Capítulo 4
IZAN
"No viviré contigo, obviamente no creo que haya sido una oferta correcta porque no nos conocemos, pero, después de pensarlo toda la noche, creo que debo aceptar lo del departamento, así que sí, me mudaré de aquí.
-Violetta".
—Tenía como cinco años sin verte todos los dientes. —Laura entra a mi oficina con los documentos que le pedí y justo me encontró respondiendo el mensaje de Violetta—. ¿Por qué estás tan feliz?
—Violetta aceptó mudarse a un departamento mejor, ya le pedí que empacara. —Tomo los documentos que me ofrece.
—Era obvio que aceptaría eso, ¿en serio le pediste que viviera contigo?
Me río. Seguro Violetta lo comentó con Marina, porque yo ni se lo conté ayer a Laura, estaba tan ansioso y feliz con saber que seré padre que lo olvidé.
—La verdad lo hice por impulso. —Me defiendo, aclarando mi garganta—. Ya veo que entre tú y Marina se cuentan los chismes.
—Para tu información, lo hablamos las tres anoche, justo cuando te fuiste. Y, que sepas, fue gracias a mí que Violetta aceptó, tengo poder de convencimiento. —Se sienta en el sofá de la oficina y suspira—. Marina fue la que se negó, alegando que si te preocupaba la seguridad de Violetta, la llevaría a vivir con ella, pero Violetta parece ser la mujer más rejega del mundo porque le dijo que no, que mejor aceptaría irse a un nuevo departamento.
—Supongo que la situación no es de su agrado. —La sonrisa se me va borrando, pensando en que esto está siendo muy egoísta de mi parte.
Laura se burla de mi cara.
—Ya, tranquilo, ella no es así por eso, tonto, Marina me contó que siempre se ha negado a su ayuda porque se siente inútil, contigo ha sido la cosa diferente porque está esperando a tu hijo y sabe que tienes la potestad de buscar que esté cómoda. —Se acomoda su rubio cabello para atrás—. ¿Puedes creer que el tipejo que tenía por novio la dejó y el desgraciado le robó todos sus ahorros?
No entiendo el cambio de tema, aun así logra llamar mi atención, pero obviamente no se lo dejo saber. Es más, finjo leer los documentos y que no me importa.
Porque no me importa, ¿verdad?
—La pobre le confió su clave de tarjeta y el hijo de su hermosa madre se la vació para irse con la amante.
—Laura, creo que yo no tengo por qué saber eso.
—Eso provocó que perdiera su estudio fotográfico, hace fotos muy lindas, por cierto, estoy pensando en contratarla para algunos posters. —La maldita me ignora. Es que por supuesto que yo no tengo que saber eso, pero ella parece muy decidida a contarme toda la historia—. El malparido le dijo que estaba pagando el alquiler, el agua y la luz, pero era mentira, debía como seis meses de esos servicios y casi el año de alquiler que había estado evadiendo con el casero, llenándolo de mentiras.
—Qué cabrón ese tipo. —Sigo en mi intento fallido de indiferencia.
En realidad ayer pensé mucho en todo. En Violetta y mi hijo, en la situación. Incluso estaba dispuesto a rogarle de rodillas que viviera conmigo en caso de que se negara. En ese departamento no hay nada que se le acerque a la comodidad y con la información que está soltando Laura, lleva rato sin tener servicios básicos. Pobrecita.
Por otro lado, anoche me puse a buscarle un departamento por si acaso. Lo encontré, claro está, y ya lo pagué, me aseguré de que fuera el mejor en toda regla y además está a dos minutos de mi casa para cualquier emergencia.
—Violetta lo ha pasado muy mal, Izan. —Se escucha comprensiva a su situación—. Así que espero que seas un buen futuro esposo.
—¿De qué me estás hablando? —Ahora sí decido prestar más atención.
—Es un chiste, ya vi que estás ignorándome. —Me saca la lengua y se ríe de mí antes de seguir hablando—. Pero sí, por favor no le exijas mucho.
—No tengo por qué exigirle nada —digo porque es la verdad—. Lo que voy a hacer es atender todo lo que necesite y me pida, va a tener a mi hijo, que me exija ella lo que se le dé la gana, más bien.
Laura vuelve a reírse.
—Muy bien, espero que no te arrepientas mucho si de repente te exige una vida contigo.
