005

En la actualidad


—Ese jarrón no lo quiero ver ahí. Y esta mesa he dicho miles de veces que va en el otro lado. —demanda mi madre dando vueltas por todo el recibidor.

No es muy grande, pero con esa voz y ese ceño fruncido intimida a cualquiera.

Exasperada suelto un pequeño bufido antes de ir al baño a supervisar que mi maquillaje siga intacto. Odio venir a estas cosas, pero no tengo otra opción. Bueno si. Soportar las caras largas de mi madre y quedarme sin mi paga semanal. Y tengo una colección de Birkins que terminar.

Al volver me siento en uno de los sofás junto a Jason y saco el teléfono móvil que traigo en mi diminuto bolso. Faltan treinta minutos para dar comienzo a la inauguración de uno de los hoteles más importantes de mi madre, por lo tanto vendrá gente bastante importante.

Una parte de mi espera que él también venga. Sé que es real y que no solo existe en las fotos de mi móvil porque todavía sigo conservando algunos vagos recuerdos de él. Incluso me acuerdo de algunos detalles como los pocos tatuajes, o los rasgos borrosos de su rostro. Daría lo que fuera porque sean más nítidos en mi cabeza.

—Esto es insufrible. —masculla mi hermano a mi lado, irrumpiendo en mis pensamientos.

—Y que lo digas. —respondo con una mueca. —¿Cómo me veo?

Me levanto y doy una vuelta completa mostrando el vestido negro con una raja en la pierna izquierda. La diadema de seda, también negra, resalta mi pelo rojizo.

—¿Estamos en un entierro y no me he enterado? —contesta con una preocupación fingida antes de soltar una risotada.

—Muy gracioso. —digo irónicamente.

Al comenzar la velada van llegando los invitados que van siendo atendidos por los camareros del lugar ofreciendo canapés salados en las bandejas, otros llevan copas de champán o vino blanco.

Las primeras horas se resumen en saludar a algunos que considero amigos de la familia. Mis nervios todavía siguen intactos alimentando la pequeña llama de esperanza que comienza a apagarse.

Cuando mi hermano va a una de las muchas terrazas que da a la parte trasera aprovecho para ir con él y tomar un poco de aire fresco.

Allí saco un paquete de Lucky Strike mentolados que le ofrezco, él niega con la cabeza y su mirada fija al frente. Al mismo tiempo que sostengo el cigarrillo entre mis labios y lo enciendo busco eso que tanto ha llamado su atención, encontrándome con dos hombres hablando de algo.

—Mira a quién volvemos a tener por aquí. —ignoro sus palabras estrechando mis ojos en aquellos dos.

Desconozco el porqué sus siluetas me resultan familiares, sin embargo, cuando uno de ellos se da la vuelta lo sé. Es el chico que había estado en mis sueños desde hace años.

En esos milisegundos en los que nuestras miradas se chocan dejo de respirar con normalidad, mi estómago se llena de esos revoloteos que siento al mirar sus fotos y mi pecho duele por la velocidad de los latidos como cada vez que me voy a dormir pensando en él, haciendo que me atasque con el humo del cigarro.

¿Qué tan tonto es que me sienta tan atraída por alguien que a durísimas penas conozco? Muy estúpido. Pero más estúpido es que en mi mente aparezca esa férrea idea de querer que él se sienta igual por mi. Él muy probablemente siga siendo demasiado frío como para sentir algo que no sea rabia y odio por alguien. Eso no ha cambiado con los años así que es imposible, y si es imposible lo quiero. Así es como funciona mi tonta cabeza al parecer.

Él ya se ha marchado antes de que empiece a toser como una posesa.

—Si no sabes fumar, no lo hagas.
—habla Jason con sorna mientras me da algunas palmadas en la espalda.

Entonces mis fosas nasales se abren ante un olor que reconocería a kilómetros de distancia viniendo de abajo.

—Joder, ¿en serio se ponen a fumar marihuana y no comparten? Menuda mierda de invitados. —refunfuña mi hermano con un mohín en los labios.

Reprimo una sonrisa ante su comentario con mi mente aún en sus ojos azulados.
Es algo inevitable el que ansíe verlo otra vez cuando volvemos dentro.

