Alquimista
Ciaoo! Aquí les comparto un pequeño corto, realmente no perece al género erótico, porque en realidad este sería parte, sí, parte de un one-shot thriller para mi libro de cortos de horror. Sin embargo, la idea de un Sesshomaru elegante, culto, despiadado y con ese toque de psicopatía me enamoró. En fin, espero les guste tanto como a mí.
Att: Ombraos
Los humanos no importan mucho:
Yo no valgo nada, ella no vale nada…
Tú tampoco, querido lector, no eres más que un cuerpo. Más que materia; Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Azufre, Nitrógeno, Fósforo…
Todo es uno y el uno es el todo.
Quizás pienses, lector, que no soy más que un fanfarrón nihilista. Prefiero considerarme hermético. Un alquimista. En el feroz mundo burgués, no soy más que un tutor. Su tutor.
En particular me dedico a la química y al noble arte de la transformación de la materia.
Lector mío, olvídate de esos colegas obtusos que afirman que no puede cambiar su forma: ¡son unos incompetentes! Aunque no los culpo, no lo saben y nunca tendrán que saberlo.
Conocí a su padre en la universidad. Era mucho mayor que yo, pero carecía de perspicacia. Le agradé inmediatamente y me propuso ser tutor de su hija; incluso confesó que la jovencita se engañaba a sí misma, pensando que podría convertirse en química.
Asentí con cierto entusiasmo, esperando que esa chica fuera compatible con mi Arte.
Y lo fue:
Me di cuenta tan pronto como la miré a los ojos. En esos iris oscuros, casi ensangrentados me atrevo a decir, se contemplaba el misterio del Universo, el todo y el uno.
Tenía la mirada lánguida de adolescente, pero conservaba el brillo vivo de la alquimia. Entendí que la quería, que la necesitaba, así que le enseñé en su casa durante varios meses (descubriendo, entre otras cosas, que tenía dones verdaderamente notables) y solo más tarde la invité a cenar.
Ahora, querido lector, te contaré todo lo que pasó esa noche, y con todo lujo de detalles. No me detendré ante nada, ni siquiera ante lo más horripilante, lo más abominable y lo más desviado. Si algún día me encierran, todo lo necesario para encontrar la verdad está escrito aquí, de mi puño y letra.
Entonces decía, que la invité a cenar. Ella aceptó de mala gana, probablemente persuadida por su padre, que me consideraba una buena pareja.
Ella apareció con un vestido virginal blanco hasta los tobillos. ¿Acaso pensó que no provocaría mis instintos vistiéndose así? Por supuesto que estaba equivocada, ingenua chica alquímica.
Sin embargo, siempre fui un caballero. Elegí para ella el restaurante más elegante y caro; le hice encontrar una rosa blanca sobre la mesa.
Me quité el sombrero, la hice sentarse en la silla, tocando suavemente su brazo; —cómo temblaba, pobrecita.–
A pesar de todas estas medidas pensadas, ella continuó comportándose de manera esquiva la mayor parte del tiempo. Por eso, entre un discurso y otro, decidí jugar con su curiosidad.
—Señorita Higurashi, — comencé con calma, —. ¿Alguna vez ha oído hablar de la Piedra Filosofal?
Me dio una mirada sorprendida, o quizás divertida, y sus grandes ojos marrones se abrieron como platos.
—Pensé que era un hombre de ciencia, señor Taisho.
—Efectivamente, lo soy —, respondí—. La filosofía hermética es una ciencia de igual profundidad que las demás.
—Pero sigue siendo una ciencia obsoleta— añadió ella.
“Pobre niña inocente” Pensé:
“¿A qué precio pagará el conocimiento?”.
—Entonces significa que te mostraré personalmente todas mis Piedras.
Pedí la cuenta y, una vez fuera, le ofrecí mi brazo, que ella no tuvo el valor de rechazar. Se apoyó en mí con extrema cautela, como si temiera (y con razón) que con solo tocarme la destrozaría. Sin embargo, se dejó llevar sin decir palabra alguna.
