Capítulo 7

–¿Amelia? –pregunté con una sonrisa. La chica retiró la capucha y efectivamente era ella. Me acerqué y nos dimos un abrazo, hacía tiempo que no la veía. –Ya te extrañaba, ¿Qué haces por aquí?

–Descubrí una cosa bastante interesante, e importantes para lo que está sucediendo. –dijo mientras nos miraba atentamente. –Así que decidí buscarte para contártelo, pero me dijeron que te habían secuestrado los del otro reino.

–No la secuestraron, ella tenía que haber aparecido en nuestro reino. –comentó Parzival.

–Lo sé, así que iba a verte pero ha sido más fácil de lo que pensé. Sólo he tenido que seguir vuestros gritos. –rio divertida.

–Me alegro de tenerte aquí, está anocheciendo lo mejor será acampar. –propuse. –De paso me cuentas lo que has descubierto.

Después de saludarnos y presentar a mis compañeros, retomamos la marcha. Intentamos buscar a los caballos por la zona pero supongo que habrían huido lejos hace tiempo, nos resignamos y seguimos el camino a pie. Al caer la noche paramos en una zona bastante despejada de arbustos y árboles para pasar allí la noche, Parzival encendió una hoguera para que entrásemos en calor y nos pusimos a cocinar la poca carne que Dana y Amelia habían podido conseguir en la penumbra.

Después de la pequeña cena que tuvimos, empezamos a hablar sobre quiénes habrían la primera guardia y quiénes seguirían, debido a que estaríamos expuestos al dormir.

–Primero vigilará Parzival, luego Dana, después... – comenzó a decir Eros pero le interrumpí.

–Con ellos tres bastará, no es como que vayamos a dormir hasta las diez de la mañana. –me miraron extrañados y decidí rectificar. –Olvídenlo. Por cierto, ¿Qué es lo que nos ibas a decir, Amelia?

–Pues me puse a leer libros antiguos sobre los reinos, cuando en un libro bastante antiguo encontré el nombre del hermano de la princesa Cassandra y de la princesa Sofía. –me explicó mirándonos a todos. –También descubrí la localización de un tercer reino vecino, pero este hace años que no da señales.

–¿Es como un reino fantasma? –preguntó Dana y Amelia asintió.

–¿De qué nos sirve el saber que hay un tercer reino? –pregunté confundida.

–Significa que puede que ninguno de nuestros dos reinos haya sido el culpable de iniciar la guerra, puede que haya sido por la participación de una tercera persona, en este caso un tercer reino. –explicó Parzival.

–Wow, no sabía que fueras tan inteligente. –sonrió Dana, y él la miró con cara de pocos amigos.

–Es un dato interesante, puede que tú teoría no sea tan alocada como pensamos. –dije convenciéndome de la teoría de mi amiga. –Ahora nuestra prioridad es encontrar a la princesa Cassandra.

–También hallé esto entre las hojas del libro. –me mostró un mapa bastante viejo, en lo alto del mapa se veían dibujadas unas montañas con seres voladores, creo que eran dragones. –Creo que ese lugar es el nido de los dragones, y si no me equivoco allí es a donde han llevado a la princesa Cassandra.

–¡Amelia eres un genio! –grité emocionada mirando a la chica. –¿Pero cuánto tardaremos en llegar? Parece que está muy lejos.

–Está a una semana de donde estamos. –comentó Dana al observar el mapa –Tardaremos mucho.

–Si, en ese tiempo los dragones pueden hacerle cualquier cosa. Además, debemos ver porqué han secuestrado a la princesa. –añadí algo intranquila. ¿Por qué unos dragones querrían a una princesa?

No creo que tengan tanta inteligencia para saber quién es quién, debe haber alguien ordenando a los dragones el qué hacer.

–Será mejor seguir mañana, por ahora durmamos. –avisó Eros, él había estado callado desde hace un buen rato.

Con cuidado me tumbé en el rocoso suelo y me tapé con la capa que había traído conmigo en caso de que la necesitara, nunca pensé que la usaría cómo manta. Antes de que el sueño me venciera pude observar cómo Parzival se apoyó en el tronco de un árbol para hacer la primera guardia, mientras me dormía pensé que sería la primera noche a la intemperie que pasaría desde que llegué.

Con los primeros rayos del sol, Amelia nos llamó a cada uno para seguir nuestro camino, el tiempo era oro y debíamos aprovecharlo al máximo las horas que eran de día. Salimos del espesor del bosque para encontrarnos un camino principal, se notaba dado que estaba hecho con adoquines. Mientras caminábamos nos encontramos con un comerciante, quién se ofreció a llevarnos al pueblo más cercano.

Al parecer los comerciantes eran los únicos que podían ir de un reino a otro, pero sólo para abastecerse. Llegamos al pueblo, y parecía como si no hubiera ninguna guerra aproximándose, el hombre nos explicó que era porque era un pueblo bastante alejado del castillo, casi estaba en la tierra de nadie, por lo tanto pocas cosas ocurrían allí.

–¿Qué es la tierra de nadie? –pregunté mientras veía los puestos de comida y ropa que habían.

–Son unas tierras que están desoladas, ahí no crece nada. –me explicó Dana, observando detenidamente la comida. –Se dice que en esas tierras hay animales y criaturas muy peligrosas, es por eso que nadie va. Tampoco las piensan conquistar dado el peligro que acecha en ese lugar.

–Interesante. –susurré sonriendo.

–No tiene nada de interesante, Lizbeth. –Amelia me cogió por un hombro e hizo que la mirase. –Para ir al nido de los dragones debemos pasar por TODO ese lugar, debemos cruzar las tierras de nadie y ninguna persona ha regresado con vida.

–Siempre podemos ser los primeros. –dije optimista a la vez que Amelia me miraba extrañada.

–Esta chica está loca.

Caminamos entre las tiendas hasta que nos paramos en una de ellas, había un conjunto de ropa que había llamado mi atención y creo que era hora de cambiar de vestuario. Si quería salvar a la princesa debería vestir algo más cómodo, y no creo que un vestido fuera lo más indicado. Compré el conjunto con las monedas que los Reyes me habían dado, y me escondí detrás de la tienda para cambiarme mientras Amelia y Dana vigilaban los alrededores. El conjunto consistía en un pantalón marrón de tela, unas botas de cuero de color negro y una fina camisa blanca.

–Te queda muy bien, Liz. –me alagó Dana con una sonrisa.

–Gracias, necesitaba cambiar.

–Ya somos dos. –miré a Amelia, al parecer ella también había comprado un conjunto parecido al mío. –Esto es mejor que un vestido.

Buscamos a nuestros amigos quiénes estaban comprando comida para reabastecernos y continuamos nuestro camino. Antes de seguir nos detuvimos en la herrería para que el herrero nos afilara las espadas, y que Dana y Amelia compraran más flechas.

Le agradecimos por el trabajo e iniciamos la marcha de nuevo, esperanzados de rescatar a la princesa Cassandra; tierra de nadie, allá vamos.

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