3."Es una cita"
Nerea
~•~•~[•••]~•~•~
Existían personas que alegraban la existencia.
Sin duda, Derek era una de ellas. Hacía todo por verme sonreír, incluso me ayudó a sembrar parte de la plantas que compré.
Las siguientes semanas transcurrieron divinamente. Terminamos de ordenarlo todo en su sitio. Derek me visitaba más seguido, hablábamos durante horas.
Realicé mi último estiramiento para concluir mi meditación matutina.
Sí, medito.
Fue un hábito que adquirí para mantener mis ideas en orden y centrarme en mis objetivos. Faltaba menos tiempo para comenzar la Universidad, y algo en mi interior se tranquilizaba al saber que contaría con el apoyo de Derek. A fin de cuentas, íbamos a estudiar en la misma escuela.
Me encontraba desayunando con mi hermano. Mi madre estaba en el restaurante ultimando detalles antes de su apertura.
—Nerea, ¿qué pasa con Derek?
Ya sabía por dónde iba.
—¿Cómo que qué pasa?
—No te hagas la tonta. Desde que llegamos a la isla has pasado mucho tiempo con él. Han salido, conversan por horas, te visita seguido, ¿te gusta?
—No me gusta. —Traté de sonar convincente.
No. No me gusta, ¿o sí?
Mi hermano me miró inseguro.
«Claro que te gusta, Nerea »
—¿No te gusta? Si ríes como una tonta cuando estás con él. Esperas ansiosa a que venga a visitarte, cuando no lo hace te pones de mal humor. Te emocionas cada vez que te invita a salir. Si eso no es gustarte, no sé lo que es, la verdad.
¿En serio me gustaba Derek?
¡Qué digo!
Claro que me gustaba. Era muy respetuoso, tranquilo, detallista, se preocupaba por mi bienestar. Era todo lo que necesitaba en mi vida.
—De acuerdo, sí me gusta.
—Tengo que admitir que el tipo no me acaba de caer bien —confesó—, pero si a ti te gusta, lo respeto.
Brandon era la única figura masculina que había estado a mi lado desde que nací, muy sobreprotector, como todos los hermanos; de esas personas fastidiosas que no puedes evitar amar.
Había recibido un mensaje de texto de Derek, invitándome a salir esta noche.
Es una cita.
El día había transcurrido con normalidad. El restaurante de mi madre abriría en breve, así que las emociones estaban a flor de piel.
Estaba esperando a que Derek pasara por mí.
¿Mi atuendo?
Sencillo. Un vestido amarillo veraniego, hasta la mitad de mis piernas. Unas sandalias de tacón bajito, y mi larga cabellera en una trenza lateral.
En esta isla hacía un calor de los infiernos.
Sentí a Derek llegar, cuando me vio quedó sorprendido.
—Nerea, no sé cómo le haces para verte tan bien. Aún con un atuendo tan casual, te ves radiante.
—Muchas gracias, Derek. ¿A dónde me llevarás esta noche?
—Es una sorpresa, pero necesito que te pongas esto en los ojos.
—¿Una venda, es necesario?
Odiaba la incertidumbre de no saber que pasaba a mi alrededor.
—Sí, es necesario. Quiero que te sorprendas.
Bueno, que todo sea por la sorpresa. Vendé mis ojos, y Derek puso el auto en marcha.
Fue un viaje no tan largo, así que deduje que el lugar era cercano a mi casa. Comencé a percibir un olor salado y pequeños sonidos de olas rompiendo en la orilla.
¡La playa!
Derek me había llevado a la playa, a la misma que vinimos después de salir del centro de jardinería, semanas atrás. Lo que vi cuando destapó mis ojos, me dejó helada.
Un largo camino de pétalos de rosas con pequeñas lucecitas alrededor, los cuales, conducían a una mesa preparada con antelación, iluminada por velas y cientos de flores.
—¿Te gusta?
Este hombre era lo mejor.
—No me gusta. —Me miró sorprendido—. ¡Me encanta!
Sentí como soltó el aire retenido en sus pulmones.
—No sabes cuanto me alegra oír eso, era todo lo que necesitaba escuchar en estos momentos.
Me invitó a sentarme. No sin antes, retirar mi silla como un verdadero caballero.
—Derek, no sé como te las ingenias para hacerme sentir así. Te has convertido en alguien importante en mi vida.
—Nerea —colocó su mano encima de la mía—, la primera vez que te vi pensé que podías ser una posible conquista, algo de una noche, pero me demostraste ser todo lo contrario a lo que pensé.
—Derek, tú también te has convertido en alguien importante para mí. Fuiste mi primer amigo en esta isla, eres de esas personas que nunca esperas querer en tan poco tiempo.
Nuestra conversación era real, lo podía sentir.
—Si supieras lo que quiero hacer en este momento. No quiero ser solo tu amigo, Nerea.
—¿Qué quieres hacer en este momento?
Me muero por besarte.
Lo quería, yo lo quería.
—Hazlo, solo hazlo.
Lo próximo que pude sentir fue sus labios junto a los míos. Fue un beso suave y delicado, como si no quisiera romperme. Le correspondí con la misma ternura mientras sus manos viajaban alrededor de mi cintura y subían hasta mi cuello, era mágico.
Se separó de mí con un notable esfuerzo.
Lo próximo que escuché mi corazón lo sabía.
—¿Quieres ser mi novia?
Cuatro palabras en una pregunta, solo dos palabras en una respuesta:
—Sí quiero.
Claro que quería, lo quería.
—No te vas arrepentir, te aseguro que no.
