008
—Muchas gracias por todo Lena, de verdad que eres la mejor. —Romina se lanza a mis brazos de forma inesperada y eso hace que tarde un poco más en devolverle el abrazo.
—Llámame para lo que necesites ¿Vale? —ella solo asiente con una pequeña sonrisa. —Y ya sabes que puedes venir cuando quieras. —hablo cuando está dirigiéndose hacia la puerta.
De la nada aparece Jason comiéndose lo que parece ser un polo de limón, pero está tan centrado en las nalgas de mi amiga que no se da cuenta de que estoy ahí.
Con el ceño fruncido le propinó un codazo que le hace soltar una maldición cuando casi se le cae el helado al suelo.
—¡Yo también tengo ojos! No vas a ser tú la única babeando por ahí.
—¿Qué? —al ver mi cara de espanto y confusión hace una mueca que destila burla en todo su esplendor.
—Es bastante obvio que te gusta ese tío, ¿A quién no? Me gusta hasta para mí. El muy condenado está como quiere. —murmura elevando ambas cejas de forma sugerente, refiriéndose a Alek.
Suelto una risita suave antes de cogerlo del brazo y lo llevo a un lugar que sea más privado. Necesito más información de ese tema.
—¿Me vas a matar por descubrir tu pequeño secreto? —inquiere divertido jugando con la paleta del polo. —Si es así hazlo rápido por favor. No quiero sufrir.
—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunto sin molestarme en negarlo. En este punto sería inútil.
—Tal vez desde que casi te caes de la terraza observándolo como si fuera alguna especie de deidad. —suelta una carcajada haciendo que me ponga más roja de lo que ya estoy.
—Eso no es verdad. —replico con las mejillas todavía acaloradas.
—No te preocupes, tu secreto está guardado conmigo, no diré nada del conde Drácula. —responde usando un tono burlón para la última palabra antes de subir las escaleras.
•••
En verano los días se pasan tan rápido que una ni siquiera se da cuenta, y eso que este año ha sido uno de los más aburridos en toda mi vida. El resto de mis amigos, al igual que Grace, no están en el país y mis padres están más paranoicos que nunca como para dejarme ir con ellos o permitirme ir muy lejos de la ciudad.
Ayer apenas supe qué día de la semana era, hoy tampoco lo sé ¿Y qué más da? Al final las vacaciones están para eso, para disfrutarlas y olvidarse de todo. Todo menos de él.
Así es como arruinas un buen baño en la piscina. Pienso para mis adentros al salir de ella con algunas gotas de agua esparciéndose por el césped.
Me hago un moño y cojo la toalla para secarme algunas partes del cuerpo. Después me la enrollo y camino descalza hasta mi dormitorio, donde me cambio de ropa por algo más simple para bajar a ver la televisión un rato.
Esta tarde voy a ir de compras con Jason para un combate de boxeo al que iremos en unas semanas, y durante el día solo he estado haciendo cosas para matar un poco el tiempo y distraer mi mente de él. Estoy cansada de tenerlo en mi cabeza todo el tiempo, pero parece ser que a mí cerebro le encanta tanto que incluso ha hecho un pequeño espacio exclusivamente para él.
Termino de bajar a una habitación que parece más una sala de cine que una sala de estar.
No encuentro nada interesante que ver, así que hago zapping hasta encontrar algo que me guste. Al final me detengo en el canal de noticias. Están hablando de un asesinato ocurrido hace un par de días en la ciudad. No suelen haber de estos casos por la zona en la que vivo. Es raro.
Después de una advertencia muestran el cuerpo de la víctima dividido en varias partes y con los ojos totalmente arrancados de sus cuencas, al igual que sus manos y sus partes íntimas. El torso tiene algunas heridas, como la deformidad de los pezones, indicando que ha sido torturado también allí.
Por alguna razón mis ojos se centran en la pantalla como si tuviera una especie de imán, hasta que una arcada hace que corra al aseo más cercano y echo todo por el desagüe.