Siempre estuve buscándolo, pero al final de la tarde no lo vuelvo a ver, y eso me deja una sensación amarga en la boca del estómago.

Sobre las once de la noche se van todos los invitados y me despido de ellos con una gran sonrisa en la cara. La sonrisa por pensar en que por fin puedo volver a casa y dormir. Lo que menos quiero ahora mismo con mi apático humor y mi nueva frustración es entablar conversación con el resto.

Una vez me coloco el pijama me quito el colgante en forma de flor de Lis que siempre traigo conmigo, está tallado en un rubí bonito. Por dentro parece tener un líquido raro que a día de hoy sigo desconociendo, sus bordes son de oro y tiene un diamante incrustado en medio.

Sonrío dejándolo a un lado. No recuerdo de donde lo he encontrado pero desde luego sería un desperdicio no usarlo.

Los primeros minutos bajo las sábanas me los paso dando vueltas de un lado a otro intentando buscar una posición que me sea lo suficientemente cómoda para coger el sueño y así olvidar todo lo sucedido en la terraza del hotel. Al final no consigo pegar ojo, la cama se siente húmeda por el sudor y expulsa un calor en el que se me hace insoportable estar.

Sofocada me siento en el colchón y me quito las sábanas de encima. Miro la hora en el reloj digital de la mesita de noche, ha pasado solamente una puta hora.

El sonido de una puerta cerrándose bruscamente hace que suelte un pequeño jadeo del susto. Al asomar la cabeza por la puerta me encuentro a Jason vestido de negro con una chaqueta vaquera rojo vino y unas botas militares del mismo color. Bingo. Me digo alzando mis comisuras en una sonrisa.

—¿Vas a alguna parte?

—Voy a dar un paseo, para que me dé el aire. —responde diciendo lo último en un tono burlesco.

—¿Puedo ir? —suelto con rapidez, sin pensar mucho.

Ahora mismo lo único que necesito es distraerme con algo que no sea él y agotar mi cuerpo para poder reconciliar el sueño.

—Está bien. —murmura en tono de derrota. —Pero date prisa, ¿Vale?

Voy al vestuario a cambiarme de ropa con rapidez, mientras echo un rápido vistazo a las prendas de vestir dejo el pijama en el suelo.

Opto por ponerme algo corto en la parte de arriba dejando ver el piercing de mi ombligo. Hoy era una de esas noches frescas de verano, pero no es excusa para que deje a un lado mis faldas.

Antes de salir corriendo del dormitorio pasó un buen rato escudriñando el estante con los cientos de bolsos que tengo. Hasta que mis ojos caen en un Birkin verde oscuro con una sonrisa de satisfacción al verme después en el espejo.

—Nos vamos. —murmuro yendo escaleras abajo.

Nuestro usual escolta de confianza, Leto, nos está esperando fuera con una cara de pocos amigos.

Su pelo castaño claro ha crecido un poco más al igual que su prominente barba y sus ojos del mismo color que la miel combinan a la perfección con su piel bronceada. Al vernos llegar suelta un suspiro abriendo la puerta del coche.

Durante el trayecto reprimo la necesidad de volver a ver sus fotos compartiendo algunos mensajes con la que ha sido mi amiga y confidente desde que tengo memoria. Conocí a Grace cuando vivía en Canadá, e incluso después de haberse mudado ella a Estados Unidos estuvimos siempre en contacto, hasta que después de habernos movido por toda Europa mi familia por fin se asentó aquí y pudimos pasar más tiempo juntas.

—¿Entro? —pregunta Leto cuando estamos a punto de bajarnos. Su mirada está fija en Jason a través del espejo retrovisor.

Hago el intento de decir que no a Jason moviendo mi dedo de una forma disimulada, pero él nunca capta la indirecta y termina por aceptar.

—Esta vez no admito vómitos sobre mi persona. —añade con diversión mirándome de reojo.

—Me sentó mal el whiskey. —vuelvo a repetir por quinta vez en la semana.

Mis mejillas se empiezan a tornar rojas ante el recuerdo de la última vez que salí de noche y acabé vomitando sobre Leto mientras vamos a una especie de edificio abandonado.