Era lo que quería escuchar, alguna señal de que estaba haciendo lo correcto.
¡Tenía novio!
No me lo podía creer, Derek era mi novio.
Al final, sí había caído ante sus encantos.
•
•
•
Meses después...
Derek se había convertido en mi confidente, en mi apoyo. Mis días de risa y felicidad se los debía en gran parte a él.
El restaurante de mi madre iba de maravilla. Mi hermano había conseguido un trabajo a medio tiempo como personal trainer. Solo no entendía por qué entrenaba únicamente a mujeres. Al parecer, su popularidad en el mundo femenino iba viento en popa.
—¡Nerea, loca! Vamos a llegar tarde el primer día de clases —gritaba mi mellizo al otro lado de la puerta—. Por dios, no vas a proporcionar un infarto con esa música tan horrorosa.
Mi hermano era un exagerado, los sonetos de Vivaldi son puro arte.
—¡Ya voy, pesado!
Todo saldrá bien, Nerea. Tú puedes con todo.
Repetía mentalmente frente al espejo.
"Hilton University" no exigía usar uniforme. Acomodé mi cabello y reparé mi atuendo. Lucía unos jeans que se ajustaban a mi figura, tenía que admitir que me hacían ver un trasero fenomenal, conjuntado con un top blanco y tenis manejables.
Sencillez y comodidad, justo lo que necesitaba.
Bajé los escalones de dos en dos. Brandon me apresuraba al borde de la locura.
—Hijos, les deseo suerte en su primer día. —Mi madre nos bendijo como si estuviesemos en una capilla sagrada.
•••
De camino al instituto sonaba en la radio "Be Alright" de Dean Lewis.
—No puedo creer que hayan trasladado tu coche primero que el mío —chilló mi hermano mientras acomodaba su cinturón de seguridad.
—Disfruto de los privilegios de ser la hija mayor, hermanito. —Brandon me miró incrédulo—. ¿Qué? Soy dos minutos mayor que tú.
Vale, era un chiste.
Ya casi nos adentrábamos a la Universidad, era preciosa; con grandes portones que daban la bienvenida, contaba con numerosa vegetación que aportaba sombra a los que se sentaban en el pulido césped verde.
Se notaba las emociones de ese primer día, después de meses de vacaciones.
—Adelántate tú. Voy a estacionarme.
—¿Estás segura?
—Sí, ¿no estabas ansioso por venir? Si ves a Derek, le dices que en unos minutos llego.
Mi hermano asintió y bajó del auto.
Había quedado con Derek que nos veríamos en la universidad. Quería venir en mi coche para ir adaptándome al camino.
Me dirigí al estacionamiento, tratando de buscar sitio. Yo era malísima aparcando. Cuando al fin encontré uno, me dispuse a situarlo y sentí un sonido raro.
¡No puede ser! Había golpeado un poco el coche de mi derecha.
¿Por qué, mundo? ¿Por qué?
¡Si hasta ahora había salido todo tan bien!
El conductor del coche bajó gritándome "loca".
Cuando descendí de mi auto, me encontré con un chico bastante atractivo físicamente; de la misma estatura de Derek, con cabello extremadamente negro, y músculos que probablemente eran el resultado de varias horas en el gimnasio, ojos negros penetrantes. Su brazo derecho estaba cubierto por tatuajes, hasta sus nudillos.
Me observó por unos segundos antes de reaccionar.
—¿Me llamaste loca?
—Eres sorda también ahora. ¿Quién coño te dio el carnet de conducir? ¿Viste como pusiste mi coche? —gritó encolerizado.
—Primero, no soy sorda, así que le puedes bajar un poco a tu tono. Segundo, solo torcí el espejo no tienes que ser tan dramático y encima grosero.
—¿Dramático? Conduces como un animal desbocado, te estacionas mal, dañas mi coche, y encima yo soy el dramático.
—¿Animal desbocado? Tú sí que eres el verdadero animal. Aparte de dramático y grosero, eres un idiota.
—¿Así que idiota? Lo dice la loca desquiciada que maneja como si estuviera en una pradera.
Este chico ya me estaba cansando. ¡Qué arrogante!
—No estoy loca, ni mucho menos desquiciada. Eso... —alegué señalando el espejo ligeramente torcido—, fue un accidente. Le puede pasar a cualquiera.
—Pero en este caso te pasó a ti, y el perjudicado fue mi coche. Ya me dirás que vas hacer al respecto.
Después de todo, él tenía razón. Yo cometí un error. Lo menos que podía hacer era ofrecerle una disculpa y costear el daño.
—Discúlpame. No fue mi intención.
—Tus disculpas no pagan el arreglo.
Y a continuación, percibí algo raro. El desconocido se iba acercando, acortando los metros que nos separaban.
—Entonces dime cuanto va a cos...
¡Boom!
¿Qué ocurría?
Mi cuerpo no reaccionaba.
Lo único que sentí fue sus labios encima de los míos. Se abría paso a través de mi boca, desesperado y agresivo, como si quisiera fusionar dos putos metales.
¿Qué estaba pasando?
Logré reaccionar unos segundos después, y le estampé mi mano contra su cara.
¡Auch, mis dedos escocieron después de eso!
No podía creer lo que había pasado. El muy egocéntrico me había besado por sorpresa.
—¡¿Qué diablos haces?! —grité, como si el demonio hubiese tomado mi cuerpo.
Nos miramos unos segundos. Segundos, que bastaron para predecir que toda la tranquilidad que había vivido desde que llegué a Villa del Mar, solo era la calma que precedía la tormenta.
Una peligrosa tormenta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top