2."Nunca dije que caerías esta noche"

Nerea
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Era consciente que en cuestiones amorosas mi vida había sido un completo desastre, pero, ¿quién no ha sufrido un poco de caos cuando de amor se trata?

—Anthony, la comida está exquisita. —Mi madre rompió el silencio que había proporcionado la deliciosa cena—. Tiene buena mano para la cocina. ¿Me podría dar la receta? Soy chef y siempre estoy en búsqueda de nuevos sabores para implementar en mi menú.

Mi madre explicó los motivos por los cuales nos habíamos mudado a la isla, y que nuestra estancia en Villa del Mar era temporal. Yo aún conservaba la esperanza de regresar a mi antigua vida.

—¿Un restaurante? Sin duda seremos sus primeros clientes. —La efusividad de Rose se hizo presente.

—Es un placer darle la receta —añadió Anthony—. Me halaga saber que una chef de su calibre admire mi gusto culinario.

—Entonces, ¿no piensan quedarse mucho tiempo en la isla? —interrogó Derek depositando su vista en mí.

—No. Lo cierto es que mi madre nos prometió que esto era temporal. Después regresaremos a nuestra casa.

Derek se perturbó con mi comentario, como si le disgustara saber que mi estancia en la isla no era definitiva.

—Pero mientras, Nerea y Brandon tendrán que asistir a la universidad —declaró mi madre captando la atención de todos en aquella mesa—. Los matriculé con anterioridad en Hilton University.

Mientras estuviésemos en la isla, Brandon y yo tendríamos que asistir al Hilton University, la mejor universidad de este sitio. Era una condición que había impuesto antes de mudarnos, pues me desagradaba la idea de perder un año de estudio.

—¿En Hilton University? —alegó Derek con cierto atisbo de emoción en sus ojos—. Es mi misma universidad.

—¿En serio? ¿Qué facultad?

—Arquitectura —respondió—, solo me queda terminar el último año antes de graduarme.

—Derek, querido, ¿por qué no le enseñas el resto de la terraza a Nerea? —musitó Rose interrumpiendo nuestra conversación—. Al parecer le gustó el lugar.

Derek sonrió y me ofreció su mano.

—¿Me acompañas, Nerea?

—Sí, claro.

No podía negar que Derek me ponía nerviosa. Después de todo, era un chico bastante atractivo. De esos, que toda mujer quisiera tener a su lado.

Seguidamente, me trasladó a una sección de la terraza que aún no había presenciado; poseía un enorme columpio maquillado con enredaderas de flores y lucecitas incandescentes, las mismas que habitaban en la cerca.

—¡Wow! —vociferé asombrada—. ¡Es hermoso!

—Sí, muy hermoso —afirmó manteniendo su vista fija en mí—. Lo más hermoso que he visto en toda mi vida.

¿Derek se refería a mí o al columpio?

«Bravo, Nerea. Admiro tu capacidad para hacerte la tonta»

—¡Vamos a sentarnos! —chillé. Él solo de limitó a sonreír.

—Pareces una niña pequeña a la que llevan al parque de diversiones.

—¿Te burlas de mí?

Negó con su cabeza, utilizando la ironía como poder:

—Imposible, jamás lo haría. Solo, por favor, no vayas a llorar porque aquí no hay algodón de azúcar ni esa atracción tan clásica de caballitos giratorios.

Mis abdominales dolieron de tanta presión que emitía en mis carcajadas.

—Me alegra saber que estudiaremos en la misma escuela. No me aburriré con tus tonterías del siglo diecinueve.

—Al menos te hago reír —Su sonrisa brilló nuevamente—. Eso es buena señal.

Encaré una ceja, dramatizando las palabras:

—Soy de risa fácil, no te creas especial.

—¡Auch! —Tocó su pecho en señal de falso dolor—. Eso dolió más que mi primera inyección.

Era imposible mantener los dientes ocultos estando junto a él.

—Derek "Bufón" Harrington, cuéntame un poco sobre ti, pero omite la parte de tu primera inyección, por favor.

—Con mucho gusto, Nerea "Chillona" O'Connor. —Removió su cabello en un gesto inconsciente—. He vivido todos mis veintidós años en esta isla. No te niego que he pasado temporadas fuera de ella, pero siempre he regresado. Este lugar tiene un magnetismo fuerte. Vivo con mis padres, pero ellos casi siempre están de viaje, por eso visito tan seguido a mis tíos.

Asentí tratando de mantener una conversación normal.

—Es bueno que cuentes con los señores Harrington. Rose es una persona muy cariñosa.

El cabello rojizo de Rose se ocultaba discretamente entre los árboles, observando y riendo a la distancia.

—Sí, mis tíos y mis amigos ocupan un lugar especial para mí.

—¿Tus amigos? —inquirí como una tonta.

—Algunos de ellos están fuera del país.

