013

Algo frío se posiciona sobre mi nariz. Muevo la cabeza a un lado queriendo deshacerme de esa sensación, pero un olor a cigarro hace que olvide mis planes y me acurruque en las sábanas.

Mi cabeza vuela una vez más a sus ojos mientras dejo que su olor me envuelva y me haga pronunciar su nombre en un leve suspiro. El olor se hace más intenso. Luego algo caliente y suave se pone sobre mi nariz, haciendo que abra los ojos de sopetón.

—Alek... —murmuro al encontrarme su rostro siendo alumbrado por la poca luz que entra por la ventana.

Pienso que todo se trata de otro estúpido sueño, pero para cuando quiero incorporarme en la cama mis muñecas parecen estar atrapadas.

Levanto la cabeza viendo las esposas que me tienen atrapada al cabecero de la cama y le doy una mirada incrédula.

—Quiero que hablemos. —habla con una voz más áspera de lo usual, como si con eso hubiera estado respondiendo a mis preguntas.

No me había fijado en la rabia que emana de sus ojos hasta ahora. La sábana que momentos atrás cubría mi cuerpo ahora está tirada en el suelo, pero lejos de incomodarme mis piernas tiemblan por la cercanía de nuestros cuerpos y mis dedos arden por tocar su piel.

—Curiosa forma de hablar la tuya. ¿No crees? —hablo con la comisura de mis labios inclinándose hacia arriba. —¿Me sueltas?

Él frunce el ceño en una cara de enfado total. Antes de que pueda indagar en el porqué él se me adelanta. 

—¿Me explicas que hacías besuqueándote con ese imbécil en el centro comercial?

—¿Me has estado siguiendo? —musito en un hilo de voz.

Mis mejillas se sonrojan ligeramente al obtener una respuesta afirmativa por la expresión de sus rasgos endurecidos.

—Aquí las preguntas las hago yo, Lena, y me estoy empezando a impacientar.

—No sé qué fue lo que vistes, pero fue él el que se me tiró encima. —respondí casi titubeante, haciendo una pausa después. —Además, lo nuestro solo fue un beso. No tienes porqué reclamar nada porque tú y yo no somos nada.

Con eso esperé mandarle alguna especie de indirecta bastante clara. Algo que le hiciera saber que quería llevar lo nuestro más lejos de unos simples besos, incluso después de haber descubierto su faceta de acosador.

Tampoco creo que sea la más indicada para reprocharle nada, sabiendo bien que yo hice lo mismo unos años atrás. Cuando iba a su universidad y los mismos lugares que él frecuentaba con Grace, usando excusas estúpidas para poder verle de lejos y seguir fantaseando con tenerle cerca. Entre mis brazos.

—Lo somos malditamente todo. Y si ese o alguien más se atreve a tocarte no va a vivir mucho para contarlo. —murmura con una mirada que eriza los pelos de mi nuca.

Mi corazón empieza a bombear con fuerza al distinguir la navaja que tiene entre sus dedos.

Cuando pasa el filo por mi torso destrozando el top de tirantes las palabras quedan atascadas en mi garganta, junto a un extraño gemido que no dejo escapar.

—¿Qué haces? —pregunto al ver que lo próximo serán mis bragas.

Muerdo mi labio inferior al quedar desnuda ante sus ojos que me observan como si fuera alguna especie de talismán, dejando a un lado la ira demencial con la que observaban mis labios antes.

La navaja se detiene en el comienzo de la parte externa de mis partes íntimas, haciendo que cierre las piernas lo más pronto posible como un intento de evitar que vea mi humedad y ahorrarme un momento vergonzoso.

—No me hagas daño.—musito tan pronto como me libero de la hipnosis a la que me someten sus ojos.

—Nunca te haría daño lyubov'. No de la forma que crees. —responde con una sonrisa corta.

Cierro los ojos al sentir su lengua pasar por todo mi estómago hasta detenerme en mis pechos. Allí muerde uno de mis pezones hasta arrebatarme un pequeño grito ahogado que solo aumentó la tensión de mi vientre bajo.