—Deja de hablar tonterías y mejor terminemos aquí, tenemos que ayudarla con la mudanza y después ir al médico. —Me acomodo en mi silla y vuelvo a los documentos.
Laura y sus ocurrencias siempre serán las mismas, y eso, aunque a veces me saque de quicio, debo admitir que hace de mi vida menos miserable.
Recuerdo que, cuando ocurrió lo de mi enfermedad, yo me aferré a no decirle a mis padres hasta el día que finalmente me hicieron la cirugía, pero Laura estuvo en todo momento conmigo, hasta tuvo la intención que no tuvo Rebecca de quedarse a mi lado en todo el proceso y estar conmigo en mi peor momento. Rebecca simplemente se largó de mi vida cuando supo que, si procedía con mi tratamiento, no podría engendrar hijos. Laura casi la golpea cuando ella se burló de mí al darle como alternativa congelar mi esperma para cuando decidiéramos tenerlos. Aun así yo fui a la clínica y pagué para que protegieran mis muestras con la esperanza de que ella cambiara de opinión.
No obstante, cuando tuve mi cirugía y regresé a casa, los papeles del divorcio estaban en la cama.
—No necesitas a esa desgraciada, Izan —me dijo Laura esa vez—. Quien te ame de verdad no tendrá prejuicios ni te exigirá más de lo que puedes ser, ¿me entiendes? No vale la pena que te deprimas por ella.
Yo estaba devastado pero Laura estuvo ahí para animarme. Y, no conforme con demostrar siempre que haría por mí lo que fuera, me ofreció gestar a mi hijo. Ese día toqué fondo, pero mi lado egoísta le dijo que fuéramos a la clínica y así llegamos hasta esta situación.
***
Violetta evita cualquier contacto visual conmigo cuando llego a su departamento, está terminando de meter su ropa en una caja y al parecer es lo único, además de su cámara, que se llevará, porque Marina le pregunta si falta algo más y ella niega.
—El casero me dijo que le dejara mis muebles para reponer el alquiler y los otros servicios —le susurra, tratando de que no la escuche, pero es inevitable, porque el silencio de la habitación alerta cualquier ruido.
—El departamento está amueblado —prometo, tratando de no ponerme ansioso—. Por cierto, tenemos una cita para esta tarde con el médico.
—Vale. —Violetta asiente sin verme. Está por levantar la caja pero me adelanto a hacerlo yo. No puede cargar nada pesado.
Por fortuna, no reniega ni se queja de mi preocupación y finalmente salimos del edificio. Meto la caja al maletero y Marina las cosas de fotografía.
Abraza a Violetta cuando le digo a esta que suba al carro.
—Me mandas la dirección por mensaje. —Se separan y Violetta asiente, dejándola irse con Laura. Ninguna irá con nosotros porque han planeado tener una cita hoy para conocerte "más que el cuerpo", según palabras de Laura.
Me subo al carro justo después que Violetta y arranco.
—¿Cómo te has sentido? —pregunto para no ir callados. Además no sé qué otra cosa decir, no pasó ni un día entero antes de vernos de nuevo.
—Bien. —Suspira y para mi sorpresa también se ríe—. Aunque me la pasé la mañana vomitando hasta el agua, me resulta gracioso que después de saber que estoy embarazada los síntomas parecen ser más intensos que antes de saberlo.
Me río con ella. Luego se gira hacia la ventana, seria. Pronto me siento mal.
—Estoy siendo muy egoísta con esto, ¿verdad? —Preocupado, trato de que no suene lo más lastimero posible.
Noto de reojo que me mira rápido y sorprendida.
—Oh, no, claro que no, ¿lo dices por mi cara? Solo estoy sacada de onda. —Parece avergonzada—. Es que ya no importan cómo han pasado las cosas, no estás siendo egoísta porque yo di mi consentimiento, y si no lo hubiera dado, yo no puedo criar hijos ahora, ¿bien? En realidad estaba sintiéndome un poco culpable por aceptar tu dinero a cambio de tener a tu hijo, me siento avergonzada también, Dios, qué situación tan rara estamos viviendo, ni siquiera nos conocemos.
Se acomoda en el asiento, poniendo una mano en su cabeza y se ríe, pero parece que más bien quiere llorar aunque lo aguanta.