Después bajamos unas escaleras que nos llevan a una puerta de metal con un control de acceso electrónico. Mi hermano se acerca y pulsa unos botones, la puerta se abre y de inmediato la música electrónica retumba en mis oídos, las luces de diferentes colores me complican un poco ver con claridad y el olor severo a alcohol y marihuana hace que ponga una mueca de desagrado.

Nota mental: preguntar a dónde vamos antes de acompañar a mi hermano a cualquier sitio de noche.

Antes solía ir con frecuencia a estas fiestas que se encontraban en su mayoría en suburbios marginales o medianamente peligrosos, pero ha pasado un tiempo desde que ya no voy.

Ahora mismo optaría más a una discoteca o club nocturno que a irme de rave.

Después de ver el lugar por mi cuenta decido que lo mejor es ir hacia la zona de reservados junto a mi hermano, la zona en si tiene más oscuridad que la sala de abajo, las paredes son rojas y los grandes sofás de color negro. A su lado hay una pequeña nevera con bebidas dentro, pero lo que más me gusta es que el olor a alcohol y otras sustancias allí es mucho menos perceptible y la música apenas se escucha.

—Hola. —sus amigos dejan de hacer lo que están haciendo para mirar de reojo hacia la puerta, después me devuelven el saludo amablemente.

Algunas caras me resultan conocidas, aunque Jason y yo tenemos nuestros amigos, no es la primera vez que comparto momentos con los suyos o viceversa.

—¿Qué quieres beber? Tenemos ron, vodka, ginebra... —me ofrece Romina, una vieja amiga.

La última vez que la vi fue en su graduación hace cuatro meses. En ese entonces tenía el pelo totalmente negro, ahora lo tiene con mechas azules y tiene un nuevo piercing en su oreja.

—¿Cerveza sin alcohol tenéis?

Romina me lanza una mirada burlona, fácilmente puedo saber lo que piensa.

—Estoy intentando ganar un poco de músculo. —murmuro divertida enseñando mis bíceps.

—Definitivamente si se te empiezan a notar los cambios. —habla Romina sacándonos una carcajada a todos.

El tiempo transcurre entre bromas y conversaciones sin sentido, algunos del grupo ya están empezando a embriagarse y yo aprovecho para acercarme un poco más a Romina. En cierta parte me gustaría recuperar su amistad.

En el momento de sentir mi vejiga más llena de lo normal empiezo a mover mis piernas con nerviosismo, intentando aguantarme lo máximo posible hasta el punto de no poder más. Me da pereza moverme del sitio.

—Voy un segundo al baño. —Jason asiente con la cabeza y yo me levanto del sillón para encaminarme hacia la puerta.

Antes de ir recuerdo que no tengo ni idea de dónde queda. Al darme la vuelta mis ojos caen en alguien castaño de ojos verdes, Theo, y como si me hubiera leído la mente responde a mi duda sin formular.

—Está abajo, a la derecha de la pista, sólo sigue las señales. No es tan difícil.
—murmura lo último para si mismo con desdén, le doy las gracias con una sonrisa y cierro la puerta detrás mío.

Al bajar las escaleras apenas se me hace posible andar sin estar esquivando a la gente.

Empiezo a pensar que no fue muy buena idea venir cuando una chica me tira la copa encima en un descuido de su borrachera, haciendo que ahora la parte de mi clavícula y comienzo del pecho este pegajoso y oliendo a ginebra. Respiro hondo y con una sonrisa fingida le digo que no pasa nada.

Cuando llego al baño hago mis necesidades, después intento limpiar un poco las manchas, por lo menos ahora no huele tanto como antes. Reviso que me vea más o menos decente en uno de los espejos del aseo. Está todo lleno de graffitis, garabatos, pintalabios y otras cosas que la verdad prefiero no saber, pero algo puedo ver. Hasta que los gemidos de uno de los cubículos del baño hace que salga despavorida de allí.

Al estar en la sala principal de camino a la zona VIP empiezo a estar más agobiada y con la necesidad de tomar aire fresco por la cantidad de gente que hay. Antes de salir le escribo un mensaje de texto a mi hermano advirtiéndole de que voy a estar fuera unos minutos. Si no lo hago es capaz de enloquecerse y buscarme por todo el lugar.

