Capítulo 13

–Sé que estás confundida y asustada, pero debes confiar en nosotros. –comentó el señor, cruzando las piernas. –Me llamo Frederick, puedes decirme Fred.

–Yo me llamo Luna, soy la jefa de EPIP.

–¿A dónde vamos? -pregunté sin rodeos al ver como nos íbamos alejando de toda la civilización. Nos pasamos el pueblo donde tenía intención de ir; por ahora será mejor escucharles a ver que tienen que comentarme. –Bien, díganme qué quieren de mí.

–Te lo diremos en cuanto lleguemos a la base, ahora no es seguro hablar. –respondió Luna, mirando por la ventana. Fred asintió dándole la razón, y preferí no decir nada más.

Continuamos por la carretera hasta que el coche giró por un sendero que se adentraba a un extenso bosque, justo al interior de el. Habían algunos baches debido a que no estaba pavimentado el suelo y llegamos a las faldas de una gran montaña, rodeada de árboles y mucha vegetación.

–Aquí no hay nada. –dije algo confundida. Ellos sonrieron y se miraron con diversión.

–La vista engaña, señorita Lizbeth.

Luna presionó el botón de un mando a distancia que sacó de su bolsillo y vi como en la falda de la montaña una puerta se abrió hacia ambos lados. Entramos y el coche paró para que la puerta se cerrase dejándonos por un momento en completa oscuridad antes de que unas luces amarillas se encendieran, y la plataforma dónde estábamos comenzara a bajar. Me recordó a los garajes subterráneos que hay en las ciudades.

La puerta se volvió a abrir cuando llegamos a la planta elegida, y el señor arrancó para salir de allí. Observé sorprendida el lugar al que habíamos llegado, parecía un laboratorio subterráneo. El chófer frenó y Fred me indicó que me bajara del coche ya que llegamos a nuestro destino.

–Bienvenida a las instalaciones de EPIP. –Luna extendió sus brazos mostrándome el lugar. Era enorme.

Las paredes estaban pintadas de blanco y con señalizaciones en cada planta, habían muchos túneles que conectaban con este lugar y por donde caminaban científicos de un lado para otro bastante agobiados. Bajamos por unas escaleras metálicas hasta el piso de abajo, donde habían más túneles que supuse que llevarían a otras salas.

–Bien, EPIP está financiado por el Gobierno pero es secreto para todos los civiles. Excepto para ti. Es por eso que queremos proponerte una cosa. –comentó Luna con una sonrisa.

–Primero quiero que me expliquen qué hacen aquí, y porqué me necesitan. –me crucé de brazos.

Luna y Fred se miraron por un momento sorprendidos por mi actitud, sonrieron y Luna le hizo un ademán a Fred para que él pudiera explicarme.

–Tienes derecho a saberlo. EPIP es una organización con la última tecnología, con la cuál podemos viajar al pasado con la intención de protegerlo. Hay otra organización a la que no le gusta el presente tal y como lo conocemos, es por eso que intentan cambiarlo época a época para su beneficio.

–Ahí es donde entramos nosotros. En cada época tenemos a un Viajero, esa persona vive en la época acordada y la protege de la otra organización, claro que vuelven siempre que quieran. –explicó Luna, mirándome atentamente. –Ahora están intentando cambiar la edad media, creando una guerra que nunca existió.

–Bueno, sí que existió la intención de una guerra pero nunca hubo una guerra como tal entre los reinos involucrados.

–Es decir, iba a verla pero al final firmaron como un tratado de paz. O algo así, ¿no? –dije algo dubitativa. No sabía mucho pero esto empezaba a interesarme.

–Exacto, por ahora no sabemos quién ha sido, pero alguien de la otra organización ha sido enviado a la edad media para que la guerra sí exista. –siguió explicando Fred. –Y ahí es donde entras tú. Fuiste enviada a la edad media por Morgana, también es conocida por ser la enemiga de Merlín.

–¿Para qué me necesitaría ella? Es decir, es una gran bruja, no entiendo para qué necesitaría mi ayuda. –comenté, algo anonadada.

–Eso lo desconocemos, lo que sí sabemos es que ahora la edad media y tus amigos están en peligro. –anunció Luna, más seria que antes. –Debes regresar y poner fin a esta guerra.

–¿Crees que podrás hacerlo? –me preguntó Fred, mirándome con preocupación.

–Mis amigos están en peligro, es más que obvio que iré a ayudar. –sonreí. –Además, he escuchado a Alessa y James decir algo de que debían regresar para liderar una guerra o algo así.

–¡Son ellos! Los que trabajan para la otra organización. –dijo Fred, algo alarmado. –Con más razón debes ir, tienes que hacerles parar si no nuestro presente podría cambiar, y no para bien.

–Le diremos a uno de nuestros Viajeros que te ayude, a parte de tus conocimientos adquiridos en ese tiempo, también necesitarás saber ciertas cosas.

–Haré todo lo que pueda, no me quedaré de brazos cruzados.