—¿Viven fuera de la isla o solo pasan fuera sus vacaciones?

—Solo las vacaciones —respondió—. Isabella está en casa de su familia en Italia, y Alexandre escalando alguna montaña o nadando con los tiburones.

Lo miré bastante sorprendida.

—Sí, es que él es un espíritu libre, así es como se define. Le gusta el riesgo, la adrenalina, no se compromete con nada ni con nadie, prefiere vivir al límite. Aunque tranquila, princesa del siglo veintiuno, yo sí me comprometo con lo que me gusta.

No pude evitar que una sonrisa tonta saliera de mi boca. Me tranquilizaba que Derek fuera lo opuesto a su amigo.

—Si fueses así, ya no serías un caballero del siglo diecinueve.

Negó con su cabeza, dándome por imposible.

—Pude notar que te gustan las plantas —expuso mientras apoyaba su mano derecha en el espaldar del columpio—. En esta isla existe el mejor centro de jardinería del mundo. Si quieres, te puedo llevar y compras las plantas que te gusten para tu nueva casa.

¡Ay, por dios! ¿Se puede ser más dulce?

—¿En serio me llevarías? —grité emocionadamente— ¿Cuándo me podrías acompañar?

—Cuando tú quieras.

—Este fin de semana, ¿podría ser?

En estos momentos de cambios, poder aportarle a mi nuevo hogar mi amor hacia las plantas, me llenaba el corazón de alegría.

—Perfecto. Nos vemos el sábado a las nueve de la mañana. Después, podemos dar algunas vueltas para que conozcas la isla.

—Sí claro, me encantaría.

—¡Nerea! —vociferó mi madre— ¡Es hora de irnos!

—Debo irme. Tengo que informarte que aunque me hayas hecho reír, esta noche no caí antes tus encantos.

Hice una reverencia imitando a una princesa de sangre azul.

—Nunca dije que caerías esta noche.

«Bravo, Nerea. Bravo »

•••

Ya había pasado casi una semana desde que llegué a Villa del Mar, y sus tierras no me habían tratado mal, después de todo.

Hoy Derek me llevaría al centro de jardinería. Espero encontrar muchas variedades de plantas. Adornaré este lugar como me gusta.

Descendí por las escaleras, ágilmente. El aroma a café mañanero y las tortitas que hacía mi madre era como una inyección de energía para mi cuerpo.

—¡Buenos días, familia!

—Buenos días, hija. ¿Hoy es cuando Derek te va llevará al centro de jardinería?

A mi madre le encantaba Derek, lo veía como el chico perfecto para mí; era educado, simpático, y hasta había ayudado a instalar unos muebles de la cocina.

—Sí, mamá. Es hoy, ya estará casi al llegar. —Pasé por el lado de mi hermano tomando unas tortitas.

—Buenos días, clon mal hecho. ¡Joder, qué músculos, hermanito! Cada día estás más bueno.

—Hasta que al fin reconoces que soy un bombón.

—Tampoco te creas tanto. —Deposité un beso en su mejilla.

—Neri. —Captó mi atención—. Cuidado con ese idiota de Derek. Le noto algo raro, como si ocultase algo.

Mi hermano tenía un instinto sobreprotector cuando de mí se trataba.

—¡Ay, mi Brandi sí que me quiere!

—No seas tonta, claro que te quiero. Si te hace algo me lo dices urgente, y le parto la cara.

—Y así le sacamos provecho a esos brazotes —vociferé abrazándolo—. Tranquilo, todo estará bien.

Sentí el claxon del coche de Derek y emergí con agilidad.

Derek no se había equivocado cuando indicó que este era el centro de jardinería más lindo del mundo. Habitaban plantas de muchas especies; algunas, completamente nuevas para mí.

El encargado explicó que solo crecían en regiones tropicales.

Cuando salimos del centro, Derek me invitó a un sitio cerca de la playa que hacían parrilladas para alegrar a los turistas.

—¡No me puedo creer que hayas comprado tantas plantas! —exclamó mientras esperábamos el pescado agridulce que habíamos ordenado. Según él, era lo mejor que se comía.

—Es que tengo una pequeña obsesión por las plantas.

—¿Pequeña, Nerea? —interrogó con ojos de reproche.

No pude evitar reírme ante su cara.

—Vale, vale —vociferé alzando los brazos en señal de rendición—. Lo admito, tengo una gran obsesión por las plantas. Son muy importantes para mí. Me enseñan lo que es la responsabilidad porque si no las atiendes se mueren. Así pasan con las relaciones entre amigos, pareja o familia; si no los cuidas se secan.

—Me encanta tu forma de expresarte —alegó con una mirada de fascinación—. Te lo dije el primer día que te conocí. Eres una princesa del siglo veintiuno, Nerea.

Él comenzaba a gustarme, más de lo que debería.

Estaba cayendo en los encantos de Derek Harrington.

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