016
Al levantarme de la cama siento algo rozar mi tobillo izquierdo haciéndome dar un pequeño salto hacia atrás. Miro hacia abajo buscando qué fue lo que me tocó y al no encontrar nada vuelvo a poner mi atención en la pantalla del móvil.
Ahogo un chillido cuando mi tobillo es sostenido por una textura suave, espantada trato de tirar de él para liberarlo hasta caer al suelo. Después la cabeza de Grace se asoma por debajo de la cama con una gran sonrisa, mostrando su blanca dentadura.
—¡Sorpresa! Apuesto a que no me esperabas aquí, ¿Eh? —habla mientras se arrastra por el suelo saliendo de debajo de mi cama.
Mi cara palidece en segundos y llevo una mano a mi corazón, sintiendo los desenfrenados latidos de mi corazón. Creo que estoy empezando a delirar.
—¿No te alegras de verme? —reprocha ella levantándose y cruzándose de brazos con un mohín en los labios.
En mis labios se va formando una sonrisa mientras me levanto del suelo y las dos nos fundimos en un abrazo que bien podría haberme roto las costillas.
—¿Cómo has entrado?¿Cuándo has llegado?¿Y porqué no me dijiste nada?¡Casi me da un infarto! —Grace suelta una gran risotada.
—Deberías de haberte visto la cara, era todo un poema. —responde entre carcajadas haciendo que le de una mirada molesta. —Te he echado mucho de menos. —habla sin quitar esa sonrisa una vez está más calmada.
—Yo también, pero ¿Cuándo viniste? Pensé que todavía estabas en Cancún con tu padre.
—Volvimos ayer, casi tuvimos que salir corriendo, las cosas por ahí están muy mal.
—Si, lo sé, algo me dijo mi padre. ¿Pero estáis bien?¿Pasó algo? —Grace asiente varias veces.
—Fue aburrido como la mierda. —la miro levantando las cejas con una cara de jódeme. —¿Qué? Yo ni siquiera quería ir, fue solo para complacerlo y animarlo un poco. Ha estado decaído desde el divorcio. —su voz se va apagando al decir lo último.
—¿Y tú cómo estás?
—Bueno, muy en el fondo sabía que se terminarían divorciando, ya sabes que a mi madre nunca le gustó esto. Pero me siento extraña. —desvía la mirada torciendo sus labios. —Creo que la echo de menos.
Abro mis brazos y enseguida vuelvo a rodear su cuerpo.
—Sabes que siempre puedes contar conmigo, para lo que sea. —hablo con mis manos acariciando su cabello rubio suavemente.
Nuestro abrazo solo dura hasta que sus ganas por saber se interponen de por medio.
—Oye ¿Y dónde has estado metida todo el día? He estado esperandote durante horas. —sus ojos castaños me miran expectantes con una sonrisa maliciosa.
—Fui a la playa un rato con Jas. —digo con simpleza.
—Ah, la rata roja. —responde ella enseguida haciendo que sacuda la cabeza con una sonrisa divertida.
—¿Y qué es eso que tanto me querías contar? —pregunto estrechando mis ojos en ella.
—Eso. Bueno. —hace una pausa que aprovecha para mordisquear su labio inferior.
—Bueno, ¿Qué? —murmuro arrugando el ceño. Ella suspira y coge aire, como si estuviera a punto de soltar una bomba.
—Antes de que desaparecieras Dedos Mágicos y tu teníais algo. —dice tan rápido que me cuesta coger algunas cosas.
—¿Quién? —pregunto frunciendo la nariz hacia arriba.
—Dedos Mágicos. Alek. —responde en un tono de obviedad haciendo que el sonrojo de mis mejillas y mis ganas de llorar vuelvan a niveles iguales.
—¿Algo? —repito con una mueca confusa.
—Si, por el instituto se rumoreaba que érais novios, y tu me contaste que fuistes juntos a la fiesta de... De Kyle, creo que era. —junto mis labios en una fina línea tratando de entender. Todo me suena a chino.
—¿Entonces nosotros fuimos novios?