Después limpia el pequeño hilo rojizo que sale de mi areola y un sonido gutural escapa de su garganta. Como si mi sangre fuera la ofrenda más exquisita que había probado nunca.

Al él levantar la cabeza nuestras miradas se encuentran, compartiendo un silencio cómplice que se encarga de disipar la vergüenza por exponer mi placer ante sus actos bruscos.

—Krasivaya. —susurra en mis labios con una voz ronca acariciando la curva de mi mandíbula antes de sustituir sus dedos por su lengua.

Su piercing se desliza por mis labios y se adentra hasta mi garganta, acallando mis gemidos con un beso hambriento que yo apenas puedo seguir a la vez que pellizca mis pezones. 

Luego los sostiene sin apartar mi mirada de la suya.

—Esto me pertenece. —dictamina en mi oído antes de llevar sus manos a su trasero.

Otro gemido muere en su mano y empiezo a lamerla con desespero, sin molestarme por ocultar mi desespero por tocarlo y sentir más de él.

—Esto de aquí también.

Baja su mano hasta mi coño, cubriendo sus dedos con los flujos que segundos más tarde pone sobre su lengua.

El calor de mis mejillas no me distrae del picor de mis manos que siguen ansiando tocarlo.

—Quiero tocarte. —murmuro moviendo las cadenas de mi muñeca en un nulo intento de liberarme. —Déjame tocarte.

—Hoy no. —responde antes de alejar su mano y sacar un pañuelo con cuadros negros del bolsillo, amordazándome con el después bajo mi mirada desconcertada. —No hagas ruido.

No tengo tiempo para buscar el porqué de su aviso cuando acerca sus labios a mi humedad. Estoy jodidamente empapada. Tanto que incluso las sábanas seguramente hayan sufrido las consecuencias de eso.

Primero limpia el exterior de mi labios menores pasando su piercing muy cerca de mi entrada.

Echo la cabeza hacia atrás con un grito que cubre el pañuelo, golpeándome con el cabecero de la cama. El sonido hace que él desvíe su atención a mi cabeza por un momento, y cuando abro las piernas con una mirada que refleja mi desesperación su cara cambia a una menos preocupada.

Su lengua después va a mi clítoris y las paredes de mi entrada anal pasando por el agujero de mi cavidad.

—Esto de aquí también me pertenece. Toda tú lo haces. —susurra con su boca de nuevo cerca de mi coño.

Muerde uno de mis labios externos y succiona mi clítoris. Su lengua se introduce varias veces en mi vagina penetrándome con el piercing de oro de su lengua.

Cuando mis paredes empiezan a tener un intenso temblor que me nubla la vista decide alejar su lengua y quitarme el pañuelo que cubre mi boca.

Luego coge mi rostro y habla, ignorando los jadeos ahogados que salen de mi garganta y la mirada desesperada de mis ojos porque siga.

—Abre la boca, quiero que sepas lo jodidamente deliciosa que eres.

No me lo pienso dos veces y dejo que meta su lengua hasta poder tocar mi campanilla. Suelto un gemido sin ningún pudor al recibir la mezcla de mis flujos con nuestra saliva.

Él me sigue besando con ferocidad, queriendo devorar hasta las migas que quedaran de mi a la vez que mete el mango de la navaja en mi coño.

Mis gimoteos se quedan en el aire a la vez que cierro los ojos y muevo mis caderas, haciendo que el mango entre y salga con más brusquedad de la que él maneja, pero de todas formas me deja tomar el control dedicándose solo a sujetar el mango.

Los pequeños cortes que la navaja me había hecho al rozar mis muslos internos con ella crea unos pequeños hilos de sangre que terminan por desaparecer en su lengua. Como si fuera una especie de premio que yo misma le daba por su buen trabajo al complacerme. 

