Capítulo 2: Segunda impresión
-Señorita Sander's, ¿Cierto? -le dice tendiéndole una mano de largos dedos-. Soy el Arq. Elliot Hamilton. Para mi es un gusto en conocerla. ¿Quiere sentarse?
Elliot Hamilton es muy joven. Y atractivo, muy atractivo. Alto, con un elegantísimo traje negro, camisa blanca y corbata gris, con un pelo rebelde de color negro y brillantes ojos grises. Sus ojos, observan atentamente a Helen mientras le saludaba de apretón de mano. Por un momento Helen se queda expectante, necesitaba articular algunas palabras.
-Bueno, la verdad... yo... he, si.
En el momento que le saludó de mano, Helen sintió un extraño y excitante escalofrío por todo el cuerpo. Retira la mano a toda prisa, incómoda. Parpadea rápidamente, al ritmo de los latidos de su corazón. Parecía que estaba hipnotizada con su rostro.
-Perdone el tiempo que le estoy quitando para otras cosas, pero...
-No, no, no hay problema señorita Sander's.
Su voz era cálida y parecía divertido, pero su expresión era impasible. Elliot sobre todo es muy educado.
-¿Eres estudiante de Arquitectura?
-Eh, si. -responde nerviosa.
Helen le mira y ve el esbozo de una sonrisa en su expresión, tiene una sonrisa insignificante.
-¿Quiere sentarse? -pregunta nuevamente señalándole un sofá blanco de piel en forma de una L.
Su despacho es exageradamente grande para una sola persona. El resto del despacho es frío, limpio y aséptico. Delante de los ventanales panorámicos hay una mesa de madera oscura en la que podrían comer cómodamente seis personas. Hace juego con la mesita junto al sofá. Todo lo demás es blanco, el techo, el suelo y las paredes, excepto la pared de la puerta, en la que treinta y seis cuadros pequeños forman una especie de mosaico cuadrado. Son preciosos, una serie de objetos prosaicos e insignificantes, pintados con tanto detalle que parecen fotografías. Pero, colgados juntos en la pared, resultan impresionantes.
Mientras Helen toma asiento, se queda observando algunos cuadros. Hamilton se da cuenta que observaba las paredes, le pregunta:
-Muy bonito, ¿no?
-Extraordinario -le dice distraída, tanto por él como por los cuadros.
Hamilton ladea su cabeza y mira con mucha atención a Helen.
-Puedo decir que le encanta las cosas detalladas, señorita Sander's -le contesta en voz baja.
Helen al escuchar aquello sin ninguna razón se ruboriza.
Hamilton está sentado con elegancia frente a Helen en una silla blanca de piel. Helen baja la cabeza, se sentía muy tímida. Luego sin contestarle prepara la hoja con las preguntas, y cuando saca la punta del lapicero se le cae dos veces al suelo. El joven Hamilton aguarda pacientemente. Helen se siente cada vez más avergonzada y se pone algo más roja. Cuando reúne el valor para mirarlo, él estaba observándola, con una mano encima de la pierna y la otra alrededor de la barbilla y con su largo dedo índice cruzándole los labios. Quizás intentaba ahogar su sonrisa. Pero, tal vez no. Helen suspira y le dice:
-Pe... Perdón -balbucea-. Es mi primera vez... haciendo esto.
-Relájese. Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Sander's -le contesta.
Helen traga un bocado de saliva y se coloca un mechón de pelo detrás de su oreja.
-Le haré unas cuantas preguntas, señor Hamilton.
-Sí, creo que debería preguntarme algo -le contesta algo inexpresivo.
Helen se le queda mirando y de pronto le arden las mejillas. Desvía su mirada y se incorpora un poco.
-¿Cómo a logrado obtener asombrosos diseños arquitectónicos?
Hamilton le mira y esboza una sonrisa burlona. Parece ligeramente decepcionado.
-Creí que me preguntaría otras cosas, señorita Sander's. Yo soy muy bueno analizándolas. Sé cómo funcionan, lo que les hace ser mejores, lo que no, lo que las inspiran y cómo incentivarlas-. Se calla y le clava su mirada.