—Si, eso supongo. Es más que obvio que le sigues gustando. Sino, no hubiera usado su magia contigo. —habla moviendo las cejas con diversión a lo último. —Y ya sabes el dicho. Donde hubo fuego cenizas quedan, y vosotros tenéis mucho fuego. —sacudo la cabeza reprimiendo una sonrisa.
Ahora muchas cosas cobran sentido, pero el hecho de que haya guardado unos sentimientos por mi exnovio que no sabía que era mi exnovio me hace pensar que me estoy volviendo loca.
No comprendo cómo es posible que no me acuerde de una mierda de mi vida tres años atrás pero si mantenga unos sentimientos que tuve por alguien en esos tiempos sin haber visto o hablado con esa persona.
—Y una aquí más sola que la una. —continúa con un suspiro.
Muerdo mi mejilla reprimiendo las ganas de decirle que él ya me ha hecho a un lado de su vida. Probablemente porque ya no le guste de esa forma.
Tal vez esos días en los que estuvo conmigo intentó volver a recuperar lo que sea que tuviéramos antes, y al ver que no pudo decidió dejarme en paz.
—¿Y por qué no me lo habías dicho antes? —me fuerzo a preguntar tratando el nudo de mi garganta.
—Tus padres no querían que te dijera nada de tu vida en ese entonces. Decían que era mejor para que no te volvieran a dar esos horribles dolores de cabeza y para que pudieras superarlo con más rapidez. —elevo ambas cejas frustrada.
No me parece justo que me estén ocultando cosas de mi vida sin siquiera consultármelo, como si fuera un cero a la izquierda. Aunque tampoco vale la pena enfadarse por eso ahora. Al final solo querían lo mejor para mí, y no hubiera cambiado nada el saber todo esto antes.
—Lo poco que sé es que encontraron tu cuerpo inconsciente junto a un coche días después de haberte estado buscando. —arrugo los labios intentando recordar porqué demonios estaría conduciendo un coche a esa edad. Y sola.
No recuerdo haberme sacado el carnet de conducir nada más haber cumplido los dieciséis.
—Está bien. Supongo que necesito tiempo para pensar. Todo esto es muy raro. —murmuro tras soltar un suspiro.
Y él es difícil de descifrar. Si sigue interesado en mí, ¿Por qué no me ha contactado en todos estos años?¿Por qué ha aparecido ahora?¿Por qué me mandó a la mierda sutilmente?
—Lo es. Necesitamos una buena noche, para despejar todas esas malas vibras. —habla con firmeza y sus manos en jarra. —Vamos, levanta ese culo.
—Está bien, pero no podemos llegar muy tarde.
Asiente varias veces sin hacer mucho caso, después camina hasta mi armario en busca de algunas prendas de ropa que ponernos.
La miro espantada pensando que justo hoy acababa de arreglarlo y ya está hecho mierda otra vez.
Estrecho mis ojos en las prendas que lanza a la cama al ver que los pocos pantalones que tengo han desaparecido. Mis dedos rebuscan entre el montón, pero nada. Aprieto los dientes cuando la imagen de unos ojos azules vienen a mi cabeza.
Dejé las cenizas en el cenicero que había en medio de la mesa redonda del jardín trasero y le di un sorbo a la taza de café negro.
—El señor Kristoff desea hablar con usted, dice que es urgente.
—Dile que espere. —murmuré sin molestarme en mover la cabeza ante la voz de otro más de los empleados de la casa.
—Pero señor... —mantuvo silencio al recibir mi mirada y se marchó con pasos rápidos.
Dándole el último sorbo a la taza de café volví a echar un vistazo al jardín y sentí mi alma queriendo escapar de su cuerpo para ir con ella. Ninguna parte de mi ser era incapaz de vivir sin verla aunque sea una vez al día. Se había convertido en una necesidad. Siempre lo había sido.
Al atravesar la puerta del despacho sus ojos enfurecidos me recibieron, y a la vez que le daba un trago al vaso con licor me indicó que me sentara mientras él seguía en el que era mi sillón, como si fuera suyo. Hijo de puta.
—Últimamente veo más tu cara por aquí que en las piernas de tu puta. ¿Debería preocuparme? —murmuré con la esquina de mis labios curvándose hacia arriba sin ceder a sentarme.
Habían pocas cosas que podía forzarme a hacer y él lo sabía, aunque una de esas cosas me estuviera matando lentamente.