Arqueo la espalda empezando a menear mis caderas con más ímpetu que antes sin importarme los cortes de mi muslo interno. Cuando estoy a punto de correrme se detiene otra vez.

—Sigue. —murmuro clavando mis ojos en su mirada de forma casi imperiosa.

—No creo que te lo merezcas. —habla fijándose en mi mirada ansiosa y mi pelo desordenado con una sonrisa.

—Entonces suéltame, terminaré el trabajo yo sola.

—No. No me gusta cuando los demás tocan lo que es mío. —refuta en un bajo murmuro sombrío.

—¿Qué? No puedes dejarme así toda la noche, no podré dormir. Por favor.

Escuchar esa palabra hace que sus facciones se suavicen un poco, pero finalmente desiste de hacerlo y se acerca solo para aflojar las cadenas de mis muñecas y dejar un beso en medio de su cabeza.

—Nos volveremos a ver pronto, lyubov'. Pórtate bien. —murmura con una sonrisa tirando de mis labios antes de desaparecer por la ventana.

Lena

Me despierto con un ligero dolor en los brazos y bastante hambre, me sobo las muñecas viendo que las cadenas han desaparecido por completo. ¿Cuándo demonios me la quitó?

Mis ojos van a un bolso que parece de lujo. A pesar de seguir somnolienta la curiosidad me gana y consigo abrirlo encontrándome con otro teléfono móvil de la misma marca, esta vez es blanco. Me paso algunos minutos ojeando el aparato hasta encontrar un número telefónico sin nombre pero añadido a la agenda de contactos.

Supongo que es él otra vez. Aunque después de cómo se fue ayer no quiero ser yo la primera que lo llame.

Mi cabeza vuela a lo que pasó y mis mejillas se sonrojan ligeramente. La parte más racional de mi me grita que no me vuelva a acercar, él es peligroso y violento, me lo dejó ver bastante bien la noche anterior. Pero mi otra parte, la parte que ha estado soñando con él desde meses e incluso años atrás, me dice que debo entregarme a él en cuerpo y alma, sin importar que el frío de sus ojos terminara por congelar todo a mi alrededor.

Estando frente al espejo del baño mi vista va a mi cuello una vez más. Aún me duele un poco por todas las mordidas y succiones que dejó allí, y ese dolor hace que mis muslos internos se aprieten inconscientemente.

Me cuesta un buen tiempo deshacerme de las marcas y mis mejillas estuvieron sonrojadas en todo momento, como un castigo recriminándome que estoy igual de mal o peor que él, a la vez que mi corazón no para de revolotear sin parar por todo mi pecho.

—Buenos días. —hablo con una voz cantarina al entrar a la cocina. Jason pone una mueca desagradable.

—Hola. —responde seco volviendo a centrar su atención en la pantalla del móvil. Le doy una mirada de reojo abriendo la puerta de la nevera.

—Alguien se ha levantado con el pie izquierdo. —utilizo el mismo tono de antes haciendo que el suelte un bufido.

—No soporto esa voz tuya. Me dan ganas de vomitar. —trato de evitar una risita, luego mis ojos caen sobre las tortitas de su plato y él se adelanta a mi pregunta.

—Te he dejado unas en la sartén.

—¿Las has hecho tú?

—¿Todavía lo dudas? Aprendí a cocinar antes que a hablar. —responde con una sonrisita dejando el móvil a un lado y metiéndose un trozo grande a la boca.

Con una enorme sonrisa levanto la tapa de la sartén, en cuestión de segundos se desvanece al encontrarme dos tortitas quemadas. Ni siquiera parece comestible, se ve más como dos trozos de carbón.

—¿Qué mierda es esta? —pregunto levantando la masa viscosa con el tenedor.

Él me da una larga mirada antes de acercarse a la sartén.

—Lena, solo está un poco quemado, quítale lo negro y ya está. No seas exagerada. —habla en un tono de obviedad.

—¿Lo negro? No veo otra cosa que no sea lo negro en toda la comida.