Helen se impresiona y se pone tensa. ¿De qué estará hablando este tipo?
-Cualquier ámbito hay que dominarlo, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles. Trabajo duro, muy duro, señorita Sander's, para conseguirlo. Tomo decisiones basándome en la lógica y en los hechos. Tengo un instinto innato para reconocer y desarrollar una buena idea para mis diseños.
Helen se relaja un poco, y reacciona. Se le olvidó escribir cada palabra que decía. Pues se había quedado expectante de lo que decía. Parecía que lo que hablaba tuviera doble sentido. Helen agacha su cabeza, no quería decirle que repitiera las misma palabras. Pues, era por que se veía tan arrogante. Continúa la siguiente pregunta.
-¿Hace todo el trabajo arquitectónicos usted solo o, costa de un gran personal? -le mira, para escuchar lo que ahora diría.
-Lo controlo todo, señorita Sander's -Contesta sin el menor rastro de sentido del humor en su sonrisa.
Helen lo miraba, y Hamilton le sostiene la mirada, impasible. Helen le quita la mirada, su corazón se le altera y vuelve a ruborizarse. Escribe nerviosa la corta respuesta en su hoja de preguntas.
Hamilton es irresistiblemente atractivo. Mientras Helen escribía, él la miraba fijamente, paseando su dedo índice por el labio inferior. En tanto, que Helen repasaba la siguiente pregunta, Hamilton le dice en un tono bajo:
-Tengo más de treinta mil arquitectos, ingenieros y empleados, señorita Sander's. Eso me otorga cierto sentido de la responsabilidad en construir las ideas para dichos diseños. Y me brinda... poder, si lo prefiero.
Helen se queda boquiabierta. La falta de humildad de Hamilton la deja estupefacta. Helen se sentía como una niña en aquella situación. Baja la cabeza y susurra algo:
-Estoy jodida -lo decía porque no tenía casi nada escrito en la hoja de preguntas-. ¿En qué se inspira cuando diseña? -lo mira, y está vez Helen estaba prepara para tomar nota.
-En complacerlas -Alzó sus cejas.
Helen se ruboriza, sin entender su respuesta.
-Ah, pe... Perdón, señor Hamilton. No entendí. ¿A qué se refiere? -preguntó dudosa.
-Mis gustos son cosas muy diversas, señorita Sander's -esboza una sonrisa casi imperceptible-. Muy diversas.
Por alguna razón, la mirada firme de Hamilton la confunde. En sus ojos se distingue un brillo perverso. En ese momento Helen se siente intimidada e incómoda. Al ver sus intenciones, cambia la temática, haciendo otras preguntas pero sin salirse el contesto.
-¿Qué hace cuando no diseña? -se relaja al preguntarle.
Hamilton le sonríe mostrando sus dientes, blancos y perfectos. Es realmente guapo cuando lo hace. Helen se avergüenza por a ver preguntando aquello que ni siquiera estaba en la hoja de preguntas.
-Bueno, navego, vuelo y me permito hacer algunas diversas actividades -cambia de posición en su silla-. Soy muy rico, señorita Sander's. Tengo derecho hacer lo que me plazca.
Helen hecha un rápido vistazo a las preguntas con la intención de no seguir con ese tema.
-¿Qué tiene usted en mente antes de crear sus diseños? -frunce sus labios y le observa atentamente nerviosa.
Hamilton le observa de arriba hacia abajo. Luego la mira a los ojos.
-Soy una persona muy reservada, señorita Sander's. Hago todo lo posible por proteger mi vida privada -Dijo serio.
Helen suspira, no sabe que hacer. Baja su cabeza y susurra:
-No me está ayudando en nada. Dice cosas como si estuviera hablando en doble sentido.
