Capítulo 10

Desperté de mi maravilloso sueño cuando Gus me movió suavemente para despertarme, ya había amanecido y era hora de continuar con nuestro viaje para buscar a mis amigos, y seguir nuestra misión para rescatar a la princesa. Desayunamos los últimos pescados que nos sobraron de anoche y retomamos el camino, volviéndome a subir en sus hombros.

–Me pregunto dónde pueden estar. –me pregunté en un susurro.

–Tal vez en la colina de Drakgar. –apuntó a una montaña, que hasta ahora era la más alta que había visto.

No podía vislumbrar la cima debido a la espesa niebla que había a su alrededor. Había visto muchas películas cómo para saber que ahí es a dónde debíamos ir, siempre el protagonista tenía que ir al lugar que daba más miedo, ya que ahí estaría la chica en apuros; princesa en este caso.

–Sin duda debemos ir allí. –dije sin ninguna motivación por ir.

¿Por qué siempre secuestran a la gente y la llevan al lugar que da más miedo? ¡No lo entiendo!

Gus continuó caminando hasta que nos encontramos en un camino sin salida, debido a que había un gran terraplén que nos impedía seguir. Optamos por rodear la colina en busca de alguna subida, mientras tanto me dediqué a observar el paisaje que comenzaba a cambiar debido a que nos adentramos al interior de las tierras de nadie.

Desenfundé la espada al notar que alguien nos estaba observando, tenía un presentimiento pero no sabría decir si era bueno o malo. De repente, una cuerda enganchó los pies de Gus haciendo que cayera al suelo de frente, y yo con él. Caí unos metros más alejada de Gus, y observé cómo unas personas vestidas con ropas andrajosas se acercaron rápidamente a mí para atarme las manos y los pies con una cuerda.

Mientras unos me rodeaban para evitar que escapara, otros miraban curiosos a Gus e intentaban tranquilizarlo. Uno de ellos se acercó a mí para mirarme con curiosidad, por la forma en que se relacionaba con los demás parecía ser el jefe de esa banda. Había un hombre más anciano en el grupo y él parecía mirarme con curiosidad mientras que los demás me miraban con odio.

–Los ricos dais pena, mira que hacer que un troll sea tu esclavo. –dijo el chico con odio en su voz –Sois patéticos, habéis caído muy bajo.

–¿Qué? ¡Oye, yo no soy ninguna señorita rica! –repliqué molesta e intenté levantarme pero dos chicos me sentaron agarrándome por los hombros. –Os equivocáis conmigo, yo vengo a salvar a la princesa Cassandra.

–¡Mentirosa! Estás usando a un troll en tu propio beneficio. – comentó ignorándome para caminar hacia Gus y le miró con amabilidad. –Puedes irte, ya estás libre de esta chica.

–No lo haré. –dijo Gus con voz grave, haciendo que todos se sorprendan.

–Pero. Ella te está usando.

–¡Ella es mi amiga! Y si alguien le hace daño. Pagará por ello. –miró con rabia al chico.

En un rápido movimiento que nadie pudo ver, Gus golpeó al chico en el estómago haciendo que cayera varios metros alejados de él. ¡Toma esa niñato! El resto de hombres retrocedió asustados y Gus se acercó amenazante a dónde estaba para golpear a los hombres que me tenían sujeta y comenzó a quitarme las cuerdas con cuidado.

–¿Estás bien? –me desató con delicadeza, asentí con una sonrisa y me volvió a subir a sus hombros para más seguridad.

–Ya lo habéis visto, él es mi amigo. ¡Y nadie se mete con Lizbeth Jones! –grité enojada mientras los miraba a cada uno con rabia. Gus gruñó estando de acuerdo conmigo, y el chico nos miró sorprendido.

Miré al grupo detenidamente observando sus rostros llenos de terror, sonreí complacida y le indiqué a Gus que nos marcháramos para continuar con nuestro camino hasta que la voz del anciano hizo que nos parásemos para verlo.

–Entonces es verdad, tú eres la elegida. –me señaló con su mano temblorosa, asentí algo confundida y él se emocionó. –Esperábamos tanto tu llegada.

–Espera abuelo, ¿Ella es la que nos salvará? –preguntó el chico que me agredió, mirándome con desconfianza.

–Así es, ella es la elegida. Y la hemos atacado, nunca me lo perdonaré.