Todavía asqueada me enjuago y lavo los dientes, para disipar el desagradable sabor. Al salir me encuentro a Jason bajando las escaleras, vestido con un chándal verde oscuro y sosteniendo un bolso negro. Él me mira a lo lejos con una mirada suspicaz. Antes de que me diga algo intento escabullirme a mi dormitorio, pero es muy tarde cuando él se antepone en mi camino.
—¿Tú también has visto el fantasma de la tía Anne? Estás pálida. —habla en un murmuro cerca de mi oído. Como si me estuviera contando un secreto.
—¿Qué? No. ¿De qué hablas?
—Creo que mi habitación está maldita. Desde que fuimos al cine no he dejado de ver cosas extrañas.
—Jason, los fantasmas no existen. —le digo reprimiendo una carcajada.
—¿Cómo sabes qué no? Nadie puede asegurar eso.
—Porque no existen. Sólo son cosas tuyas. —él suelta un resoplido
—Lo que digas. Iré al gimnasio.
—Iré contigo.
Antes de que pueda replicar algo subo las escaleras casi corriendo.
En menos de cinco minutos estoy abajo con una falda de seda y un top del mismo material que uso como conjunto de gimnasio.
—¿Te cabe ahí dentro? —pregunto sosteniéndole la toalla. Él suelta un bufido antes de cogerla.
—¿Cuándo aprenderás a llevar tus cosas?
—Cuando tu dejes de llevármelas. Además, no pretenderás que lleve estas cosas en mis bolsos. —respondo en un tono de obviedad.
¿Dónde se ha visto un Birkin o un Prada con una toalla de gimnasio dentro?
—¿Has pensado en comprar un bolso que haga su función de bolso? No sé, lo digo por soltar algo al aire. —habla después de meter mis cosas levantando las cejas con ironía.
—No es lo mismo. —respondo de camino al jardín, donde nos espera Leto al lado de una Range Rover.
Estando en la carretera cualquier canción suena a través de mis auriculares inalámbricos dejando una acidez en mi estómago al tener sus ojos otra vez en mi cabeza.
Odio que estén tan presentes allí, robándome cada segundo del verano. Es ridículo que esté tan pendiente de él cuando a él ni siquiera parece agradarle mi presencia. Apuesto lo que sea a qué me prefiere lo más lejos posible.
—¡Mierda! Se me ha quedado el móvil sin batería. Déjame el tuyo.
—No. —respondo mirando a través de los cristales.
—Necesito ver una cosa. Te lo devolveré después. —el puchero de sus labios hace que suelte un resoplido y guarde los auriculares en su sitio.
—Me lo devuelves nada más al llegar.
—Si, sí. —murmura desdeñoso atrapando mi teléfono en sus dedos.
Él empieza a teclear no sé qué cosas en la pantalla. Ahora es cuando me arrepiento de haberle puesto el vidrio templado anti-espías a mi pantalla.
Pocos después estamos llegando a uno de los gimnasios más populares de la ciudad. Y caros. Con lo que cuesta una membresía podría tener cientos de Starbucks al mes. Y mucha comida.
—¿Por dónde empezarás hoy? —hablo mirando las máquinas con el ceño fruncido.
—Hoy me toca piernas.
Mi ceño se frunce aún más. No tengo ni idea de qué significa aquello pero tampoco interés en saberlo.
Voy directamente a los vestuarios femeninos para entrar al baño y amarrarme el pelo en una coleta. Es entonces cuando me acuerdo de que Jason tiene aún mi móvil.
En otra ocasión me habría dado igual, pero ahora lo necesito para escuchar música mientras entreno, de otra forma no puedo reunir mis ganas para hacerlo.
Al no encontrarlo en la planta de arriba bajo a los vestuarios masculinos. Luego lo busco en los baños y hasta incluso llego a la zona de duchas, sin obtener ni rastro de él.
—¿Otra vez tú? —escupe alguien a mis espaldas con brusquedad.
