El engaño

Xiang se encuentra en el interior de una cámara de inmersión. No mueve ni un solo músculo. Ni siquiera puede respirar por sí mismo, sino que el ventilador lo hace por él. Desde hace casi una hora que debía haberse desvinculado de la simulación, pero no sucedió. Su piel está perdiendo color. Algo anda mal, muy mal. Con cada segundo que pasa, el pánico se asienta más y más en mí. Si esto sigue así, habrá daños cerebrales en él que no sé si sean reparables. ¡Podría morir ahí dentro!

En caso de que sobreviviera, su consciencia permanecería atrapada en el estrato más profundo del universo simulado. Su cuerpo quedaría inservible. Jamás volvería a abrir los ojos. Y es probable que no pueda recordar nada de su vida como persona despierta nunca más. «No debí permitir que hiciera esto, ¡es una locura! ¡Tengo que sacarlo de ahí!». En su afán por traer de vuelta a Esmeray, traspasó la barrera segura, tal como lo hizo ella. ¡Y ahora ninguno de los dos ha regresado!

Antes del día en que Esmeray decidió ignorar el protocolo de protección, nadie de nuestro equipo había descendido tanto. El núcleo de Bleeding Heart era terreno inexplorado. Llegar hasta allí es innecesario y potencialmente mortal. Aunque mantenernos en las capas superficiales de la simulación ralentiza la investigación, nos mantiene a salvo. Es posible obtener los resultados que buscamos sin poner en riesgo la vida de nadie. Sin embargo, Esmeray nunca estuvo convencida de ello.

Ella siempre dice que revolucionaremos el mundo con nuestro proyecto. Cree que nosotros podemos acceder al potencial infinito de la mente humana, pero solo si nos atrevemos a ir más allá de todo lo conocido. Opina que los límites solo existen en los cerebros de los débiles que se dejan amedrentar. Rio con amargura al pensar en eso, pues es probable que jamás lleguemos a saber si tiene razón o no.

Esmeray lleva dos días inmersa en el núcleo, lo cual se puede percibir como décadas desde ahí dentro. Las débiles señales cerebrales que emite apenas son detectables para los sensores de electroencefalografía. No obstante, hace dos horas hubo un cambio abrupto en sus oscilaciones gamma. Eso podría significar dos cosas: consiguió la clave para abandonar el estrato, o está a punto de morir.

Se ha documentado esa misma clase de respuestas biológicas en el cerebro al momento de fallecer. Las ondas producidas en ese instante son las mismas que se generan cuando recordamos, reflexionamos o soñamos. Al igual que yo, Xiang conoce esa información. Sabe que Esmeray puede estar muriendo sin remedio justo ahora. Él comprende a cabalidad que ir en busca de ella puede resultar tan inútil como letal. Aun así, eligió descender.

—Aiden, no podemos seguir esperando. ¡Debemos intervenir ya! —Cierro los ojos durante un par de segundos y niego con la cabeza—. Sé que tanto Esmeray como Xiang son científicos muy capacitados en sus respectivas áreas. También sé que son libres de elegir lo que hacen consigo mismos. Pero es nuestro deber, como personas, profesionales y compañeros, velar por el bienestar de ambos. ¡Tenemos que sacarlos de ahí! ¡Ya pasó demasiado tiempo!

—Yingyue, no podemos detener una simulación si el usuario no ha activado la señal para indicarnos que está en condiciones óptimas para ser extraído. Eso lo sabes muy bien —responde mi colega en tono condescendiente—. Fracturar una realidad que para ellos es la auténtica en este momento podría matarlos.

—También pueden morir si no resuelven los acertijos para ascender a tiempo. ¿¡Vas a permitirlo!? ¡Tenemos que ayudarlos!

—Forzar la ascensión o facilitárselas destruiría por completo los posibles avances en nuestra investigación. ¡Nunca antes habíamos llegado tan lejos! ¡Esto podría darnos información única, irrepetible! ¡Las posibilidades son infinitas! ¿Vas a tirar a la basura el esfuerzo de ellos? ¿No te importa su sacrificio? ¡Dales más tiempo!