Sus actitudes eran muy diferentes en cada pregunta que Helen le hacía. Miró la anterior pregunta y la casilla estaba en blanco. Observo las anteriores y, en blanco. Solo una había llenado. Hamilton la observa pacientemente. Helen levanta su rostro y lo observa mirarla. Ella le sonríe en una sonríes fulminante desvanecedora. Suspira.
-Di... disculpe, me perdí en las siguientes preguntas -le mintió intentando romper aquel silencio.
-Tómese sus tiempo, señorita -gesticula con su mano.
A pesar de que Hamilton es muy joven, está bien preparado profesionalmente y, actualmente actuaba como una persona muy madura en su manera de pensar.
-¿Tiene alguna técnica para la elaboración de cada diseño? -lo mira, y agrega diciendo-: Y, si la tienes, ¿podrías enumerarlas?
-¿Por qué ha salto a la penúltima pregunta? Si la siguiente pregunta es: ¿Qué es la filosofía de la arquitectura para usted? ¿No es así? -decía con una mirada fría y serena, aún con sus posturas.
Helen se queda atónita, y se coloca un mechón de pelo entras su ojera. Se pone nerviosa y baja su mirada.
-Oh, sí... Je. Es cierto... Disculpe -esta nerviosa e impaciente-. ¿Cómo sabe la pregunta?
-Hace algún tiempo que pasé por preguntas similares.
-Wao. Que mentalidad. Je -le da algunas risitas, mientras se seca las manos de su pantalón-. Creo que se dio cuenta de aquella pregunta que le hice antes. Ojalá no. -Se decía a sí misma con la cabeza baja.
-¿Podría responder a la pregunta que ya sabe? -Dijo Helen dudosa.
-Para mi es algo que consigo adueñarme absolutamente de su mente, puedo decir que, puedo adueñarme de cualquier otra cosa para la que esté legalmente autorizado. Soy muy peculiar, muy tenaz. Me gusta el control... de mí mismo y de los que me rodean.
En el momento que Hamilton empezó hablar, Helen había escrito algunas palabras, pero se detuvo al transcribir; al darse cuenta que lo que decía llevaba otro rumbo. Helen no estaba segura si era su filosofía al ver la arquitectura desde su punto de vista o, hablaba de otras cosas. Helen levanta su rostro.
-¿Esa es... su punto de vista al mirar la filosofía de la arquitectura?
-Así es.
Sonríe, pero la sonrisa no ilumina su mirada. Helen nota que algo no cuadra, así que no puede evitar pensar que estaban hablando de otra cosa, pero no tenía ni la menor idea de qué. Helen traga saliva y, en cuanto lo hace, el despacho se hace cada vez más caluroso. Quizás era cosa de ella. Helen quería acabar de una vez las preguntas. Echa un vistazo a la siguiente pregunta.
-¿Esta todo bien, señorita Sander's?
Lo mira y el corazón se le dispara, y le vuelven a arder las mejillas. Nerviosa, se coloca un mechón de pelo nuevamente detrás de la oreja. Hamilton se inclina un poco hacia delante. Ambos se miran. Sus ojos grises la observan atentamente.
-Me... in... intimidad -dice Helen inquieta.
Hamilton le sonríe y se hecha atrás de su sillón. Helen no puedo evitar decirle la verdad. Aquella mirada era desafiante.
-La intimidó, ¿he? -le sonríe-. ¿Tiene miedo de mí, señorita Sander's?
-No. No es eso -suspira y continúa-: Es que no estoy acostumbrada hablar con personas que siempre me están mirando fijamente.
Hamilton sonríe, más Helen no logra observar si lo hacía o no. Pues, había colocado su dedo índice en sus labios mientras le observaba atentamente.
-¿Qué siente cuando le miro? -dijo con una voz suave y seductora.
Helen empezó a sentirse más calurosa y más nerviosa. Hamilton no le quitaba la vista. Su mira era excitante.
-¿Arquitecto Hamilton?
Llaman a la puerta y entra la rubia del mostrador. Cuando entra, Helen se coloca de pie.
-Perdone que lo interrumpa, pero en una hora tiene reunión en la planta 12 con los ingenieros.