Cuando estoy más tranquila, me siento en el bordillo colocando mis codos en las rodillas y sosteniéndome el rostro. Otra vez mis pensamientos se dirigen a lo sucedido esta noche a la vez que aprieto los dientes sintiéndome frustrada. Nosotros ni siquiera hablamos, no somos amigos, nada, y aún así ahí estoy yo. Enamorada, o más bien, obsesionada con alguien que solo he visto contadas veces en mi pasado.

Soltando un resoplido me levanto decidiendo volver, pero justo al estar en la puerta escucho a alguien gritar en la parte trasera del local. Me quedo un rato con la intención de asegurarme de que los gritos son reales y no son cosa mía, hasta que tras un sonido brusco las voces se detienen.

Con el corazón a mil coloco una mano en la zona de mi falda donde he guardado el arma para que no sea visible. Preparándome para sacar la pistola en cualquier momento, y alerta me voy acercando cada vez más a la parte trasera del edificio. Solo hay contenedores, bolsas de basura y alguna que otra cucaracha.

Mis padres siempre me habían dicho que era muy curiosa y que eso me traería problemas. Bueno. Tienen mucha razón.

Me escondo detrás de un contenedor de color verde con sigilo y acecho lo que está pasando, estrecho mis ojos en el par de hombres que no he visto nunca darle una paliza al hombre que supongo era el que estaba gritando pidiendo auxilio, no sé cómo demonios sigue con los ojos abiertos para cuando los hombres terminan con él.

Esos dos empiezan a hablar de algo con diversión en otro idioma y se abren paso. Cuando él aparece ante la escena casi se me cae el arma al suelo.

A comparación con los demás se ve gigante. Está vestido todo de negro, al igual que sus botas militares y la camiseta de mangas cortas que lleva puesta tiene algunas manchas de sangre que parecen recientes. En sus manos también hay salpicones de eso. Tiene más tatuajes que en las fotos que conservo de él y las venas de sus brazos y manos están más marcadas.

Él aún sigue usando esos anillos tan característicos suyos y sus músculos son mucho más visibles. Incluso se pueden llegar a notar por encima de la camiseta. O tal vez es imaginación mía.

Sus ojos atraen a los míos como un imán maldecido y su rostro aguarda una belleza casi irreal pero peligrosa. Los pelos de mi nuca se levantan al distinguir lo espeluznante de su mirada y la corta sonrisa de sus labios me hace saber que está disfrutando de la situación.

Se ve letal. Como una máquina diseñada para destruir, tan diferente a como lo recuerdo que temo que se atreva a hacerme algo si me descubre espiándoles, pero no puedo dejar de mirar. Todo de él me atrae y me repele a la vez. Muerdo mi labio inferior al ver como se acerca al hombre que está postrado en el suelo y le sujeta la cara colocando sus dedos a cada lado de su cara.

Con una sonrisa sádica, se acerca a su oído antes de pasar su lengua con algo brillante en la punta por su mejilla que, al igual que su rostro, está ensangrentada y magullada. Siento que mis tripas se sacuden salvajemente cuando sonríe con satisfacción. Mi piel palidece y la bilis se me sube ante tal escena, pero aún así no dejo de torturarme a mi misma observando todo desde la oscuridad mientras a duras penas consigo tragarme el vómito.

Después se levanta y uno de los hombres que están con él comenta algo. Él echa la cabeza hacia atrás soltando una carcajada que me eriza los pelos y me hace estremecer aún más, pero aún así tengo claro que voy a querer escuchar su risa muchas más veces.

Suelto un jadeo cuando empieza a pisar su rostro con furia y sin piedad, las gotas de sangre ahora salpicando sus zapatos y parte de sus pantalones, sus golpes son tan violentos que varios dientes han salido volando por los aires, pero eso solo lo hace aumentar su fuerza.

No es hasta que el chico queda inconsciente cuando se detiene y se echa el pelo hacia atrás con una sonrisa que me hubiera gustado no ver, ¿Lo ha matado? Con toda la fuerza de voluntad que dispongo ahora mismo salgo de allí rápidamente antes de que pueda suceder algo peor.