—Esas no son formas de hablarle a tu padre. —replicó poniéndose de pie de una forma tan brusca que se balanceó un poco al lado.
Metí mis manos en los bolsillos de los pantalones, observándolo sin un ápice de agrado en el rostro indicándole mi poca paciencia.
—Bien, iré al grano. ¿Me puedes explicar qué estás haciendo con la hija de Ray? Creí que fui muy claro contigo.
Humedecí mi labio inferior, pensando en quién sería el siguiente chivato en adornar las paredes de la casa con su sangre.
Tal vez tendría que colgar su lengua en la entrada para que los demás cogieran ejemplo de cerrar sus jodidas bocas.
—¿No vas a responder? Te estoy dando el beneficio de la duda. Quizás tengas una buena razón para no llenarle la boca de moscas. —masculló entre dientes, con una sonrisa ladina.
—Tu mismo dijiste que serviría para llegar a él. —respondí moviendo los hombros con indiferencia.
—No la necesitamos ahora, déjala para luego. Yo mismo puedo encargarme de Ray, mejor céntrate en Luis y en el jodido topo. —levanté una ceja a la vez que sonreía irónicamente.
Él soltó un suspiro y se levantó del sillón para acercarse a mi.
—Entiendo que te siga gustando la chica, tiene un buen culo, pero vas a tener que buscarte otro coño.
Sentí la sangre de mis venas convertirse en lava. Lo único que me hizo no estampar mi puño en su cara fue el recuerdo de sus ojos verdes.
Ambos sabíamos que al final haría lo que me diera la jodida gana. Ya no le veía el sentido en seguir intentando alejarme de ella si de todas formas nuestra cercanía no era un secreto para nadie.
Además, después de todo mi padre se había convertido en un puto inútil. Lo poco que hacía, lo hacía mal. No había más que ver el imbécil que nos buscó como socio en México, pero pronto me ocuparía de eso. El principal problema ahora era su jodido padre y encontrar la forma de mantener a raya el mío.
Tenía que encontrar la forma
de tenerlo vigilado y las cámaras que había puesto en casa de Lena empezaban a quedarse cortas a la hora de calmar el pánico que no me dejaba cerrar los ojos por las noches.
—¿Lista? —pregunta Grace al otro lado de la puerta del baño en un tono impaciente.
Junto mis labios viendo la respuesta que me ha dado al preguntarle qué había hecho con mi ropa. Es una imagen de una pequeña fogata con mis pantalones.
¿Cómo lo hace para meterse en mi dormitorio cada vez que le da la gana?¿Y qué quiere ahora?¿Volver a recuperar nuestras fiestas de pijamas? Porque es una manera extraña de preguntar.
—Si, ya casi salgo. —respondo a la vez que golpeo la pantalla del móvil con mis dedos.
Yo: ¿Se te ha ido un tornillo? Era MI ropa.
Conde D: Los pantalones son incómodos, lyubov'.
Yo: ¿Incómodos para quién? Estás jodidamente mal de la cabeza.
Exhalo con las mejillas sonrojadas por la rabia. Su respuesta me llega en cuestión de segundos.
Conde D: Incómodos para ambos. Todo obstáculo que se interponga entre mis dedos y mi coño no es bienvenido. Y vigila tus palabras.
Abro los ojos incrédula con mi cara más roja que antes. Dios, ¿Por qué tiene que ser tan mal hablado?
Estoy constantemente escribiendo y borrando mensajes sin llegar a enviarlos sin saber qué decir, ignorando por completo que se hubiera dirigido a mis partes como si fueran suyas.
Conde D: Las bragas tampoco son de mi agrado, tendremos que hacer algo con eso.
Tengo que pestañear varias veces y tragar saliva sin poder creerme que él de verdad hubiese escrito eso. Lo último que le envío es un emoji enseñando el dedo de en medio antes de salir del baño.
—¿Estás bien? Estás roja.
—Eh, si. Todo bien. —me fuerzo a sonreír y poner mi mejor cara.
Mi móvil empieza a vibrar con una llamada entrante, en cuanto leo de quién se trata casi se me cae el móvil al suelo. No pienso responder hasta que Grace se acerca con ojos curiosos y habla.