-Cancele esa reunión Margaret, por favor. Aún no hemos terminado.
Margaret se queda boquiabierta, sin saber qué contestar. Parecía perdida. Hamilton mira a Helen y luego vuelve su rostro hacia Margaret y alza las cejas. La chica se pone colorada. Menos mal, que Helen no era la única que se ponía así.
-Muy bien, joven Hamilton -murmura, y sale del despacho.
Él frunce el ceño y vuelve a centrar su atención en Helen.
-¿Ya se quiere ir, señorita Sander's?
-Solo... no quiero quitarle más tiempo en sus obligaciones.
-Tome asiente. Quiero saber de usted -gesticula con su mano, invitándola a sentarse nuevamente.
Sus ojos grises brillan de curiosidad. Helen no sabía sus intenciones o lo que pretendía. Hamilton apoya los codos en los brazos de su sillón, y une las yemas de los dedos de ambas manos frente a su boca. Helen le mira los labios. La desconcentra. Traga saliva.
-No hay mucho de que saber de mí -le dice volviéndose a sentar robotizada.
-¿Qué planes tiene después que sea profesional?
-Aun, no he hecho planes, señor Hamilton.
Helen aún se sentía incómoda frente a su penetrante mirada.
-Aquí tenemos un excelente programa para que se desenvuelva mejor en los diseños a la hora de idear sus planos arquitectónicos -le dice en tono pasivo.
Helen alza sus cejas, sorprendida.
-¿Está ofreciéndome un trabajo?
-No exactamente. Puede aprender muchas cosas aquí, señorita Sander's -le da una ligera sonrisa que se insinúa en sus labios.
-No lo sé -Dudaba-. Tendré que pensarlo luego -Intentaba evadirlo.
La mirada de Hamilton era intensa y su atisbo de sonrisa ha desaparecido. De pronto, Helen aparta sus ojos de su mirada escrutadora. ¿Qué está pasando? Helen siente la necesidad de que tenia que marcharse desde ya. Se inclina hacia delante para levantarse y, en ese momento, Hamilton e pregunta:
-¿Le gustaría que le enseñara cada diseño del edificio?
-No, no. Ya, yo me tengo que ir -Se levanta-. Es que voy muy lejos y, ando en el vehículo de mi hermana.
Hamilton parece sorprendido y, mira por la ventana. Ha empezado a llover.
-Bueno, pues conduzca con cuidado -dice en tono serio, autorizándole.
Helen le extiende su mano y, en el instante Hamilton se levanta de su lugar estrellando su mano.
-¿Ya preguntó todo lo que necesita? -añade.
-Sí -le contesta desesperada por salir de allí-. Gracias por su tiempo.
-Ha sido un placer -le contesta, educado como siempre-. Hasta la próxima, señorita Sander's.
Helen camina hacia la puerta, se da vuelta, y le asiente con su cabeza y una minúscula sonrisa. Hamilton le sigue. Pasa al frente de ella y abre la puerta con amabilidad, gracia y agilidad.
Helen le despide con un movimiento de cabeza, diciéndole:
-Muy amable, señor Hamilton.
Le sonríe y le asiente. Helen sale al vestíbulo echando chispas. Mira hacía atrás y, Hamilton le observa desde la puerta, sonreía como un mercenario. Luego Helen mira a la chica del mostrador.
-Hasta luego, señorita Sander's -dijo amablemente.
-Si, adiós -dijo casi ignorándola.
Pulsa el botón del ascensor y espera. Mira atrás y allí está parado con sus manos en los bolsillos de su fino y elegante pantalón. Él aún le sonríe, en su postura serena. Se abren las puertas y entra a toda prisa. Cuando se da vuelta, lo mira aún igual y en cuanto la puerta se cerraban, Helen notó que sus labios se movían. Al parecer le decía algo sin pronunciar palabra. Helen intentó leer sus labios, pero no logró adivinar. Las puerta del ascensor se juntan. Cierra los ojos y respira hondo.
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