En eso mi teléfono móvil suena con una llamada entrante, al ver el nombre de Romina en la pantalla olvido la masa negra y cojo la llamada.

—Hola, ¿Qué hay de nuevo? —habla ella del otro lado.

—Nada interesante por aquí, ¿Tu qué tal estás?

—Bueno, no es mi mejor momento. —musita en un tono bajo, después hay un silencio. —Oye, ¿te apetece ir a alguna parte? Si me quedo un día más en mi casa me voy a terminar volviendo loca.

—Claro que si, dime dónde nos vemos.

Apunto la dirección que me da en una servilleta.

—Nos vemos en media hora entonces.

Colgando la llamada voy en busca de ponerme algo ligero, luego me hago una coleta y me pongo un bálsamo de labios antes de salir al garaje con el bolso que suelo usar siempre.

En unos minutos estoy en un parque bastante grande y rodeado de naturaleza.

Desde aquí se escucha un poco lo que será el concierto de rock que mencionó Romina antes. Al encontrarla muevo mi mano de un lado a otro para que pueda verme.

—Cualquier cosa me llamas de inmediato. —habla Leto a mi lado. La arruga de su ceño que ha mantenido todo el viaje se ha hecho más prominente.

—Si, vale. —murmuro mientras me quito el cinturón de seguridad y abro la puerta.

—¿Vas armada, no?

—Si Leto, estáte tranquilo, además hay mucha gente, voy a estar bien.

—Como Ray se entere de que te he dejado sola, me mata.

—Relájate, tomate una cerveza o algo así. —musito divertida cerrando la puerta de un golpe.

El aire es caluroso con un olor a lavanda, y el césped parece estar húmedo como si se hubiera regado recientemente.

Muevo mi mano otra vez al ver a Romina apoyada en un árbol no muy lejos de la entrada.

—Gracias por haber venido.

—Somos amigas, no hace falta que me agradezcas.

—No todos los amigos están en tus peores momentos. —sonríe levemente, después empezamos a caminar hasta una parte del parque en la que no hay casi nadie.

Ahora es cuando me arrepiento de haberme puesto una mini falda, antes de sentarme en el césped me aseguro de que no haya insectos.

—A mis amigos todavía les queda un buen rato para salir. —murmura Romina sacando un cigarro y un mechero del bolsillo de sus jeans.

Después se sienta a mi lado de forma que no me dé el humo del cigarro.

—¿Fumas? —niego varias veces.

Solo suelo hacerlo cuando estoy en uno de los eventos de mi madre muerta del aburrimiento o en fiestas si necesito algo con lo que calmar mis ansias, así que no lo llamaría fumar como tal.

—Y tu tampoco deberías, te vas a morir.

—De algo habrá que morirse, ¿No? —suelta en un tono juguetón tras un par de caladas.

—Eso dicen todos, hasta que se ven con una máquina que les ayuda a respirar porque sus pulmones ya están hechos mierda. —suelto mirando a la nada, Romina me da una mirada de soslayo y suelta una risita.

—Oye, ¿Dónde te has dejado a Jay? —pregunta después de varios minutos.

—Supongo que en casa, ¿Por qué?

—Simple curiosidad, como siempre os veo juntos pensé que vendría contigo.

—¿Desde cuándo te gusta? —Romina se atasca con el humo del cigarro y empieza a toser.

—No me gusta, simplemente me atrae, como para una noche nada más. —la miro algo asqueada.

¿Mi hermano atractivo? A mis ojos luce como esos gorilas que tienen el pelaje rojo.

—Me extraña que no hayáis hecho algo ya, os conocéis desde hace mucho tiempo.

—Si, pero antes estaba con Matt. —apaga lo sobrante del cigarro en lo que parece ser una pequeña caja de plástico.

—¿Cómo llevas eso? —pregunto moviendo mi cabeza a un lado.

—Estoy yendo a terapia, ayuda mucho, además me ha hecho ver que no era más que un idiota, no me merecía.