—¿Es él? Ponlo en manos libres.
—Hola. —hablo rezando porque no volviera a sacar el tema de antes.
—¿Cómo estás?
—Bien. —respondo fingiendo que sus previos mensajes no existen.
De reojo veo a Grace hacer un movimiento con su mano instándome a que le diga algo más, pero mi cerebro parece estar pasando por un cortocircuito.
—¿Quieres salir a cenar?
Aprieto mis labios mientras Grace empieza a dar pequeños saltos en el sitio, más emocionada que yo. Al ver que desisto de responder me levanta el dedo pulgar con una sonrisa de oreja a oreja.
—Me apetece mucho, pero ya tengo planes. Si quieres podemos dejarlo para otro día. —ella me da una mirada asesina mientras yo solo sonrío por devolverle una mínima parte de su medicina al haberme estado ignorando todos estos días.
Al otro lado de la línea él suelta un suspiro.
—Bien. Me avisas del día.
—Si claro. —miento.
—Nos vemos. —más que una despedida suena a un aviso.
Mi estómago bajo se revuelve ante la posible idea de que esta noche vuelva a hacer otra de sus visitas nocturnas.
—Adiós.
No termino de colgar la llamada cuando siento un cojín estamparse en mi cara.
—¿Por qué le has dicho eso?
—Vamos a salir, ¿No? —murmuro en un tono de obviedad.
—Si pero, podrías haberme dejado plantada e irte con él. Hubieras tenido todo mi permiso y bendición.
—Eso hubiera estado muy feo.
—Más feo está que hayas perdido otra oportunidad de comértelo. A ti te encanta desperdiciar los limones que te da la vida.
—Vamos. —murmuro cerrando la puerta y bajando las escaleras con lentitud.
—Buenas tardes señor Easton, ¿Qué tal está?
Levanto la mirada rápidamente encontrándome con mi padre mirándonos con los ojos entrecerrados.
—Bien, ¿Y adónde vais? —cuestiona elevando ambas cejas, su mirada ahora se fija en mí.
—Vamos a dar una vuelta, comer algo tal vez, ya sabes. —respondo con simpleza con intenciones de caminar hacia la entrada.
—Eh, eh, no tan rápido. —responde levantando la voz en un tono autoritario.
—¿Ahora qué papá? —inquiero ligeramente molesta, al ver mis facciones el relaja las suyas.
—Os quiero aquí a las doce como muy tarde.
—Como cenicienta... —responde Grace con diversión. —Está bien. —habla cabizbaja al encontrarse con la mirada de mi padre.
Grace le cae bien, pero su seriedad lo hace ver como si la odiara. Siempre le digo que tiene que sonreír más, pero supongo que le será difícil hacerlo después de estar todo el día lidiando con sus trabajadores. No todos son como Leto.
La cojo del brazo y nos dirigimos hacia la puerta.
—Pasadlo bien. —vocea mi padre cuando estoy apunto de cerrar la puerta.
—Lo haremos. —respondo guiñándole un ojo.
Cuando diviso a Grace la encuentro hablando con Leto apoyada en el coche.
—Ya podemos irnos.
—Esta vez quiero conducir yo.
—No. —suelta Leto recibiendo una mirada de Grace.
—¿Porqué no? —pregunta ella con una mirada desafiante.
—Por mi no hay problema. —respondo con una sonrisa.
Leto me mira incrédulo antes de soltar un suspiro exasperado y ceder.
Rápidamente Grace se sube al auto encendiendo el motor, mientras que yo me siento a su lado y Leto detrás con cara de pocos amigos.
Abro los labios jadeando cuando el coche arranca de forma abrupta. Luego salimos a la carretera con tanta velocidad que me tengo que sujetar del asiento.
—¿Estás loca? —farfulla Leto detrás mirando a Grace con los ojos más abiertos de lo normal una vez que estamos en la autopista.
—Un poco de velocidad no le hace daño a nadie, ¿Cierto? —responde ella con una sonrisa ladina.
—Habla por ti, yo estoy a punto de echar los intestinos—hablo dándole una rápida mirada de reojo.
—Está bien.
Suelto el aire que he estado reteniendo al sentir que baja la velocidad.