La llevé a mi casa, y en el camino de entrada, se asustó aún más y soltó su —ya precario— agarre de mi brazo.
—¡Señor Taisho —chilló! —. No puedo, esto no está bien.
—Por supuesto, señorita. Todo está bien, ya le informé a su padre.
—¡Mi padre nunca aceptaría algo así!—respondió ella secamente.
Empezó a alejarse y sí, a pesar de ser un caballero, la agarré de la muñeca con firmeza.
—No suelo mentir, señorita —le dije con dureza.
Asustada, ella me siguió. Cerré la puerta detrás de nosotros y la obligué a sentarse un momento, solo uno.
Noté que sus ojos brillaban.
>>No llore querida, no tengo ninguna intención de hacerte daño. Solo quiero mostrarle la verdad.
—¿Qué verdad?— jadeó.
—Sígame.
La acompañé a mi estudio, donde el olor acre de los metales fundidos la hizo arrugar la nariz.
>>Esto, mi querida señorita, es la verdad.
Frente a nosotros estaba mi pizarrón, mi querido y precioso pizarrón, repleto de fórmulas e indicaciones, resultado de al menos diez años de trabajo. Necesitaba mejorar, sí, pero yo todavía era joven. Habría permanecido así durante mucho tiempo.
En cada estante de la habitación, había una piedra. Algunas más grandes, otras más pequeñas, pero todas rojas como la sangre. Ardiente como la llama de Athanor.
—¡Dios mío!…—, tartamudeó —.¿Son piedras filosofales?
Estaba maravillosamente incrédula y aterrorizada al mismo tiempo.
—Sí querida. Y usted es la única a quien le he dado el honor de poder admirarlas.
Me senté en un sofá no muy lejos y la invité a imitarme:
>>Aquí, a mi lado.
Se quedó retorciendo sus manos por un rato, y solo se detuvo cuando agarré una de sus manos.
—¿Cuántos años tiene usted, señor Taisho?— preguntó con mucha timidez.
—Veintiocho —, respondí —. Si me permite, me gustaría adivinar su edad.
—C- cierto.
—Dieciocho años.
—Sí, los cumplí en agosto.
“Perfecta, es perfecta”. Pensé.
—Lo sabía. Rara vez erro en captar la belleza juvenil, la sublime inocencia, la pieza perfecta que unifica la síntesis pitagórica par e impar —murmuré —Y usted, señorita Higurashi, personifica las tres faces de la gran obra de la alquimia.
—¿D —dice?— tartamudeó la jovencita.
—Sí. Y apuesto a que nunca ha sido tocada por un hombre —susurré.
—¿¡Pero cómo se permite!?
—En esto tampoco me equivoco, ¿verdad mi querida señorita Higurashi?
—¿¡Qué quiere de mí, señor Sesshomaru!?— gritó —¡Mi padre no pudo haber aceptado todo esto!
—Y aun así lo hizo —respondí, y con un movimiento repentino, la inmovilicé debajo de mí, en el sofá
—¿Sabe cuáles son los ingredientes de la Piedra?
—¡No me importa!— se quejó la joven, desesperada por liberarse de su agarre.
—La sangre de una virgen recién desflorada y el semen del alquimista que la poseyó.
La doncella empezó a luchar y a gritar, intentando patearme.
—¡¿Qué significa esto?!— gritó.
—Su padre estaba interesado en la Piedra, por lo que decidió mantener el asunto… en familia.
Ella empezó a llorar como todos los demás. Parecía una fuente. ¡Y yo pensé que era mi chica alquímica, lista para sacrificarse por la ciencia!
Le levanté la falda blanca; primero descubriendo las piernas, luego los muslos y el vientre. Quería probar su flor, nunca me había pasado con las demás.
La acaricié un rato, ya que el reciente descubrimiento la había privado de cualquier impulso de rebelión.