Fred y Luna me dieron un recorrido por todo el lugar para que me familiarizara con el; pude ver dónde construían armas especiales o la ropa de las diferentes épocas. También había una gran biblioteca con todos los libros que nos pudieran interesar sobre las costumbres de la época indicada, así cómo una sala de entrenamiento dónde aprendían a pelear. Había tantas salas que perdí la cuenta, pero lo que sí recordé era dónde estaba la cafetería o los baños.

–Y en esta sala es donde ocurre la magia.

Entramos a la sala más grande hasta ahora, también era la más alejada de todas. En medio de la sala había una gran esfera que me recordaba a una bola donde metes a los hámster para que corran por la casa, con la diferencia de que esta era enorme y transparente. Habían muchos cables de todos los tamaños conectados a la bola, y a su vez estos salían de un gran ordenador.

–Aquí es dónde enviamos a nuestros Viajeros a las distintas épocas. –me explicó Luna, enseñándome cada cosa. –Ellos se llevan este reloj ante de entrar a la transportadora, cuando quieran regresar a este tiempo sólo deben presionar el botón que sirve para cambiar las manecillas. A los treinta segundos será teletransportado aquí.

–¿Tiene algún efecto secundario? –pregunté intercalando miradas entre el reloj y la máquina del tiempo.

–No, sólo sentirás como si te hicieran cosquillas por todo tu cuerpo. Eso sí, debes cerrar los ojos cuando vayas y cuando regreses, te podrías quedar ciega.

–Entonces sí que hay un efecto secundario, por así decirlo. –dije, mirándolo con una sonrisa.

–Lo que tú digas.

Estuve hablando con ambos un rato más hasta que les avisaron de que era hora de cenar, las horas se me habían pasado volando. Fuimos a la cafetería dónde pude observar la cantidad de gente que trabajaba para EPIP. Con algo de timidez cogí una bandeja y me serví algo para cenar, me daba algo de vergüenza pese a que Luna me avisó de que podía tomar lo que quisiera, dado que había sido contratada por ellos.

Busqué una mesa vacía para sentarme cuando vi a un chico hacerme gestos extraños, al final deduje que era para que fuera con él y me acerqué al grupo. Habían dos chicas y dos chicos, uno me miró con una sonrisa al ver que había visto sus gestos.

–¿Eres nueva? –preguntó uno de los chicos; él tenía el pelo negro rizado y ojos color miel, además de algunas pecas por las mejillas.

–¿Cuándo has llegado? –esta vez fue una de las chicas. Era rubia con los ojos marrones, y una pequeña cicatriz en su ceja derecha.

–Chicos, tranquilos. La estáis agobiando. –dijo la otra chica. Esta tenía el pelo castaño y los ojos verdes, además llevaba gafas. La montura era de un metal fino y de color azul claro. –Me llamo Rose, un placer.

–Yo soy Manuel, encantado de conocerte. –se presentó el chico que me había llamado. Tenía el pelo tintado de plata y los ojos azules.

–Hola, soy Lidia. –saludó la chica de antes.

–Y yo soy Samuel, puedes decirme Sam. –comentó el último chico, con una sonrisa.

–Me llamo Lizbeth, podéis decirme Liz. –me presenté, con una sonrisa nerviosa. –La verdad es que he llegado hoy, Fred y Luna me han explicado todo.

–Son muy amables y accesibles, ¿En qué época estás asignada? –preguntó Manuel, con curiosidad.

–¿Asignada? –pregunté confundida, eso no me lo habían explicado.

–Sí, cada uno de nosotros está asignado a una época o varias épocas. Yo por ejemplo siempre viajo al Neolítico.

–Yo voy al Paleolítico, y la verdad no te lo recomiendo. No sé cómo podían vivir así. –comentó Sam, algo pensativo.

–Por mi parte siempre soy enviada a la época de los vikingos, o al año 789. –sonrió Lidia. –La cicatriz que ves me la hice en una de las misiones, un asentamiento vikingo estaba en problemas y si no lo solucionaba no los conoceríamos como hoy en día.

–Supongo que me toca, yo viajo al Viejo Oeste. La verdad es que me encanta ir, siempre aprendes algo nuevo. –dijo Manuel, mirándome curioso.

–En ese caso yo estoy asignada en la Edad Media. –respondí con una sonrisa.

–Que suerte, a mí me encanta esa época. –se quejó Rose, cruzándose de brazos.

–¿Sólo podemos viajar a nuestra época asignada?

–No, podemos ir a otras. Pero sólo si nos dan acceso por el reloj, te han contado, ¿no?

–Sí, pero todavía no lo tengo.

Seguimos hablando durante un rato hasta que sonó una campana, me dijeron que era un aviso para ir a dormir. Por el camino al dormitorio me encontré con Fred y Luna, ambos me dijeron que mañana regresaría a la Edad Media y que tenía que descansar bien. Espero poder detener a Alessa y James, no sé por qué lo hacen pero lo averiguaré.

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