—Si que lo era, por lo menos Jason es mucho mejor partido. —insinúo elevando ambas cejas.

—Ni lo pienses, no quiero saber nada más de relaciones amorosas, una noche y después adiós. —responde con una media sonrisa levantándose.

—Si claro. —murmuro con ironía intentando seguir sus pasos, me sacudo algunas hojas de la falda.

—¿A dónde vamos?

—A los camerinos. —responde con una sonrisa amplia.

—Dime que hay aire acondicionado o algo así ahí dentro, mis pies se están empezando a derretir. —me muevo el pelo de un lado a otro intentando sentir algo de fresco, maldigo el no haberme traído ninguna liga con la que poder amarrarme el pelo.

Al llegar a una especie de casa rodante unos metros atrás del escenario un chico joven nos detiene, preguntando por nuestras identidades.

—Déjanos pasar. —le habla Romina en un tono brusco.

—Vosotras no estáis autorizadas para entrar aquí, así que largo. —responde de la misma forma.

—Esta bien, podemos esperar fuera. —ella niega con la cabeza.

Doy un pequeño sobresalto al escuchar la puerta detrás mío.

—¿Qué pasa? —un chico con los brazos tatuados y el cabello rubio abre la puerta.

Es bastante atractivo, casi como algún modelo de revista. Su cuerpo de complexión delgada no está excesivamente trabajado y sus ojos verdes parecen brillar hasta en la oscuridad.

—Estas dos chicas se quieren colar. —refuta el guardia con desprecio.

¿Este para quién mierdas se cree que trabaja?¿Para los Rolling Stones? El rubio tatuado sonríe ampliamente al encontrarse con la mirada de Romina.

—Déjalas pasar.

Ella sube a la furgoneta y se funde en un fuerte abrazo con el chico. Yo sigo sus pasos y me quedo detrás esperando a que se separen.

Cuando veo que tardan más de la cuenta decido hablar.

—Hola.

El chico posa su mirada en mí, después se lleva una de mis manos a sus labios. Su cara se me hace algo conocida. Tal vez lo haya visto en algún concierto antes.

—Denis, un placer.

—Lena Easton. —no se porqué mierdas inclino la cabeza, pero lo hago.

El tal Denis suelta una carcajada que me hace sonrojar ligeramente.

—¿Quieres algo de beber?

—Si por favor. Lo que sea está bien.

Él se va a alguna parte con Romina y yo me siento en un sofá. Delante mío está Theo, Nick, y otros chicos que no me suenan. Hago el amago de sonreír cuando Theo me saluda moviendo la mano.

Al volver el rubio me lanza una lata de cualquier marca de cerveza que atrapo con torpeza. No sé si es buena idea ingerir alcohol con casi nada en el estómago, pero de todas formas me la bebo casi de un solo trago, provocando algunas miradas curiosas.

—Pareces un camionero. —Romina y Theo sueltan una fuerte carcajada.

—Bueno, brindemos porque todo salga bien. —exclama el chico de antes alzando su lata de cerveza y todos le copian.

—No sabías que eras músico. —le digo a Theo.

Él está sentado en una esquina, los mechones de pelo castaño le caen por la frente, rozando el piercing que tiene en la ceja izquierda.

Tengo que admitir que esos ojos verdes agua lo hacen resaltar ante los demás, y a diferencia del resto no tiene ningún tatuaje, pero si que tiene bastantes perforaciones, por la protuberancia que hay en su camiseta diría que incluso tiene piercings en los pezones.

—Bueno. Ahora ya lo sabes. —responde queriendo dar la conversación por finalizada. Parece alguien no anda de buen humor.

Después de un par de latas más de cerveza siento la vejiga a punto de explotar, me muerdo el labio inferior al ver a Romina salir de la caravana.

—Necesito ir al baño, urgente. —digo dando pequeños saltos en el sitio.

—Es la segunda puerta de la derecha, pero date prisa.