>>Como soy un caballero—, le siseé al oído—: dejaré la elección en sus manos. ¿Prefiere una unión brutal o una más suave?
—¡No quiero nada de esto! ¡Solo quiero irme a casa!— sollozó.
—Me temo que eso no es posible, querida. Dime, ¿por qué no te gusta? ¿Quizás no le agrado?
—Me da miedo, señor Taisho —replicó —¡Y pensar que al principio me pareció hermoso, aterradoramente hermoso!
—Tiene buen gusto, señorita. Pero no tiene por qué tenerme miedo. No sucederá nada que no haya imaginado ya.
Ella no respondió, simplemente continuó con ese doloroso canto fúnebre de sollozos y gemidos.
>>Como usted no expresa ninguna preferencia al respecto, mi querida doncella— dije finalmente – yo decidiré como será tu única y última experiencia.
Después de tocar y saborear su pequeño sexo, la desfloré de un solo golpe, de una manera tan vigorosa que yo mismo sentí dolor. La vi arquearse debajo de mí, llorando, gritando súplicas incomprensibles.
>>Está por terminar, mi querida señorita. ¿Quizás no le gusta sentirme? ¿No le agrada ser poseída por mí?
—¡¡Ya basta, ya basta, por favor!!
Saqué mi navaja del bolsillo de mi abrigo. Ella no pudo notarlo porque tenía los ojos cerrados y gemía de dolor. Haciendo ruido con esa vocecita angelical suya.
Mi mano tembló, tal vez debía conservarla, encontrar otra presa, otro ingrediente para la Piedra, salvar a esa chica, convertirla en mi diosa. Pero yo era un monstruo, un dios eterno, cruel y hermoso.
Le corté el cuello y se hizo el silencio.
Su última mirada, en cuanto sus cuerdas bocales fueron atravesadas, estuvo llena de la cándida y amarga sorpresa que tienen los animales cuando no saben que los han matado.
Recogí toda la sangre en varios recipientes de vidrio y llené la tina. Me di un agradable baño en esa cálida linda y la marqué con mi semilla, con el pensamiento de su sonrisa y el sabor de su vitalidad en mi boca. Tomé una muestra y la dejé a un lado. En esa ampolla estaba el misterio del universo, el principio y el fin, la vida y la muerte: el Ouroboros.
Me miré en el espejo…
Yo era un Dios. Un dios hermoso y frío, viril y escarlata. En ese momento no pensé en pequeño cuerpo sin vida que yacía en mi estudio. Frente a mí, estaba el verdadero Arte.
Al día siguiente, cogía uno de mis habituales trozos de cristal de los estantes y se lo entregué a su crédulo padre.
Qué idiota. Vender a su propia hija a cambio de la eterna juventud, ¡qué vanidoso puede ser el hombre!
Querido lector, cuántas tonterías se hacen para obtener un buen baño en la muerte, ¿verdad? Y por el febril deseo de la carne, por supuesto. Eso es parte de mi personalidad, Nigredo.
Glosario:
El tema del uno; hago referencia a los pensamientos de algunos grandes pensadores como Parménides, entre otros.
El Uno puede definirse como el principio que indica la raíz unitaria de la totalidad múltiple.
Athanor:
Athanor, es un término utilizado en alquimia para designar un horno, cuyo calor se utiliza para realizar la digestión alquímica.
Síntesis pitagórica par e impar:
El número 3 considerados perfecto según el movimiento de la escuela pitagórica, también representante de la trinidad para la religión católica. La información sobre este número es muy extensa, mas yo lo veo así:
1 Dios–hombre, 2 mujer,=3 unión hombre-mujer.
Magnum Opus: Alquimia.
La gran Obra
Las tres faces principales de la Gran Obra; representadas como tres viales que contienen ingredientes de diferentes colores.
Nigredo, Albedo, Rubedo.
Ahora entienden por qué dice que su personalidad es Nigredo y su relación con la muerte
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