Al girarme me encuentro con esos orbes azules dándome una mirada de pocos amigos. ¿Qué he hecho ahora para que me mire de esa forma? Parece que el simple hecho de que yo respire le molesta.
Ahora que es de día puedo fijarme en los rasgos de su rostro. Con los años se ha acentuado mucho más, e incluso parece que el color de su cabello se ha oscurecido. Su piel ya no es tan pálida y está decorada con más tatuajes de lo que pensaba, demasiados.
Si mis ojos no se hubieran quedado hipnotizados mirando cómo las gotas de su pelo tallan sus abdominales hasta llegar al comienzo de su toalla tal vez le hubiera respondido como se merece.
—¿No te cansas de perseguirme?
Pestañeo varias veces subiendo la mirada hasta la suya, esta vez ni su mirada ni su atractivo me hacen titubear.
—¿De qué mierdas hablas?¿Te crees que no tengo otra cosa que hacer que estarte persiguiendo todo el día o qué?
Además, él es el que siempre aparece por mi casa a hablar con mi padre de cosas que aún no sé pero que pienso averiguar pronto. Como si no tuviera otro lugar en el que hablar con él o como si él fuera el único socio en todo el país.
Él entreabre los labios, como si fuera a decir algo, pero después aprieta sus dientes tensando su mandíbula.
—Ten cuidado con cómo me hablas.
—Cuando lo hagas tú, lo haré yo también. —replico enseguida con una sonrisa forzada, haciendo que se acerque unos pasos más hasta que los dos quedamos a escasos centímetros el uno del otro.
Eso me cuesta enormes esfuerzos para seguir manteniéndole la mirada y no mirar hacia abajo.
Quiero alejarme lo más pronto posible, pero para cuando me quiero dar cuenta estoy atrapada entre el lavabo y su cuerpo.
—Apártate. —murmura entre dientes mirándome como si fuera nada y menos.
Una parte de mi desea empujarlo fuera de mi alcance, pero él es más fuerte que yo y no resultaría positivo para mí.
No hace falta más que ver sus bíceps y sus músculos para darse cuenta de ello. Porque tiene muchos músculos... Como los de su abdomen por ejemplo, o los que se marcan en sus pectorales, o los de su...
—Deja de jugar conmigo, Lena. —su voz ahora extrañamente suave interrumpe mi pequeño escrutinio, lo cual me parece extraño.
Apuesto un millón de euros a que es bipolar o algo así, pero ni sus problemas mentales evitan que me sonroje por haber sido pillada con los ojos en la masa. Una masa muy dura y firme.
—No estoy jugando Alek. Ni sé a qué juegos te refieres.
Si, todavía me acuerdo de su nombre, incluso de sus apellidos. De la edad que tiene y cuándo es su cumpleaños, de sus colores y comidas favoritas y del número de cigarros que fuma al día.
Diez de normal y trece cuando está de mal humor o estresado, lo que supongo es bastante frecuente en él por la cara de querer apuñalarte que tiene siempre con todo el mundo. Aunque conmigo su mirada es diferente, una más perturbada.
Tal vez no le caigo tan mal. Ese pensamiento me hace querer curvar mis labios con una sonrisa corta, hasta que lo escucho y mi cara cambia totalmente.
—Tu nunca sabes nada. Ni entiendes nada, ni ves nada. O tal vez no quieres hacerlo porque no te conviene, ¿No es así? —sus ojos se posan en mi con más irritación y mis orejas empiezan a calentarse. —No haces más que complicarme las cosas. —añade para sí mismo acabando de apagar esa pequeña luz que tenía dentro.
Me odia. Repite mi cabeza viéndolo marchar por donde vino, dejándome con la palabra en la boca una vez más.
Ahora mismo me da igual el móvil y el escuchar música. Lo único que quiero son respuestas, y la frustración de no tenerlas hace que entrene con más ganas sin pensar en las agujetas que podría tener al día siguiente.
No lo entiendo, no entiendo su forma de actuar, ni el porqué dice esas cosas, o porqué me odia tanto.