—Estás hablando desde la seguridad del laboratorio. Como no eres tú quien está dentro, no te importa lo que ocurra. Claro, el que otros se sacrifiquen por ti te parece maravilloso. ¡Solo los ves como conejillos de indias! —Lo señalo con mi índice derecho—. ¡La investigación puede esperar! Llevamos varios años en esto, ¿qué son unos meses adicionales? ¡Sus vidas valen más que cualquier otra cosa!

—No tienes autoridad sobre mí o sobre ellos. Todos acordamos llevar a cabo esto como iguales, ¿lo recuerdas? Los caprichos de ninguno de nosotros estarían por encima de la investigación. Por lo tanto, detener o manipular la simulación desde fuera equivaldría a ignorar la voluntad de quienes están dentro. Si quieres hacer algo, tendrás que hacerlo desde el interior también.

—¡Así será! ¡Entraré y los traeré de vuelta! Ambos deben estar muy asustados, confundidos y en peligro, rogando por ayuda. ¿Cómo es que no puedes mostrarles algo de empatía? ¡Eres un maldito egoísta!

Con dedos temblorosos, introduzco un código de acceso en el ordenador que activa mi cámara de inmersión. Las compuertas de cristal se abren. Camino hacia allí a paso rápido. Me coloco la malla de sensores en la cabeza y luego me recuesto. El símbolo de nuestro proyecto conjunto, del cual tengo un tatuaje en color rojo sobre mi hombro izquierdo, se refleja en el vidrio. Tras escanear mis signos vitales, la voz automatizada del programa simulador confirma que estoy lista para la nueva sesión. Luego me solicita una confirmación verbal para continuar con los respectivos procedimientos. Se la doy de inmediato. No quiero que nada me haga arrepentirme.

Mientras la máquina comienza a vincular mi mente con el mundo de Bleeding Heart, mi vista permanece fija en Aiden. Él deshace el moño de su largo cabello rojo y me sonríe con malicia. Deja de prestarme atención para introducir datos mediante la pantalla táctil del ordenador. Su mirada regresa a mí en cuanto termina de hacerlo. Rehace el peinado muy despacio sin apartar sus ojos claros de los míos. Un extraño brillo en ellos me hiela la sangre, pero no tengo tiempo de descifrar lo que sus gestos significan. Mis recuerdos de ese momento cesan y regreso a la simulación. De nuevo estoy en medio de la ciudad bulliciosa de siempre.

Recuperar mis memorias y detener el reinicio debería hacerme feliz. Sin embargo, mi cara refleja lo contrario. Siento fuerte tensión en cada uno de mis músculos. Aunque todavía no tenga pruebas tangibles, sé que Aiden es el responsable de lo que está sucediendo. Solo alguien tan perspicaz como él podría modificar los planos de la simulación sin sufrir ninguna consecuencia negativa sobre sí mismo. Cuando creamos el universo de Bleeding Heart en conjunto, fue Aiden quien diseñó y puso en marcha la primera versión de la simulación. También él está a cargo de las actualizaciones. Conoce el funcionamiento y sus complejidades mejor que nadie.

El principal objetivo del programa simulador es sumergir mentes humanas en una realidad única para cada usuario durante el mayor tiempo posible. Cada realidad simulada es generada y modificada a partir de las experiencias y de los recuerdos individuales. A su vez, todas esas realidades distintas se conectan unas a otras mediante los puntos de convergencia traídos del mundo real. Todo ello posibilita encontrar distintas rutas neuronales propulsoras de la recuperación cerebral. Esto se puede utilizar para ayudar a pacientes en estado de coma, así como también a quienes sufren de enfermedades degenerativas como el Alzheimer.

Un usuario podría abandonar su propia simulación y visitar otra si el creador de esta última se lo permite. De esa forma, algunas personas pueden recibir ayuda externa para encontrar el camino hacia la recuperación de forma más rápida y fácil. Por su parte, cada realidad simulada contiene varios estratos. El más profundo equivale al no retorno. Es renunciar al mundo real y elegir la simulación como lo verdadero. El problema estriba en que el cuerpo puede quedar en estado vegetativo, o la persona puede sufrir de muerte cerebral. Eso no debería ser una alternativa nunca, pero, al parecer, no todos mis compañeros piensan como yo.

—¿Y si Aiden eliminó la separación entre nuestras cuatro realidades? —murmuro para mí misma—. Eso explicaría por qué hay tantas cosas aquí que no entiendo ni reconozco. ¡No son mis memorias! ¡Nuestras mentes ahora están mezcladas como si fueran una sola! Pero ¿por qué haría tal cosa? ¿Qué lograría? ¡No tiene sentido!