Mientras los demás salen de la caravana intento encontrar los aseos, veo que una de las dos puertas está medio abierta y decido mirar un poco para asegurarme de que no es el baño. Del otro lado está Theo sentado en el borde de una cama y la cabeza inclinada en una mesita con un polvo blanco encima repartido entre líneas. No hay que ser muy listo para saber lo que es eso.

Durante unos segundos me quedo desconcertada viendo cómo acerca su cara a la mesita cada vez más hasta detenerse y echar la cabeza hacia atrás.

En ese instante me meto al aseo rápidamente intentando no hacer ruido, decidiendo que por el momento sería mejor olvidar lo que vi. Al fin y al cabo no soy nadie para meterme en lo que haga. Cuando termino voy en busca de Romina, me la encuentro a un lado de la puerta esperándome, los demás parece que ya se han subido al escenario.

—Date prisa, está a punto de comenzar. —me coge de la muñeca y me lleva casi a rastras hasta una parte de la segunda fila.

Por un momento me siento algo sofocada con la cantidad de personas que hay alrededor, estas sensaciones se marchan cuando veo a Theo preparado para empezar a tocar la batería, ¿Cómo es posible que haya llegado ahí tan rápido?

El concierto dura aproximadamente una hora y media, tocan bastante bien, claro que el hecho de que sea rock es un punto a su favor porque es uno de mis géneros favoritos. Tras aquello pasamos más tiempo con los amigos de Romina en la caravana, de vez en cuando veo de reojo a Theo.

El está como si nada charlando con los demás y no sé porqué eso hace que mi intriga hacia el suba como la espuma.

Un par de horas después me despido y camino hacia donde se supone que tendría que estar Leto esperándome en el coche, para mí desgracia en el sitio piloto está mi padre con una cara de muy pocos amigos.

—Oh, hola. —saludo con una amplia sonrisa.

Mi padre solo me mira fijamente antes de abrirme la puerta del copiloto desde dentro.

—Creo que está vez puedo sentarme atrás. —musito con la intención de abrir una de las puertas traseras, hasta que su voz autoritaria me detiene.

—Sube.

Hago lo que dice con resignación, apretando el bolso entre mis manos para disipar mis nervios.

—¿Tienes idea de lo preocupado que estaba? Te he dicho miles de veces que no salgas sola.

—Pero...

—No, no hay peros que valgan Lena, estamos en guerra con un cartel de México, ¿Sabías eso?¿Entiendes porqué me preocupo tanto ahora? —suelta irritado y en un tono brusco.

—Si. —musito apartando la mirada.

Por más que quiera entender la situación jamás voy a estar de acuerdo con no tener la más mínima privacidad en mi vida social simplemente por el trabajo que mis padres decidieron tener, no me parece justo, pero tampoco puedo recriminarles nada por querer protegerme.

—Lo siento. —murmuro en un tono bajo.

—Entiendo que quieras tener más libertad, pero por el momento no puedo concederte eso ahora, ni a ti ni a tu hermano. —murmura un poco más calmado.

—Está bien. —respondo con derrota.

—Y estás castigada, no saldrás en tres semanas, ni siquiera al jardín, así que olvídate de piscinas.

—¿Bromeas, verdad? —pregunto con una sonrisa divertida, pero al ver que va en serio frunzo el ceño . —¡Eso es casi un mes! Y no puedes encerrarme en la casa como si fuera algún tipo de cárcel.

—¿Quién lo dice? —inquiere con ironía, frunzo aún más el ceño al ver su sonrisa de medio lado.

—Tu hija, me merezco un castigo, no una pena judicial grave. —suelto bruscamente haciendo que su sonrisa se ensanche aún más.

—Si sigues protestando le sumaré más días a tu condena. —responde con una sonrisa de medio lado.

Me muerdo la lengua antes de mirar a través de la ventanilla frunciendo las cejas a más no poder.


¹Lyubov' : amor
²Moya lyubov' : mi amor
³Ty krasivaya: eres preciosa

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