Capitulo 1: La primera impresión

-... Bien chicos, para concluir...

Suena el timbre. En cuanto suena, la mayoría de los chicos se ponen de pie, mientras otros recogen sus cuadernos y demás. En tanto que algunos caminaban bajando las escaleras de aquel salón de clases, el maestro se había volteado cuando escuchó el timbre, y le hizo parar a algunos de ellos, diciendo:

-Hey, hey. Aún no termino -Decía haciéndolos parar-. Para mañana quiero que investigues personalmente los arquitectos que más éxito han tenido en sus diseños arquitectónicos. Y, trae fotos de uno de sus proyectos. Las preguntas están en la página 38 de sus libros.

-¿Y cómo vamos a encontrar uno de esos arquitectos profesor? -Le pregunta uno de sus alumnos algo cómico, ya parado en el quicio de la puerta.

Algunos joven se reían, aún que la pregunta no tenia algo de chiste.

-Investigue, joven Alex. Por eso le dije que investigarán. Hay muchos arquitectos en nuestro país y en la cuidad. -Decía guardando su portátil y demás.

Cuando el maestro se dirigía hacia la salida, una joven le salta en su encuentro.

-Disculpe, profesor -Le hace detener. Cuando tiene su atención le pregunta-. ¿Podría decirme un lugar específico donde pueda encontrar a uno de ellos?

El profesor se le queda observando atentamente, como si estuviera pensando algo. Se lleva una mano a su barbilla, juega con su barba entre larga y, elegante.

-A unos 34 kilómetros de Houston puedes encontrar un excelente arquitecto. En el edificio ARQUI PROYECTO HAMILTON. No le digas a nadie que le dije de esto. Los alumnos se molestaran -Le dice parpándole el hombro algo gracioso y saliendo de su frente.

-Pero, ¿eso está muy lejos?

-Bueno, ¿entonces que mejores opciones tienes, Helen? -Le pregunta dándose vuelta, parado en el quicio de la puerta.

Eva se queda algo pensativa y luego desvía su mirada.

-Esta bien -Decía dudosa-. Gracias.

Cuando dijo lo último miró al maestro y este le alza sus cejas medias anchas, y a la vez le hacía unas muecas de aprobación con sus labios. Se marcha.

****


Helen se mira en el espejo y frunce el ceño, frustrada. No se siente convencida de su pelo. Toma el cepillo e intenta controlar su cabello. Después se detiene y se queda observando a la chica pálida del espejo, de pelo negro y ojos azules. Le sonríe al espejo. Se veía guapa. Mientras se miraba, se recoge pelo y se hace una coleta.

-Creo que hacia me veré mejor -Susurra a sí misma.

-Y tu, ¿Dónde vas?

-Iré hacer una investigación sobre un arquitecto -Le dice Helen mirándole por el espejo.

-Mm. Y, ¿ese es el trabajo final para tu graduación?

-Aún no -Guarda silencio y luego le pregunta dándose vuelta-. ¿Puedes prestarme tu auto?

La chica que estaba apoyada en el quicio de la puerta se queda en silencio mientras la miraba. Luego responde cruzándose de brazos:

-¿Y eso para que?

-Tengo que ir a 34 kilómetros de Houston para hacerle la investigación sobre lo que te dije.

Aquella chica suspira tras guarda algo de silencio.

-Por favor, Sandra. -Decía acercándosele y con una cara de consentimiento.

-Vale. Las llave están en la repisa de la entrada -Dijo mientras salía y luego agregó-. Espero que no me choques el auto.

-Va, ni tan mala que fuera tras el volante. Je.

Sandra es su hermana mayor, lo cual viven juntas. Sandra es una joven guapísima, con el pelo rubio perfectamente peina, siempre lo estaba. Sus ojos verdes brillantes y piel blanca. Es graduada de periodismo, sabe expresarse y es convincente.


Helen sale de su habitación, toma el bolso, le lanza una sonrisa a Sandra que estaba sentada en el sofá mirando la pantalla de la TV.

-Ya me voy. Nos vemos luego.

-Vale. Cuida mi auto -le grita.

-Si, si. Cuidas más tu auto que a tu propia hermanita -decía riéndose.
Sale y se dirige al coche.

Cuando sale en el coche hay bastante tráfico, en dirección a la interestatal 9 de Houston. No era tan temprano que se diga. Helen manejaba un Mercedes color gris. Se relaja un poco y, observa un carril vacío. Pasa allí y pisa con fuerza el acelerador, los kilómetros pasan volando.