—¿Qué? —murmuro con molestia al fijarme en la mirada divertida que me da Jason al acercarse a la cinta corredora en la que estoy.
—Pareces un tomate.
—Lo sé. —respondo antes de bajarme e ir a los vestuarios con él siguiéndome los talones.
Había pensado en ducharme aquí, pero después de aquel acontecimiento no volveré a las duchas ni en broma.
—¿Nos vamos? —digo al verlo salir del vestuario de chicos saliendo del establecimiento mucho antes de que pueda responderme.
—Joder, espera un momento. ¿A qué viene tanta prisa? —replica detrás intentando seguir mis pasos.
—Tengo hambre. —él chasquea la lengua con una sonrisa ladina.
—Cuando no.
Después el coche se queda en un total silencio, mientras Jason tiene su mirada clavada en la carretera yo decido poner algo de música de la radio.
—Por cierto, en unos días hay una fiesta en casa del Conde Drácula. Es el cumpleaños del Conde Mayor. —le doy una larga mirada con el ceño fruncido.
—¿De quién?
—De Alekei. ¿O conoces a alguien más que sea pálido como la mierda, siempre vestido de negro y sanguinario?
—¿Irás?
—¿Tú? —pregunta de vuelta.
No me veo capaz de estar en su casa sola, pero con la compañía de mi hermano me lo podría pensar. Además, estoy realmente ansiosa por ir y descubrir más cosas sobre él.
Quiero saber dónde vive, cómo es su casa, su cocina, su dormitorio. Y maldita sea quiero saber porqué le caigo tan mal y quién es esa rubia que siempre está con él. Apuesto a que con ella es menos antipático.
—Si tú vas, yo voy. —respondo asintiendo con la cabeza, él dibuja una sonrisa ladina.
—Iremos entonces. Ni de coña me pierdo esa mierda.
—¿Y cuándo dices que es? —pregunto después de un rato sin ser capaz de pensar en otra cosa que no fuera esa fiesta.
—El domingo a las cuatro.
Asiento mordisqueándome el labio inferior, no faltaba mucho para el domingo.
Cuando llegamos, el mayordomo se aproxima hacia mí con urgencia mientras Jason sube a su dormitorio, o eso creo yo.
—La señorita Romina ha llamado en varias ocasiones, dice que le hable en cuanto pueda.
No me da tiempo a darle las gracias cuando se marcha con rapidez a otro lado. Parece que hoy todo el mundo tiene prisa.
De camino a mi habitación marco su teléfono y ella me lo coge al primer tono. Lo primero que escucho son sus sollozos.
—¿Romina? ¿Estás bien? —intenta articular algo pero no la entiendo.
Después se sorbe los mocos y hay un largo silencio en el que solo escucho su respiración alterada.
—Está muerto Len, lo he visto esta mañana. —tengo que hacer esfuerzo por analizar sus palabras y así poder entender lo que dice.
Cuando lo hago la respiración se me corta por un momento entendiendo por fin de quién era el cuerpo que vi esta mañana y porqué salió en el telediario. Estaba todo planeado por él. Quería que yo lo viera.
—¿Dónde lo viste? —pregunto en un titubeo sin saber qué más decir.
Su respuesta tarda un poco en llegar se nota que está haciendo un esfuerzo por controlar su llanto.
—Salió en la televisión, está en todas partes.
Los pelos se erizan como la primera vez que vi las imágenes sin entender porqué demonios había hecho aquello. ¿Qué ganaba con eso? ¿Era una especie de amenaza? ¿Por qué lo hizo?
—Y tenía el collar que le regalé por su cumpleaños. —musita entre hipos, ahora su llanto parece menguar lentamente. —Después fui a la casa de su madre, dice que la llamaron para confirmar la identidad del cuerpo, el entierro es la semana que viene.
—Trata de calmarte, por favor. Pasará, todo pasa tarde o temprano.
El otro lado de la línea vuelve a llenarse con su llanto y yo no sé qué más decirle para calmarla.
