molesta.

—¿Puedo saber por qué? Siempre os lleváis como el ratón y el gato.

—Simplemente no le soporto, ya lo sabes.

Asiento despacio, si que lo sé, desde el primer momento en que se la presenté se han llevado mal.

Tras unos minutos más por fin llegamos al sitio, como casi todos los fines de semana está abarrotado de gente, así que hasta que podemos aparcar el coche en un sitio pasa un rato largo.

En la puerta hay un par de hombres bastante corpulentos, ambas les enseñamos los DNI falsos en donde aparece que tenemos veintiún años en vez de diecinueve, y con una especie de brazalete puesto en las muñecas ya estamos dentro.

—No te separes. —chilla Grace en mi oído cogiéndome de la muñeca y llevándome hacia nuestra mesa. —¿Qué quieres que pida para beber? —habla esta vez en un tono más bajo.

Saco la petaca de mi bolso con una sonrisa divertida, haciendo que Grace suelte una carcajada. A veces es mejor prevenir que curar.

—Supongo que necesitaremos algo para mezclarlo. A menos que te lo quieras beber a palo seco. —dice con ambas cejas elevadas y una sonrisa.

—Vamos a la barra. —propongo con rapidez levantándome del alargado sofá.

Detrás de mí Grace sigue mis pasos.

Al llegar a la barra tenemos que esperar a que algunas personas sean atendidas, y en eso echo un rápido vistazo al lugar encontrándome con su mirada. No me lo esperaba aquí, ni siquiera sabía que había vuelto a la ciudad y se ve muy bien acompañado con sus amigos y esas dos chicas. Ellas parecen estar discutiendo algo a su lado.

¿Debería saludarlo?¿Sonreírle tal vez o es mejor hacer como si no estuviera?
Al final me decanto por saludarlo a lo lejos moviendo mi mano con una sonrisa amable, pero justo en ese momento él aparta su vista a dos chicas que vienen con él para decirles algo.

Una es la Pollita y la otra una castaña que no he visto nunca. Enseguida ellas dejan de discutir a regañadientes.

Cuando estoy a punto de volver a saludarlo alguien más llama mi atención a lo lejos.

—¡Hola!¡Cuánto tiempo! —me giro encontrándome a Antoine con una ancha sonrisa.

No sé si sentir alivio porque siguiera vivo o si salir corriendo para evitar su irritante presencia.

—Hola. —habla Grace en un tono seco.

—¿Dónde estáis sentadas? Si queréis os puedo llevar yo las bebidas. Sin ningún problema. —habló guiñándome un ojo, de reojo vi a Grace echarle una mala mirada.

—Gracias, pero no hace falta.

—Insisto, permíteme llevarlas. Hay mucha gente, vais a tardar un buen rato aquí.

—Está bien, solo trae un par de refrescos y unos vasos. —responde Grace de sopetón cogiéndome del brazo y llevándome al sofá de antes.

—Sigue sin caerme bien el franchute ese.

—A ti no te cae bien nadie. —replico con una mueca divertida.

—Tu si.

—Oh. Me siento honrada. —digo tras soltar una pequeña carcajada con una mano en el pecho.

Ambas seguimos compartiendo bromas hasta que los gritos de una mujer un par de mesas lejos nos llama la atención. Viene de su mesa.

La mujer está totalmente enfurecida, parece estarle reclamando algo a uno de los hombres corpulentos de allí. Suelto un jadeo cuando le lanza una bebida a ese mismo hombre que ahora la mira furioso antes de levantarse y pegarle una bofetada que casi le rompe el cuello por el giro tan brusco de la chica al ser golpeada. Después la arrastra del pelo hasta llevarla hacia algún lugar alejado de la sala.

El rubio amigo de Romina también está en esa mesa, pero él solo se ríe y mira la escena divertido.

—Wow. Menudo espectáculo. —habla Grace sin demasiado interés tras darle un trago a la petaca.

Vuelvo a mirar a aquel lugar otra vez, está vez sus ojos azulados me miran con enfado, haciendo que arrugue el ceño. ¿Qué se supone que hice ahora? Son sus amigos los que están formando un escándalo, y uno muy desagradable de ver además.

—¿¡Ese no es Sergio!? —habla Grace a mi lado fijando sus ojos en su mesa. —Y viene bien acompañado. —usa un tono sugerente mientras me da un golpecito en las costillas.

Yo solo me quedo en silencio, apretando los labios tratando de ignorar su gélida mirada que me está empezando a atravesar la frente.

—Señoritas, aquí tenéis. —surge Antoine de la nada con un par de latas de Coca Cola sin abrir y unos vasos con un par de hielos dentro.

Es justo en ese momento cuando recuerdo sus palabras y entiendo a qué viene su repentino enfado, pero no hago nada. Si él no me avisó de que había vuelto y prefería estar de fiesta con sus amigos entonces yo también estaría con Antoine. Aunque después nos hiciera pedazos a los dos. Es un riesgo que pienso tomar encantada.



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