Estando en la sala del club intento ignorar mi consternación eliminando el asco de mi estómago con un trago de vodka. No funciona, y el ardor que me deja el alcohol hace que quiera vomitar.

—¿Todo bien? Estás como pálida.

—Si, es solo que me he mareado un poco ahí abajo. —intento sonreír bajo la mirada de Jason, pero en vez de eso me sale una especie de gesto extraño.

—¿Segura? —pregunta entrecerrando los ojos ligeramente. Me pone en la mano en la frente y me mira de arriba a abajo buscando algo que esté mal.

—Segura. —le quito la mano con sutileza. —De todas formas creo que es mejor que me vaya a descansar, tu si quieres te puedes quedar más tiempo.

—De eso nada, vinimos juntos y volvemos juntos.

Al despedirme del grupo Romina y yo quedamos de vernos algún día que estemos las dos libres. Mientras bajo las escaleras Jason me coge de la mano y me acerca más a el, en el intento de darme más protección. Parece mentira que el lugar siga estando igual de lleno que cuando vine.

En un momento dado miro a la planta de arriba y me encuentro con su mirada azulada iluminada por un brillo extraño, a su lado hay un chico rubio que le susurra algo al oído. Luego él fija sus orbes azules en mí con más intensidad, causándome una corriente desagradable en la espalda, y esboza una sonrisa de medio lado antes de darse media vuelta y desaparecer entre la oscuridad.

¿Cuál es la posibilidad de que me haya visto? Conociendo mi suerte seguro que cien de cien.

Para cuando volvemos a la casa ya es de día, a las siete todavía no hay nadie despierto, a diferencia de mi que no puedo pegar ojo. Si antes mi insomnio era malo ahora iba a ser mucho peor.

No sé cuánto tiempo estoy dándole vueltas a la situación y a la cama hasta que al final consigo coger unas pocas horas de sueño, pero de nada sirve, incluso en mis sueños se vuelve a repetir lo vivido en el edificio despertándome varias veces agitada y sudando.

El que mi mente estuviera imaginando todo el rato que alguien me observa desde las esquinas de la habitación tampoco mejora la situación, y por más estúpida que me pareciera esa idea mi cabeza se aferra a eso. Podría decir que estaba mucho peor que después de ver una película de terror.

Fue cuando deseé no haberlo encontrado nunca sabiendo que desde hoy mis vacaciones de verano no serían nada tranquilas.

•••


Ya es más de mediodía. Me miro a uno de los espejos que hay en el dormitorio y apenas me reconozco. Tengo el pelo hecho un desastre, las ojeras me llegan hasta el suelo y mi cara grita ayuda por todas partes.

Para intentar empezar el día con buen pie decido ponerme algo de color, así que me pongo un vestido negro con un cinturón morado. Respecto a mi cara intento tapar las ojeras con un poco de maquillaje, también uso un poco de rímel y sombra de ojos negra, y en cuanto al pelo me lo dejo suelto para disimular un poco mejor mi deplorable estado de zombie recién convertida.

Con el estómago vacío y rugiendo bajo la cocina trotando por las escaleras.

—Buenos días Lucía. —saludo a la que siempre ha sido la cocinera de la casa, ella me dirige una amable sonrisa antes de responder.

—Buenos días, dirás buenas tardes, ¿Mucha resaca? —inquiere divertida.

Sabía que mi dolor de cabeza no se debía a eso porque apenas había bebido, pero algo tendría que poner de excusa para mi cara de mierda.

—Si, y de las peores.

—Justo aquí tengo un caldo capaz de curar hasta la más terrible de las enfermedades, para ti y tu hermano.
—me mira a los ojos con una chispa burlesca y yo sonrío sintiendo un ligero dolor en mis sienes.

—Gracias. —musito llevándome una cucharada a la boca.

Unos minutos más tarde se acerca el mayordomo de la casa con una cara neutra resaltando la arruga de su entrecejo. ¿James?¿Richard? A decir verdad no me acuerdo de su nombre.

—Alguien está preguntando por usted.

En ese mismo momento casi me atraganto con la sopa, y con una sonrisa tensa anuncio que iré. Mientras me dirijo a la puerta elimino el sudor de mis manos pasando las palmas por el vestido.


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