Cuando llegamos al restaurante mi cuerpo se impulsa hacia delante con la forma en la que Grace aparca el coche, haciendo que Leto suelte una maldición detrás nuestra.
Luego ambos nos bajamos del auto esperando a que ella termine de mirarse en uno de sus espejos de bolsillo.
—Recuerdame no dejarle el volante nunca más. —habla Leto mirándola de reojo.
—Por lo menos hemos llegado sanos y salvos. —murmuro con un intento de sonrisa.
Grace se baja del auto bloqueando todas las puertas y entregándole las llaves a Leto.
—Te avisaremos para que nos recojas.
—No me pienso ir a ninguna parte.
Grace lo mira con el ceño fruncido y luego me da una mirada confusa.
—Cosas de mi padre, ya sabes cómo es. —respondo moviendo los hombros.
—¿Entonces eres algo así como nuestra niñera? —inquiere ella con sorna mirando a Leto en espera de una respuesta.
—Yo solo os protejo el culo, lo que hagáis me da igual. —responde antes de comenzar a caminar hasta la entrada.
—Lo dicho, niñera. —habla Grace con una sonrisa, ignorando la mirada irritada de Leto.
Grace y yo le seguimos por detrás, luego se acerca uno de los camareros para indicarnos nuestra mesa y nos sentamos en los asientos.
—¿No comerás con nosotras? —digo al ver que Leto no se sienta con nosotras.
—Prefiero tener unos minutos de tranquilidad.
—Pues tu te lo pierdes. —responde Grace con una sonrisa ladina cuando ya se ha ido. —Oye. ¿Y siempre es así de desabrido? —pregunta después de un rato mirando por encima de la carta.
—En el fondo es algo...tratable. —hablo soltando una risita.
—Nunca le caigo muy bien. —dice en un tono bajo.
—Bueno, tampoco le veo el problema, solo es mi guardaespaldas, ¿Por qué te importaría eso? —murmuro moviendo las cejas, mirándola con ojos curiosos.
Ella suelta un suspiro y deja la carta en la mesa.
—El problema es que eso me gusta. Mucho. —responde en un bajo murmullo, como si me estuviera contando el mayor de sus secretos.
—¿Qué?
—Me ponen muy caliente los chicos a los que no les caigo bien. Los retos me encienden. —responde en un lamento mirando a Leto con una sonrisa ladina.
—¿Por qué te gustaría alguien a quien no le agradas? No tiene sentido. —digo en un tono de obviedad. Como si tú no hubieras estado ahí antes. —Bueno, tal vez si. —susurro después para mi misma.
Es muy atractiva, siempre que va a algún sitio llama la atención de los demás, y su personalidad tan espontánea e impulsiva la hace tener un carácter fuerte pero algo dócil si sabes domarla.
Lo malo es que a veces puede ser muy cabezota, y en el ámbito amoroso por alguna extraña razón siempre se fija en hombres que no están interesados en ella, hasta que tiene una oportunidad con ellos y se le acaba el amor.
—No lo sé, tal vez es algo de familia.
—la miro reprimiendo una carcajada.
—Definitivamente necesitas algún Dios, medicación o alguna cosa así.
Tú la primera. Me digo por dentro haciendo que quiera poner mi atención en los platos del menú otra vez. Tal vez comer hará que la maldita voz se calle.
—¿Qué van a beber? —pregunta el camarero que se acerca a nuestra mesa con una sonrisa que bien podría rozar lo perfecto.
—Una botella muy fría de vino rosado, por favor.
—Ese de ahí no ha parado de mirarnos desde que llegamos. —susurra con una sonrisa ladina tras un buen rato.
—¿Quién?
—El que está dos mesas a nuestra derecha. Disimula. —advierte al ver mis intenciones.
Me doy la vuelta intentando vislumbrar al hombre hasta que por fin lo encuentro. Lleva una gorra de color negro y está cabizbajo, parece que escribiendo algo en su teléfono móvil.
—¡Auch! —exclamo al sentir el tacón de Grace clavarse en mi pie.
—Te he dicho que disimules, no que lo llames con los ojos.
El mismo camarero de antes se acerca con la botella de vino y dos copas antes de que pueda añadir algo más.