Llega, y observa un enorme edificio de treinta plantas. Era hermoso, una fantasía arquitectónica, todo era de vidrio y acero, y con las palabras ARQUI PROYECTO HAMILTON en un discreto toque metálico en las puertas acristaladas de la entrada.

Helen entra en el inmenso vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca, se queda expectante. Habían algunas personas allí sentadas esperando y otros andando de una lado a otro. Todos están elegantes.
Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra una señorita le sonríe amablemente. Una rubia, atractiva y muy arreglada. Lleva un conjunto gris oscura con falda. Se veía impecable.

-Hola, soy estudiante de la carrera de arquitectura y, vengo hacer una investigación al arquitecto Hamilton.

-¿Cuál es su nombre?

-Helen Sander's.

-Discúlpeme un momento, joven Sander's -Le dijo escribiendo algo en la computadora del mostrador.

Helen espera tímidamente frente a ella. Helen lleva puesto unas cómodas botas bajas marrones y un Jersey azul. Mientras espera, se pasa por detrás de la oreja un mechón de pelo que le tapaba la mitad su rostro.

-Listo. Ahora necesito que me firme aquí, por favor, señorita Sander's -guarda silencio mientras firma-. Vaya al ascensor de la derecha, planta 3.

Le sonríe amablemente, y le da un pase de seguridad que decía: "Helen Sander's Visitante." Lo toma y le sonríe.

-Gracias.

Suspira y se dirige al ascensor. Mientras iba hacia él, ve dos vigilantes ambos muy elegantes de trajes negros. Los hombres de negros pero, sin gafas.

El ascensor la traslada a la planta 3 a una velocidad de vértigo. Llega en segundos. Las puertas se abren y sale a otro gran vestíbulo, también de vidrio, acero y piedra blanca. Pocas personas andaban por allí. Helen se acerca a otro mostrador de piedra. Una chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro, le dice:

-Señorita Sander's, ¿verdad?

-Si.

-Tome asiento, por favor, en unos minutos podrá entrar. -Dijo señalándole hacía una zona de asientos de piel de color blanco. Un diseño excepcional.

Detrás de los asientos de piel hay una gran sala de reuniones con las paredes de vidrio, una mesa de madera oscura, también grande, y al menos veinte sillas. Más allá, un ventanal desde el suelo hasta el techo que ofrece una vista espectacular. Helen se queda impactante momentáneamente paralizada al ver lo hermoso que era esa área.

-Wau. Que delicadeza -Dijo sentándose.

Saca de su bolso una libreta pequeña y una hoja de preguntas.

Repasa algunas preguntas. En tanto que lo hace, le sudan las manos, está algo nerviosa. A Helen, no le gusta tener que hacer esos tipos de investigación o entrevistas cara a cara con las personas. Le sería más fácil si fuera una charla en grupo, donde no puedan sentir su inactividad en el lugar. Le gusta estar tranquila, leyendo novelas, estar en casa viendo la TV, o estar en la universidad. Se sentía incómoda mientras esperaba sentada en aquel sillón
Levanta su mirada al mostrador y suspira. Empieza analizar la situación del lugar, el edificio; demasiado aséptico y moderno, mujeres rubias y bien representadas. Un lugar exquisito y relajado. Luego, observaba a la chica del mostrador, muy hermoso, parecía una Barbie. En tanto que la observa muy concentrada en lo suyo, de una gran puerta a la izquierda sale una señora rubia y elegante, impecablemente vestida. ¿De dónde sale tanta rubia inmaculada? Helen respira hondo y se le queda mirando, mientras sus tacones resuenan en el suelo brilloso. En cuanto lo hace, la chica del mostrador le sonríe amablemente. Luego mira en donde está Helen y le dice muy cordial:

-Señorita Sander's.

-¿Sí? -le contesta con voz ronca. Luego carraspea. -Sí -repitió, esta vez en un tono algo más seguro.

-A mi señal entrará -Dijo dirigiéndose a la puerta por la que salió la señora.
Helen asiente con su cabeza. Ahora está algo más nervioso que antes.

-Probablemente, Hamilton sea un persona mayor, seguro con el pelo blanco y bigote. Debería actuar con mucha amabilidad -Susurraba para si misma.

