31."Explosión"
Nerea
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La mente podía ser nuestra peor enemiga.
¿Cuántas confesiones, palabras u oportunidades habíamos dejado escapar por hacer lo que sentenciaba el cerebro?
Existían diversas cuestiones que no tenían explicación. Por eso, era insano tratar de comprenderlo todo. Regularmente, desconectar nuestra capacidad para razonar, era la mejor opción.
Esa alerta en rojo que me advierte del peligro que supone el pelinegro tatuado, estaba fuera de servicio en este momento.
Alex me tomó de la cintura marcando sus dedos en mis costillas, aprisionando mi tórax contra el suyo. No percibí el momento exacto en que nuestros labios se unieron, pero no fue de manera inocente, era fuerte e incesante como una daga.
Mientras caminábamos, fuimos colisionando con varios objetos en el camino. Alex derribó un florero, irremediablemente la cerámica se quebró, trayendo consigo un estruendo sonoro, pero ni eso nos hizo separarnos.
Llegamos a una habitación confortable, a pesar de ser una casa de campo, los lujos exagerados de los Hilton brillaban en cada zona.
La eufonía que provocaban nuestros labios imitaba a una banda sonora. Al segundo, Alex me soldó a la pared, la cual estaba revestida con un color beige claro.
—Me vuelves loco —musitó entrecortado—. Eres una droga para mis sentidos.
Nuestros orbes oculares impactaron mutuamente, sin poder contener los movimientos asfixiados que emitía nuestras cajas torácicas. Ambos, permanecíamos mojados con el agua de la piscina. Unas sutiles gotas se establecieron en sus pestañas negras, provocándome una sonrisa.
—Tú también me vuelves loca, Hilton tatuado.
Unos hoyuelos emanaron al costado de sus mejillas, exponiendo una imagen considerablemente sexy. Sus labios persistían hinchados, rosáceos y apetecibles, como un exquisito manjar de los dioses.
—Esta noche no te dejaré escapar, fastidiosa.
Circundó mi largo cabello entre una de sus manos, poseyéndolo amenazante. Tiró fuertemente de él, forzándome a exponer mi cuello ante su eufórico ser.
—Rayaré tu auto si lo haces. —Le provoqué, sin medir consecuencias.
Aún subsistía con mi espalda en la pared. Alex bloqueaba todos mis movimientos. Situó su pie izquierdo entre mis piernas, intimándome a sepáralas.
No calculé las emociones que provocó en mi entrepierna aquella improvisada acción.
—¿Estás segura? —interrogó fundiendo su frente junto a la mía—. Si comienzo, no podré parar.
Era normal sentirse insegura, dudosa o con la incómoda incertidumbre de no saber si estaba haciendo lo correcto, pero la sobredosis de adrenalina me impidió cuestionarme.
—No pares, no te contengas.
Ese fue el detonante de la bomba. La explosión llegó, aniquilando todo. Fue difícil determinar a cuantos grados se elevó la temperatura del lugar. Los cuadros, los adornos, las luces y hasta la pintura de la pared se derritieron metafóricamente.
Alex me volteó para tener acceso a mi espalda, coloqué mis manos en la pared tratando de obtener estabilidad. Deslizó con urgencia la delicada cremallera del vestido mojado, haciendo que este cayera al suelo.
Mi bralette de encaje conjuntaba con mis bragas de color negro, tenía la costumbre de combinar mi ropa interior. Me giró nuevamente, haciendo una pausa para observarme de arriba abajo. Era como si me sometiese a un escáner aduanal.
Esos segundos de separación, fueron suficientes para apreciar que las pupilas de Alex estaban dilatadas como la noche. Cuando mordió su labio y desordenó su cabello, supe que la cordura que le quedaba se había esfumado.
—Eres perfecta, me dominas con tu presencia —interceptó mi cabeza con sus antebrazos—. Me mata cuando pienso que Derek te tuvo así, entre sus brazos. Me vuelve loco la idea de que fuiste suya.
—Yo nunca fui de Derek.
Era raro, con Derek quise esperar. En cambio con Alex, era como un jodido campo magnético. Suponía, que las emociones eran complicadas de entender.
—¿Cómo? —Frunció su ceño—. Pero eras su novia..., porque eras, ¿verdad? Entre tú y Derek ya no hay nada, ¿es así? Dímelo, Nerea.
—A-Alex, Derek y yo nunca hicimos el amor. Todo entre nosotros se acabó, realmente nunca fui suya.
Los hilos de mi vida estaban torcidos, no sabía si lo que Derek y yo vivimos había real o solo un falso reflejo.
—Ni Derek, ni nadie, te van a tocar. Porque escúchame bien, Nerea O'Connor. —Acercó sus voz hacia mi canal auditivo—. Cuando te haga mía, ya no podrás ser de nadie.
Por una vez en mi vida, decidí arriesgarme.
—Hazme tuya, Alexandre Hilton.
Era irrevocable. Alex y yo estábamos unidos por una conexión invisible.
Y como siguiendo el estribillo de una canción, donde la potencia aumentaba, Alex volvió apoderarse de mi boca. Esta vez, más penetrante y asfixiante que antes, era incluso doloroso.
Operaba con avidez su boca, demandando volverse parte de la mía. Sus besos tibios y húmedos se trasladaban a mis mejillas y cuello, donde el contacto en esa zona sensible erizó cada parte de mi piel.
Alex alzó sus brazos para deshacerse de su camiseta mojada, sus bíceps y pectorales se astringían con cada movimiento. Era enigmático como cada detalle resaltaba su aspecto lujurioso y atrayente.