—Se ha ido para siempre y ni siquiera nos dio tiempo a reconciliarnos.
—¿Otra vez jodiéndote los pulmones? Cambia de pasatiempo. —murmuró Denis con una sonrisa burlesca entrando al despacho sin llamar. Como de costumbre.
—¿Quieres algo para tomar? —ofrecí después escondiendo el móvil bajo la mesa.
—¿Sigues conservando ese viejo whiskey? —asentí despacio. —Ponme un poco de ese entonces, siempre me trae recuerdos de nuestro primer asesinato junt...
—Póntelo tú, ya sabes dónde está. —le interrumpí volviendo a entrar a la app que daba con las cámaras que había instalado por toda su casa algunos días atrás mientras que con la otra mano le daba otra calada al cigarro.
Ella estaba hablando por teléfono con alguien, pero al tener el volumen bajo en el teléfono no podía escuchar qué decía o con quién demonios hablaba.
—Muy servicial, gracias. —respondió Denis con burla antes de coger uno de los pequeños vasos de cristal con rubíes incrustados. —¿Para qué me has mandado llamar? Tú solo me pides que venga cuando estás muy jodido o necesitas algo. —hizo una breve pausa para darle un sorbo al whiskey. —Y por tu cara supongo que es lo primero.
Antes de levantarme apagué el cigarro en el cenicero bañado en oro y me alejé, observando el otro lado de los grandes ventanales del despacho.
—¿Conoces a una tal Romina? —solté forzando el nombre fuera de mis labios.
—Si, es una vieja amiga. ¿Por qué? ¿Quieres que te la presente? —murmuró con una sonrisa ladina echándose otro vaso de whiskey.
—La he jodido. —confesé empezando a mover el piercing de mi lengua.
¿Por qué mierdas me mentiría sobre eso diciendo que era especial para ella cuando ni siquiera lo conocía?
—¿Ahora qué has hecho? —cuestionó con sus ojos destellando diversión.
—Ella me mintió. —murmuré dándome la vuelta.
Mi ceño arrugado no era más que otra señal de mi enfado con ella. Enfado que duraría solo un minuto.
Odiaba que la gente hiciera eso, sobre todo si lo hacían de esa forma tan descarada, pero no podía estar realmente molesto con ella. Sería capaz de arrodillarme a sus pies y besar el piso por donde pasara aun así me mintiera millones de veces.
—Ella, ¿Quién? No te sigo.
—Olvídalo. —farfullé tras un largo suspiro pasando mis manos por mi cabellera.
—Estás raro. —dictaminó moviendo el vaso en su mano a la vez que sus ojos no dejaban de analizarme. —¿No tienes un cargamento o algo para mí? Esta semana está siendo jodidamente aburrida. —antes de poder contestar mi móvil empezó a vibrar con una llamada entrante de mi padre que respondí con un resoplido.
—¿Qué? —hablé con brusquedad al coger la llamada. Del otro lado se escuchó su tos desagradable.
—¡Te dije que lo mandaras a asustar, no que lo filetearas!
—Se me fue la mano. —respondí sin demasiado interés en el tema.
—Por culpa de tu descuido ahora está en boca de todos los telediarios. ¿Es eso lo que querías?
—Si, aunque no me gustaron las fotos que pusieron. Yo hubiera usado un mejor ángulo y puesto más brillo a las fotos. El hombre tenía muy mala cara. Bueno, lo que quedaba de ella.
—No jodas conmigo, Alekei. Y arregla toda esta mierda antes de que llegue más lejos. —dictaminó antes de colgar el teléfono sin esperar una respuesta.
Con un resoplido estampé el móvil en la mesa del escritorio y me dejé caer en el sillón.
—¿Problemas familiares otra vez? —dijo Denis reprimiendo una carcajada disfrazada de una tos.
—No me jodas tú también, ¿Quieres? —murmuré sacando otro cigarro.
Definitivamente ella me daría más problemas de lo previsto.
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