Helen se relaja un poco mientras suspira. En cuánto lo hace, la chica rubia sale quedándose en la puerta y, Helen le mira.

-Adelante. El señor Hamilton la recibirá.

Helen se levanta tomando su bolso, está aún mucho más nerviosa. Se dirige a la puerta.

-¿Quieres dejarme el bolso? -Preguntó cuando Helen llega a su lado.

-Sí -Le contesta dándole su bolso.

-No se preocupe, cuando salga se lo entrego. -Le dijo amablemente.

-Gracias -Sonrió.

La chica rubia le abre la puerta nuevamente, y al momento que Helen entrar, le cierra. Cuando hubo entrado, se queda asombrada mientras camina algo dudosa y en pasos lentos. Traga seca un bocado de saliva.

-Madre mía -Susurró.

Al entrar, observó al señor Hamilton parado en el despacho de su oficina con sus manos detrás y una magnífica sonrisa de amabilidad. Parecía que era su forma de recibir a las personas.

-Señorita Sander's, ¿Cierto? -Dijo esperándola en el mismo puesto y aun con una pequeña sonrisa.


Luego de unas largas horas, Helen sale corriendo hacia el coche con el bolso en su cabeza intentando cubrirse el pelo de la lluvia. Pues estaba lloviendo. Entra en él, y cuando iba a encender el auto se detiene. Levanta su rostro y se queda mirando fijamente el cristal, observando como la gotas de lluvia caía y se deslizaba por él. Se apoya del asiento en relajación total. Se queda pensativa. Cierra los ojos y respira hondo. Apoya su cabeza en el cabecero del sillón y, dice para si:

-Ningún hombre me había impactado tanto como Hamilton, y no entiendo por qué. Tal vez es, ¿Porque es guapo? ¿Joven? ¿Educado? ¿Rico? ¿Poderoso? No entiendo -Vuelve y respira hondo.

Reacciona y enciende el coche.

-Que locura. Sandra se va a sorprender de esto cuando le cuente.

Mientras iba de camino a casa, enciende la radio, sube el volumen y escucha el ritmo de una música rock en Inglés. En tanto, la escucha se relaja aún más. Echa un vistazo al indicador de velocidad y trata de conducir más rápido de lo habitual.


Helen llega a casa, cierra la puerta y agrega su espalda en ella. Suspira. Parecía algo cansada, y pensativa.

-Vaya, ya llegaste -dijo Sandra con un plato en mano-. ¿Dime que no reventaste mi auto? -Dijo seria.

-Va, tu auto está bien. Deberías preguntarme cómo me fue -Decía caminando hacia Sandra.

-Pues, ¿cómo te fue? Ya que insiste en que te lo pregunte -Camina hacia el sofá.

Helen deja su bolso y las llaves en una repisa, y se tira en el sofá junta a su hermana. Se recuesta en el sofá.

-No tan bien, pero no me creerás lo que me paso.

-¿Así? -dijo volviendo su cabeza a Helen-. Cuéntame todo -Se acomoda mejor para escucharla hablar.

Helen, tras haber cerrado sus ojos, los abre y empieza a contarle lo que paso.

-El arquitecto que investigué, era muy joven. Tal vez tenía algunos 25 años. Tiene una vida muy interesante.

Sandra deja de masticar por unos segundos y le pregunta:

-¿Cómo era?

Helen suspira profundamente y mueve su cabeza ligeramente mirando a Sandra.

-Es demasiado atractivo, muy atractivo. Seguro de si mismo y dominante. Pero por otra parte es arrogante y, por impecables que sean sus modales, es dictador y frío. Bueno, a primera vista. Un involuntario escalofrío me recorrió la espina dorsal cuando me saludó de manos -guarda silencio-. Puede ser arrogante, pero tiene derecho a serlo, porque ha conseguido grandes cosas y es todavía muy joven. Sentí miedo de él en varias ocasiones. Era intimidante.

-¿Por qué te expresas así? ¿Paso algo? -Preguntó seriamente, mientras Helen vuelve a mirarla rápidamente.

Sandra se da cuenta que algo pasaba; deja el plato en una mesa de cristal.

-Dime lo que pasó desde el inicio -La miró y, agregó-. Si es que pasó algo.

Helen desvía su mirada de ella y se enfoca en mirar el techo. Resopla y, le dice:

-Bien.

Helen empieza a contarle lo sucedido detalle por detalle.

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