—¿Conoces ZaiPro? —Intento cambiar el tema y por suerte sí capto su atención.
—Sí, creo así se llama la empresa de un juego que tengo en el teléfono, lo descargué por curiosidad porque la empresa es de la cuidad, PlagadoZ se llama el juego, es de zombis, la verdad es mi juego favorito, ¿por qué lo preguntas?
Suelto una risita. No puedo evitar sentirme bien de saber que conoce de ese juego y además sea su favorito.
—Soy el dueño —digo, con orgullo—. Y yo programé PlagadoZ junto a Laura.
Alcanzo a ver cómo ella abre sus ojos, sorprendida.
—Caray, entonces sí tienes dinero. —Se ríe, nerviosa.
—Sí, bueno, no te lo decía para presumir, es para que me conozcas mejor. —Finalmente estaciono en el edificio—. Conviviremos los próximos nueve meses, claro que nos conoceremos en el transcurso, ¿no crees?
Parece sentirse menos preocupada cuando lo digo, así que asiente y me muestra una pequeña sonrisa que le resalta un par de hoyuelos.
—Soy fotógrafa —dice, una vez que bajamos del carro—. Aunque bueno, ya lo sabes, y seguramente Laura te contó que perdí mi estudio, anoche dijo quería saber cosas de mí, asegurando que podría decírtelas para que tuviéramos de qué hablar cuando nos encontráramos.
—Laura es una chismosa de lo peor. —Bajo la caja y ella se hace cargo de su material de fotografía—. Que no te extrañe que de repente diga tonterías que a saber de dónde saca.
Como que tú y yo nos terminaremos enamorando. No se lo digo, pero lo pienso porque fue justo lo que Laura me dijo antes de llegar con Violetta, y yo, un poco molesto, le dije que mi vida amorosa ya estaba bien muerta. Laura de todos modos me dijo que podría revivir en cualquier momento y me pidió disculpas, pero todo lo hizo riendo de la situación así que no se las creí.
Desde que me divorcié, lo único más cercano que he tenido a una relación, fue haber intentado tener sexo con varias mujeres a las que les incomodaba lo que dejó la orquiectomía o hacían preguntas incómodas para mí sobre eso. A las que no les importaba, o nunca lo mencionaban, simplemente no quisieron saber más de mí. De ahí en más, prefiero concentrarme en mi trabajo y ser un maniático de la perfección, como dice Laura que soy.
Así mis inseguridades permanecen intactas.
—Dios mío, este lugar puede alojar a una familia entera. —Violetta entra lentamente a su nuevo departamento—. ¿Estás seguro que quieres pagar por esto? No ocupo mucho espacio.
—En realidad ya lo pagué. Es todo tuyo. —Le entrego la llave, haciendo que me vea como si estuviera loco—. ¿No te gusta? ¿Es demasiado colorido?
El departamento tiene mucho azul, rosa y café en tonos pastel, principalmente blanco.
—Bueno, sí me gusta, de hecho es bellísimo. —Dubitativa, toma las llaves—. Pero no es mío, me lo estás prestando, ¿vale? Por favor promete que lo venderás cuando me vaya de aquí, de todas formas me iré en unos meses.
—Está bien. —No quiero llevarle la contraria con eso—. El refrigerador está lleno y la alacena también, cuando estén vacíos me avisas para ir al mercado.
Sigue dudando de lo que está pasando, por lo que ella misma revisa el refrigerador. Toma una manzana antes de volver a la estancia y sentarse en el sofá.
—Gracias por todo esto —dice bajito—. Y perdón por mi actuar, me siento desubicada, pero es un lugar muy bonito y más decente que mi anterior departamento.
—Me alegra que te guste. —Sonrío, satisfecho—. Me iré para que te instales y te prepares para la cita, ¿sí?
Ella asiente.
—Claro, nos vemos en un rato, de nuevo gracias.
Es mi turno de asentir.
Camino hacia la puerta para irme y, una vez fuera, tomo una gran bocanada de aire. Yo también me siento algo desubicado, como si la realidad se nos hubiera puesto de cabeza, aunque solo sea una serie de problemas que nos han llevado a este punto. Todo es una completa jalada del destino, pero esperemos lo mejor de esto.
Solonos queda aprender a adaptarnos para aguantar lo que nos va a durar esto.
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