—¿Ya saben que van a pedir de comer?
—Para mi un solomillo de wagyu con patatas.
—Para mi igual. —musita Grace con las mejillas sonrojadas evitando mirar al camarero.
—Perfecto, gracias.
—Y el idiota ese mirando todo el rato, ¿Es que no tiene nada más que hacer o qué? —suelta entre dientes dándole una mirada de reojo al hombre de antes en cuanto se va el camarero.
—Tal vez le gustes. —respondo moviendo ambas cejas.
—Gracias pero no. Además, a mi me gustan bronceados, con un poco de color. —habla mirando de reojo a Leto.
Yo sacudo la cabeza con una sonrisa divertida.
Los minutos transcurren entre risas y conversaciones banales, hasta que nos traen la comida y ambas le hacemos más caso a nuestra conversación que a la comida del plato.
—Estoy empezando a pensar bastante mal de ese tipo. —habla Grace en un susurro.
—¿Por qué?
—Puede ser un infiltrado que planea acabar con nosotras en cualquier momento. O trabajar para la DEA.
—Suena algo loco, pero también es bastante probable. —respondo con el ceño fruncido antes de darle una rápida mirada al susodicho. Él ahora bebe lo que parece un vaso de agua.
No ha pedido nada para comer, y en un lugar como este dudo que te dejen estar sin pedir nada más que un vaso de agua.
—Lo es, por eso me preocupa. —vuelvo a desviar mi atención hacia Grace al escuchar su voz.
—¿Y qué piensas hacer?
—No lo sé, pero tenemos que cuidarnos bien las espaldas. —habla dándole una mirada de soslayo con los ojos ligeramente entrecerrados al hombre.
Cuando suelta el tenedor de forma repentina el ruido hace que esté a punto de atragantarme con la copa de vino.
—¡Se ha levantado! —exclama en un susurro haciendo que desvíe mi mirada a aquel lugar. —Creo que va a los aseos.
—¿Y pretendes que lo retengamos ahí y le hagamos un interrogatorio? —digo en un tono divertido.
—Solo espérame aquí. —habla para después levantarse y coger su bolso yendo a los aseos con rapidez.
Con la espera soy incapaz de seguir hincándole el diente al resto de mi carne. Grace no tarda más de cinco minutos en volver con una cartera y un móvil en sus manos.
—Tenemos que irnos. Ya. —suelta con palabras atropelladas guardando estás dos cosas en su bolso.
—¿Qué has hecho? —pregunto levantándome de la silla y haciendo una señal a Leto.
—Luego te lo cuento. —responde ella sin siquiera darme tiempo a dejar el billete de quinientos dólares cuando ya se ha ido.
Una vez estamos en el coche y Leto en el asiento del piloto conduciendo ella se acerca a mi oído.
—He conseguido coger su cartera y su móvil, no preguntes cómo. Ahora por lo menos tenemos pistas para investigar. —murmura con una sonrisa que no puede esconder bajo mi mirada incrédula.
—¿¡Qué!?¿Te estás volviendo loca? —le respondo en un grito ahogado, forzando una sonrisa cuando Leto nos mira de reojo por el espejo retrovisor.
—¿Tienes una mejor idea? —al ver que no respondo continúa hablando. —Mira, si al final resulta no ser nadie el hombre pensará que fue un simple robo. Y si es alguien peligroso, para cuando nos quiera hacer daño ya se lo habremos hecho nosotras. —sus palabras suenan tan convincente que por un momento me lo creo. Solo por un momento.
Cuando llegamos a su casa y Leto se ha largado con la advertencia de volver mañana a por mí a primera hora vamos a su habitación y nos ponemos a inspeccionar las pertenencias de aquel hombre.
El teléfono empieza a vibrar sobre la cama, pero ninguna de las dos se atreve a cogerlo. No es hasta que las vibraciones se detienen cuando nos centramos en una tarjeta de identidad.
—Sergey. —murmura Grace a mi lado con una sonrisa burlesca. —Qué nombre tan horrible. —añade antes de soltar una carcajada.
Sacudo la cabeza a su lado estrechando mis ojos en el número telefónico de antes. Lo he visto en alguna parte.
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