Deslizo las manos por mis mejillas y suspiro. Tratar de comprender dichos motivos solo me hará perder tiempo y energías. Debo concentrarme en buscar a Xiang para salir juntos de aquí. Si bien ya no posee su forma humana en este lugar, parece conservar suficientes recuerdos para seguir siendo él. Con respecto a Esmeray, no estoy muy segura. Mi último encuentro con ella me hace pensar en que podría estar del lado de Aiden. «¡No! ¿Qué estoy diciendo? ¡No existen bandos entre nosotros! ¡Somos un equipo!». Aprieto los labios y miro hacia el cielo. Después de lo que he vivido, ni yo me lo creo. Aun así, intentaré ayudarla a ella también si es posible.

Con paso decidido, me dirijo de nuevo hacia la tienda de antigüedades. Estar consciente de que me encuentro dentro de la simulación me quita un gran peso de encima. Lo que me suceda acá, siempre que no implique quedar anclada al último estrato, no será permanente. O al menos eso es lo que elijo creer. Pensamientos fatalistas intentan colarse para atormentarme, pero no les permito anidar en mis neuronas. La posibilidad de que Aiden lo haya cambiado todo es demasiado abrumadora para soportarla ahora. «Las reglas siguen siendo las mismas. Sé cómo salir, lo voy a lograr», repito para mis adentros. Inhalo hondo y continúo avanzando.

Al llegar al local, me desconcierta que ya no haya una multitud cubriendo la entrada. Las cintas de seguridad todavía están colocadas, pero los curiosos desaparecieron. Tampoco veo a los agentes de policía. Es como si el caso hubiera sido abandonado de repente. «¿A qué diablos estás jugando, Aiden?» Me encantaría creer que esto no es obra suya, pero eso sería pecar de ingenua. La mirada del dueño del local es idéntica a la de él. Ese hombre me miró de la misma forma en que mi compañero lo hizo en el laboratorio. Es probable que él se haya manifestado con esa forma aquí.

—Deja de fingir, no te ocultes más —susurro mientras avanzo hacia la puerta.

En cuanto mi mano hace contacto con el pomo, siento una especie de descarga eléctrica. Jadeo por el susto y suelto la pieza. Una extraña sensación de déjà vu se cuela en mi mente. No se trata solo de que ya estuve presente en este sitio durante la simulación. Algo en mi subconsciente grita que conozco este sitio en el mundo real. Lo malo es que, por más vueltas que le doy, no puedo recordarlo. Mi corazón palpita a toda velocidad, me hormiguean los dedos, estoy mareada...

—¿Qué ocurre? —pregunto en voz baja­—. ¿En dónde me he sentido así antes?

Casi como un acto reflejo, levanto el brazo derecho y empiezo a trazar las líneas de mi tatuaje con el índice. De forma inesperada, mucha sangre brota desde la herida. Lo sé por lo resbaloso y húmedo que se siente mi dedo al deslizarlo. Giro el cuello y bajo la vista hacia la marca. Para mi sorpresa, la zona no está manchada por el fluido, sino que cada línea exhibe un tono más intenso que antes. Podría jurar que resplandece. Parece que hubiera espolvoreado brillantina sobre el tatuaje. Antes de que pueda colocar otro dedo en la marca, punzadas de garras me lastiman el hombro. El graznido que llega a continuación delata la presencia de un cuervo.

—Llévame contigo, Yingyue —susurra en mi oído—. Necesitas recordarlo todo.

El tono apremiante en la voz de Xiang me pone los pelos de punta. Dejo de respirar y siento escalofríos. «¿Recordarlo todo? Ya salí del último estrato, recuperé todos mis recuerdos, ¿no es cierto? ¿A qué se refiere?». Mi cerebro confundido rechaza la idea de que haya más verdades ocultas dentro de sí mismo. «¿Hasta qué grado he sido manipulada?». Una lágrima resbala por mi mejilla mientras poso la mano otra vez en el picaporte. Pese al malestar de la descarga eléctrica y al miedo, lo giro. La puerta del local se abre al mismo tiempo que lo hace mi mente. En ese preciso momento, el déjà vu pasa a ser lo que debe: mi último recuerdo recuperado.


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