–Lo siento mucho, heroína. –el chico se arrodilló y todos imitaron su gesto haciéndome sentir algo incómoda. –No la había reconocido.

–Os perdono, pero la próxima vez preguntar a alguien su nombre y no agredirle. –dije seria. No solía perdonar tan fácilmente pero la emoción del anciano por verme hizo que me ablandara un poco con ellos.

–Lo haremos.

Iba a decir algo más cuando escuché unos gritos, levanté la vista y por encima de nosotros pudimos ver cómo un par de dragones llevaban en sus garras a unas personas, miré mejor antes de que se marcharan y pude reconocer a Amelia.

¡Eran mis amigos!

Iba a ir tras ellos con Gus cuando el anciano me comentó que ellos tenían un asentamiento en las faldas de la montaña, al igual que un pasadizo que conectaba con la cima. Miré a Gus por un instante antes de seguir al grupo al campamento que tenían. Al llegar pude ver que habían personas de todas las edades; tanto ancianos, adultos y niños. Todos ellos me miraban con curiosidad pero sobre todo parecían maravillados con Gus. Gus se marchó para ver la zona mientras yo seguí al chico y a su abuelo al interior de su cabaña.

–Me llamo Mauro. –comentó el anciano, sentándose con las piernas cruzadas en el suelo. –Y él es mi nieto Akil.

–Ya lo sabéis pero me llamo Lizbeth, podéis decirme Liz. –sonreí. –Entonces, ¿Cómo puedo subir hasta la cima? Mis amigos necesitan mi ayuda cuanto antes, y también la princesa.

–Hay un camino que fue construido por nuestros antepasados hace tiempo, si vas tardará sólo cinco cambios del sol en llegar hasta arriba. –explicó Mauro con detenimiento, y supuse que con cambios se referían a cinco horas, y él siguió explicando. –Pero tienes que ir con alguien, los caminos son muchos y sólo uno es el que lleva hacia arriba, los otros llevan a acantilados.

–Yo te acompañaré, conozco esos caminos.

–De acuerdo, gracias Akil.

Mauro me comentó que vieron cómo la princesa era llevaba a la cima por un gran dragón de color negro. Todos se preocuparon al verlo pero nadie quiso subir debido a la cantidad de peligros que habían por los pasadizos, y también porque no sabían cómo enfrentarse a un dragón. Aunque yo tampoco sabía cómo lo haría.

Pero aunque me moría de miedo y quería ir a llorar a un rincón ya que la situación me superaba, sabía que debía ir para rescatar a su alteza y reprocharle todos los problemas que había tenido por su culpa. Ni por ser una princesa se libraría de un buen sermón: made in Lizbeth.

Salí de la cabaña y vi cómo Gus jugaba con los niños haciéndoles reír, sonreí y expliqué a ambos cómo lo había conocido. Se sorprendieron bastante al saber que se podía entablar amistad con un troll debido a que estos suelen ser agresivos, tal y cómo me comentó Gus hace un día.

Por la noche hicieron un gran festín en honor a mi llegada, agradecí con sonrisas y Gus parecía bastante emocionado por ser incluido en el festín y ser aceptados por ellos. Ahora sólo debía armar un buen plan para no sólo salvar a la princesa, sino también a mis amigos de aquellos dragones.

Mauro me comentó que tenían espadas, arcos con flechas y jabalinas, que usaban para cazar pero que me las podían dejar para seguir mi camino. Todas estaban maltratadas debido a su gran uso, así que comenzamos a preparar nuevas armas con algunos materiales que Gus encontró en un tiempo récord. Trabajamos hasta la media noche, que es cuando tuvimos más armas nuevas y mejoradas, supuse que así serviría.

Me hospedaron en una cabaña que estaba libre y me tumbé en un montón de mantas a modo de colchón, aunque en realidad eran pellejos de animales, y con algunos me tapé para no pasar frío. Según lo que me habían contado, a ellos los llamaban los renegados, personas que huyeron de sus hogares por ser sospechosos de brujería, pero no todos lo lograron y aquellos que no lo consiguieron fueron quemados en la hoguera, cuando en realidad eran simple campesinos y no brujas cómo decían que eran.

Esa era una parte que odiaba de la edad media, por saber manejar bien las plantas medicinales y hacer medicamentos ya te consideraban brujas. Menos mal que todo ha cambiado a mejor, al menos en ciertos aspectos, todavía hay mucho que mejorar de mi época.

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