Capítulo 9

Me giré lentamente hasta que pude observar a una gran criatura de piel verdosa con pequeñas piedras que salían de su piel, desde sus hombros hasta sus muñecas. Sus dientes eran pequeños pero afilados y sus ojos eran de color negro, su nariz era algo chafada haciendo parecer que casi no tenía.

Llevaba algo que se asemejaba a un taparrabos hecho de piel con pequeñas púas incrustadas, y en su mano derecha tenía un trozo de tronco que se asemejaba a un bate de béisbol. La criatura se acercó a mí con cautela pero amenazante, con cada paso el suelo retumbaba y pequeñas piedras caían de las paredes.

–Hacía mucho tiempo que un humano no se dejaba caer por aquí.

–Ha sido sin querer. Ahora mismo me voy. –dije nerviosa pero sin apartar la vista de él.

–Para ser un buen troll debo matarte.

Levantó su brazo con la intención de golpearme pero logré esquivar el golpe, me levanté con rapidez y corrí por el serpenteante pasillo, el troll me seguía, lento pero seguro. Llegué a otra cueva mucho más grande que la otra y aprovechando la ventaja que llevaba me escondí detrás de una gran piedra, a los segundos escuché cómo había entrado a la habitación.

Contuve la respiración para no ser encontrada pero noté que el troll no se movía de dónde estaba, y eso me extrañó. Con temor me asomé un poco y lo vi sentado en el suelo ¿Llorando? Supe que debía aprovechar ese momento, y con cuidado caminé hasta el siguiente pasillo para salir, estuve a punto de marcharme pero me dio pena la criatura, le observé mejor y no parecía tan mala cómo aparentaba ser.

–¿Qué te pasa? –pregunté acercándome con precaución a él.

–No puedo hacerte daño, intento ser un buen troll como los demás pero... –bajó sus brazos cansado. –Soy incapaz de hacer daño. No sirvo como troll.

–Eso no es verdad, eres un buen troll. –sonreí pero no sabía qué decir. Nunca había conocido a ningún Troll y no sabía qué decir para animarle. –No tienes porqué ser igual a tus compañeros.

–¿En serio? –dijo esperanzado.

–Todo el mundo es diferente, nadie es igual y eso es lo más importante. Si todos fuéramos iguales sería muy aburrido. –le acaricié el brazo, el tacto era áspero y seco, además de rocoso por las piedras. –Ser diferente es lo que te hace ser especial.

–Gracias. ¿Cómo te llamas, humana?

–Lizbeth. –dije mi nombre con una sonrisa. –¿Cuál es el tuyo?

–No tengo nombre. Las criaturas no tenemos, no nos lo merecemos. –dijo apenado. –Ha sido así desde los primeros reyes.

–Te daré uno, el nombre es muy importante. –me quedé mirándole para pensar un nombre que fuera con él. –Te llamaré Gus. ¿Te gusta?

–Gracias. –sonrió mostrando sus afilados dientes, menos mal que yo no estoy ahí. –¿Qué haces en las tierras de nadie, Lizbeth?

–Tengo que ir a salvar a la princesa Cassandra, un dragón la ha secuestrado. –expliqué recordando todo lo que habíamos pasado para llegar hasta aquí. –Es por eso que debo ir a ver a mis amigos.

–Yo te puedo llevar, sé donde están. –se levantó y me di cuenta de que medía unos 4 metros de alto.

Antes de que pudiera darme cuenta me cogió al estilo nupcial con cuidado, se encorvó flexionando sus rodillas y saltó rompiendo todas las piedras que teníamos encima . Cerré los ojos y tapé mi cabeza con mis brazos por instinto hasta que sentí una brisa correr, abrí los ojos y me di cuenta de que habíamos salido a la superficie, pero en una zona que no era el pantano.

–¡Muchas gracias, Gus!

–¿Puedo ir contigo? Gus no tiene más amigos a excepción de lizbeth.

–Claro que sí, eres un gran amigo. –le di un abrazo, podía escuchar su corazón latiendo con fuerza.

Gus se agachó para que pudiera subir a sus hombros y me sujeté de su cabeza con delicadeza para no hacerle daño. Comenzó a caminar por el camino mientras podía ver mucho más lejos desde donde estaba sentada, esperaba encontrar a mis amigos cuanto antes y decirles que estaba bien, seguramente estarían preocupados por mí.

Por el camino mi nuevo amigo comenzó a contarme más sobre los trolls, los cuáles eran mucho más agresivos y menos habladores que él. Al parecer ellos sólo vivían para matar y conquistar tierras. También me contó que un extraño hombre apareció en la zona para reclutar a todos los trolls para una guerra que se avecinaba; al parecer les prometió riquezas y muchas vidas humanas, todos aceptaron menos él, y por eso fue expulsado de su tribu.

–Todo empieza a tener sentido. Un tercer reino que es fantasma, un misterioso hombre que recluta trolls y dos reinos que aseguran no haber iniciado una guerra contra el otro. –susurré mirando el paisaje. –Hay algo que no cuadra.

–La guerra es mala.

–Sí que lo es, muy mala. –dije pensativa y algo preocupada de lo que vendría.

Al caer la noche decidimos parar a un lado de un pequeño río para descansar, el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas y sería algo peligroso seguir. Antes de caer la noche, Gus pudo pescar varios peces, cogí un par de ellos y los cociné en la pequeña fogata que había hecho, gracias a las enseñanzas de Eros.

–¿No quieres cocinarlo? –me callé al ver como Gus se metió en la boca alrededor de diez peces a la vez. –No he dicho nada.

Al terminar de cenar, coloqué una pequeña manta hecha de piel que traía enrollada en mi mochila en el suelo, y con otra que me sobraba me tapé para no pasar frío, pese a que estaba cerca de la hoguera para estar caliente en la fría noche.

Gus se acostó a mi lado y me miró con algo de pena, cómo la manta era grande se la coloqué por encima y sonrió. A veces parecía un niño pequeño en un cuerpo muy grande para él. Se durmió a los segundos junto con el calentor de la hoguera.

Sonreí y miré el cielo estrellado, deseé que mis amigos y la princesa estuvieran bien, tenía que encontrarlos tan pronto cómo fuera posible para contarles lo que Gus me dijo.

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