El acercamiento inundado de caricias, se intensificaba con cada minuto. Ambos, comenzamos a andar inconscientemente hasta la cama. Caí de espaldas sobre un lujoso edredón blanco, aterciopelando cada fibra de mis músculos.
El robusto cuerpo de Alexandre no demoró en posicionarse sobre el mío. Era imponente, como un gladiador. Su fisionomía era el doble de la mía, me cubría totalmente. Arrebató mis muñecas para colocarlas a los lados de mi cabeza, su aferre paralizaba mis movimientos.
Aprecié su propósito de querer desabrochar mi bralette, arqueé mi espalda para facilitar su trabajo. Con su mano izquierda aguantó mis brazos, y con la derecha quitó el cierre, mostrando total maestría en el tema.
El olor de la habitación se modificó. El aroma a jazmín que se filtraba por la ventana, había desaparecido. El aire se colmó de pecado, deseo y lascivia.
Por un momento, Alex abandonó su posición lejos de mi cuerpo para deshacerse de su pantalón corto de franela gris, sin dejar de observarme ni por una milésima de tiempo.
El inconsciente me hizo cubrir mi torso expuesto.
Al principio, era normal sentir cierta vergüenza ante la desnudez.
—No te cubras, no tienes por qué avergonzarte. ¿Tienes idea de lo hermosa que eres? Eres una diosa, Nerea.
Sonreí, ineludiblemente. Retiré mis manos poco a poco, accediendo a su pedido.
Elevó mi pierna derecha sosteniéndola por mi tobillo, acercó su boca e inició un rastro de fervientes besos húmedos. Recorrió toda mi piel hasta llegar a mi muslo y la parte baja de mi abdomen, sus dedos dejaron marcas por toda la zona.
Tiré sin exagera de sus fibras capilares, los gemidos de ambos no tardaron en hacerse presente.
Continuó su camino hasta llegar a mi busto, acariciándolos con sus labios. Elevé mi espalda, buscando su contacto. Se deshizo de mis bragas tirándolas sobre la alfombra de felpa blanca del suelo, junto con las demás piezas de ropa.
Ahora estaba expuesta totalmente hacia él, le pertenecía.
Irguió su figura para despojarse de su bóxer negro de alta calidad. Su entrepierna relució de forma viril, otorgándome una punzada en mi estómago.
Todo su organismo estaba dotado para otorgar placer, como una fuente inagotable de satisfacción.
Nuevamente, se colocó encima de mí, no sin antes colocarse la protección requerida en estos casos. Nuestro contacto, piel con piel, condujo a inexplorables estremecimientos.
Era como si hubiese atolondrado a las florecitas y mariposas que surgían en el estómago.
—Nerea, no puedo resistir más.
La respiración era desestabilizante. Todo pasó por mi mente, en especies de flashback. Mi llegada a la isla, Derek, su traición, todo lo que había vivido hasta este momento.
Mientras, que al otro lado de la balanza estaba Alex, y la indiscutible tensión electrizante que generábamos.
—Hazlo, Alex.
Colocó la entrada de su duro miembro en mi apertura, lentamente fue adentrándose en mí, deleitándose con la acción. Su entrepierna era fuerte, y enérgica como una roca.
—Dios, Nerea —susurró en mis labios—. Me estás matando.
Mi cuerpo hacía un esfuerzo trabajoso para adaptarse a Alex. Cuando ingresó por completo, emití un gemido que murió en su boca. Ambos, mordíamos nuestros labios, tratando de soportar el éxtasis.
Mis uñas de gel se arrastraron sobre la piel de su espalda, como un típico cliché. Ya no quedaba ni media partícula de aire que separara nuestros cuerpos.
Hizo el ademán por moverse, pero nuestros jadeos de placer eran incontrolables. Disfrutábamos cada segundo de nuestra unión.
—Maldición, Nerea.
—A-Alex..., Alex, por favor. Para con esta tortura.
—Raya coches universitaria, esta noche te haré el amor.
Podrías desfallecer solo con escuchar la voz ronca y varonil de él. Inició con embestidas lentas, como si no quisiera lastimarme.
¡Oh, dios, mío! Jamás me sentí tan jodidamente bien.
Alex no contuvo los movimientos de su cadera, ese sonido provocado hacía eco por toda la habitación. Nuestras respiraciones se unificaron, mientras endurecíamos el agarre mutuamente. Las abatidas de nuestros centros aumentaron rápidamente, como si eso no bastara, como si quisiéramos fundirnos.
Era mágico.
Apreté el edredón intentando liberar la energía acumulada. Alex mordía, besaba y desgastaba mis mejillas y labios. Las acometidas eran dolorosamente placenteras. Los siguientes fueron puro desenfreno y descontrol. Una notable capa de sudor nos cubrió, nunca vi las mejillas de Alexandre tan rojas.
Era todo un experto, contoneaba su cuerpo tratando de alcanzar cada centímetro de mi interior, arañé su espalda, él apretó mi mandíbula buscando adherirse a mis labios. Introdujo su dedo pulgar en mi boca con un gesto nada inocente.
Atraje su trasero con mis piernas para sentirlo profundamente, por un momento nada separó nuestras figuras. La contracción de nuestros músculos fue la antesala indiscutible del clímax alcanzado.
Ambos, con espasmos y escalofríos alcanzamos la cúspide de la satisfacción, mezclando nuestros hálitos intermitentes.
Esta noche, fuimos parte de una misma alma.
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N/A:
Bueno.
Les confieso que este ha sido el capítulo más díficil que he escrito hasta ahora. No tengo experiencia con este tipo de escena. Es extramadamente difícil relatar un hecho así.
Espero que sea de su agrado.
Gracias por votar y comentar.
Les quiero hasta el infinito y más allá.
Dani.
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