Capítulo 21

Ayer Cassandra se marchó en un carruaje custodiado por diez guardias para ir al reino de Zooch, y así conocer a los Reyes antes de su boda. Desde su partida he estado observando como un búho a Hans para saber como enfrentarme a él, por lo que descubrí era algo inocente.

–Cassandra no puede casarse con él. –dije firme cuando estuve a solas con los Reyes.

–¿Por qué no? La unión puede traer muchos beneficios a nuestro reino. –comentó la Reina, algo extrañada por mi negación.

–La princesa no quiere esto, se lo he visto en su rostro, majestad.

–No sé cómo será en tu época pero aquí te casas por obligación y no por amor, aquí se juegan intereses muy importantes. –explicó el Rey con serenidad.

–Entonces haré algo al respecto. –susurré para mí misma.

Sin decir nada más hice una rápida reverencia y salí de la sala del trono para ir directamente a mi habitación. Tenía que pensar en algo para evitar la boda, estuve pensando en algún plan cuando escuché al príncipe Hans pasar por al lado de mi habitación, y lo que logré escuchar me gustó. Al parecer se marcharían mañana al alba, aquella era una oportunidad que no podía dejar pasar.

La hora de la cena llegó y cené con rapidez para retirarme a mi habitación para comenzar a preparar todo. En una alforja metí todo lo que podría necesitar, según me explicó Dante, el reino estaba a dos días de viaje en caballo.

Tal y como me explicó Parzival, afilé mi fiel espada y preparé algunas hiervas para las heridas o si enfermaba. Me acosté pensando en un plan para cuando fuera al otro reino, solo espero que todo salga bien.

Me levanté con los primeros rayos de sol, me vestí con una camisa y unos pantalones que encontré, desayuné un poco de comida que cogí de la cocina la noche anterior cuando nadie estaba en la cocina. Salí con cautela y sin hacer ruido hacia los pasillos, por ahora no me crucé con ningún guardia y eso lo agradecía.

Con éxito llegué a los establos, cuando encontré a mi caballo le coloqué la silla y monté en él. Salí al galope hasta llegar a la puerta principal y me encontré con algo que no esperaba, mis amigos estaban en sus caballos esperando mientras hablaban entre ellos y al verme sonrieron.

–Llegas tarde, Liz. Te estábamos esperando. –sonrió Parzival.

–¿Qué hacéis aquí? –pregunté, acercándome a ellos.

–Vamos contigo a recuperar a la princesa, desde que apareció el príncipe supimos que irías tras ella pese a todo. –explicó Amelia con una sonrisa maliciosa. –No podíamos dejarte ir tú sola, somos aliados.

–No perdamos más tiempo, el carruaje de Hans acaba de partir. –anunció Dana.

Comenzamos a cabalgar al galope para alcanzar el carruaje, cuando lo hicimos fue bastante fácil seguirle el ritmo sin que nos vieran. Notamos que no habían casi guardias, tres como mínimo. Supongo que todos se marcharon con la princesa para más protección.

Los seguimos durante unas horas hasta que se detuvieron para hacer un pequeño descanso, nosotros los imitamos algo lejos de ellos para evitar que nos descubrieran y les dimos de beber a nuestros caballos. Observé como el príncipe Hans se alejaba un poco, lo observé detenidamente hasta que aparté la mirada cuando vi que era para hacer sus necesidades.

–¿Qué hacemos ahora? –pregunté dirigiendo mi atención a los guardias.

–Será mejor eliminar a los guardias para tener al príncipe para nosotros solos. –comentó Eros, viendo el panorama. –Pero debemos darnos prisa, él no estará haciendo sus necesidades mucho más tiempo.

–Yo me encargo. –Amelia sonrió y bajó del escarpado terraplén, donde nos encontrábamos.

Observamos como se acercó amigable a los guardias, al parecer estos la reconocieron ya que se inclinaron. Luego Amelia dejó inconsciente a uno de un puñetazo para luego desvainar su espada, acabando con la vida de los otros dos en unos ágiles movimientos.

Para deshacerse de los cuerpos los tiró a un desnivel que había a un lado del camino, al que dejó inconsciente lo encerró dentro del carruaje y nos miró con una sonrisa. Nosotros la mirábamos anonadados ante lo que había hecho.

–Esa princesa está loca. –dijo Parzival sorprendido. Los demás teníamos la boca abierta y asentimos sin palabras.

Bajamos de inmediato y felicitamos a nuestra amiga, nunca pensé que la princesa fuera tan hábil luchando cuerpo a cuerpo. El príncipe Hans regresó con una sonrisa, pero al vernos su sonrisa desapareció y nos miró asustados al ver que sus guardias no estaban.

–Si queréis dinero, ahora mismo no llevo mucho pero os puedo dar lo que tengo. –habló nervioso.

–No queremos tu dinero, quiero que no te cases con la princesa Cassandra. –dije molesta, me acerqué a él y retrocedió.

–Si ese es el problema creo que nos podemos ayudar.... –empezó a hablar, esta vez más tranquilo. Mis amigos bajaron las armas, pero aún nos manteníamos en alerta. –Yo tampoco quiero casarme con ella, mis padres concertaron el matrimonio desde que nací.

–¿Estás obligado a casarte con ella? –asintió nervioso y apenado. –Entonces creo que nos podremos ayudar mutuamente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top